domingo, 28 de febrero de 2016

La culpa es del granito

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 28 de febrero de 2016

A finales del siglo XVIII, durante el reinado de Carlos IV, tuvieron lugar importantes cambios relacionados con la humanización, el equipamiento y la higiene de la ciudad. Entre ellos merece señalarse el enlosado de las calles que en algunos casos dañaban la salud pública y presentaban un estado inmundo y asqueroso que impedía el tránsito por ellas afectando al aseo y limpieza de sus moradores. Esto nos cuentan los historiadores expertos en el siglo de las Luces, como el profesor Vigo Trasancos. O sea que hace ya más de 250 años los nachiños ferrolanos se pusieron manos a la obra arrancando granito de las canteras, lo cortaron en losas y pavimentaron las calles, alcantarillado incluido. Era la época en la que se construía el barrio de la Magdalena y se levantaban muchos de los edificios que todavía continúan en pie en el Arsenal. Se ampliaban y mejoraban los castillos y baterías costeras. Y se construían fabulosos muelles y diques que, en aquel entonces, eran la admiración del mundo.

Todo eso se hacía con granito. Y ahí está buena parte de él, orgulloso, perfectamente cortado y trabajado, resistiendo el paso de los siglos y mostrando la habilidad de los ingenieros, maestros, canteros y albañiles en trabajos que son auténticas filigranas. El granito continúa aguantando el tipo bajo el nivel del mar, soportando el peso de las construcciones que tiene encima y las presiones del agua. El granito permanece muchos metros bajo tierra como cimiento de los grandes muros defensivos que tuvimos y tenemos en la ciudad. Y, por supuesto, el granito se mantiene en fuentes, monumentos, muros, garitas, iglesias, viviendas y otras muchas construcciones.

Donde no se mantiene -porque no quiere- es en las calles y aceras ferrolanas. Aquí el granito se rebela, se levanta, se hunde, se retuerce, se rompe. Sea en losas o en adoquines, el granito ferrolano no se encuentra a gusto siendo pisoteado por los ciudadanos y sus coches. Y eso, créanme lo que les digo, es porque el granito es “consciente” del lugar que ocupa en el escalafón arquitectónico. Las losas y los adoquines ferrolanos son inteligentes y por eso debemos llamarles smart adoquines, para seguir la moda de los anglicismos. No quieren ser una “fachada de piedra”, como las losas compostelanas, ni quieren ser pisadas por generaciones de vecinos, como las losas y adoquines pontevedreses, parisinos o romanos. Por eso se lo ponen tan difícil a las empresas constructoras y a las de mantenimiento, a los jefes de obra, a los políticos y funcionarios municipales, que hacen su trabajo con profesionalidad, con calidad, con gran dominio de las técnicas más modernas. 

Pero claro, con un granito tan rebelde no hay calle ni acera que resista.

domingo, 21 de febrero de 2016

Plan de usos

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 21 de febrero de 2016

He de confesarles que llevaba un tiempo intranquilo, como desasosegado. No leía en los titulares ni escuchaba a los políticos de turno decir aquello de que era necesario hacer un plan de usos. Y es que Ferrol, sin planes de usos, no es lo mismo. Los planes de usos -parafraseando a Luis Otaduy Guerreiro con relación al marisco- tienen la sede social en Ferrol. Están arraigados en la jerga política, cultural y social, como lo está el recoger firmas, hormigonar las calles empedradas, contratar esculturas estrafalarias o dejar caer los edificios emblemáticos. Hubo un tiempo en que no se hablaba de ellos, porque el protagonismo lo tenían los planes estratégicos. “Hay que hacer un plan estratégico para la colocación del mobiliario urbano” se decía, o para regenerar la ría, para ahorrar en la factura de las farolas o para podar los árboles del Cantón. Los planes estratégicos tuvieron sus buenos tiempos, pero después decayeron y dieron paso a los programas. Cosas de los arquitectos que, un tanto quisquillosos, querían empeñarse en saber para qué se quería un edificio, quién lo iba a ocupar y qué utilidad se le daría. A todo eso le llamaban programa, concepto con menos glamur y mucho más pegado a la realidad. Pero recientemente todo cambió, y se puso de moda esto de los planes de usos. “Será necesario hacer un plan de usos para la toupeira de la plaza de España”, advirtió un edil hace unos días. Y, por supuesto, habrá que hacer planes de usos para los edificios y terrenos del Sánchez Aguilera, para el edificio de Aduanas, para el antiguo de Hacienda, para los demás inmuebles incluidos en el convenio con Defensa, etcétera. ¡Planes de usos por todas partes y a fume de carozo!

