domingo, 27 de diciembre de 2020

Gris oscuro tirando a negro

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 27 diciembre 2020

En los astilleros se gastaron pocos litros de pintura gris naval este pandémico 2020. Algún retoque, el acabado de los buques australianos, la propia de los mantenimientos y poco más. Ningún buque nuevo. Las F 110 están todavía en los procesadores de los ordenadores y los planos de los diseñadores de Navantia y la Armada. No se precisa pintura, ni chapa, ni sopletes ni nada. El año naval más que gris fue un año negro, como lo fue para la ciudad naval. 

Los más precisos con el lenguaje bien podrían calificar 2020 como annus horribilis. A Ferrol le ha salido (casi) todo mal. Todavía a día de hoy la situación sanitaria es de grave riesgo y la ciudad se encuentra en cierre perimetral y con fuertes restricciones sociales y laborales. El comercio, la hostelería y el turismo están agónicos. No hay escalas de cruceros ni celebraciones festivas. El sector de la cultura necesitará subvenciones públicas durante bastantes años. La sanidad ferrolana, que está jugando un papel protagonista, necesitará redimensionarse para hacer frente a las necesidades futuras.

Mientras tanto la agenda 2030 ha sido aparcada y las infraestructuras imprescindibles avanzan al ralentí. Las comunicaciones ferroviarias (conexión con Coruña, vía estrecha al Cantábrico y enlace con el puerto exterior) siguen siendo asignaturas pendientes. La ría continúa recibiendo aguas residuales y fecales, a caño libre. Hay una parte relevante de viviendas en zonas rurales (en torno a un 5%) que carecen de alcantarillado. Los pavimentos y carreteras son, en buena medida, un martirio. La peatonalización avanza a trompicones, nunca mejor dicho, y las obras que la posibilitarían no obedecen a ningún criterio sostenible. Carril bici, aceras y calles en plataforma única, pacificación del tráfico, incremento de plazas y zonas verdes, cuidado del mobiliario urbano, son asuntos que en nuestra ciudad departamental no se desarrollan con la misma determinación que en las ciudades vecinas de Galicia y las de similar tamaño de España. 

El pozo demográfico no tiene fondo: quinientos y pico vecinos menos en el padrón. Un año más, unos cientos de habitantes menos. Es una constante desde la crisis del petróleo de finales de los setenta. También parece permanente la mala suerte que impidió que el 2020 fuese un fantástico año de homenajes. Con más pena que gloria pasaron los de las letras gallegas de Carballo Calero, los colegios de ingenieros a Andrés Comerma, la Academia de Ciencias a la oceanógrafa Ángeles Alvariño y el 200 aniversario de una de las más altas referencias de la ciudad, Concepción Arenal. Menos mal que la Biblioteca Nacional sí hace de la pensadora universal una magnífica exposición. ¿La traerán a Ferrol? Veremos.

domingo, 20 de diciembre de 2020

Timoteo O'Scanlan

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 20 diciembre 2020

En la zarzuela La verbena de la Paloma don Hilarión y don Sebastián mostraban su asombro por que el aceite de ricino ya se podía tomar en píldoras. Lo celebraron cantando aquello de “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, frase afortunada que quedó para siempre en el repertorio de sentencias populares. Las ciencias adelantan, es indudable, pero unas más que otras y en unos países a mayor velocidad que en otros. Y hemos de reconocer que en estas múltiples Españas nuestras los desarrollos científicos no han ido demasiado bien, vaya, para decirlo suavemente. Sufrimos en los campos de la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación, las consecuencias de dos males, a saber: la raquítica inversión en medios, laboratorios, investigadores, etc…, y la enorme aversión de poderosos colectivos defensores de los remedios a base de rezos y silencio, y no de fármacos y vacunas descubiertas por los científicos.

En Ferrol nos olvidamos con facilidad de nuestra brillante historia y de muchos personajes que estuvieron a la cabeza de la investigación científica española. Pero no se alarmen, esto ya forma parte de la idiosincrasia ferrolana. Una muestra son las peripecias padecidas por Timoteo O´Scanlan, pionero de la práctica inoculatoria en España. Este médico irlandés, alistado en el regimiento de Hibernia, vino destinado a la ciudad naval a mediados del siglo dieciocho. En 1763 figura como doctor en Medicina, primer médico del Hospital Real de Esteiro y protomédico del Departamento de Marina de Ferrol. Se trataba de un gran conocedor de las prácticas de inoculación más modernas empleadas en Londres y París y que decidió ponerlas en ejecución “inoculando en El Ferrol ciento y cincuenta criaturas, conmovido del estrago general que causaban las viruelas y viendo que ninguno de los remedios que ordinariamente se usan alcanzaba a contener el curso de aquel fatal contagio”. El doctor O´Scanlan, como hombre de ciencia que era, hizo públicos aquellos ensayos inoculatorios (todavía no había acuñado Jenner el término vacuna), lo que le ocasionó enfrentamientos cerriles durante cerca de cuarenta años, hasta su fallecimiento en 1800. Parte de los académicos médicos de la corte real, miembros de la nobleza y las altas jerarquías eclesiásticas eran partidarios de las tesis contrarias al avance de la ciencia. Lo resumían así: “Las viruelas, como todas las enfermedades, traen su origen o principio de la naturaleza corrompida por el pecado…” Algo que todavía hoy firman los negacionistas, creacionistas y fanáticos más partidarios de dogmas religiosos que de vacunas y fármacos fruto de la experimentación de sabios  adelantados, como el doctor Timoteo O´Scanlan.

domingo, 13 de diciembre de 2020

El cartucho

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 13 diciembre 2020

Pues no sabría yo decirles con exactitud cuándo comenzó el astillero a entregar a sus trabajadores esa cesta navideña que en Ferrol llamamos cartucho. En esta villa retitulada en ciudad no podemos remontarnos a un pasado romano. Los patronos, en aquel imperio, repartían cestos de comida llamados “sportula” entre sus criados y empleados cuando llegaban estas fechas. Podría ser más probable la influencia inglesa de repartir el “christmas box” (caja de Navidad) que daban los nobles ricos a sus criados y los ciudadanos a muchos servidores públicos: carteros, policías, serenos, barrenderos, etc… Desde finales del siglo XIX y principios del XX esta costumbre arraigó también en España, particularmente en las empresas y organismos públicos, y el astillero ferrolano cumplía esos dos requisitos: era una empresa de interés público en la que también intervino el capital británico. ¿Tuvo algo que ver la colonia británica en la Constructora Naval con la tradición del cartucho navideño? Ahí se lo dejo.

La verdad es que la tesis menos romántica y más sencilla (suele ser la que predomina) es que el cartucho navideño del astillero es un cartucho bazanero. Un cartucho vinculado al racionamiento en aquellos años de hambre y miseria en una España devastada por una guerra y sometida a un régimen dictatorial. En 1943 se inaugura el Economato de Bazán y, muy probablemente, el cartucho comenzó a salir de entre las viandas de sus almacenes: aceite, café, conservas, azúcar, turrones, melocotón en almíbar, higos, peladillas, nueces, mazapanes…

El cartucho bazanero era un cartucho esperado, un cartucho que alegraba por unos días a miles de familias vinculadas a la construcción naval. Sobrevivió a Bazán y a Izar, pero ahora las está pasando canutas con Navantia. Es, en este momento, un cartucho menguante, tan menguante como el astillero, la ciudad y la comarca. Desde hace muchos años se transformó en un complemento retributivo más, una línea del presupuesto de personal correspondiente a los salarios en especie: 90 euros por beneficiario (más o menos). Es un cartucho externalizado, sin gracia, que mantiene el espíritu paternalista de la política salarial del astillero militarizado en la dictadura, tan difícil de explicar a las nuevas generaciones de empleados. Cada año más pequeño (en proporción al total salarial) el cartucho naval va camino de convertirse en cucurucho. Allí no cabrá ni un buque de aprovisionamiento ni un dique cubierto (tampoco cabía un dique flotante) ni un simple buque transporte para el Ejército de Tierra. Se convertirá en un cartucho de síntesis en un astillero de síntesis, que parece que con el programa de las fragatas F 110 se juega uno de sus últimos cartuchos.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Recuperación y resiliencia

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 6 diciembre 2020

Los españoles somos catedráticos escribiendo planes. Planes estratégicos, planes directores, planes sectoriales o planes de márketing. También destacamos en la redacción de protocolos y en la fabricación de textos legales. Otra cosa es aprobarlos y cumplirlos. Esto ya no se nos da tan bien. Desviamos nuestros esfuerzos en cosas más importantes, como la construcción de hospitales sin personal sanitario, aeropuertos sin aviones, estaciones intermodales sin trenes ni autobuses y palacios de congresos sin congresos ni gente ni nada. Llegados a este punto he de confesarles que creo conocer la explicación a este fenómeno: somos un país con excelentes publicistas. Los creativos de las agencias de publicidad españolas son admirados en medio mundo y hasta llegan a competir con los argentinos, que ya es decir. Y claro, este buen hacer de las campañas publicitarias ha calado en la clase política y el resultado salta a la vista.

Nos infectó el covid-19 llevándose por delante miles de vidas y dejando a su paso una infernal crisis sanitaria, económica y social. Estamos en medio de la segunda ola y el conocimiento científico nos recuerda que la batalla no terminó. Toca diseñar un nuevo plan para hacer frente a esta lacra, aunque esta vez no se ha hecho un plan de ocurrencias. La Unión Europea está detrás –sin que sirva de precedente- con el nuevo Fondo de Recuperación Next Generation EU. El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia español está incardinado en él y permitirá la movilización extraordinaria de recursos (transferencias y créditos) destinados con carácter finalista a proyectos de recuperación y transformación de nuestra maltrecha economía.

Las 58 páginas de este plan recogen 4 líneas directrices y diez políticas palanca que serán tuteladas (gracias a los dioses de la mar) por la vicepresidenta Calviño, esa ministra gallega que sabe de lo que habla y habla de lo que sabe, especialmente en materia económica. Por eso nos recuerda, insistentemente, que “tan importante como la cantidad es la velocidad con la que seamos capaces de impulsar las inversiones públicas que pueden movilizar también la iniciativa privada”. No vaya a suceder que una vez más la burocracia y la lentitud administrativa frenen, por pura ineptitud, la llegada de los dineros que tanto necesitamos. Podemos construir una España más verde, más digital, más igualitaria y más cohesionada, de la que no deben ser protagonistas ni las ínfulas separatistas, ni las nostalgias franquistas ni los populismos efímeros. Tampoco la España burocrática e improductiva, regida por el calendario fiestero, el fracaso escolar y el apego al pensamiento único, tan alejados del progreso al que debemos aspirar.  

domingo, 29 de noviembre de 2020

Lo que nos preocupa

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 29 noviembre 2020

A la mayoría de los opinólogos, comunicólogos e influenciadores de la opinión pública (si es que eso existe) les suele importar entre poco y nada lo que de verdad pensamos los españoles. ¿Todos los españoles? Si, todos los españoles. Sabemos lo que pensamos porque en España disponemos de excelentes empresas y organismos dedicados a los estudios sociales que hacen encuestas regularmente. El CIS, Centro de Investigaciones Sociológicas, es el más importante. Cada mes publica un barómetro sociológico, fiable y válido, en el que pulsa la opinión de muestras representativas de ciudadanos utilizando los procedimientos demoscópicos homologados por los mejores institutos y universidades europeas. De este barómetro los profesionales de la opinión (encargados de llenar y rellenar cientos de páginas y programas en los medios de comunicación) suelen extraer los resultados de dos ítems: la intención de voto y la valoración de los líderes políticos. Con eso ya tienen bastante. Este partido sacaría más votos que en las últimas elecciones pero menos que los que obtenía el mes pasado; los grupos de las derechas no levantan cabeza ante los de las izquierdas; los pactómetros (palabra nacida estúpida para significar un sumatorio de votos) avanzan que ganaría fulánez; la valoración de los líderes demuestra que el político más querido es mengánez, etcétera. 

