lunes, 25 de abril de 2016

¿Cuánto vale la reputación de Volkswagen?

Cuadrante de reflexión
Publicado en Economía Digital, edición Galicia, el 25 de abril de 2016

A la vista del conjunto de informaciones publicadas podemos concluir que…depende. La respuesta es obvia, dicha desde el Finisterre y por un gallego. Pero la evidencia es esa. Depende de si el cálculo lo hacemos en Estados Unidos o en Europa, solo por tomar dos ejemplos.

En Estados Unidos el problema reputacional derivado de los falsos indicadores de polución que ofrecía esta compañía automovilística afecta a unos 600.000 vehículos. Las fiscalías, los bufetes de abogados y las asociaciones de consumidores actuaron con la celeridad propia del país, y la respuesta de Volkswagen no se hizo esperar. El coste de reparación de su reputación se estima ya en cerca de 20.000 millones de dólares, si atendemos a la suma de todas las acciones puestas en marcha. A saber. La empresa ya ofreció la reparación de todos los vehículos y una compensación adicional que podrá oscilar entre cinco mil dólares y el valor de recompra del coche, según los casos. Anunció además la creación de un fondo para impulsar iniciativas ecológicas en el sector del automóvil. Llegó a un acuerdo con diferentes fiscalías, lo que no paraliza la acusación sobre el daño al medio ambiente; habrá sanciones en este campo. Además, la empresa tendrá que hacer frente a una demanda por publicidad engañosa; Volkswagen aseguraba que sus coches reducían en un 90% las emisiones de óxido de nitrógeno, mientras los técnicos comprobaron que se emitía un 4.000% más de lo legalmente permitido. Por último, está en estudio un posible fraude bancario, derivado de los préstamos concedidos por las financieras del grupo para la compra de los vehículos.
A todo esto hay que añadir la pérdida de valor en bolsa de sus acciones, que llegó a ser del 40% aunque últimamente se está recuperando.

¿Y en Europa cuánto le costará el fraude a la compañía alemana? Menos de 2.000 millones de euros, según la última estimación, distribuidos en muy pocas partidas. La empresa ya reconoció el fraude e hizo algunos cambios en su cúpula directiva. Realizó una campaña de comunicación para ofrecer a los propietarios la posibilidad de reparar cada vehículo. Acudirá un porcentaje de propietarios y, por supuesto, sin ningún tipo de compensación. Y se saldará el affaire con alguna campaña potente en medios que hará crecer las ventas (ya están creciendo un 5%) y, con ellas, el prestigio y la reputación.

Los consumidores europeos y la débil administración de la UE tímidamente comienzan a decir que no hay derecho a la diferencia de trato, que todos merecemos las mismas compensaciones y que Volkswagen tendría que comportarse en Europa igual que en Estados Unidos. Esto no sucederá. Porque -independientemente de que el marco normativo no es el mismo- la importancia que se le da a su reputación, en el mercado, es muy diferente. En USA, el no atender de forma rápida y suficiente la pérdida de valor que supone para una empresa defraudar a sus clientes y a las autoridades, es decir, a todos, puede hacer que desaparezca en muy poco tiempo, por muy buena imagen que tuviese hasta ese momento. Hay decenas de ejemplos, muy recientes. En Europa, esto no funciona así. Todavía se puede solucionar un serio problema reputacional a través de un buen plan de marketing. Es lo que hará Volkswagen en este caso. Un plan barato (mucho más barato que hacer frente a las sanciones de la administración de justicia americana) y eficaz. Y todos tan contentos.

domingo, 24 de abril de 2016

El reloj solar de Bazán

De guarisnais
Publicado el La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 24 de abril de 2016

Esta semana descubrí un objeto mágico. En una fotografía antigua que llegó a mi muro de facebook se ve un reloj solar en la fachada de un pequeño edificio de Bazán. Un reloj solar extraordinario, grande, que contaba con una leyenda justo encima del gnomon. La frase, habitual en este tipo de instrumentos, decía “Vulnerant Omnes, Ultima Necat” que significa “todas hieren, la última mata”, refiriéndose al lento e implacable paso de las horas. Según pude saber el edificio era el taller de carpinteros de gradas y la fotografía está fechada en 1944. Ahora, me indican, el reloj solar ya no está. Tampoco está el reloj solar que había en el pabellón de oficiales del castillo de San Felipe. Fue hacer la obra de rehabilitación y desaparecer el reloj solar, todo a la vez. Y es que Ferrol nunca trató bien a los relojes de sol y eso le pasó factura.

