domingo, 27 de agosto de 2017

Animaliños

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 27 de agosto de 2017

De vez en cuando a los seres humanos -animales racionales, la mayoría- se nos agita la conciencia y le damos un nuevo enfoque, más civilizado, a nuestra relación con los animales. Con los irracionales, digo. Ahora estamos en uno de esos momentos de la historia. Escribimos, firmamos y cumplimos los artículos de la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, amparada por la ONU, la UNESCO y decenas de asociaciones y gobiernos. Los países -al menos los occidentales- modificaron los códigos penales y reglamentos específicos, en materia de cuidados, respeto, exhibición, experimentación científica, cría para la alimentación y aprovechamiento de subderivados, utilización para el trabajo, sostenibilidad, garantía de supervivencia de las especies y un sinfín de aspectos más. En España la cosa no queda aquí, y cada comunidad autónoma ha redactado su propia ley y las ciudades sus correspondientes ordenanzas. Ferrol, la suya, la Ordenanza de Protección Animal y Convivencia, se entiende que con los animales. Aunque parece que los animaliños ferrolanos van a su aire, tan independientes y libres como ellos son.

De algunas especies hay tantos individuos que a la gente política que se dedica a esto la vuelve loca. Es el caso de los jabalíes, por ejemplo, que unas veces se dan paseos por San Felipe, La Graña y Serantes, y otras aparecen por las calles del barrio de Ultramar. Y las colonias de gatos, que dicen que hay más de mil y no se están quietos; o las gaviotas patiamarillas, animales mal vistos sobre todo por los jóvenes, universitarios y urbanos (les sucede lo mismo que al partido político al que representan). Y qué me dicen de las víboras, que ahora aparecen en cada esquina, o las avispas velutinas, que se convirtieron en una seria amenaza para las abejas del país. También hay muchas bacterias coliformes en la ría, aunque la culpa de eso no sea suya sino más bien de los animales racionales y sus residuos. Y demasiadas palomas, al parecer, y estorninos, que lo ponen todo perdido. A otras especies se les hace menos caso porque son más humildes y familiares. Pasa con las termitas de las casas del barrio de la Magdalena, que se pueden considerar ya ferrolanas de toda la vida. Y los gorriones comunes, que cada vez hay menos, como habitantes en nuestra ciudad. Y las mariposas…¿habrán emigrado, como los jóvenes?

Por lo demás, ya sabemos que en la pajarera del Cantón no habrá pájaros porque se ha convertido en un invernadero. Créanselo, si quieren, aunque no hayan visto ni una sola planta dentro. Y que el concejal de Bienestar Animal no encuentra una playa disponible a la que se puedan llevar mascotas. Pobres animaliños, que se quedan sin playas en verano…

domingo, 20 de agosto de 2017

La F105 Cristóbal Colón

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 20 de agosto de 2017

Los extranjeros valoran muy positivamente nuestro país. Le otorgan puntuaciones notables de forma global y califican a España como lugar de muy alta reputación. El índice GfK Marca País 2016 nos sitúa en la posición 11 del mundo, siendo una referencia internacional en las dimensiones de Turismo, Cultura y Gente, aunque con valoraciones un poco peores en Inversiones, Exportaciones y Gobierno. La foto final de este informe nos retrata como un país turístico, seguro, de los de mayor patrimonio cultural del mundo y habitado por gentes receptivas y tolerantes. Eso sí, con un Gobierno poco competente en asuntos como la justicia, la solución de la pobreza y los problemas medioambientales. Por otra parte en el informe Country RepTrak 2017, España ha obtenido una reputación de 74,6 puntos sobre 100, ocupando la posición 13 del mundo. De las cerca de 40.000 entrevistas a ciudadanos de 20 países que se realizan para calcular este índice, nuestro país ha sido bien calificado en todas sus dimensiones: Nivel de desarrollo, Calidad de vida y Calidad institucional. Los españoles, déjenme decirles, también somos ahora un poco más optimistas y nos autocalificamos con mejor nota, si hacemos caso a las subidas recientes del índice de confianza de los consumidores, a pesar de que un número altísimo de conciudadanos están encausados por casos de corrupción y seguimos a la cabeza del desempleo europeo.

En esto de la reputación y la imagen de marca percibida desde el exterior influyen cientos de noticias que, cada día, compartimos de forma global. Atañen a monumentos y ciudades que son declarados patrimonio de la humanidad, reconocimiento a la calidad de la gastronomía española, éxitos de nuestros deportistas, capacidad de acogida en el sector hotelero, hostelero y comercial, etc., etc… De entre todas ellas deberíamos destacar una muy reciente que aportamos desde este rincón del noroeste: el éxito de todas las operaciones realizadas durante los últimos siete meses por la fragata F105 Cristóbal Colón. Desde que en 1752 se botara la primera fragata en Ferrol, la Galga, los astilleros ferrolanos, en colaboración con los ingenieros militares, han construido cientos de estos buques escolta al más alto nivel, hasta llegar al más reciente, la Cristóbal Colón. El mantenimiento prestado desde el Arsenal, la formación y adiestramiento con que se capacita a todo su personal desde las escuelas navales y la excelente cooperación desde los diferentes destinos y departamentos que influyen en el estado operativo del buque, han hecho posible alcanzar su alta reputación internacional. La F105 Cristóbal Colón es, sin duda, tan marca España como la cocina de Can Roca, Rafa Nadal o el cine de Almodóvar.