Lo que en realidad pensamos los españoles cuando expresamos, con claridad meridiana, cuáles son los auténticos problemas que padecemos suele ser ignorado. Aquí se lo muestro. En los datos de octubre y en medio del batiburrillo político que vivimos, menos del 1% (uno de cada cien) citan como principal problema: la Administración de Justicia; inseguridad ciudadana, pensiones, violencia de género, subida de impuestos, falta de libertad, Medio Ambiente, Monarquía, nacionalismos o consumo de drogas. Para menos del 5% (5 de cada cien) los problemas principales serían: educación, corrupción y fraude, desigualdades, inmigración, estatutos de autonomía, independencia de Cataluña, funcionamiento de los servicios públicos y los extremismos. Aproximadamente el 10% (10 de cada cien) ciudadanos mencionan los problemas de índole social, la poca conciencia ciudadana y la falta de civismo, como sus principales preocupaciones. Y la inmensa mayoría expresan de forma abierta y espontánea que los problemas reales que les afectan se encuadran en tres grandes categorías: 1, el covid19, los peligros para la salud y la sanidad; 2, el paro y la crisis económica; y 3, los problemas políticos, el mal comportamiento de los políticos, la falta de acuerdos, unidad y capacidad de colaboración y la situación de inestabilidad política.

Nada más que añadir.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Ferrol a menos de cinco horas

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 22 noviembre 2020

Cuando los ingenieros de ADIF (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias) terminen de instalar las vías, las catenarias, los puentes,  túneles y todas esas cosas de los trenes, el tiempo de viaje de Madrid a Ferrol será de 4 horas y 45 minutos. ¡Qué fenómenos! ¡Menos de 5 horas! Vamos, un visto y no visto, un casi nada, ¡un suspiro! El viajero ferroviario que ponga sus pies en la estación de Chamartín con la intención de “acercarse” a Ferrol no saldrá de su asombro. Tendrá Ferrol a su alcance en un santiamén y, además, podrá disfrutar con un único billete de dos experiencias ferroviarias inolvidables. Sin necesidad de cambiar de tren ni perder su equipaje ni otros asuntos farragosos, el viajero ferroviario notará en su primera parte del trayecto que lo hace a la velocidad del sonido. De Madrid a La Coruña empleará tres horas y cuarto, a promedios de velocidades por encima de los 140 km/h y con puntas de 250 km/h. Será un viaje de esos que llaman de Alta Velocidad, rápidos, silenciosos, puntuales, pero sin ninguna gracia ni emoción ni nada. Un viaje AVE, sin más. Pero lo mejor está por venir. El trayecto de La Coruña a Ferrol, lo que auténticamente emocionará al viajero ferroviario, sólo le consumirá una hora y media más de su vida. Una hora y media en la que saboreará cada uno de los 69 kilómetros restantes, esos que recorren el perímetro del Golfo Ártabro. Una hora y media que hará a un promedio de 55 km/h, lo que le convierte en uno de los trenes que enlazan dos ciudades más lentos de España, únicamente disputándole el galardón a alguno de Extremadura y otro de Teruel. Una hora y media en la que se transformará en un viajero romántico, decimonónico, como aquellos de la revolución industrial que tanto favoreció el desarrollo del ferrocarril. Aunque es preciso reconocer, sin que nos duelan prendas, que España y Portugal sólo fueron capaces de tender 3 km de vías por cada 100 km cuadrados, mientras que Italia y Francia tienen 5, Reino Unido 7 y Alemania casi 10. Pero bueno, dejemos en vía muerta nuestra escuálida revolución industrial y el raquítico desarrollo de los trenes de cercanías. Decíamos que el viajero futuro podrá disfrutar no de un viaje, ni de un trayecto, ni de un simple desplazamiento. Disfrutará de una experiencia de slow tourism (turismo lento) tan de moda ahora. Sobre las vías que van del sur al norte de las preciosas rías ártabras tendrá tiempo suficiente para contemplar el paisaje, relajarse, leer una novela (de bastantes páginas), mantener alguna charla, hacer fotografías, ver completa la película y tomarse el café o lo que quiera que sea eso que venden en el tren. Y se apeará en Ferrol radiante de alegría. ¡Bienvenido!

domingo, 15 de noviembre de 2020

Aquel noviembre

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 15 noviembre 2020

Este noviembre de cafés vacíos y hospitales llenos reunía todas las condiciones para convertirse en uno de esos meses malditos, de los que sobran en el almanaque. Este noviembre era un mes de paro, confinamientos, cierres de negocios, curvas ascendentes de contagiados  y decenas de informes publicados acerca de las serias consecuencias de la pandemia. Este noviembre, en el que estamos, hablaba de soledad, de frustración, de la ruptura de proyectos de vida, de depresión, de ansiedad, de incertidumbre ante el porvenir y de indefensión. Sobre todo de indefensión. No podíamos defendernos ante un virus terrible porque era nuevo. Un intruso. Necesitábamos conocerlo mejor, tener certidumbre acerca de su comportamiento para poder defendernos, destruirlo y continuar con nuestras vidas de relaciones, de contacto social, de charla en las plazas y partidas de dominó. Este noviembre era un mes dramático hasta que recibimos el anuncio de que muy pronto tendremos una vacuna contra el covid 19 que, además, está mostrando una eficacia extraordinaria. Las líneas de fabricación están trabajando a pleno rendimiento, los operadores logísticos diseñando las cadenas de distribución y hasta las agencias de turismo ya están planificando las próximas campañas. La vida, más pronto que tarde, volverá a ser lo que era, nos aseguran, y el virus será uno más en el catálogo de vacunas.

Aquel noviembre, el de 1803, era también un mes maldito. Moría el treinta por ciento de los niños infectados por la viruela, entre ellos una hija del rey Carlos IV. Una de tantos muertos que alentó a que el cirujano Francisco Javier Balmis fuese autorizado (y financiado) para organizar la Real Expedición de la Vacuna a los territorios de ultramar. Aquel noviembre los doctores Balmis y Salvany, algunos auxiliares de cirugía, la rectora del Hospital de Caridad de La Coruña Isabel Zendal Gómez y veintidós niños expósitos de entre 3 y 9 años de edad, embarcaron en la corbeta Maria Pita con el único objetivo de intentar salvar vidas aún a costa de las suyas. Consiguieron vacunar a medio millón de personas, formaron a cientos de médicos y crearon Juntas de Vacuna en América y Filipinas.

Aquel noviembre de 1803, escribió más tarde el Dr. Edward Jenner, fue el principio de una gesta que quedará inmortalizada en la Historia. Así fue. En 1950 la OMS reconoció a Isabel Zendal, aquella niña de Órdenes que habían enviado a La Coruña a servir como criada, como la primera enfermera de una misión internacional; y en 1980 declaró la viruela como la primera enfermedad humana erradicada por la acción de la ciencia. Aquel noviembre de 1803 el compromiso con la vida superó la incertidumbre y la indefensión ante otro virus mortal. 

domingo, 8 de noviembre de 2020

Repensar la ciudad

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 8 noviembre 2020

Este virus puñetero y mortífero que nos quita la vida, los sueños y la felicidad nos pone, además, deberes. Nada será igual cuando hayamos superado los arreones del covid 19. No saldremos reforzados, mejores y más fuertes de esta pandemia, como no lo hicimos de ninguna. Saldremos más sabios, con más y mejor conocimiento científico, mejor tino para calibrar nuestras fuerzas y el papel que jugamos en este período de la historia. Tardaremos años en recuperar el nivel de progreso económico y bienestar social. Y, probablemente, lo hagamos con una nueva escala de valores, algunos ya escritos con mayúscula en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Mientras, la pandemia nos obliga a restricciones sociales, aislamientos y reducción de la movilidad. Pareciera que al estar confinados se incrementa la capacidad para el pensamiento y la reflexión. El pasado 31 de octubre se celebró el Día de las ciudades y, aprovechando la efeméride, los expertos de Naciones Unidas nos han puesto tarea: hay que repensar las ciudades. ¡Tenemos que repensar Ferrol! ¡Cómo! ¿Cómo?

Repensar Ferrol para los ferrolanos es misión poco menos que imposible. No podemos repensar una ciudad que previamente no habíamos pensado. A los ferrolanos ancestros nadie les había pedido opinión. Estaban pescando sardinas y pagando tributos al señorío de Lemos cuando la Corona expropió la villa y puso a sus ingenieros a pensarla y desarrollarla. Carlos III en 1770 concede a Ferrol el rango de plaza de armas, para dotarla de recinto amurallado. Es nombrada capital del Departamento Marítimo del Norte. El Estado decide que aquí se construirían buques de guerra, se asiente el mayor Arsenal conocido y se diseñe un Nuevo Poblado en La Magdalena. Fueron decisiones ajenas a los ferrolanos las que atrajeron una población de aluvión: marinos de otras regiones, mercaderes de la Maragatería, colonias de técnicos ingleses, funcionarios, banqueros, industriales…¿Y los ferrolanos de viejo, que pensaban?

Ferrol es una especie de ciudad matrioska, ya saben, esas figuras rusas que se guardan unas dentro de otras. Isabel II en 1858 le otorgó la condición de ciudad impresionada con su visita a la hasta entonces villa. Era una ciudad naval, claro. También una ciudad industrial. Y una ciudad amurallada, con seis puertas, que después creció con sus ensanches. Y una ciudad a la que anexionaron el ayuntamiento rural de Serantes. Una ciudad con signos culturales y sociales de orígenes diversos: rondallas, escuelas de pintores, edificios modernistas dibujados por un arquitecto nacido en Vigo y formado en Madrid (¡siempre Madrid!) y, en fin, una ciudad a la que le cuesta acomodar su pasado y asimilar las estrecheces de su presente decadente.

Venga, pues. Pongámonos a repensar Ferrol.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Alarma cogobernada

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 1 noviembre 2020

El Estado de las Autonomías estaba oxidado. No sabíamos si podría funcionar con eficacia o no sencillamente porque no le habíamos dado oportunidad. Desde su creación se comportó como un conjunto de parlamentos y gobiernos preguntando que qué hay de lo mío. Algunas autonomías, las más pobladas y con más diputados en el Congreso, tuvieron la habilidad de sacar más partido (léase más dinero) para su propio desarrollo que otras. Las más pequeñas y con menos peso político en Madrid han estado decenios amodorradas, lamentando su mala suerte en foros tan inútiles como el Senado, cámara llamada a ser el lugar de interacción de los territorios e interlocución con el Estado pero que, hasta el momento, ha sido más bien un lugar de aparcamiento de cargos políticos que no cabían en el Congreso.