Ferrol no necesita un reloj atómico. Ni tampoco esos ultramodernos relojes que se sincronizan por radio con los de los Observatorios Astronómicos. Si me apuran, tampoco necesitaría tener relojes en los campanarios de las iglesias ni en los edificios oficiales. Porque en Ferrol, es de sobra conocido, el tiempo no se mide en horas, minutos y segundos. Ni en días, semanas y meses. El tiempo, especialmente el tiempo oficial, el público-político, por el que se rigen las obras, los proyectos y el devenir de la ciudad, se mide en legislaturas, o por el cambio de alcaldes. Destrozar una plaza: cuatro legislaturas; sanear la ría: cinco legislaturas. Y así. Para eso, estarán de acuerdo conmigo, ya teníamos suficiente con los disparos de cañón y el izado y arriado de banderas. Yo creo, y no me equivoco, que nos iría mejor medir el tiempo con relojes solares instalados en todas las plazas.

Sería una buena idea, a ver qué les parece, invitar a todos los políticos a un paseo por Cedeira, ahora que se avecina una nueva campaña electoral. En Cedeira, la preciosa villa donde da la vuelta el aire, el sabio Bustabad instaló el grupo escultórico “Prismas solares”. Varias columnas de granito de diferentes alturas, marcas para los solsticios y equinoccios, calendarios y un reloj solar esférico que marca la hora desde el orto hasta el ocaso. Una maravilla instalada a unos pocos metros del mar, dónde sino. La “gente de la política” como la llama el exalcalde Couce, podría recibir una lección acerca de que las cosas deben tener un principio y un final. Que nada puede ser provisional y permanente al mismo tiempo. Y que los vecinos se cansan de esperar que el Sol les ilumine -a los políticos, digo- y se lleve con él tanta ineficiencia, desinterés, apatía e ineptitud. La lección sería gratis. Se la daría el reloj de sol.

domingo, 17 de abril de 2016

Recuperar el huso horario GMT

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 17 de abril de 2016

Probablemente el presidente Rajoy eligió Sevilla para anunciar el asuntillo del cambio de la hora y la racionalización de la jornada laboral porque, previamente, habría obtenido la aprobación de su primo sevillano, el físico aquel que quitó importancia a esa pequeñez del cambio climático. Y es que, en estas cosas, Rajoy, cuenta mucho con la opinión de sus allegados y para este tema no pudo recabar la opinión del exministro Soria, el de la energía, que ahora está un poco atareado con los papeles panameños; el mismo que estaba convencido de que el meridiano de Greenwich cruzaba las islas Canarias. Pero bueno, en todo caso, el resultado es el mismo. El presidente en funciones propuso cambiar el huso horario “para que España tenga el mismo que Portugal y Reino Unido”; además, se metió a fondo con la distribución de la jornada laboral, para que finalice con carácter general a las seis de la tarde, puedan conciliar mejor los horarios laborales con los familiares y todo lo demás.