domingo, 13 de agosto de 2017

Cafés finos

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 13 de agosto de 2017

John Adams, uno de los autores de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, vicepresidente con George Washington y presidente de 1796 a 1800, estuvo en Ferrol del 8 al 15 de diciembre de 1779. El ilustrado Adams escribió en sus diarios que le habían hospedado en la fonda de Pepota Betoneca de la calle Magdalena, lugar en el que había podido disfrutar de un excelente chocolate a la española, “que responde a la fama que tiene en el mundo entero”. Y es que Ferrol, como puerto de mar emergente y próspero, ya disponía de los mejores abastos procedentes de América a finales del siglo XVIII, aunque su puerto no estaba todavía habilitado para establecer los correos marítimos regulares. El que sí lo estaba era el puerto de La Coruña, gracias al Real Decreto de 1764 firmado por Carlos III por el que se fijaba la salida de un paquebote mensual con dirección a La Habana. A partir de esa fecha se instalaron en nuestras ciudades comerciantes vascos, catalanes y franceses, fundamentalmente, con la intención de desarrollar sus comercios, industrias y negocios bancarios. Jerónimo de Hijosa fue tal vez el más importante, el que pagó más reales en concepto de fletes entre 1775 y 1800, y quien se encargó de importar productos coloniales como cuero, tabaco, palo de campeche, hilaturas, granos y, por supuesto, cacao y café, productos todos ellos que llegaron desde La Coruña a través del cabotaje por mar y también por tierra. Ferrol se convirtió así en uno de los primeros lugares de España en disfrutar de esas infusiones calientes, bebidas exóticas no alcohólicas que no se podían cultivar en Europa y que tanto influyeron en los cambios de los hábitos alimentarios y sociales de la época. Particularmente al café se le atribuyeron extraordinarias propiedades -algo que ahora se está corroborando con estudios científicos- por parte de los médicos. El Licenciado Antonio Lavedán, en un tratado de 1796, decía sobre el café que “aprovechará mucho a los que tienen humores crasos…socorrerá a los que tienen la sangre impura, llena de humores gruesos y linfáticos…a los que padecen jaqueca, cargazón de cabeza, vértigos, modorra y letargo…y avivará los espíritus, así vitales como animales por ser una bebida anthypnótica, es decir, despertadora…”. Desde entonces la ciudad naval se convirtió en una ciudad cafetera, con abastecimiento permanente en los ultramarinos, cafés y tostadores. Y no sé a ustedes, pero a mí me ha dolido el alma ver en estas páginas, hace unos días, el camión cargado con las máquinas, molinos y enseres de la torrefacción Táboas, cafés finos, cacao y té; otro establecimiento tradicional, cafetero, que echó el cierre.

domingo, 6 de agosto de 2017

En ocasiones veo el mar

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 6 de agosto de 2017

Los ferrolanos vemos el mar, conocemos el mar, sabemos donde está el mar... sin necesidad de tener un sexto sentido. El mar de la ría de dentro de castillos y el mar de fuera. El mar de esta banda y el de la otra banda. El mar de las ensenadas. El mar de fondo y el mar de viento. Todos los mares atlánticos con sus mareas, sus corrientes y sus calmas chichas. Los ferrolanos sabemos, desde que nacemos, por qué a nuestra ciudad se le llama la Capital del Mar y, en su día, se le hacía publicidad como la Novia del Mar. Algunos, los de más edad, hemos comprendido desde niños la importancia de haber sido la ciudad elegida como Capitanía de la Zona Marítima del Cantábrico, en la que se entendía de todos los asuntos navales de la costa norte española desde Francia hasta Portugal. Y, por supuesto, desde que damos los primeros pasos alguien nos cuenta -probablemente algún familiar- que vivimos en un lugar que ha sabido construir buques de guerra como los mejores y todavía es un referente internacional en materia de construcción naval. 

Por eso cuando recibimos a visitantes les enseñamos el mar. El mar visto  desde el mar es la mejor forma de entender nuestro mundo. Pero si esto no es posible, les enseñamos el mar desde tierra, desde los dos miradores extraordinarios -aunque un tanto descuidados- con que contamos en nuestros barrios históricos. Desde el mirador de los jardines de Herrera y San Francisco contemplamos una vista inigualable de la ría, los arsenales y los astilleros. Conviene levantar la mirada y fijarse en los barcos, edificios, instalaciones y en la ría, obviando el triste panorama que tenemos alrededor. Nunca los jardines de Herrera habían presentado un aspecto tan falto de mantenimiento; tampoco fue un acierto sembrar los jardines de San Francisco de naturalezas muertas: postes, cristales, farolas industriales, pérgolas inservibles y ascensores que nunca han funcionado.

A muy poca distancia, en el muelle, tenemos el segundo mirador que permite contemplar la otra cara de la ría y el puerto, el Baluarte de San Juan. Un lugar mágico desde el que fotografiar el mar, aunque es preciso obviar también su estado lamentable. Óxido, grietas, pintadas, maleza, letreros ilegibles, arbustos y coníferas que tapan la vista…

A los ferrolanos, amantes del mar, no nos irá bien si nos olvidamos de él, si le damos la espalda al mar y a nuestra historia. Por eso merece la pena visitar (y enseñar) el Museo Naval y la Fundación Exponav. Dos museos que ponen en valor nuestro patrimonio naval y explican, en buena medida, lo que somos y cómo hemos llegado hasta aquí. Están ubicados en los edificios dieciochescos  de San Campío y Herrerías y son públicos, de todos, como el mar.