Y en esas llegamos a este 2020 con una mortífera carga vírica que, por lo que se ve, quiere hacer despertar hasta a las comunidades autónomas.  España es plurinacional, dicen unos. Todos somos Estado, otros. De facto vivimos en uno de los países más descentralizados del mundo, afirman los grandilocuentes (los mismos que repiten que tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo). Estamos a unas milésimas de ser un estado federal, piensan los más optimistas. Por todo ello, es imprescindible que cogobernemos el nuevo estado de alarma. Una alarma a la carta, vigente en todas las Españas y con 17 autoridades con mando en plaza: los presidentes autonómicos. Una alarma flexible que permitirá que en cada parroquia, aldea, pueblo, lugar, villa, ciudad, municipio o región, se tomen medidas de toda clase. Nos acostumbramos a escuchar eso del confinamiento perimetral, restricción de los aforos, limitaciones de horarios, prohibiciones de reuniones numerosas, etcétera. Medidas “sensatas e imaginativas”, a criterio de la extrañísima, incomprensible y dudosamente cualificada presidenta de la Comunidad de Madrid. O “demoledoras”, a criterio del presidente Feijóo, a quien le parece que los líderes europeos se asustarán al escuchar conceptos como alarma o toque de queda. Medidas fastidiosas, incómodas, molestas y restrictivas en sí mismas, a lo que hay que añadir el calificativo de contradictorias e incluso opuestas entre los diferentes territorios.

La cogobernanza tiene grandes ventajas, esto es indudable, pero también enormes servidumbres que para los españoles parecen insalvables. Los políticos -reflejo de la sociedad- no han hecho los deberes sagrados de la lealtad y la corresponsabilidad, ambas para con una nación única y soberana, explicada como social, democrática y de Derecho. Sin lealtad no hay cogobierno, cooperación o cogestión que pueda funcionar. Ni siquiera en una situación de emergencia mundial.

domingo, 25 de octubre de 2020

El golfo Ártabro es un lodazal

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 18 octubre 2020

Hasta las almejas babosas lo saben. Las riberas, playas y ensenadas de las tres rías que forman el golfo Ártabro están llenas de lodos. Tienen fangos tóxicos y ya no tienen vida. O les queda muy poca. En las rías han desaparecido playas y aparecieron paseos marítimos, diques y barreras de toneladas de hormigón. Las desembocaduras de los ríos se convirtieron en cloacas. Literalmente todavía hay cloacas y sumideros vertiendo aguas residuales sin depurar, como en la Malata ferrolana. Durante decenas de años las industrias, embalses y explotaciones mineras hicieron tareas de limpieza vertiendo a la costa todos sus residuos, siempre argumentando el innegable valor del desarrollo económico, el progreso y la mejora de las condiciones de vida de los habitantes del arco Ártabro. La economía por encima de la naturaleza. La economía por encima de la calidad de vida. La economía por encima de la salud. 

El Portus Magnus Artabrorum fue contado por los geógrafos clásicos Ptolomeo, Estrabón y Plinio. Era la zona costera habitada por los ártabros, siglos después rebautizada por Otero Pedrayo como el Golfo Ártabro. Un lugar especial habitado desde la noche de los tiempos. Ya lo escribió Álvaro Cunqueiro en su artículo La vecindad del mar: “Y los pueblos costeros fueron siempre más libres y más ricos, más generosos de mente y de corazón, conocieron gentes extrañas y recibieron noticias de otros pueblos”. Y así debió ser hasta muy recientemente, cuando se nos dio por interpretar que el desarrollo económico e industrial era el nuevo paradigma salvador de la especie humana.

En el fondo de la ría de La Coruña, en la ensenada del Burgo, se van a invertir cerca de cincuenta millones de euros durante dos años para tratar de eliminar los lodos que dejaron las industrias químicas de fertilizantes. No queda una almeja viva ni siquiera con alteraciones genéticas. En la preciosa y magnífica ría de Ares se vuelven a verter, una vez más, todo tipo de lodos y residuos procedentes de los embalses construidos por las industrias energéticas. El agua del Eume ya no es agua, es un magma turbio y apestoso incompatible con la vida. En nuestra pequeña e infranqueable ría ferrolana las almejas se niegan a crecer y multiplicarse. Las ensenadas de la Malata y Caranza tienen más lodos que agua, y la poca que queda parece estar contaminada por un parásito de la familia de los parkinsus que se ensaña con las almejas como el covid 19 se está ensañando con los humanos. El marisqueo, de seguir así, tiene los días contados.

Es absurdo sostener la creencia de que el mar se regenerará sólo y en poco tiempo. El golfo Ártabro necesita más sentidiño y menos lodos.

 

Larga vida a las plazas de abastos

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 25 octubre 2020

Las personas necesitamos señales, marcas, indicadores, referentes, signos que nos ayuden a mapear nuestra conducta y nuestra forma de vida. En las ciudades encontramos coordenadas fácilmente. Las hay para todos los gustos y casi todas las ocasiones. Parques, museos, puertos, la plaza mayor (la del ayuntamiento), estación del tren, alguna iglesia destacada y, en algunos casos, sus mercados municipales. Imposible no utilizar como indicador el mercado de abastos de Compostela, el mercado de la Esperanza de Santander o El Fontán de Oviedo, por citar alguno de los últimos visitados recientemente. Son lugares amables, carismáticos, llenos de vida, grandes fábricas hacedoras de ciudadanía y, por supuesto, los mejores referentes de un comercio de proximidad, cercano y sostenible.

Las plazas de abastos ferrolanas sobreviven y a duras penas. El Concello presentó hace pocas semanas una especie de programa de ayudas llamado “Ferrol cidade viva 2020”. El título se parece más a un deseo, tal vez una aspiración mas que a una constatación empírica, si nos atenemos a los indicadores macroeconómicos y sociales de las últimas décadas. El programa recoge una frase magnífica, de esas que convendría enmarcar en placa de bronce (como las de Torrente Ballester) y colocarla en un lugar principal si no fuera porque se sabe a ciencia cierta que desaparecería en pocas horas. Dice así: “…el apoyo a la revitalización de los mercados municipales como referente del comercio de proximidad y quilómetro cero”.

Revitalización del mercado de Caranza, el de los proyectos eternos, las obras eternas, ahora finalizadas, pero que permanece cerrado por culpa de los trámites burocráticos eternos. Revitalización del mercado de Recimil, claro indicador de la decadencia del barrio, sus instalaciones y su entorno. Revitalización del mercado de la Magdalena y su hábitat comercial: el propio mercado, la pescadería de Ucha, las atroces dependencias del mercado provisional (el provisional más permanente del mundo), la alameda del Carbón y la plaza Vella. El conjunto podría transformarse en el mejor de los escenarios para la compra diaria, mercadillos semanales y ferias mensuales, calendarizadas y celebradas con la calidad en los servicios y atención al cliente que exigen los tiempos actuales pero sin perder la esencia de un espacio emblemático que sirve de unión a los barrios de Ferrol Vello y A Magdalena, referencias innegables de la ciudad naval.

Las plazas y mercados de abastos europeas, muchas españolas y algunas gallegas buscan su futuro bajo el paraguas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Ferrol tiene deberes pendientes y asignaturas suspensas con sus mercados municipales. 


domingo, 11 de octubre de 2020

Madrid, Paisaje de la Luz

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 11 octubre 2020

En Madrid la diosa de La Fama hizo sonar la trompeta de las malas noticias. Toca a zafarrancho de combate contra todas las calamidades que la amenazan. La epidemia vírica es la más urgente, claro, y requiere de una defensa sanitaria para la que no estaba preparada. La caída drástica de la economía y sus desalmadas consecuencias sociales no han hecho más que empezar y tendrán secuelas perceptibles durante años. Pero hay más. La crisis de los políticos partidistas que tienen en Madrid su teatro de operaciones está llevando a la ciudad, la comunidad y a la ciudadanía del Estado a un callejón de incertidumbre, indignación y hartazgo con sus tácticas cortoplacistas. Es el Madrid de la Corte ahora representada por el omnipresente poder de los partidos políticos, sus líderes carentes de dotes y capacidad de liderazgo, sus jefes de gabinete experimentados en marketing de guerrillas y sus politólogos de cabecera fabricantes de recetas a la carta adornadas con fuegos artificiales. El Madrid en el que residen juristas sobre los que pesa más su carga ideológica que los dictámenes ciegos y objetivos de una Justicia que necesita ponerse al día y al servicio de la Democracia. El Madrid de las cloacas, del espionaje chabacano, de las tertulias marrulleras, de la corrupción sin límites. Ese Madrid separatista de unos pocos que hacen el mismo ruido infame que los demás independentistas de otras partes de España. “Madrid es España y para que funcione España tiene que funcionar Madrid”, repiten los políticos locales al más puro estilo ultraortodoxo para resaltar la superioridad de “su” capital.

Todos los españoles somos madrileños como todos somos seleccionadores de fútbol. Y cada uno tenemos a nuestro Madrid preferido. El mío, si me permiten que se lo cuente, es el Madrid de la Villa al que admiro mucho más que al de la Corte. Ese que es capaz de hacer eternas las marcas de los pies de Antonio López pintando la Gran Vía. El Madrid de las páginas de Galdós, el del Jardín Botánico, el que atesora la carta de Juan de la Cosa en uno de los mejores Museos Navales del mundo. Ese Madrid ateneista, académico, tertuliano y cafetero, que conserva en el Café Gijón la huella de todas las ideologías impregnada por los artistas, escritores, periodistas y bohemios de todas las Españas. El Madrid de la Biblioteca Nacional, de las terrazas de la plaza de Santa Ana, del Barrio de las Letras y el jardín de la casa de Lope de Vega. El Madrid del “Paseo del Prado y Buen Retiro, paisaje de las Artes y las Ciencias” que así se presenta a su reconocimiento como patrimonio mundial por la UNESCO, y al que desde ahora, de modo más coloquial, conoceremos como el Madrid del Paisaje de la Luz. Ese es mi Madrid.

domingo, 4 de octubre de 2020

Día internacional del café

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 4 octubre 2020

En el almanaque ideal ferrolano debe señalarse como especial el 1 de octubre: Día internacional del café. Se cumplen ahora cinco años desde su proclamación por la Organización Internacional del Café y se conmemora con celebraciones por todo el mundo. Ferrol forma parte del mundo, aunque muchos ferrolanos no lo sepan o incluso se atrevan a negarlo. Como parte de ese mundo -ilustrado, culto, académico y racional, al menos desde el siglo XVIII-, Ferrol debe sumarse al conjunto de ciudades que reconocen, aplauden y difunden la gran aportación que el consumo de café ha supuesto para la sociedad moderna.

En el almanaque ideal ferrolano cabría mencionar al papa Clemente XIII, un veneciano del siglo XVIII que tuvo a bien “bautizar” el café porque era una “bebida deliciosa de procedencia turquesca” y, por tanto, de origen infiel. Pero irresistible y estimulante. Clemente XIII eliminó con un ensalmo los escrúpulos de los cristianos viejos y consiguió un doble avance: el café como bebida y los cafés como establecimientos públicos. A partir de aquí la historia es conocida y la resume en una frase el escritor Antonio Espina: “Los espejos y las mesas de mármol las puso enseguida Venecia. Los músicos, Viena; y los artistas y literatos, París”.

