domingo, 26 de noviembre de 2017

Calle María, 136

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 26 de noviembre de 2017

No hace mucho tiempo, un domingo por la tarde, estaba tomando café en una terraza de la calle Real. Estaba solo, en la terraza, en la calle y en el barrio de la Magdalena. Un hombre y una mujer me preguntaron por la casa donde había nacido Franco. Les indiqué donde estaba la casa pero informándoles de que la encontrarían cerrada, que no podía visitarse porque no era un museo. Nada, nada, no se preocupe usted, sólo queremos verla, me dijo el señor, y comenzó a andar hacia la calle María. Cuando había dado unos pocos pasos volvió sonriente hacia mí, para decirme balbuceando, “no, si no es por nada especial, eh?”. Naturalmente. Yo también me reí.

Desde entonces, y por primera vez desde 1975, compruebo la reiterada tozudez con la que una parte de la sociedad española -particularmente de la nueva gente política- trata asuntos como el guerracivilismo, el franquismo y el régimen del 78. Los artífices del fracasado golpe de Estado soberanista vivido en Cataluña atribuyen su fracaso a que el Estado español actuó ejecutando un golpe de Estado hacia Cataluña desde Madrid, bajo la argucia del artículo 155 de la Constitución. Los líderes de los grupos independentistas, antisistema, separatistas, soberanistas y otros afines que les apoyan, acuden a los medios de comunicación a proclamar que en España persiste un régimen franquista, fascista, sin separación de poderes, sin garantías jurídicas, sin respeto a las libertades, que desprecia los Derechos Humanos, maltrata a los detenidos y encarcela a políticos por sus ideas o por votar. Nosotros, afirman los independentistas, hemos de luchar no por la independencia, sino por la Democracia.

Si no fuese un asunto de esta trascendencia, el más grave acontecido en toda la etapa democrática, diría que me hizo bastante gracia el tuit del escritor y periodista Ignacio Torreblanca en el que se adjuntaba el certificado de defunción de Franco. Iba dirigido al fugado Carlos Puigdemont, probablemente el político que más daño le ha hecho a la imagen de Cataluña y España desde la transición. Y miren ustedes que en nuestro país hemos tenido -y tenemos- una buena colección de políticos infames. Desde Ferrol, ciudad en la que nacieron Franco y Pablo Iglesias, Concepción Arenal, Canalejas y Alonso López, me sumo a Torreblanca para afirmar, sin ningún género de dudas, que Franco ha muerto. Lo sé porque lo leí en una de las placas colocadas en su casa natal, calle María nº 136, lo que me tranquilizó. Y lo sé también porque los que formamos parte del régimen del 78 comprobamos como esta democracia imperfecta permite que cualquier ciudadano español, por muy inconsciente e irresponsable que sea, puede alcanzar la condición de representante político.


domingo, 12 de noviembre de 2017

Derecho a decidir...lo que sea

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 12 de noviembre de 2017

La comunicación, particularmente el uso del lenguaje, tiene estas cosas. Cuando se simplifica de forma exagerada -e intencionada- se puede convertir fácilmente una frase en un eslogan. España nos roba, sólo queremos votar, las urnas contra las porras, esto es un golpe de Estado…y otros similares, son ejemplos de mensajes cortos a los que se les sustrae buena parte de su sentido. Da igual que sean verdad o no. Lo importante es que suenen bien dentro de su contexto, que sean fácilmente repetibles y memorizables. Uno de los que tienen más éxito es el del derecho a decidir. Es un eslogan imbatible. Nadie, en su sano juicio, quiere que se le recorten derechos. Y todos queremos decidir. No queremos que otros decidan por nosotros. Sólo queda repetirlo hasta la saciedad sin más explicaciones. Ni quienes son los titulares del derecho ni sobre qué asunto o asuntos hay que decidir ni sobre cuáles son los costes y las consecuencias de la posible decisión.

