domingo, 29 de diciembre de 2019

La ciudad de los lápices

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 29 diciembre 2019

Cipriano García Sánchez y Jordi Solé Tura firmaron la pregunta en el Congreso de los Diputados sobre la “Crisis de las fábricas de lápices de la comarca de El Ferrol” (sic). Está recogida en el boletín oficial del Congreso del 15 de julio de 1980. En ella se expone la penosa situación de las fábricas de lápices Hispania –la del Muelle en aquel momento con 108 trabajadores-, e Ilasa –la de Canido, con 29-. Regulaciones de empleo, reducción de turnos de trabajo, aplazamiento en el pago de las cuotas a la Seguridad Social, dificultades para conseguir nuevos créditos y adeudamiento de nóminas a las plantillas, eran elementos comunes a las dos fábricas, ya claramente en decadencia. Hispania e Ilasa estaban en crisis y la comarca ferrolana, explicaban los diputados García Sánchez y Solé Tura, “se encuentra en una situación caótica a raíz de la caída en picado de la construcción naval, que originó en la comarca una racha de cierres de empresas…que afectaron a la construcción civil, comercio, reparación y venta de vehículos, hostelería, etcétera”. Finalizaba el texto interrogando al gobierno de Adolfo Suárez acerca de su opinión sobre la crisis en la comarca de Ferrol, la situación concreta de las fábricas de lápices Hispania e Ilasa y sobre el incremento del paro en una comarca “sumamente castigada” por las crisis de los sectores naval y pesquero.

Han pasado cuarenta años. España estrenaba Constitución (Solé Tura fue uno de sus redactores), la actividad parlamentaria comenzaba su andadura y la democracia alimentaba las ilusiones de los españoles. También comenzaba una nueva etapa en la que la economía se liberalizaría, se internacionalizarían los mercados y asomaba una competencia mucho más agresiva. Muchas empresas ferrolanas no supieron, no pudieron o no quisieron competir. Negociaron su cierre y liquidación, en una carrera desenfrenada cuyas consecuencias nos alcanzan hoy.

Ferrol fue la ciudad de los lápices. La única ciudad española que tuvo dos empresas trabajando al mismo tiempo, capaces de fabricar más de 200.000 lapiceros al día. Las marcas Hispania, Johann Sindel, Mercantil, Iberia, Competidor, Iris, Boy, Ilasa, decoraban los lápices de despacho, comerciales, técnicos, de dibujo, carpintero y aquellos lápices de colores que los niños llamaban pinturas. Lápices presentes en las dependencias de Marina, en los astilleros, colegios y comercios de toda la ciudad. Lápices que salían en camiones a toda España pero que no fueron capaces de subsistir ante los lapiceros alemanes ni los modernos bolígrafos BIC. Lápices que ahora reviven en forma de esculturas de dos metros de alto diseñadas por un grupo de artistas coordinados por Eduardo Hermida, el pintor de Canido. 

domingo, 15 de diciembre de 2019

Cerezas a 18,50 euros el kilo

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 15 diciembre 2019

Antes de escribir esta crónica fui a una tienda del barrio a comprar grelos de Monfero. Allí estaban. Unos grelos hermosísimos que competían con los de Santiago. Eran vecinos de las demás verduras y hortalizas, lindando con el lineal de las frutas al que me acerqué a comprar uvas y naranjas, que están en temporada. Mi sorpresa fue mayúscula al ver, en lugar destacado, una caja de cerezas brillantes, luminosas, como barnizadas. “Cereza de importación. Chile. 18,50 € el kilo”. ¿En serio, en diciembre, cerezas? No parece lo más sostenible ni responsable. A ver, ¿es necesario comer cerezas en diciembre en el hemisferio norte? ¿A nuestra dieta y nuestra nutrición le falta algo si no consumimos esta fruta cuando no está en temporada? ¿Es razonable pagar más de 18 euros por un kilo de fruta únicamente por satisfacer un capricho? ¿Cuál es el coste medido en huella de carbono generado por la distribución, la conservación y la logística, que causa transportar productos perecederos tantos miles de kilómetros? ¿Es sostenible disponer de todos los productos, todas las épocas del año y en todo el planeta? Disculpen tanta pregunta; alguno de ustedes estará pensando que menuda perrencha he cogido al tropezar con las cerezas chilenas.

Chile nos ha traído estos días, además de sus frutas, la cumbre sobre el cambio climático. De su desarrollo no se esperaban grandes avances sobre lo firmado en el Acuerdo de París. Y no se produjeron. Pero sí se esperaba la presentación de los últimos conocimientos científicos y alguna que otra propuesta por parte de las autoridades públicas. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, hizo público el nuevo Pacto Verde Europeo, en sus líneas maestras, y ya sólo por esto la cumbre ha merecido la pena. Consta de diez ejes que nos involucran a todos -administraciones, empresas y ciudadanos- en el modo en que interactuamos con el medio ambiente. Las ciudades y quienes las habitamos tenemos que asumir una cuota de protagonismo mucho mayor que el actual. En nuestra mano está fomentar nuevos hábitos de consumo y desarrollar patrones de comportamiento sostenibles. Reciclar, reducir el uso del coche privado, favorecer las energías renovables, luchar contra la deforestación, disminuir el uso de fertilizantes y pesticidas, gastar menos agua, renovar los edificios poco eficientes energéticamente, utilizar menos plásticos, son algunas de las recomendaciones inmediatas.