Ferrol se sumó pronto a la cultura del café. Hay registros de la llegada de productos de ultramar traídos en 1803 desde el puerto de La Coruña que incluían azúcar, cacao, maderas, tabaco, palo de Campeche, vainilla y cerezas de café. En 1853 se habilitó el puerto ferrolano para el comercio de cabotaje y el abastecimiento de “coloniales” fue constante. Se abrieron cafés, tostadores, salones de recreo y se generalizó el consumo de café en los hogares. En época más moderna el café llegó a la cantina de la estación del tren, a los ambigús de los cines y teatros, a las dependencias militares y hasta a una barra de bar instalada en el palacio municipal. Sin olvidar, nunca lo hacemos en esta columna, la gran presencia de los cafés en La Magdalena: cafés musicales, cafés de tertulia, cafés de socialización, cafés de juegos de mesa y de lectura de periódicos. 

El almanaque ideal ferrolano nos avisará en 2021 que debemos asistir a alguna charla en la sala Carlos III y recordar que, a pesar de que era un gran consumidor de chocolate (Carlos III, digo), mandó construir una pieza de café en el palacio real. Y visitar la exposición en el invernadero del Cantón para ver los cafetos y sus frutos. Y ver a Torrente Ballester sentado en el Novelty. Y a Wenceslao Fernández Flórez dudando de si ir a tomar café a El Siglo o a El Suizo. Y asistir al concurso de cafés actuales elaborados por quienes conocen unas recetas de siglos. Y Ferrol seguiría en el mundo…del café.   

domingo, 27 de septiembre de 2020

Ballenas en la ensenada de Prior

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 27 septiembre 2020

Los mares de Galicia son mares de ballenas, de antiguo y de ahora. Los mares de Galicia son como autopistas que cruzan de norte a sur el Atlántico y tanto sirven para el tráfico de barcos como lugares de paso para las ballenas, cachalotes, orcas, delfines y demás cetáceos. Pero además los mares de Galicia, dicen los biólogos, son lugares excelentes para que estos grandes animales marinos se alimenten, por aquello del fenómeno del afloramiento que siempre mantiene las aguas frescas, limpias y cargadas de nutrientes. De esto se aprovechan también las sirenas, asunto conocido por los escritores de café pero todavía no abordado por los técnicos de los institutos marinos. El licenciado Molina no era ni escritor de café ni biólogo marino pero sí era un sabio que ya en el siglo XVI escribió en su Descripción del Reino de Galicia: “Las ballenas ocurren donde las ondas y el mar andan siempre muy altas…aquí (en Galicia) hay gran matanza de ellas…porque de un ballenato, aunque sea pequeño, se sacan 200 arrobas o cántaros de aceite, el cual sirve para todo lo que aprovecha el de los olivos salvo para el comer”.

La costa gallega estuvo siempre salpicada de ensenadas y puertos balleneros. Probablemente el más antiguo -o el primero del que se tiene noticia escrita- fue el ubicado en el puerto do Prioiro. La ensenada de Prior fue un punto de recalada para los balleneros vascongados y franceses, en primer lugar, y gallegos (ferrolanos) después. Se cita ya en 1158, en escrito de donación del rey Fernando II a favor del Monasterio de Sobrado, a cuya comunidad debían pagar un quiñón (una quinta parte) de las ballenas que allí se matasen. Además de en cabo Prior se establecieron puertos balleneros en Estaca de Bares, Rinlo, Cervo, Caión, Cangas, Malpica, Corcubión, Bueu y otras villas, dejando constancia en algunos de los muchos museos marítimos que, afortunadamente, se conservan.

Los mamíferos marinos tienen buena memoria, tal vez tanta como las tortugas. Sobre todo para grabar las rutas por las que deben transitar, como si tuvieran en su código genético las coordenadas de posicionamiento de sus propias cartas náuticas. Por eso los delfines se adentran una y otra vez en las rías, las ballenas y cachalotes suben y bajan siempre por sus corredores y las orcas “costean” cada verano por las cercanías de nuestros cabos y promontorios. Este verano un pequeño grupo de orcas jóvenes estuvieron especialmente activas, jugando con las embarcaciones de menor porte y curioseando más de lo habitual sobre la presencia de navegantes y pescadores. Estaban donde les trajo su memoria, entre cabo Prior y la Estaca de Bares, en estos mares de ballenas -y sirenas- tan llenos de vida.

domingo, 20 de septiembre de 2020

Inoculados en el Hospital de Marina

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 20 septiembre 2020

Los últimos resultados del CIS muestran que el 40% de los encuestados no son partidarios de vacunarse contra el covid-19. El dato es cuanto menos sorprendente y merecedor de seguimiento los próximos meses. Aunque pensándolo bien no parece que sea nada nuevo en esta España poco dada a la innovación y los avances científicos. Y es que esto sucede ahora con las vacunas, pero ya había sucedido antes con las técnicas de inoculación. La práctica inoculatoria en nuestro país generó un debate de más de treinta años y obtuvo el consentimiento legal para su uso con medio siglo de retraso en comparación con Inglaterra y Francia. Pero  afortunadamente los dictámenes de las reales academias fueron por un lado y algunos grandes precursores continuaron (jugándose la reputación y el pellejo) avanzando por el camino de la ciencia y la investigación.

Este fue el caso de Timoteo O’Scanlan, irlandés nacido en 1726, formado como médico en París y alistado en el regimiento de Hibernia del ejército español en 1756. El médico O’Scanlan era conocedor del método de la inoculación y se convirtió en uno de sus más firmes defensores, algo a lo que contribuyó decisivamente su destino en Ferrol. En 1763 figura en su expediente la anotación de doctor en Medicina, primer médico del Hospital Real y protomédico del Departamento de Marina de Ferrol. Y fue aquí donde profundizó en los estudios sobre la inoculación como técnica eficaz contra la viruela y donde se convenció de que “llegará, pues, tiempo que la España, siguiendo el ejemplo de La Inglaterra, La Francia y La Rusia, adopte sin recelo esta utilísima operación”. La seguridad del doctor O’Scanlan tenía además fundamento empírico. En 1771 se decidió a inocular en Ferrol a “ciento y cincuenta criaturas, conmovido del estrago general que les causaban las viruelas naturales y viendo que ninguno de los remedios que ordinariamente se usan alcanzaba a contener el curso de aquel fatal contagio”. Esto lo escribió en su libro Práctica moderna de la inoculación (1784), que junto a su Ensayo apologético de la inoculación de 1792, formarían dos de los textos básicos para que, finalmente y ya en 1798, se publicara una real cédula aprobando esta técnica predecesora de la vacuna.

Timoteo O’Scanlan murió en 1800 y no alcanzó a saber de los grandes avances de la vacuna de Jenner ni ver partir la Expedición Filantrópica del doctor Balmis del puerto de La Coruña en 1803. Las ciento cincuenta criaturas inoculadas en Ferrol contra la viruela deberían ser recordadas como los veinticinco niños que llevaron en sus cuerpos la vacuna a los territorios de ultramar. Y su extraordinario papel en la historia de la medicina, también.

domingo, 13 de septiembre de 2020

Doce litines por una peseta

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 13 septiembre 2020

Ni tristes ni melancólicos. La morriña es cosa del pasado y la saudade es más bien cosa de nuestros hermanos portugueses. Los gallegos somos un pueblo alegre, muy alegre. Lo afirma tajantemente el nutricionista, dietista y tecnólogo de los alimentos Manuel Portela Collazo, profesor de la Universidad de Vigo. Y la culpa, dice este experto en las cosas de comer y beber, la tiene la gran cantidad de litio que contiene el agua de Galicia. ¡Viva el litio!, deberíamos gritar ahora en lugar de alabar el vino o la cerveza, especialmente cuando tomemos como guarisnai un buen vaso de agua rebosante de sales de litio.

En realidad el asunto no es nada nuevo aunque sí es un tanto llamativo. A finales del siglo XIX y principios del XX era frecuente encontrarse en las farmacias diferentes preparados de litio en sobres. Con una caja de doce pueden prepararse doce litros de “agua de litines”. Precio: 1 peseta. Los más famosos eran los “Lithinés del Dr. Gustín”, nacidos en Francia y castellanizados como los litines. Cada sobre hacía el milagro de transformar un litro de agua corriente en una bebida con propiedades muy saludables. “Prescriben contra la gota, la diabetes, el reumatismo, afecciones del estómago, hígado, riñones y previenen cólicos hepáticos y nefríticos”. ¡Y por que no cabían más recomendaciones en la caja y la ciencia médica aún no estaba al tanto de los beneficios en el ánimo y el humor de las personas! Hoy ya sabemos que el litio es eficaz también para combatir la depresión, el desánimo, los trastornos maníaco-depresivos y la inestabilidad emocional. Vamos, que el litio tanto sirve para recargar las baterías de los móviles o los coches como para recargar las baterías anímicas de los gallegos más tristones y convertirlos en el paradigma del tipo alegre del siglo XXI.

Ángel Mato, actual alcalde-presidente departamental (cosa para la que no hacen falta estudios) es Químico de profesión (cosa esta para lo que sí tuvo que estudiar duramente). Como alcalde-químico que es ya está tardando en mandar echar unos camiones de litio en el embalse de As Forcadas. Los ferrolanos se convertirían en los gallegos más alegres, abandonarían la depresión y los impulsos autodestructivos y le darían a la ciudad un nuevo título. Ferrol, la ciudad naval, la cuna de las fragatas, el paraíso de las anclas y la ciudad de los lápices, pasaría a ser también la villa de la alegría. Ángel Mato, alcalde-químico vecino de Canido, debe recordar aquella vieja canción: “Es en Canido donde reina la alegría / Es en Canido donde reina el buen humor / No cambiaremos de carácter ningún día / Aunque nos dieran un millón…” Allí se cantaba, a la sombra del depósito de aguas repleto de sales de litio…que ya no está.

domingo, 6 de septiembre de 2020

La Ilustración está funcionando

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 6 septiembre 2020

Permítanme que traiga aquí la cita completa de Steven Pinker. La Ilustración está funcionando: desde hace dos siglos y medio se viene utilizando el conocimiento para fomentar el florecimiento y el progreso humano. Steven Pinker es uno de los grandes expertos en la Ilustración a nivel mundial. Psicólogo experimental, profesor en Harvard y autor del manual En defensa de la Ilustración, Pinker ha dedicado buena parte de su dilatada carrera a estudiar en profundidad los cuatro pilares que sustentan esta extraordinaria corriente de pensamiento, la Razón, la Ciencia, el Humanismo y el Progreso. Miles de estudios e investigaciones y cientos de teorías validadas dotaron a la Ilustración de un capital de conocimientos que comenzó con la Enciclopedia de D’Alembert y Diderot y llega a nuestros días tratando de explicar, por ejemplo, qué es el virus sars-cov-2 y cómo produce la enfermedad covid-19. Y es que la Ilustración, por resumirla en una frase breve extraída de los propios textos de Pinker, es sobre todo un proceso continuo de descubrimiento y perfeccionamiento.

La ciencia y el conocimiento nos sustentan. Los humanos somos una especie cognitiva que depende de las explicaciones del mundo. Aunque es verdad que determinados individuos se empeñan, también a lo largo de los siglos, en tergiversar, falsear, negar y ocultar las enseñanzas adquiridas gracias a la ciencia. Hoy los llamamos negacionistas. Ciudadanos que se instalan en sectas, se amparan en el anonimato de las redes sociales, dedican su tiempo a propagar bulos y mentiras y rechazan cualquier razonamiento basado en pruebas científicas. Los negacionistas sospechan de cualquier información proveniente de fuentes oficiales, creen que todo el mundo tiene intenciones oscuras y piensan que son víctimas de una persecución organizada. Se apoyan en cuentas falsas o el anonimato que permite Internet para negar la existencia de la pandemia, la eficacia de las vacunas y los grandes avances que la ciencia médica aportan a la humanidad.