¡Pues vaya novedad! decimos los ferrolanos, que ya se sabe que, en esto de calcular las horas, la rotación y traslación de la tierra, posicionarse en la mar con referencia al Sol y otros astros somos unos linces. En Ferrol se conoce todo eso, y se sabe también que fue una orden directa procedente del Pardo, cuyo inquilino era Francisco Franco, la que hizo que el Gobierno de la época aprobase el 7 de marzo de 1940 el decreto por el cual, con carácter inmediato, se procedería a adelantar el horario español, hecho que se produjo el siguiente día 16 de marzo a las 11 de la noche. ¿Por qué razón? Por la misma que lo hicieron otros países europeos, para sincronizarse con la Alemania de Hitler. Lo que sucedió -España siempre será diferente- fue que esta medida, que tenía carácter temporal, la corrigieron los demás aliados cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial. Cada país que había cambiado la hora, volvió a su huso horario. En España se les olvidó a los ministros de Franco recordarle lo que ya se contemplaba en el artículo 5 del decreto: “oportunamente se señalará la fecha en que haya de restablecerse la hora normal”. Menudo despiste. Duró toda la dictadura y las diez legislaturas democráticas que transcurrieron desde entonces. ¡Setenta y seis años padeciendo un desfase horario, record mundial del despropósito!

La urbe naval se encuentra ocho grados y pico al oeste del meridiano de Greenwich que cruza Aragón, como se puede ver en el arco instalado en Los Monegros. Al este quedan Cataluña y las islas Baleares. Al Oeste, toda la península y las Canarias. España debe volver al huso horario GMT, el que corresponde a su posición, que no es la misma que la de Alemania. Ya va siendo hora.

domingo, 10 de abril de 2016

Cosas del Estado

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 10 de abril de 2016

De vez en cuando parece que el Estado le da una andanada a la urbe ferrolana y la espabila, aunque le hace perder el foco en las tareas propias del municipalismo. Otras veces, desaparece. El Estado trata a la ciudad como las mareas de la mar, no como las mareas políticas; va y viene, con más o menos fuerza, con más o menos amplitud. Esto no es nuevo. Los historiadores Burgoa y Aracil han transcrito los documentos de 1733 en los que la Corona -un rey Borbón- hizo acto de presencia en las villas de Ferrol y La Graña a través de su compra (más bien aquello pareció una expropiación) al Conde de Lemos. En uno de ellos se cita como se “da cuenta a su majestad de haberse incorporado a la Real Corona las villas de La Graña y Ferrol, con los correspondientes derechos de jurisdicción, señorío, vasallaje, oficios y rentas…”. A partir de aquí las relaciones Estado-Ferrol y Ferrol-Estado se van llevando de aquella manera, como se dice por ahí.

Con el ministerio de Defensa, ahora, se está en una negociación permanente por los terrenos y propiedades desafectadas. A veces parece que hay acuerdo y la cesión se agiliza y en otras ocasiones aparecen cifras importantes encima de la mesa -o permisos para construir centros comerciales- y la cesión se retrasa. El ministerio del Interior se comportó recientemente de forma mucho más sibilina y pilló desprevenidos a los inquilinos de la casa consistorial, que se enteraron por el BOE que para recuperar el edificio de Aduanas habrá que participar en una subasta con unos cientos de miles de euros por delante. La ministra de Fomento no ocultó sus intenciones, nunca lo hace, y sacó a licitación el tren al puerto exterior por el trazado sur, cruzando la ensenada de la Malata. Total, habrá pensado la ministra cofrade, si en la ría ya están construidos tres puentes en la otra ensenada, que más les dará otro pequeñito para el ferrocarril. El ministro de Industria tiene una forma diferente de interactuar con Ferrol -y con el resto del Estado- y es inhibiéndose. Da la impresión que esto de la Industria 4.0 que promueve su ministerio se refiere a que en atenciones e inversiones el Turismo le gana la partida por 4 a 0 a la Industria. O algo así.

