domingo, 28 de mayo de 2017

Mucho más que hacer la compra

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 28 de mayo de 2017

La segunda quincena de mayo se ha convertido en una fiesta internacional para la promoción de los mercados locales. La iniciativa Quiere tu mercado hace que muchos compradores, vendedores, gestores y propietarios de los mercados tradicionales (nuestras plazas de abastos) las pongan en valor. Se hacen fiestas, promociones, talleres de cocina, se decoran los puestos de los placeros y se anuncian en los periódicos. Para sensibilizar a la ciudadanía, se dice, que debe comprar en sus mercados de toda la vida. 

Es verdad que a millones de personas, la inmensa mayoría vecinos de las ciudades con mayor tradición, historia y cultura de Europa, no les hace falta esta campaña de marketing. Simplemente en sus ciudades se mantiene la costumbre -sana y sostenible- de conservar, cuidar y potenciar sus mercados tradicionales. Roma, París, Lisboa, Venecia y, en España Barcelona, son ejemplos de esto. En el caso gallego, el mercado de abastos de Compostela es un referente a nivel estatal. 

En la campaña promocional Quere o teu mercado han participado noventa plazas de abastos, sobre un total de ciento cinco que tiene registradas la Xunta de Galicia. Tiene registradas y nada más. Vivimos en una zona del mundo en la que los conflictos competenciales -léase políticos- condicionan tanto la vida de los administrados que, habitualmente, la paralizan. El caso de las plazas de abastos es sintomático. Son propiedad de los municipios y ninguna administración superior tiene datos del conjunto de su actividad. Hoy día no está consolidada la información de cuántos empleos generan, cuál es el volumen total de negocio o cuántos productos comercializan. Ni siquiera existe una publicación oficial sobre los mercados de abastos gallegos, ni sobre su valor arquitectónico, urbanístico, patrimonial y comercial. 

Si focalizamos la atención sobre las plazas de abastos ferrolanas el panorama es todavía más desolador. A Magdalena, Recimil y Caranza no han tenido suerte con un sinfín de corporaciones locales que les prometieron ayudas y cuidados. Los resultados evidencian lo contrario. Incapacidad para gestionar el derribo de las instalaciones provisionales de la Magdalena (¿qué parte de “provisional” no son capaces de entender?) para urbanizar el entorno de la plaza. Desinterés a la hora de dedicar partidas presupuestarias a la rehabilitación, mantenimiento, limpieza y acondicionamiento de sus instalaciones. Caranza, Recimil y A Magdalena son los mercados de abastos menos queridos por los representantes políticos elegidos por su propietario, el vecindario de Ferrol. Unos vecinos que sí saben que comprar en ellos es sinónimo de calidad, salud, sociabilidad, empleo y sostenibilidad. De hacer ciudad. 
 

domingo, 21 de mayo de 2017

Los tilos de la plaza de Armas

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 21 de mayo de 2017

Los tilos de la plaza de Armas se están convirtiendo en los grandes elementos transformadores de la ciudad, en su mejor baza terapéutica. Y todavía no se plantaron. Los tilos de Armas, en cuanto lleven unos años enraizados en la tierra de la Magdalena y se hayan habituado a la brisa atlántica que recorre sus calles rectas, nos regalarán sus flores aromáticas. Porque los tilos, además de ser unos árboles de porte majestuoso ampliamente utilizados para adornar paseos, avenidas y plazas, son en esencia unos árboles sedantes, calmantes, relajantes de la excitación nerviosa. Y no digamos ya la tila, esa bebida antiespasmódica que se hace con las flores del tilo en infusión de agua caliente. ¡Ay, cuanta falta hace que los representantes políticos municipales tomen infusiones de tila! ¡Y qué grandes beneficios aportarán sus aromas cuando, en medio de los rifirrafes partidistas habituales en el castillo de los pirulitos, algún bedel abra las ventanas del salón de plenos y, de forma inmediata, a los señores concejales se les insuflen grandes dosis de tranquilidad, de serenidad, se les estimule la prudencia y se les esfume la dañina y excesiva tensión nerviosa! Por eso afirmo, rotundamente, que los tilos les vendrían muy bien estos días para serenar sus ánimos, después de conocido el suspenso inapelable que todos, sin excepción, obtuvieron de la ciudadanía. El Instituto Sondaxe así lo confirmó, aportando una amplia batería de datos y calificaciones resultado de la encuesta recientemente realizada, con muestra específica para el municipio ferrolano. Repasemos. El alcalde Suárez (Ferrol en Común): 4,03, suspenso, y la peor nota de los alcaldes de las siete ciudades gallegas. Iván Rivas (BNG): 4,16, suspenso. Martina Aneiros (PP): 3,73, suspenso. Ana Rodríguez (Ciudadanos): 3,07, suspenso. Beatriz Sestayo (PSOE): 2,81, suspenso y la peor nota de los representantes socialistas gallegos. ¡Qué cartilla de notas! Todos suspensos, en caída libre, y con media legislatura por delante. El panorama pinta mal y el tiempo para que su gestión se traduzca en una nota de aprobado es cada vez menor. Para ayudarles en la repesca electoral, además de la ayuda de San Julián, será preciso agilizar los trámites para que comiencen las obras de rehabilitación de la plaza de Armas y se puedan plantar los tilos. De paso, el arquitecto Carlos Pita -autor del proyecto- además de dirigir los trabajos nos seguirá deleitando con sus pensamientos urbanísticos de cabecera, como aquellos de “la ciudad es el espacio de los pies secos” o “es muy necesario pisar tierra”. Añadiremos el de “los tilos son beneficiosos para la política municipal”. Ojalá fuera así. Sería de agradecer.