Frente a la sinrazón y al negacionismo no caben las explicaciones pero sí el conocimiento. El pasado agosto el CSIC editó en su plataforma de Salud Global el informe Una visión global de la pandemia covid-19. Es público, gratuito y transparente. Recoge los avances de más de 300 grupos de trabajo interdisciplinares en las áreas de prevención, tratamiento clínico, contención y diagnóstico, estudios sobre fármacos y vacunas y el impacto global de la pandemia. La ciencia habla y habla claro. Y nos ayuda, como escribió Álvaro Cunqueiro, a no caminar con largas zancadas hacia el analfabetismo, la barbarie y el menosprecio de la inteligencia.

domingo, 30 de agosto de 2020

Brazos baratos y gente leal

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 30 agosto 2020

Agrupación Alianza Aresana. Fundada en 1904 en La Habana, Cuba. Es una obra arquitectónica con fuerte carácter pero es algo más, el recuerdo de una época contradictoria llena de miseria y esplendor, no a partes iguales, y la presencia aquí y ahora de un legado vivo que trata de mantenerse en las actuales generaciones. La celebración, en este año atípico alejado de la normalidad, de una nueva edición del Ares Indiano, es el reflejo de la tenacidad y el espíritu de lucha de todos los emigrantes que han sido y son, así como sus descendientes y allegados. La Alianza Aresana acogió durante unos días la exposición “O soño cubano da emigración galega”, un conjunto de paneles de fotografías, extractos periodísticos, afiches, mapas, citas literarias y sueños indianos, desde los primeros gallegos que llegaron a La Habana en 1854 en condiciones de semiesclavitud (sic) hasta los que regresaron triunfadores y con fortuna para construir fabulosas villas y dotar a sus pueblos de escuelas, mercados, jardines botánicos, fuentes, lavaderos, asilos, hospicios, casas de cultura y teatros.

Los gallegos habían ganado fama de ser gente leal y mano de obra barata. Llegaban a La Habana reclamados por familiares que los iban a buscar en pequeñas embarcaciones al propio trasatlántico, cuando iban con documentación. Otros muchos, sin documentos ni bienes ni dinero, eran trasladados al Hotel de Inmigrantes de Triscornia, para luego ser empleados como albañiles, camareros, carpinteros, al comercio minorista o como chóferes y al servicio de tranvías. Las mujeres, al servicio doméstico. Se recoge en una preciosa fotografía que “los naturales de Ares y Ferrol eran empleados como marineros y pescadores, así como en otros trabajos del puerto”.

En Cuba crearon la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Galicia, hicieron fiestas en La Tropical, levantaron el Centro Gallego de La Habana y dedicaron esfuerzos ingentes a mejorar la educación con el Plantel escolar Concepción Arenal y la salud en el Hospital La Benéfica. Crearon sociedades propias de sus territorios de origen, como la Agrupación Instructiva de Redes y Caamouco, a la que uno de sus vecinos a los que acompañó la fortuna dotó de modernas máquinas de escribir y fenomenales máquinas de coser, de origen norteamericano, para que los niños y niñas pudieran perfeccionar una instrucción que los convirtiera en ciudadanos de provecho.

En Galicia, particularmente en nuestra Galicia del norte, los indianos de Cuba nos legaron la Biblioteca América de la Universidad de Santiago pero también nos enviaron imágenes del cementerio Colón, en el que descansan miles de compatriotas infortunados que murieron pensando en la tierra a la que no pudieron regresar.

domingo, 23 de agosto de 2020

O no compete o no procede o no toca

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 23 agosto 2020

En las páginas políticas de esta amalgama de comunidades, municipios, cabildos, países y regiones que, en ocasiones aglutinada se reconoce como España, se pueden leer interesantes declaraciones de ministros, presidentes y alcaldes en las que para escabullirse de un tema decían que no eran de su competencia. O sea, que sobre aquel particular se declaraban incompetentes. De los más sonados -y reconocidos por los ferrolanos por la cuenta que nos traía- fue el caso del ministro Soria, a la sazón titular de la cartera de Industria, declarándose incompetente cuando le interrogaban acerca de la construcción de las fragatas F110. Otro especialista en escapismo fue el presidente Pujol, autor del célebre “eso no toca” cuando quería cambiar de tercio ante preguntas de tinte económico. Y así muchos más.

En política doméstica vemos a menudo episodios similares. Por alguna extraña razón en los plenos municipales aterrizan propuestas y mociones que no debieran, bien porque el municipio no tiene competencias para abordarlas, bien porque son irrelevantes o bien porque del resultado de su tramitación no se puede extraer ningún beneficio directo para la ciudad y sus vecinos. Ocurrió recientemente con una moción rechazada que incluía propuestas para las que el consistorio no es competente. Trataba asuntos como la condena a la “huída” del rey emérito, la solicitud de investigación de sus actividades desde 2014, la petición de derogación de la ley de injurias al Rey, el reingreso a las arcas públicas de posible dinero ilícito, el reconocimiento de Galicia como nación y la apuesta por una república gallega. Obviamente sobre cualquiera de esos asuntos los ediles ferrolanos ni tienen competencias, ni procedía su tramitación ni se hubiera extraído nada relevante de haberse aprobado en un pleno, más allá de recoger lo votado en un acta municipal. Sin embargo sí eran competentes para debatir la retirada de la medalla de oro a Juan Carlos I o trasladar el busto de la fachada del Ayuntamiento a un depósito municipal. Esto no se hizo.

La Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local 27/2013 no deja lugar a dudas ni a interpretaciones partidistas. Explica con claridad cuales son las competencias municipales a las que los ediles deberían dedicar todo su tiempo y empeño. Los ferrolanos, también. Urbanismo, vivienda, abastecimientos, limpieza, residuos sólidos, infraestructuras viarias, policía local, bomberos y protección civil, tráfico, transporte público, promoción turística, mercados de abastos, salubridad pública, cementerios, deporte y tiempo libre, ocio y fiestas, cultura, patrimonio, conservación de edificios, participación ciudadana, atención social…¿tocan o no tocan?

domingo, 16 de agosto de 2020

Mascarón de proa

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 16 agosto 2020

El doctor Fernando Gómez-Juárez de la Torre publicó en Twitter hace unos días un documento muy curioso firmado por el Marqués de la Ensenada y relacionado con los mascarones de proa. A Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada, le conocemos bien todos los ferrolanos con alguna vinculación con la mar, o sea, la mayoría. Suena de vez en cuando como nombre de un buque de guerra, otras veces aparece en los libros de historia (no siempre) y, por si fuera necesario refrescar su imagen, lo tenemos de cuerpo presente (con perdón) en los jardines de Herrera. Bueno, esto último es mucho decir, porque en realidad tenemos una escultura hiper policromada extraída de un retrato oficial a la que le falta el bicornio y el bastón de mando, con lo que “el marquesiño” se quedó con una postura robotizada de la que parece avergonzarse.

El caso es que el marqués le envió una orden a Eduardo Bryant a la que acompañaba “un canuto de madera en que va el diseño de un león, a fin de que agregado a él se hagan todos (los mascarones) que deben ser en las proas de los navíos que ya no estén hechos”. Edward Bryant era el maestro constructor naval que dirigía el Arsenal de Cartagena. Había sido contratado en 1750 fruto de la misión de espionaje del ingeniero Jorge Juan por tierras británicas, junto a otros muchos ingleses reclutados para los arsenales de las zonas marítimas.

No sabría decirles cuántos navíos acogieron en su proa un mascarón con forma de león. Probablemente muy pocos. El peso de la costumbre, la tradición y las creencias de la época hicieron que se siguiesen representando figuras de mujer, diosas y dioses, santos, dioses marinos, animales mitológicos y sirenas, entre otros. La mujer, se decía, tenía poderes especiales sobre la mar. La creencia llegó hasta nuestros días con el mascarón de la nereida Galatea, símbolo de la mar en calma, que dio nombre al buque escuela más querido en nuestros mares. Y el mascarón de Minerva, diosa romana de la estrategia militar que actualmente cuida del Juan Sebastián de Elcano y sus dotaciones.

El mascarón de proa es el alma del barco, escribió Ignacio Aldecoa en su cuento Biografía de un mascarón de proa (1952). Nadie narró la vida de un mascarón con tanto respeto. Ni con tanta maestría. Un viejo mascarón de roble que navegó en un bergantín dedicado al cabotaje y la piratería, según corrieran los tiempos. Naufragó por culpa de un “temporal malasangre”, cayó en manos de una tribu indígena, fue rescatado por un capitán vascongado y finalizó su vida como exvoto de naufragios desconocidos junto a unos remos, una rueda de timón y una campana de bronce. Una vida que bien pudiera ser la de alguno de los mascarones que tenemos en nuestros museos navales.

domingo, 9 de agosto de 2020

Extrañamiento

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 9 agosto 2020

Este Ferrol moderno, industrial y naval, ahora decadente y deprimido, surgió como producto de la decisión de un Borbón. Felipe V, conocido como el Animoso, llegó a España como un jovenzuelo francés nacido en el palacio de Versalles y criado con el consentimiento propio de ser el nieto del rey Sol, Luis XIV. Felipe V a veces creía que era una rana, otras estaba seguro de que había muerto y nunca mantenía un estado de ánimo estable y equilibrado. Padecía unas dolencias llamadas “vapores melancólicos” que le hacían pasar de la euforia a la depresión en un santiamén. El caso es que este joven Borbón, el 21 de diciembre de 1733, firma un real decreto por el que “resolvió absorber el señorío, vasallaje, oficios, rentas y derechos jurisdiccionales de las villas de Ferrol y La Graña”, hasta ese momento pertenecientes al condado de Lemos. Lo de absorber entendámoslo como incorporar a la Corona, o dicho en plata, le expropió en toda regla las dos villas al Conde de Lemos pagándole los 33.000 reales de vellón que producían en un solo año. Ferrol y la Graña, dos villas pequeñas y pobres pero con una posición geoestratégica envidiable quedaban definitivamente ligadas a los Borbones, a la Corona española, a la Armada y a las directrices del Estado centralizado con la corte en la villa de Madrid. Varios Borbones más tarde (todos firmantes de unos reinados calamitosos) fue la reina Isabel II quién le otorgó a Ferrol el título de ciudad. Esta reina pasó a la historia por tener nueve hijos nacidos, cada uno de un padre y ninguno de su marido. Fue su mayor acción real, además de tener que extrañarse como la mayoría de sus antecesores y algunos de sus descendientes. El extrañamiento o destierro en un país extranjero se ha convertido en algo consustancial al linaje Borbón, junto a la afición compulsiva a contar dinero ilícito y mujeres y hombres ajenos al matrimonio. Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XIII y, ahora, Juan Carlos I, por citar sólo a algunos, se esforzaron por mantener la mejor de las tradiciones borbónicas. Repudiar a sus antecesores, protagonizar casos de corrupción, vender patrimonio nacional para enriquecerse, llevar vidas licenciosas y poco edificantes para, al final de sus reinados, extrañarse en el extranjero y morir lejos de la patria que tanto decían amar.