A mí me parece entrañable esta forma de hacer las cosas, haciendo frente a los propios usos de la ciudad, al devenir de sus aconteceres: lento y errático, por lo general. En Ferrol, lo habitual es que un político haga un plan de usos antes de contratar una obra, la obra se ejecute (a su ritmo y con sus tiempos, que esa es otra) y, una vez acabada, venga otro político para decir que ese lugar no se puede destinar a lo que estaba previsto. Por eso se arregló la Casa del Gobernador en el Castillo de San Felipe y permanece cerrada, sin uso. Por eso se construyó una pajarera-invernadero-expositor en el Cantón y, ahora terminada, no tiene uso. Por eso se hizo una terraza-pérgola en San Francisco y está intacta, deteriorándose y sin uso. Por eso se rehabilitó (con muy buen criterio) la primera fase del Hospicio y el edificio continúa prácticamente vacío. Y cuando se rehabilite la parte que falta, las piezas diseñadas por Ucha que dan a la plaza de Amboage, seguro que quedarán estupendas y no se usarán. 

domingo, 14 de febrero de 2016

El Baluarte de San Juan

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 14 de febrero de 2016

Tengo un amigo, marino de guerra, nachiño ferrolano de toda la vida, que tiene por costumbre llevar al Baluarte de San Juan a todos los visitantes que no conocen la ciudad. “Les llevo allí, se asoman al puerto y a la ría y se quedan impresionados”, suele decirme. Y tienen razón, los visitantes y mi amigo. Por eso, aunque ya saben que no soy muy partidario de dar consejos, me permitirán que les regale el de mi amigo: acérquense al Baluarte de San Juan. Lleven sus cámaras o cualquier artefacto fotográfico móvil, y vayan con tiempo, sin prisas. Darán un paseo al siglo XVIII y comprenderán por qué Ferrol fue una ciudad invencible capaz de repeler los ataques invasores. Por qué se mandaron trasladar los arsenales de A Graña a su ubicación actual. Y por qué y cómo creció una ciudad a partir de un pequeño puerto en medio de una ría rodeado por dos ensenadas, gracias al racionalismo académico y a una decisión de los Borbones de la época.

Al llegar al baluarte de San Juan no se asusten. Desde el exterior verán una muralla mal cuidada, llena de maleza, la puerta del recinto en malas condiciones y al asomarse a la verja sólo verán unas coníferas invasoras que tapan la vista. Vamos, lo normal en nuestra ciudad. Ni la placa de la entrada, difícil de leer, ni el entorno, invitan a pasar. Pero háganlo. Se encontrarán en un espacio, como lo diría, falto de mantenimiento. Es decir, un desastre. Los pavimentos, la jardinería, las especies allí plantadas, las pintadas en muros, pérgola y bancos, la instalación eléctrica al aire, la garita hecha un estercolero…y no digo más. Una situación que no desentona con el estado en que está Ferrol Vello y en el que dejaron el vecino solar de la fábrica de lápices. Pero el panorama cambia cuando uno se asoma a la muralla exterior y contempla la ría, desde la Sala de Armas (a babor) hasta A Cabana (a estribor). Desde este espléndido mirador puede contemplarse la ahora llamada fachada portuaria (no hagan caso del estado de los edificios de la Comandancia y Aduanas), la puerta de la Cortina del Arsenal, la propia Cortina, la ría y los pueblos de la otra banda (tampoco miren, háganme el favor, hacia las instalaciones de Reganosa), la bocana con sus castillos defendiéndola, la Base Naval de A Graña y la ensenada de A Malata. Y, justo delante, la dársena de Curuxeiras, los muelles y los jardines de la Ranita.

El Baluarte de San Juan acoge a un grupo de scouts y también al monumento “A los heroicos defensores de Ferrol” en la batalla del 25 de agosto de 1800. Es un recinto histórico incluido en la lista de la candidatura a Patrimonio Mundial. Un lugar mágico, abierto al mar. Uno de esos rincones que ayudan a entender Ferrol. 

domingo, 7 de febrero de 2016

Agrupaciones de municipios

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 7 de febrero de 2016

Los malos tiempos sacaron a la palestra la necesidad de juntar esfuerzos, de colaborar, de trabajar con ciencia y a conciencia para tratar de aminorar el impacto de sus consecuencias: el desempleo, la precariedad laboral, la emigración, los recortes en el bienestar que tanto costó alcanzar. Todas estas cosas tendrían que estar grabadas en el disco duro de cualquiera que quisiera dedicarse a la administración de la cosa pública. Tomemos un ejemplo de aplicación de la ciencia (Geografía humana) a nuestra forma de vida: la colaboración entre municipios para conseguir prestar servicios más eficientes y a menor coste. Creando entes supramunicipales - ¡menuda palabreja! - o no, fusionando ayuntamientos o simplemente buscando alianzas, mancomunándose o constituyendo áreas metropolitanas. Y todo esto con o sin Diputaciones. El objetivo a alcanzar, en cualquier caso, ha de ser el mismo: tener una administración más eficiente, más barata y que preste el mejor de los servicios posibles a los administrados.

En esta materia la Constitución del 78 no es ni clara, ni oscura ni todo lo contrario. El legislador se despachó a gusto con un breve artículo, el 141.3: “Se podrán crear agrupaciones de municipios diferentes de la provincia”. Fin de la cita, que diría el Presidente en funciones. Queda para el desarrollo legislativo y la voluntad de las corporaciones locales la posibilidad de agruparse, de mancomunarse, de constituirse en área metropolitana, en ente comarcal o algo parecido. Y claro, cuando se presenta la oportunidad de navegar en la ambigüedad a los españoles no nos gana nadie, y de eso, en la cara norte del Golfo Ártabro, puntuamos con matrícula de honor.