El derecho a decidir se ha instalado en el argumentario de determinados colectivos. Algunos clásicos, como la burguesía más pudiente: siempre quieren decidir (y separarse) los que más tienen, aunque esa bonanza haya sido pagada con los impuestos de todos. Otros más recientes, como los antisistema, opuestos a las lógicas de los Estados modernos pero, curiosamente, firmes partidarios de crear otros Estados nuevos, en aras de su identidad, su idioma, su tergiversada historia e, incluso, de su código genético. Y unos terceros, los de la nueva política, que suelen ser partidarios de un discurso opositor que les ayude a encontrar su ideario, algo que todavía no han tenido tiempo de conformar.

Por nuestras calles rectilíneas se oye, de vez en cuando, la reivindicación del derecho a decidir. Así, en general. Bien podrían sustanciarla en algo más concreto, más local, para ver si estamos de acuerdo o no. Por ejemplo, los ferrolanos queremos tener el derecho a decidir si construimos de nuevo la muralla de la ciudad, con sus seis puertas de acceso. Los vecinos del antiguo ayuntamiento de Serantes quieren decidir si vuelven a recuperar su independencia municipal. O un colectivo nostálgico quiere celebrar un referéndum para que Ferrol vuelva a ser una villa en manos del Condado de Lemos y no en las de la corona borbónica.

He de confesarles que cuando llego a absurdos de este calibre acudo a refugiarme en los grandes pensadores. Santos Juliá, ferrolano del 40, nos recuerda lo importante que es eso de la lealtad y la solidaridad en lugar de “la construcción de identidades diferenciadas, remontando la diferencia a una forja de los antepasados perdidos en las brumas de los tiempos”. Leamos al sabio historiador ferrolano.

domingo, 5 de noviembre de 2017

La calceta municipal

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 5 de noviembre de 2017

Pues que quieren que les diga, a mi me parece una gran noticia esta de que en el palacio municipal se haga calceta. Aunque sea simplemente para aprovechar el tiempo, motivo que expresan las tres jefas de servicio cesadas recientemente por el alcalde Suárez. El propio Suárez, adalid de la nueva política de las Mareas y los Comunes, había nombrado a tres altas funcionarias a unos puestos de un modo irregular e ilegal, como dicen las sentencias, y ahora las ha tenido que cesar. Cosas de la transparencia, cumplir con los procedimientos establecidos, respetar la legislación y menudencias similares. El caso es que las funcionarias ahora no tienen ni su trabajo anterior ni, obviamente, el nuevo del que fueron cesadas. Su manera de protestar en lugar de quedarse de brazos cruzados es ponerlos en movimiento y hacer calceta, eso sí, sentadas delante de la puerta del despacho del señor alcalde.

Ferrol, a través de esta nueva actividad de la calceta municipal, puede volver a hacer historia. La calceta es un arte que está muy de moda. Tanto que los mayores followers del do it yourself lo denominan hacer knitting. Pero bueno, nosotros lo dejaremos en hacer calceta, por muy modernos que sean los diseños y aunque las agujas sean de bambú en lugar de las metálicas de toda la vida. Hay cafés en los que se hace calceta, talleres y knitting parties (fiestas de calceta). Hay concursos de diseños calcetados. También clases de calceta que sustituyen al yoga de tan relajantes como son. Y tertulias, porque el arte de calcetar sosiega los espíritus, apacigua los ánimos e invita al diálogo, a la conversación, a la socialización entre todo tipo de practicantes: jóvenes y mayores, hombres y mujeres.

Lo que no había hasta ahora -y ahí debemos hacernos fuertes- era una quedada para hacer calceta municipal. Las tres funcionarias, a las que hay que agradecer su arte y su compromiso, bien podrían dedicar sus conocimientos a enseñar calceta a los representantes políticos. Los plenos ya no serían foros de desencuentros, ni de trifulcas, ni el alcalde Suárez podría calificarlos como plenos de la marmota. Pasarían a ser los plenos de la calceta y el fruto de tanto darle a las agujas y la lana podría dedicarse a mejorar la calidad de vida de los vecinos que lo solicitasen. ¿Hay alguna tarea más noble para un político? Pues eso, olvídense de los presupuestos y dedíquense a la actividad de moda: la calceta. Las tres funcionarias cesadas no podrán ser acusadas de vagancia e improductividad. La corporación municipal no tendrá que dedicar sus energías a conocer la ley y los procedimientos administrativos. Ni la relación de puestos de trabajo vigente. Y Ferrol estará, una vez más, en boca de todos.