Felipe VI, de momento rey de España, comenzó a repudiar el legado de su padre. Su autorización (o exigencia) del extrañamiento de Juan Carlos I no suena a nada extraño. Juan Carlos, el Campechano, fue un verdadero Borbón y por eso ya no está en España. Felipe tendrá que aprender a ser un jefe de Estado y desaprender a ser un Borbón, si quiere romper su herencia maldita. Y Ferrol…pues eso.

domingo, 2 de agosto de 2020

Galimatías

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 2 agosto 2020

La segunda acepción que recoge el Diccionario de la Lengua Española para galimatías es: confusión, desorden, lío. O sea, un batiburrillo de toda la vida o, como nos gusta más decir a los ferrolanos, un rebumbio que nin diola. Este es el panorama actual en los variados escenarios de la política, o si no lo es, se le parece bastante. 

Empezamos a digerir el acuerdo para la reconstrucción europea alcanzado hace unos días. Europa salva a Europa dicen los presidentes de los países más europeístas (y más azotados por el coronavirus) cuando todavía les late el pulso aceleradamente al comprobar como un grupo de países pequeños puso en jaque el sistema de gobernanza europeo. Nunca se alcanzó un acuerdo de esta magnitud y nunca se puso de manifiesto, como ahora, la enorme diferencia entre los países del norte y del sur, los protestantes y los católicos, los austeros frente a los manirrotos, los disciplinados frente a los amigos de la improvisación. Ni más ni menos que ese grupo de países frugales, liderado por los Países Bajos (Holanda es una de sus regiones), titulares de menos del 15% del PIB europeo y un porcentaje todavía menor de población, fue capaz de echar un órdago al eje Alemania-Francia flanqueado por España, Italia, Portugal y los demás. El 85% de Europa a expensas del cartesianismo intelectual del 15% de líderes favorables al cerrojazo y la austeridad.

Dentro del terreno patrio las cosas no pintan mejor. La pandemia puso de relieve que en España no existe un parlamentarismo democrático de altura. La mal llamada oposición, incapaz de entender su papel leal y de alternativa política, se opuso con argumentos inmaduros a que el Gobierno tomase las riendas a través de la declaración del estado de alarma -precepto constitucional- para, a continuación, reprocharle que ceda las competencias de la gestión a las comunidades autónomas. El PP compara, una y otra vez, su impecable gestión del ébola con la desastrosa gestión del covid19. Sin ruborizarse. La ultraderecha aznarista presenta una moción de censura en la que va a retratar de forma inmisericorde al líder de la derecha aznarista. Los populistas de izquierda, algunos camuflados en el Gobierno de coalición, ya no saben dónde meterse y sus votantes no saben que hacer con sus papeletas. Los independentistas, la mayoría ultracatólicos con tufillo conservador, quieren pescar más competencias y más euros en las aguas turbias del galimatías nacional.

Mientras los ciudadanos tratamos de ver cómo se puede reconstruir el país, su comercio, el turismo, la industria y la enonomía, al tiempo que contemplamos con ojos estupefactos y mascarilla quirúrgica la larga lista de mejoras sanitarias, educativas y asistenciales que nos quedan por hacer. Entre otras.

domingo, 26 de julio de 2020

Ajedrez

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 26 julio 2020

Pues yo creo que es un guiño a la bandera de Ferrol, de cuadros azules y blancos en forma de tablero de ajedrez, afirmaba Chundo, ahora jubilado y antes propietario de una librería. Moncho, filósofo que fuera profesor de instituto, creía que era un instrumento para pensar que incitaba al relax, como los tilos. Juancho, en su día contramaestre de la Armada, era partidario de organizar allí partidas de estrategia y táctica, como los de hundir la flota. A Pancho, antiguo empleado de la Caja de Ahorros, le parecía que lo mejor era jugar al monopoly, por aquello de comprar y vender casas. Gelucho, exsindicalista del metal, se despertó sobresaltado: ¿Un juego de qué?  Asamblea para que decida el pueblo, sentenció. Tonecho, propietario durante más de cuarenta años de una tienda de antigüedades (mejor diríamos un chambón) estaba seguro de que era un homenaje a los viejos cafés liberales y pavimentos de las logias masónicas, todas ellas con baldosas simbolizando el infinito, el universo, el bien y el mal, el día y la noche y otras varias ocurrencias e interpretaciones al gusto de cada cual.

Cada tarde, desde que las autoridades sanitarias lo permiten, se reúnen en una terraza del barrio de la Magdalena unos pocos matrimonios de jubilados. Lo hacen en mesas separadas para mantener la distancia de seguridad, aunque en realidad siempre lo hicieron en mesas separadas por convenciones sociales. Los hombres en una mesa, las mujeres en otra. Toman sus infusiones, sus cafés descafeinados, cervezas sin alcohol, agua mineral, y cosas que no atentan contra la tensión arterial ni el colesterol del malo. Todos excepto Juancho, el contramaestre, al que no le apea nadie de su copita de Pedro Ximénez y su brindis diario por la feliz singladura del Juan Sebastián de Elcano.

En esta tarde de calor pasaba por allí Chemari, historiador jubilado poco amigo de las terrazas pero un gran entusiasta de los paseos. Casi que le obligaron que les diese su opinión. Chemari les contó que estaban en el lugar donde se habían instalado las sociedades de las clases más pudientes, la burguesía militar, industrial y comercial más poderosa de la ciudad. También las sociedades de librepensadores, las imprentas, academias, periódicos y los mejores cafés. Era el lugar de las diversiones y el empleo de muchas horas que dedicaban al entretenimiento. Tal vez por eso, -dejadme que remache ese tal vez, insistía el viejo historiador- a alguien se le ocurrió dibujar ese tablero en la plaza de Armas.

En la mesa de las mujeres escuchaban la conversación y sonreían. Concha, Chuca, Nenucha, Chata, Calucha y Chitola estaban a lo suyo. Ajedrez. Es sencillamente un tablero para jugar al ajedrez. Sin más complicaciones. ¿Alguien quiere más menta-poleo?

domingo, 19 de julio de 2020

No hay quinto malo

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 19 julio 2020

Alberto Núñez Feijóo despejó las dos únicas incógnitas que quedaban pendientes ante las urnas: cual sería su margen de votos de diferencia sobre todos sus competidores y por qué partido político se presentaba. Ahora, en este cuarto mandato, sólo deja el interrogante de si habrá o no una quinta mayoría absoluta. Feijóo aclaró el futuro de la composición del Parlamento y la Xunta repitiendo lo que ya convirtió en rutina con cuatro victorias. En esta ocasión, además, venciendo de forma contundente a propios y extraños.

Venció en primer lugar a toda la simbología de su partido conservador. Núñez Feijóo se presentó a las elecciones sin la gaviota popular, sin la música popular, sin las siglas populares, sin el programa popular y sin la escenografía popular. Sólo estaba él, su cara, su nombre y un único mensaje dentro del argumentario político: Galicia.

Venció en segundo lugar a todos los comunes. Feijóo convirtió en lagarteranas las Mareas, Galicia en Común, Podemos, Anova, Izquierda Unida y todas las demás confluencias que no confluyeron en nada. Ni siquiera los aplausos cosechados por la ministra fenesa Yolanda Díaz (ahora en busca de nuevo destino) consiguieron arrancarle un solo voto.

En tercer lugar venció a la alternativa socialista simplemente ninguneándola. Feijóo no considera que Gonzalo Caballero sea un rival de la talla política de su tío Abel Caballero. Le restó protagonismo durante la campaña y el líder del PSdG no consiguió remontar el suelo de votos en que está sumido.

Pero de todas, la victoria más significativa la obtuvo Feijóo derrotando al aznarismo de su propio partido. Eran sus máximos rivales. Aznar, la FAES, Casado, Egea, Álvarez de Toledo, Ayuso y todos los demás discípulos de la escuela más partidaria del combate, las posiciones más radicales de la derecha y los discursos sobreactuados por la defensa del espíritu nacional. De un plumazo, además, junto a los aznaristas populares barrió del espectro político gallego a los aznaristas aledaños, tanto de Ciudadanos como de Vox.

Feijóo sólo se presentó contra Feijóo. Consiguió que los gallegos se olvidaran, una vez más, de que estaba en juego la composición del parlamento de O Hórreo y que es allí dónde se elige el presidente de la Xunta. Hizo su campaña presidencialista, personalísima, mejorando el estilo de Fraga y escondiendo en el trastero al Partido Popular y toda su organización política. Limitó al mínimo la presencia de Casado y su equipo directivo nacional. Apostó por cuarta vez todo a una cara, la suya. Y ganó por goleada consiguiendo que le acompañen a Compostela cuarenta diputados con la lección aprendida del sentidiño, la templanza y la moderación. Veremos si piensa aquello de que no hay quinto malo.

domingo, 12 de julio de 2020

Lo esencial

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 12 julio 2020

Llegó el momento de la reconstrucción. Hay que reconstruir lo esencial, afirman los políticos de todo el arco parlamentario. Es necesario llegar a grandes acuerdos nacionales que nos devuelvan a la senda del crecimiento y la creación de empleo, repiten sin cesar. Y aquí se acaba todo. El único acuerdo posible parece ser la necesidad de alcanzar un acuerdo. ¿Sobre qué? ¿Qué es lo esencial? Para unos son los servicios sociales, la sanidad y la educación; consideran imprescindible recuperarlos para el sector público. Sus opositores basan sus propuestas en privatizar la mayoría de esos servicios, que también consideran esenciales. Hay quien aboga por nacionalizar empresas quebradas, en manos de multinacionales, porque creen que forman parte de sectores esenciales. Esencial y estratégico no es lo mismo, les reprochan sus enemigos políticos que no sus adversarios. En realidad, afirman, ya tenemos la SEPI (Sociedad Española de Participaciones Industriales) para eso, para recoger los pedazos del tejido industrial que no quiere nadie. Véanse los números rojos de la mayoría de sus empresas y lo lejos que están de ser competitivas: Navantia, Correos, Tragsa, Airbus, Ebro Foods y un largo etcétera, hasta llegar a la joya de la corona (con perdón): el Hipódromo de la Zarzuela. ¿Son esenciales las carreras de caballos? Las inyecciones de dinero público, recaudado vía impuestos a todos los españoles (la SEPI no está encuadrada en Industria sino en Hacienda) confirman que sí. Se acaba de rescatar el hipódromo con más de siete millones de euros. En 2018 fueron seis millones y en 2014 más de dos. Para el Estado y la SEPI parece evidente qué es lo esencial. 

A los españoles nos queda esperar el maná europeo. Las cuentas del presupuesto nacional dependen en buena medida del resultado de las ayudas que recibiremos, su cualidad como préstamos o transferencias y la condicionalidad que llevan implícita. Los fondos tendrán que invertirse en proyectos y mejoras que nos hagan caminar hacia una economía más digital y más verde. Eso es esencial para Europa y es un buen avance. Pero los españoles estamos lejos de presentar acuerdos en estas materias. Estamos en decidir si es más importante nacionalizar Alcoa o adecentar los centros de salud. Estamos en considerar esencial la asistencia a los ancianos pero no sabemos gestionar las residencias: déficits en las públicas e incapaces de inspeccionar las condiciones de las concesiones a empresas privadas. Es esencial la educación pública pero el sistema no puede prescindir de acuerdos con confesiones religiosas para que enseñen a buena parte de los escolares. También son esenciales el turismo, la industria, la investigación, el patrimonio, la cultura, la cadena alimentaria...

domingo, 5 de julio de 2020

Publicidad en tiempos de covid

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 5 julio 2020

La epidemia está bajo control, dicen nuestros gobernantes. No así la pandemia que continúa golpeando con dureza en otras áreas del planeta. España ya no está en estado de alarma, se desactivó el confinamiento nacional y se recuperó la movilidad en todo el país. Comienza a reactivarse el trasiego de personas en el continente europeo, particularmente entre países fronterizos con situación sanitaria similar. La apertura de las fronteras con Portugal son motivo de especial satisfacción, sobre todo para los gallegos. Los ferrolanos encontraremos el momento de volver a Vila do Conde, nuestra ciudad hermana, y visitar su precioso puerto, el buque musealizado y la alfándega transformada en museo naval.