domingo, 14 de mayo de 2017

Casares y Siro, más que amigos

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 14 de mayo de 2017

En la columna Á marxe do tempo que durante tantos años mantuvo en este periódico, Carlos Casares escribió en marzo del 2000 un texto titulado Adiviñas. Contaba como una estudiante de COU ferrolana le había enviado un escrito sobre los orígenes de su nombre de pila y le hacía una descripción de sus características personales. Afirmaba que los que tenían ese nombre eran optimistas, de carácter positivo, demasiado arriesgados y un poco presuntuosos, cosas con las que Casares estaba de acuerdo. También se mostraba sorprendido porque la joven estudiante relataba que necesariamente tendría un gusto especial por las tertulias y las conversaciones con amigos, algo, por otra parte, bien conocido por todos los que seguían la trayectoria del autor ourensano.

El 6 de julio de 2016, en una terraza del Cantón, manteníamos tertulia de sobremesa un grupo de asistentes y conferenciantes del curso de Pensamiento Gurméndez que todos los veranos tiene lugar en el campus universitario. Allí estaban los filósofos Javier Gomá, Reyes Mate y Alberto Sucasas, el profesor de literatura Paz Gago, junto a Germán Castro, Siro López, Xoán Rubia y este cronista. Por alguna razón que no viene al caso, le pedí a Siro López, -el ensayista, pintor y caricaturista de Esteiro-, que nos contase alguna anécdota de su más que amigo Carlos Casares, particularmente sus aficiones e inquietudes personales. Siro le describió como un tanto “preguiceiro” para los trabajos largos, pero con enorme facilidad para la columna, como contador de historias y como tertuliano encantador y embaucador, algo que sumaba a su principal característica, su señorío. Carlos, contaba Siro, jamás permitía en su presencia una mala palabra, un gesto maleducado, una salida de tono.
 
A Siro López y Carlos Casares, además de su gusto por la comunicación breve, directa y sin rodeos -Casares a través de los artículos cortos y Siro mediante las líneas de sus caricaturas-, les unía el respeto y admiración por Ramón Piñeiro, quien fuera su maestro y con quien compartieron afinidad ideológica y política. Probablemente alguna charla en su casa les condujo al atrevimiento de publicar en 1973 la serie “Con esta lupa”, escrita por Casares e ilustrada por Siro, sobre política internacional y escrita en gallego.

Tres días después de aquella tertulia en el Cantón, el 9 de julio, la Real Academia anunciaba que en las Letras Galegas 2017 se homenajearía a Carlos Casares. Le envié a primera hora de aquella mañana un wasap a Siro comunicándoselo, a lo que contestó: “alégrome moito”. Ahora, a pocos días de la celebración, no dejo de pensar en las capacidades adivinatorias propias de los ferrolanos.
   

domingo, 7 de mayo de 2017

Sin novedad, don Wenceslao

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 7 de mayo de 2017

En 1926, quince años después de haberse despedido de su trabajo como periodista en Ferrol -donde vivió cinco años-, Wenceslao Fernández Flórez continuaba tratando de encontrar la principal característica ferrolana, su quintaesencia. Escribió un artículo titulado “Las manos” en el que definía a la ciudad departamental como la mano armada de Galicia y consideraba la exaltación como la principal característica ferrolana. Decía que la exaltación podía comprobarse a través de las “efusiones emocionales, sus devociones intensas y sus odios unánimes” y todas estas cosas hacían que los ferrolanos estuviesen inmersos en multitud de batallas, de medio Ferrol contra medio Ferrol y también de Ferrol entero contra el mundo.

Don Wenceslao se apoyaba en varios ejemplos para demostrar su teoría. Las batallas que mantenían entre sí los dos grandes hoteles, los dos principales partidos políticos y los dos barcos que hacían la carrera a La Coruña, El Marqués de Amboage y el Mosquito, abocados a una heroica e implacable batalla naval, en palabras del gran escritor coruñés. Aunque, a mi entender, donde se reflejaba mejor esta rivalidad irracional era en los dos principales cafés. Tomar café en Ferrol, escribió Fernández Flórez, era como alistarse bajo una bandera: o la de El Suizo, café pequeño, pulcro, con cierto toque de distinción, o la de El Siglo, amplio y alborotador, lleno de billares y mesas para jugar al dominó. “Si después de sorber dos días el café de El Siglo ibais a El Suizo, os miraban en aquél como a un traidor. Si abandonabais el vermú de El Suizo por el cóctel de El Siglo, os consideraban en el primero como un apóstata…”. En fin, que así era aquel Ferrol, excitable y épico, un lugar en el que las pasiones podían llegar hasta lo inconcebible, hasta lo extravagante.

No sabría decir si el diagnóstico de don Wenceslao es aplicable en su totalidad a día de hoy, transcurridos noventa años. Sí lo firmo en lo esencial y especialmente en lo que se refiere a las disputas políticas. Con una salvedad: hoy no rivalizan dos partidos políticos, sino que la batalla es de todos contra todos. Desde el teatro de operaciones de la plaza de Armas se reparte en todas direcciones el más amplio surtido de insultos e improperios. Unos hablan de infamia, otros de parálisis y otros de espectáculo vergonzoso. Unos califican a otros de mafiosos, otros no ven más que delincuentes. Unos juzgan a sus oponentes de cobardes, los otros les llaman inútiles. Y todos, sin excepción, apelan al diálogo, a la educación, a que Ferrol necesita un revulsivo y que los ferrolanos no merecen ese espectáculo lamentable… para acto seguido volver a insultar al adversario político.