Si mientras tomamos nuestro guarisnai navegamos por internet nos podemos encontrar que la “Mancomunidade Concellos da Comarca de Ferrol” está compuesta por nueve concellos, los seis que se agrupan en la “Ría de Ferrol”: Ferrol, Narón, Neda, Fene, Mugardos y Ares, más otros tres: Cabañas, Cedeira y Valdoviño. Sin embargo, si tecleamos “Ferrolterra – Comarca de Ferrol” nos puede aparecer una agrupación de once municipios: los nueve de la Mancomunidade, menos el de Cabañas más los de Somozas, Moeche y San Sadurniño. El geodestino Ferrolterra, para la Xunta de Galicia (Turgalicia) cuenta con veintiún ayuntamientos, los once de Ferrolterra más los cinco del Eume, los cuatro de Ortegal y el de Vilarmaior. Sin embargo, para la página de Turferrol, al igual que para el Ministerio de Fomento, solo son veinte, ya que le restan Vilarmaior. En fin, ¡un desbarajuste! Si, al final, no nos ponemos de acuerdo ni para saber cómo le llamamos a la entidad en la que deberíamos mantener “intensas relaciones funcionales”…

sábado, 6 de febrero de 2016

Desconfianza

Cuadrante de reflexión
Publicado en Economía Digital Galicia, el 6 de febrero de 2016

El mes de enero supuso un varapalo para la recuperación de la confianza, eso que citan los políticos tan a menudo; incluso alguno en primera persona con aquello de “confíen en mí, les irá bien”. El dato publicado por el CIS sobre el Índice de Confianza del Consumidor es demoledor: cae más de 8 puntos con relación al de diciembre y vuelve a situarse en valores de 99, similares a los de enero del 2015. Es decir, valores de “suspenso”, teniendo en cuenta que este índice se referencia en una escala de 0-200 y, por tanto, es negativo todo lo que esté por debajo de 100. Dicho de otro modo, el mes de enero supuso la pérdida de todo lo ganado en un año, en el que el índice superó durante muchos meses el valor de 100. Para economistas como Venancio Salcines, Presidente de la Escuela de Finanzas y miembro del Grupo Colmeiro, la confianza se ha convertido “en el principal motor del crecimiento”, con lo que la pérdida reflejada en este mes de enero no augura nada bueno para el crecimiento del consumo interno, pilar básico del actual crecimiento económico. Metroscopia, por su parte, en su último sondeo resalta que el 82% de los españoles piensa que la crisis económica no se ha superado. A este escenario podemos sumar las recientes declaraciones del Nobel Stiglitz, en el foro de Davos: “lo que se le ha hecho a los españoles es un desastre”. Y la constatación de que España es el país más desigual de la OCDE (Oxfam) o el dato del Banco de España de que las familias disponen de la menor cantidad de efectivo desde junio de 2005. Me temo que la lista de indicadores económicos negativos sería demasiado larga, lo que puede explicar, en buena medida, el descenso de la confianza en la economía sufrido en enero.

La desconfianza en la clase política se ha convertido ya en algo permanente. Todos los barómetros reflejan cifras por encima del 80 % y los ciudadanos dan por generalizada la corrupción, la opaca e irregular financiación de los partidos y la conexión sistémica en forma de “crimen organizado” entre algunas grandes empresas y cargos políticos señalados. Suenan como algo estrambótico los enunciados acerca de la “regeneración ética de la vida pública” y pareciera como que el país lo tiene que fiar todo al trabajo de la policía y de los jueces. Son dos colectivos que, visto lo visto, no tendrán problema de desempleo en los próximos años.

Por su parte el Instituto Internacional de la Prensa lleva algunos años advirtiendo del “alarmante crecimiento de la desconfianza de los ciudadanos respecto a los medios de comunicación”. En alguno de sus informes hace referencia, a su vez, a la pérdida de credibilidad en las declaraciones y manifiestos de los políticos, con lo que ya tenemos el círculo cerrado: los periodistas creen que los políticos les engañan, los ciudadanos no creen lo que dicen los medios de comunicación.
El escenario es el de una tormenta perfecta. Descrédito en algunas de las instituciones más relevantes; caída de confianza en la mejora de las expectativas de los consumidores; falta de credibilidad en los medios de comunicación; expertos columnistas tratando de quitar hierro al asunto afirmando que lo que hagamos en España ya no importa, no es relevante si se compara con los miedos e incertidumbres instalados en la economía global y que a los mercados les importa poco que tengamos un Gobierno electo o uno en funciones.

En este arranque de año tan negro -para la mayoría, no para todos- prefiero enmarcar las declaraciones de un comerciante del muelle del pueblo donde nací: “yo a mis clientes les fío y cuando alguno no puede pagarme a fin de mes me deja hecho polvo”. Pero, aun así, les fía.