Los epidemiólogos, virólogos y demás científicos sanitarios aconsejan no bajar la guardia. El confinamiento nacional no es necesario pero sí lo es el que llaman confinamiento quirúrgico. Mantener en cuarentena una comunidad de vecinos, una residencia de ancianos, el personal de una empresa y sus familiares o a los inmigrantes acogidos en uno de esos centros de admisión temporal. Es preciso rastrear, detectar, testar y confinar de forma selectiva, temprana y rápida. En eso estamos.

Las consecuencias de la cuarentena obligatoria y la paralización de todo el país serán motivo de estudios y análisis durante mucho tiempo. Miles de variables intervienen en el transcurso de cada día y muchas de ellas inciden directamente en el comportamiento humano. Durante el confinamiento hemos visto más televisión y nos conectamos más veces y más tiempo a internet y las redes sociales. Muchas empresas e instituciones utilizaron la inmovilización de la población para emitir sus proclamas. El Gobierno repetía que al virus Lo paramos unidos. La OMS decía que era el momento de apartarse del mundo para salvarlo. Varias televisiones y medios de comunicación lanzaban mensajes de que estarían “Siempre a tu lado” “Juntos en esto” y que los medios “mejoran nuestras vidas”. Un banco hizo viral un anuncio en que se cantaba: “El dinero no es dinero / El dinero es el esfuerzo / Lo difícil que es ganarlo y lo sencillo que es perderlo” para acto seguido afirmar que su materia prima es la confianza y no nuestros euros. Una compañía fabricante de champús animaba a que tuviésemos la cabeza alta, y la empresa papelera nos convencía de que el eucalipto era imprescindible para fabricar productos esenciales. Todo bajo el himno del confinamiento, el Resistiré del Dúo Dinámico. Mientras las compañías eléctricas aseguraban que no nos faltaría la energía y los constructores de viviendas nos decían que “como en casa en ningún sitio”. Así, quietos y atentos a las pantallas.

domingo, 28 de junio de 2020

Los periódicos en los cafés

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 28 junio 2020

La Organización Mundial de la Salud (OMS), ese gran consultorio de cabecera, afirmó recientemente que leer el periódico en el café es una actividad segura. ¡Menos mal! En ninguna parte del mundo se han reportado casos de contagios a través de la prensa escrita, aún siendo compartida por diferentes usuarios. Al parecer, el papel es inocuo, las tintas utilizadas generalmente son muy agresivas con los patógenos y el propio proceso de impresión hacen que el periódico sea considerado un elemento inerte, amigo de las personas y enemigo de los virus. Los periódicos pueden regresar a los cafés (y peluquerías, ateneos, salas de espera de los dentistas y demás escenarios habituales) lo que hará que la nueva normalidad se parezca un poco más a la normalidad de toda la vida, la de siempre, la normalidad sin postizos.

Ferrol es una ciudad de periódicos y cafés. La verdad es que en esto sí que se parece a una ciudad normal a pesar de ser una ciudad nueva. Es ciudad con título desde la época isabelina -mediados del siglo diecinueve-, justo el momento en que también apareció la prensa escrita en el barrio de la Magdalena. En los talleres de las imprentas Taxonera y Pita comenzaron a imprimirse un buen número de periódicos y revistas, además de otros papeles volanderos. La ciudad naval llegó a contar con catorce cabeceras, nada menos, constando como la primera la del periódico El Águila, en 1845. De las más destacadas fueron El Eco Ferrolano, periódico de ciencias y literatura; El Pensamiento de Galicia, revista quincenal de información variada; El Brigantino, diario de intereses morales y materiales y La Aurora, periódico de literatura, moralidad y recreo. Los chicos repartidores de prensa voceaban las noticias por los mercados y plazas, el puerto, la entrada de los astilleros y en las puertas de las tabernas. En poco tiempo los periódicos se hicieron hueco en los primeros cafés ferrolanos, el Café del Ángel y el Café de la Iberia. En este último, contiguo al Teatro Principal en la calle Magdalena, tendrían presencia permanente en el gabinete de lectura de la segunda planta, al lado de la sala de naipes y la mesa de billar. La prensa escrita encontró igualmente su lugar en las sociedades de recreo. Había periódicos en el Circo de Recreación, el Circo de Jóvenes, el Liceo de Artesanos y el Casino Ferrolano. Los grupos sociales más cercanos a la burguesía podían acceder a la lectura de periódicos, mientras los grupos más populares recibían las noticias cantadas por los chicos de la prensa. Todo normal. Con sus gripes, pestes y demás epidemias. Los periódicos estaban allí. Un par de siglos más tarde zarandeados por el covid-19 vuelven a la acogedora normalidad de los cafés.

domingo, 21 de junio de 2020

La mili

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 21 junio 2020

Cartagena, esa maravillosa ciudad milenaria comprometida por el Estado como Ferrol y Cádiz en la acogida de las capitanías de las antiguas zonas marítimas, cuida un sencillo y valioso monumento: la estatua de un marinero. A pocos pasos del cuartel de instrucción, hoy reconvertido en Museo Naval, se ve al marinero con el petate reglamentario vistiendo lepanto, peto de gala y pañuelo tafetán. Es un homenaje a los miles de hombres (hubo una época en que sólo hacían la mili los hombres) que recibieron allí su instrucción marinera, el período inicial de lo que se llamaba el Servicio Militar Obligatorio. El marinero representa una etapa que marcó la vida de la ciudad como también lo hizo en Ferrol, aunque aquí se prefiera colocar en un lugar destacado la escultura de un toro, dada la enorme tradición ferrolana por los toros, los toreros, las corridas, los pasodobles, el flamenco y la tauromaquia en general. Ustedes ya me dirán.

El Servicio Militar Obligatorio dejó de existir en 2001. Dejó de existir porque dejó de tener sentido, naturalmente, además de provocar un fuerte rechazo por buena parte de la población. España no consideró necesario prepararse para una guerra que no llegaría y los ejércitos no podrían mantener los costes de un personal tan numeroso ni mucho menos su motivación. La mayoría de países occidentales dejaron de hacer obligatorio su servicio de armas porque consideraron que atentaba contra la libertad individual y de conciencia, en muchos casos truncaba la carrera educativa y profesional de sus jóvenes y además habían constatado que un porcentaje muy alto de sus ciudadanos no estaban “hechos para el entrenamiento militar”. La mili obligatoria ya no volverá a tener cabida en nuestro modelo social, aunque se siga manteniendo en más de sesenta países.

En los últimos años se recuperó una figura distinta aunque con ciertas similitudes. Algunos países cercanos implantaron una especie de servicio nacional, a veces voluntario, en el que los adolescentes y jóvenes conviven unas semanas aprendiendo a comportarse ante situaciones de emergencia, conocer técnicas de primeros auxilios, leer mapas y situarse en el territorio o la mar, conocer la estructura de Defensa nacional y materias similares.

La Operación Balmis puso a los ejércitos al servicio del país para ayudar en el estado de alarma ante la calamidad provocada por un virus que paralizó el mundo. El debate acerca de si en España tendría que implantarse un nuevo tipo de servicio que hiciese competentes a los ciudadanos para poder ayudar en momentos críticos ha vuelto con cierto brío. Ferrol, ciudad experta en instrucción marinera, está alistada para acoger y entrenar a miles de jóvenes, como siempre hizo.

domingo, 14 de junio de 2020

El rey emérito preside la plaza de Armas

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 14 junio 2020

El busto del rey emérito, Juan Carlos I, preside la plaza de Armas desde la fachada del palacio municipal. Allí lo colocó el alcalde Quintanilla en sustitución del de Francisco Franco a principios de los 80. Al dictador le acompañaban las efigies de Carlos I, Concepción Arenal, el Marqués de la Ensenada y Carlos III, aunque poco después estas cuatro figuras fueron desterradas al parque, a la galería de insignes personajes que rodea la fuente wallace. La verdad es que la instalación de esculturas en un edificio que pretendía tener inspiración neoclásica no encajaba con la propia filosofía de ese movimiento artístico, más propio de ensalzar los elementos arquitectónicos de forma rigurosa y omitir adornos y complementos estilísticos. Pero en la época de construcción del nuevo palacio municipal, año 1953, era inevitable homenajear al dictador Franco, hijo de aquel “Ferrol señalado por la providencia, ciudad a la que le fue dado el poder ofrecer a la Patria el astro de primera magnitud al ser la cuna del Caudillo…”, según se podía leer en las crónicas periodísticas del momento. Así fue adjudicado el lugar de honor en la fachada consistorial: primero Franco y después Juan Carlos I, cuyo busto allí continúa a pesar de no ser ni el rey titular ni, por tanto, el jefe del Estado. Le acompañan únicamente algunos animales y el reloj. Encima de su cabeza se encuentran las dos sirenas que flanquean el escudo de Ferrol; más abajo están los dos leones que protegen la balconada. Todos con un cierto aire somnoliento, tal vez provocado por los aromas de la tila ilustrada de la nueva plaza.

Estos días conocimos que tanto la fiscalía general como los fiscales anticorrupción elevan al Tribunal Supremo la investigación sobre el paradero de muchos millones de euros cobrados por el rey emérito en concepto de comisiones. El asunto es muy feo. En los primeros escritos se recoge la posibilidad de que Juan Carlos pudiera incurrir en delitos de blanqueo de capitales, delitos fiscales, ocultación de fondos en paraísos fiscales como Panamá y la utilización de una red de empresas y fundaciones en Suiza para ocultar ese gran patrimonio al fisco español. Todo esto suena rematadamente mal, hasta el punto de que el actual monarca Felipe VI, su hijo, manifestó su rechazo a cualquier herencia que no fuera obtenida de forma lícita.

Me pregunto que pensaría el añorado doctor Quintanilla. El sacó a Franco del Ayuntamiento y las corporaciones recientes no son capaces de desescalar a Juan Carlos cuando ya no es el jefe del estado y sí es el titular de un expediente lleno de euros ilícitos, comisiones, fraudes y amoríos impropios de quien debiera ser el primero de los servidores públicos.

domingo, 7 de junio de 2020

Amenazas a la salud

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 7 junio 2020

La reputación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) progresa adecuadamente. Como los niños en sus notas escolares. Y mejora más cuando es atacada ferozmente por los líderes de partidos y movimientos populistas, ultranacionalistas y fanáticos de esta condición. Es sabido, y esta pandemia lo ha vuelto a confirmar, que las ideologías populistas no se llevan bien con los criterios científicos. Son defensores de ideologías totalitarias y principios maximalistas que no atienden ni a la razón ni al contraste empírico ni a la experimentación ni al método científico. La tierra es plana, las vacunas producen autismo, las transfusiones de sangre atacan a mis creencias religiosas, el cociente intelectual es superior en mi raza, etcétera, son ejemplos de axiomas falsos que se convierten en eslóganes fácilmente repetidos por quien quiere creerlos y defenderlos, incluso en foros políticos y públicos. La OMS tiene el deber de cumplir la misión contraria: recoger las certezas que conforman el corpus de conocimiento actual y ponerlo al servicio de la sociedad. 