Por su parte el Jefe del Estado, el rey Borbón Felipe VI, quiso darle un zasca a la alcaldesa catalana Ada Colau y vino a las escuelas que la Armada tiene en Ferrol y la Graña. Lo hizo en calidad de Almirante Capitán General, de uniforme y reconociendo el extraordinario papel que las escuelas ferrolanas desempeñan en la educación y formación de miles de marinos cada año. Cuidando las formas, navegando la ría, destacando una vez más la gran influencia que el Estado tiene en esta ciudad departamental. También en la enseñanza.

domingo, 3 de abril de 2016

Botafumeiro

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 3 de abril de 2016

Después de una profunda reflexión llegué al convencimiento de que a Ferrol lo que le hace falta, de verdad, es un botafumeiro. Y no me explico cómo no lo tiene. Esta ciudad tan adelantada en hacer los empedrados de las calles, sus alcantarillados, las alamedas, el cementerio en un lugar alto y ventilado. Esta ciudad que se preocupó siempre de contar con los últimos avances en sanidad e higiene, en cuidados alimentarios, de sus aguas potables, en el fomento de la actividad al aire libre. Esta ciudad tan ilustrada y tan racional -probablemente por esa misma razón- se olvidó de dotarse de un buen botafumeiro que ayudase no sólo a eliminar los olores pestilentes y las miasmas dentro de las iglesias, sino también que pudiese contribuir a insuflar consenso y acuerdo en todos sus afanes. Porque de lo que no hay duda es de que hoy día, si el botafumeiro es un símbolo de algo, lo es de concordia y entendimiento. Vean sino lo que sucedió en los “ayuntamientos de las mareas” en estas fechas recientes. En La Coruña la Semana Santa pasó sin pena ni gloria, dicho sea con el debido respeto. Fuera de las iglesias, en las manifestaciones populares -se llama así ahora a las procesiones- lo más llamativo fueron las opiniones de los cronistas locales recogiendo el brillante papel que hicieron las mujeres costaleras procedentes de Ferrol: hay que ver qué bien desfilan; y qué bien vestidas van; y cómo bailan los tronos…En Ferrol el protagonista, un año más, fue el público. El presidente de las cofradías parece que se abonó al número tres en sus declaraciones: vinieron trescientas mil personas, gastaron más de treinta millones de euros, y desfilaron tres mil cofrades. Vaya, pues ya es hora, pensará el presidente, de comenzar con los preparativos del próximo año y pedir otros treinta mil euros. En Compostela, la tercera ciudad mareante, tampoco hay gran tradición de sacar los tronos a las calles. El Concello no quiso participar en una actividad religiosa por coherencia con su ideario laico. Pero en esto llegó el momento de procurar que el botafumeiro no se parase. El botafumeiro compostelano ya no forma parte de la misa, según indican los curas que la ofician; es una actividad turístico-cultural sobre la que se ha generado un extraordinario consenso. Se rige por una comisión formada por representantes de los hosteleros, de la Cámara de Comercio, de la Catedral y de Turismo -o sea, el Concello-. Por unanimidad y sin mayores discusiones, aportan 4.000 euros cada entidad para correr con los gastos de mantenimiento y pagar a los tiraboleiros. Por eso creo que Ferrol tiene que dotarse de un botafumeiro que inspire este tipo de acuerdos y consensos. Hecho de chapa fina y en Bazán, naturalmente.

sábado, 2 de abril de 2016

Gobierno parlamentario o algo así

Cuadrante de reflexión
Publicado en Economía Digital, edición Galicia, el 2 de abril de 2016

Los líderes nacionales volvieron un tanto cambiados de los ejercicios espirituales de Semana Santa. El presidente en funciones aprovechó el tiempo de descanso (cual parón en la liga de fútbol) para leer algunos libros de los que no se acuerda de nada; eso es lo que le dijo al periodista Alsina. Pablo Iglesias volvió mucho más sonriente, más relajado, derrochando altruismo y dispuesto a renunciar a todo aquello que nunca tuvo. Pero de buen rollo. Con unas ínfulas salvapatrias extraordinarias y dispuesto a remangarse la camisa para liderar la comisión negociadora de su partido. Se ve que Errejón y sus seguidores esto no lo hacían bien y por eso cesó fulminantemente -de forma democrática- al secretario de organización y mandó al rincón de pensar a su segundo de a bordo. A ver -estará reflexionando Iglesias- si negociando duramente con Rivera y Sánchez logro olvidarme de la sangría interna de dimisiones, las líneas rojas que pintaron los socios independentistas, la “crisis de crecimiento” que padece el partido neonato y el excesivo protagonismo que están alcanzando algunos líderes locales. Pero ahora que no tiene el ceño fruncido pensará que hay solución para todo, incluso la disyuntiva (¡ay que antigualla!) entre los partidarios del centralismo democrático -línea directa de la filosofía marxista- y los más proclives a un federalismo más descentralizador, más cercanos a postulados socialdemócratas.