El Pacto Verde Europeo tendrá en pocos meses armado su presupuesto y las normas de aplicación.Tenemos una compleja tarea por delante y poco tiempo para hacerla efectiva. Empecemos por cuidar nuestros mercados, los alimentos de proximidad y su consumo en temporada.

domingo, 8 de diciembre de 2019

El carbón ya lo hizo bien

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 8 diciembre 2019

El planeta está carbonizado, quién lo descarbonizará, el descarbonizador que lo descarbonice buen descarbonizador será. ¡Menudo trabalenguas! Podría servir como la principal conclusión de la cumbre que sobre el cambio climático se está celebrando en Madrid. Los científicos la firmarían, estoy seguro. La necesidad de descarbonizar el planeta y reducir drásticamente la emisión de gases que producen el efecto invernadero ya ha dejado de ser una opinión. Los hombres nos hemos beneficiado -y mucho- de los avances tecnológicos y científicos producidos a partir de las llamadas revoluciones industriales. Especialmente la primera, con el invento de la máquina de vapor generado por la combustión de carbón. Se pudieron construir grandes barcos y ferrocarriles que transportaron mercancías y personas. Fábricas de todo tipo: textiles, químicas, alimentarias, se movían con máquinas de vapor quemando carbón. Más adelante se consiguieron avances gracias a la quema de petróleo y gas. La electricidad y el automóvil tuvieron un desarrollo drástico a partir de la segunda guerra mundial. Y así hasta hoy. 

El IPCC, siglas en inglés del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático, ha dicho que hasta aquí llegó este modelo. La atmósfera, los bosques y los océanos están seriamente comprometidos por la enorme cantidad de dióxido de carbono (CO2), óxido nitroso (N2O) y metano (CH4) que generamos los humanos. Y, conviene recordarlo, el IPCC es la comunidad científica internacional. No expresa opiniones políticas ni elucubraciones, ni trabaja con ideas preconcebidas ni creencias. Recoge datos, resultados de investigaciones científicas, mediciones, observaciones contrastadas de forma rigurosa por universidades e institutos de todo el mundo. El IPCC, organismo de la ONU presidido por Hoesung Lee, emite periódicamente información científica, técnica y socioeconómica relevante sobre el cambio climático, así como sus potenciales impactos y las diferentes opciones posibles para su mitigación. Informes precisos y transparentes, que se pueden consultar en su página web. No hay lugar para bromas. Aunque claro, cuando hablamos de actividad humana siempre encontramos individuos a los que sí se les traba la lengua. Uno de los más recientes ha sido el señor Espinosa de los Monteros, político que ahora milita en Vox. Este hombre se hizo portavoz de las creencias supersticiosas de tipos como Trump o Bolsonaro, al más puro estilo creacionista y absolutista, y se personó en la cumbre madrileña negando lo que miles de informes científicos ya validaron. No sólo niega el cambio climático causado por el hombre; niega la ciencia y añora la vuelta al silencio y la superstición.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Cuando la mar quiere

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 1 diciembre 2019

Las aguas costeras de nuestra provincia marítima son navegables, si la mar quiere, casi todo el año. En los meses más invernales predominan los vientos del sur-suroeste (las suradas que dicen los marineros), cálidos y húmedos. En los más veraniegos mandan los del primer cuadrante, mayoritariamente del nordeste, frescos y secos. Suelen provocar mar de viento, marejadillas o marejadas que los hombres de la mar catalogan de salseiros que sirven para lavar la cubierta y poco más. La costa de nuestra provincia marítima, la número 4 de 30 en la que está dividida España, abarca desde Punta Carboeira (más o menos en Perbes, en el límite entre Pontedeume y Miño) hasta el meridiano de la Estaca de Bares. Dicho de otro modo, desde el medio de la ría de Ares-Betanzos, un fondeadero natural tranquilo, protegido, de fondos arenosos, hasta la punta más meridional de nuestro país, aquel lugar que el hombre eligió para dividir el océano Atlántico y el mar Cantábrico en el que las boyas fondeadas cerca de la costa no dejan de registrar las olas más altas de nuestros mares.

La costa de la provincia marítima de Ferrol se puede leer de muchas maneras. Los poetas llevan años tratando de contarla y cantarla (“donde se acaba el mar”, “donde Europa comienza”) para que en sus textos seamos capaces de imaginarla. Algunos vecinos mañosos colocan bancos en los acantilados que miran al oeste, para contemplar el horizonte y presumir que desde allí se ve la mejor puesta de sol del mundo. Otros muchos recorren las sendas costeras caminando de faro a faro, como hitos en el camino producto de la técnica y el conocimiento que ayuda a volver a casa a los navegantes. 

Aunque la mejor manera de leer la costa es desde la mar, si la mar quiere. Desde la mar, cerca de costa y a una distancia de respeto, nuestra provincia marítima nos enseña promontorios y calas, decenas de islotes rocosos, puntas con señales, playas y acantilados. Desde la mar sabemos que podemos “costear” sin despistarnos, si la mar quiere, con vientos y olas del suroeste o del nordeste. Pero la historia, las crónicas y los cientos de pecios nos hablan también de naufragios y muerte, de hundimientos de barcos por golpes de mar o, cuando la mar quiere, encallamientos contra las rocas. La mayoría suceden cuando hay mar de fondo del noroeste, esa mar peligrosa, larga, potente, en forma de trenes de olas gigantes (mar arbolada) que algunos dicen que se forman en las borrascas de Islandia o al norte de las Islas Británicas, pero otros pensamos que salen del fondo del Atlántico cuando luchan los dioses con las serpientes marinas. Algunas de esas olas hicieron caer a estribor al Blue Star y lo encallaron cerca de las Mirandas.