Por su parte Sánchez cuadró el círculo. O mejor, el triángulo. Se sacó de sus largas reflexiones un nuevo papel protagonista para las cámaras legislativas, Congreso y Senado. ¿Creíais -nos está diciendo- que íbamos a formar un ejecutivo a tres bandas? Error. Os habéis equivocado. El nuevo gobierno, el del auténtico cambio, estará formado por cuatro. PSOE, Ciudadanos y Podemos, para todo aquello en lo que exista un acuerdo tácito, manifiesto. Y en caso de disenso (pequeñeces) pues que el legislativo ayude al ejecutivo. Vamos, que resuelva las diferencias el Congreso con su flamante arquitectura parlamentaria. Y así se llevaría la legislatura, al tran-tran, con las enormes ventajas de contar siempre con los grupos parlamentarios, los elegidos por todos, y sin necesidad de tener que negociar ni una sola moción. Algo, nos insinúa Sánchez, que es bueno en sí mismo porque ayudará a olvidar los malos hábitos del presidente-literato Rajoy quién, además de las funciones de conducir un ejecutivo mandón y de aplicar el rodillo de la mayoría absoluta, se destapó en esta larguísima legislatura como un auténtico creador de significados, giros y composiciones al más puro estilo cervantino.

Pero el argumento es un punto endeble, señor Sánchez. Y es que para que un parlamento pudiese hacer ese trabajo extra de ayudar en sus quehaceres al ejecutivo tendría que ser un parlamento rodado, experimentado, y no uno compuesto por unas cámaras llenas de parlamentarios en prácticas aunque los hayamos elegido hace ya ni se sabe cuánto tiempo. Claro que las prácticas han de tener un principio y un final. Tal vez, con las próximas elecciones (que, dicho sea de paso, no son ni una segunda vuelta ni la repetición de las anteriores) si es que su resultado no se traduce de nuevo en otro parlamento en prácticas en el que sea preciso hacer combinaciones entre cuatro partidos para que gobiernen de tres en tres. En ese caso lo propio, supongo, será que otros mecanismos constitucionales tipo Jefatura o Consejo de Estado, tendrían que buscar alguna salida. Probablemente “a la italiana”, nombrando un gobierno de tecnócratas, de consenso, con independientes, o algo así. Se trataría de alguna salida que supla la falta de costumbre en estas cosas de la negociación, el diálogo, la renuncia y el acuerdo, todas ellas desconocidas para los políticos viejos, nuevos y de entretiempo que hemos elegido y que tienen la obligación, a su vez, de ser capaces de investir un presidente del ejecutivo. 

Mientras tanto asistimos, desde las elecciones, al espectáculo de cómo sus señorías ven desde los escaños el descenso de los índices de confianza del consumidor, cómo arranca al ralentí la economía en el primer trimestre del año, cómo abronca el ministro Montoro a las autonomías por incumplir el déficit -el asunto nos costará a todos otros diez mil millones de euros en recortes-, y cómo no hay gobierno ni en funciones, ni de coalición, ni en minoría, ni gobierno parlamentario estilo Sánchez, ni nada parecido que tome las riendas y ejecute las políticas que saquen al país del embrollo monumental en que está instalado. Hoy mismo, el Banco de España rebaja las expectativas de crecimiento para los años 2016 y 2017. Una predicción fácil, visto lo visto.