En enero de este año así lo hizo, una vez más, publicando una lista de trece desafíos que amenazan nuestra salud, la de todos. En los resúmenes de las Noticias ONU los líderes mundiales pudieron leer las recomendaciones de los expertos en Salud Pública y promover actuaciones en consecuencia. Poner la salud en medio del debate climático es el primer desafío: lucha contra el calentamiento global y sus consecuencias perniciosas para la salud. Hacer que la salud llegue a lugares en conflictos y a las poblaciones desplazadas. Conseguir que la atención médica sea más justa y supere las brechas socioeconómicas. Ampliar (universalizar) el acceso a los medicamentos. Detener las enfermedades infecciosas como la tuberculosis, malaria, VIH y enfermedades tropicales. Prevenir y afrontar pandemias de forma precoz, como la covid-19 que ha paralizado el mundo. Asegurar alimentos y productos saludables para todos. Invertir en los profesionales que defienden la salud, la asistencia social y los sistemas públicos de prevención. Proteger a la infancia y adolescencia. Utilizar positivamente las nuevas tecnologías. Proteger los medicamentos que nos protegen. Mantener una atención médica limpia, con acceso a agua y electricidad. Y, por último, ganarse la confianza pública para seguir los consejos médicos y científicos.

Es el momento, afirma la OMS, de construir una alfabetización científica y mejorar la educación para la salud. También lo es, en nuestro caso, de reconducir las inversiones en investigación y ciencia, reforzar el estado del bienestar y mejorar el sistema nacional de salud. Menos alardes –falsos- y más apuesta por la salud pública.
 

domingo, 31 de mayo de 2020

Los nuevos cafés

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 31 mayo 2020

Antes de la irrupción de los cafés en la España de la segunda mitad del siglo XVIII los parroquianos se distraían en figones, alojerías, aguaduchos, horchaterías, neverías, puestos de refrescos, de resolís, mistelas, aguardientes, botillerías y, sobre todo, tabernas. Ferrol era un buen ejemplo. Cuando se inauguraron los primeros cafés, llamados casas de conversación o casas de café, había en la floreciente ciudad naval más de 140 tabernas y mesones. Pero los cafés llegaron y lo cambiaron todo: hábitos de consumo, la forma de reunirnos, el transcurrir del día, el acceso a rumores, cotilleos, noticias y conocimientos, hasta la forma de vestir. Antonio Bonet Correa nos lo contó en Los Cafés Históricos (Cátedra, 2014), el gran manual sobre el mundo del café continuación de su discurso de recepción en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1987. Antonio Bonet, fallecido hace unos días a los 94 años de edad, había elevado la institución de los cafés al olimpo de las artes, en el que permanece. El café, dice allí, “es un lugar de reunión y de encuentro, de conversación e intercambio social”.

Fue el lugar que explica la Revolución Francesa, la Enciclopedia, el Liberalismo, los movimientos literarios, el Modernismo y las vanguardias artísticas. En los cafés se vivieron por primera vez los aires de participación en casas públicas y democráticas, lugares para conversar y jugar a naipes, ajedrez, damas y billar. Centros sociales en los que se degustaba una bebida antisoporífera que mantenía la mente despejada, al contrario que el vino aguado que amodorra y da pesadez a la cabeza. Por eso se hicieron hueco las gacetas, tertulias, papeles volanderos y los periódicos. Y por eso también se constituyeron como núcleos de creación de las artes arquitectónicas y decorativas, conjugándose espacios, mobiliario, columnas, murales, veladores, espejos y ventanales abiertos al mundo. Un café, decía César González Ruano, es “un reducto del nervio español, un mirador desde el que se puede contemplar el panorama espiritual de la nación y el mismo espectáculo del mundo”.

Después del confinamiento por el covid-19 los cafés vuelven a abrir sus puertas. Tímidamente. Lo hacen primero sus terrazas, después lo harán las mesas de sala y quién sabe si por último los taburetes de las barras. Probablemente no lo harán todos y una parte se quedarán en el camino. Será difícil ver de nuevo cafés ruidosos, caóticos, confusos y estridentes, tal y cómo definía Díaz Cañabate a las cafeterías de influencia americana. Tal vez los nuevos cafés recuperen la esencia de los históricos, esas academias vivas, públicas, democráticas y abiertas que describió como nadie el madrileño de origen coruñés Antonio Bonet Correa.




domingo, 24 de mayo de 2020

Los homenajes que está arrasando el covid-19

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 24 mayo 2020

Hay ferrolanos de toda clase y condición, faltaría más. Ferrolanos de toda la vida aunque esa vida se circunscriba a unos pocos años. Ferrolanos de pura cepa que presumen de hablar el idioma propio (esa mezcla de castellano, gallego e inglés única en el mundo) mejor que nadie. Ferrolanos anónimos, la mayoría, algunos encantados de vivir aquí y otros que sufren la ciudad con resignación. Y otros ferrolanos que alcanzan la excelencia en su trabajo, en la ciencia, el arte, la escritura o la política; esos que en terminología actual se dice que desarrollaron todo su talento. De esta clase hay muchos. En alguna época el número de hombres y mujeres ilustres, les puedo asegurar, fue el más alto de Galicia en relación al número de ciudadanos registrados. Aunque no todos fueron -ni son todavía- reconocidos. Ese es otro cantar.

El caso es que en este año los reconocimientos a ilustres ferrolanos habían llegado en avalancha. 2020 se presentaba como el año de premios merecidos y recuerdos de aniversarios. Iba a ser el año de los desagravios a muchos ferrolanos destacados que no lo habían sido hasta ahora porque el mundo entero conspiraba contra Ferrol, según proclamaban aquellos que se sentían aldraxados. Por fin los académicos de la lengua gallega le otorgaban su año a Ricardo Carballo Calero, después de muchas candidaturas infructuosas. De Concepción Arenal se había previsto todo un año de homenajes en ciudades de Galicia y España. La Real Academia Galega de Ciencias dedicó el 2020 al ferrolano de origen catalán Andrés Avelino Comerma y Batalla, a quién debemos el Dique de la Campana, la primera línea telefónica de Galicia, el impulso al cinematógrafo, varios estudios sobre el patrimonio de la comarca y otras ideas adelantadas a su época. Por su parte los ingenieros informáticos dedicaron su día a Ángela Ruiz Robles, creadora de la primera enciclopedia mecánica y precursora de nuevos métodos educativos. Y había más. El Club de Prensa consideraba oportuno reconocer la figura de Juan Flórez en el 150 aniversario de su muerte. Marino de carrera llegó a ser alcalde de La Coruña, diputado en el Congreso y uno de los máximos impulsores del ferrocarril a Galicia. Comenzaba a señalarse el extraordinario papel de Alonso Pita da Veiga en la batalla de Pavía y el pintor Ferrer Dalmau recogió su figura en uno de sus magníficos óleos. Y también era el año en el que los óleos de Álvarez de Sotomayor se colgaban de forma permanente en el museo provincial coruñés (ya saben, en Ferrol seguimos sin museo que dé a conocer lo nuestro y a los nuestros).

Un coronavirus nos arrebató la primavera a todos y la vida a muchos. No le permitamos que nos borre la memoria.

domingo, 17 de mayo de 2020

Cogobernar un país envenenado

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 17 mayo 2020

Pedro Sánchez afirma que la cogobernanza llegó para quedarse. El Gobierno que preside reitera que España ya se está cogobernando aunque no lo sepa. Sitúa en este nivel de corresponsabilidad a las comunidades autónomas y ayuntamientos, con las que mantiene un diálogo permanente desde que descubrieron la fórmula de la videoconferencia dominical. Y para darle forma a este hecho sin precedentes emitió la Orden SND/387/2020, de 3 de mayo, por la que se regula el proceso de cogobernanza con las comunidades autónomas y ciudades de Ceuta y Melilla para la transición a una nueva normalidad. En ella se apela a la cooperación, la colaboración, gobernanza conjunta, consenso y otras bellísimas palabras extraídas del mejor diccionario político. Pero (siempre hay un pero y en este caso es muy de agradecer) allí se explicita que las decisiones finales las tomará el Gobierno de la nación con la firma de la correspondiente autoridad delegada. 

En realidad el decreto no hace más que trasladar la intención del texto constitucional al ámbito de la solución de un problema nacional como es la emergencia sanitaria, económica y social que está causando el covid-19. En la Constitución del 78 se delimitó el ámbito de autogobierno de las comunidades autónomas y el canal adecuado para la representación territorial: el Senado. No fue el producto de una mala digestión, que diría Fernández Flórez en alguna crónica parlamentaria, ni un mal sueño. Fue una decisión acertada que derivó más bien en una pesadilla. Jamás ha funcionado el Senado como cámara territorial y las conferencias de presidentes han pasado sin pena ni gloria durante 40 años. Igual que sucedería ahora si tuvieran que ser presenciales en lugar de estar cada uno en su despacho. 

Quim Torra afirma desde los medios catalanes que él no ha visto la cogobernanza por ninguna parte. El presidente valenciano hace mención a los agravios comparativos entre regiones. El andaluz dice que se siente discriminado. La presidenta de Madrid afirma sin ruborizarse que la situación actual es como una “suerte de dictadura”. El jefe de la oposición dice que ya agotó la cuota de lealtad. Los ultraconservadores están convencidos de que el armazón constitucional que ampara las administraciones central, autonómica y municipal solo sirve para demoler “la arquitectura de las instituciones”. Frente a ellos hay formaciones que añoran un estado federal. Pero la mayoría se olvida de que España tiene pendiente hacer un pacto de lealtad y solidaridad; los españoles nos mostramos incapaces de defender lo común, de aprender a no barrer siempre cada uno para lo suyo. Nos olvidamos de fabricar estadistas que puedan cogobernar un país envenenado, y no solo por un virus.

domingo, 10 de mayo de 2020

Real y San Benito

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 10 mayo 2020

José Montero y Aróstegui, el más grande historiador y cronista de esta villa naval, no entendía por qué las calles longitudinales del barrio de La Magdalena se dividían en dos tramos con dos nombres diferentes. Lo decía así: “No sabemos a que atribuir la impropiedad que se nota de que, siendo dichas calles enteramente seguidas tengan dos nombres distintos, tomando el segundo desde la acera del este de la calle traviesa del Castañar que sube de la cárcel a la puerta de Canido”. La calle más importante de la época se llamaba Magdalena y San Bernardo. Las otras eran Real y San Benito, De la Iglesia y San Simón, Dolores y Galiano, María y Trinidad y la calle Del Sol. Formaban un paralelogramo de unos 250.778 metros cuadrados, divididos en 6 calles longitudinales y en nueve de travesía, “unas y otras de 8 metros 360 milímetros de ancho (10 varas castellanas) todas sujetas a rigurosa alineación”. Este era en 1858 el núcleo central del barrio ilustrado de Ferrol, con 41 manzanas enteramente iguales de 83 metros de largo (100 varas) por 33 metros de ancho (40 varas), a las que pronto se sumarían otras que estaban en proyecto. La calle Real y San Benito competía por albergar comercios con la calle Galiano. Era la segunda en importancia detrás de Magdalena y San Bernardo, calle en la que se habían instalado las imprentas, periódicos, academias, cafés de renombre, logias masónicas, teatros y sociedades de recreo. Sin embargo los caprichos de la historia, gobiernos y desgobiernos municipales, aparcamiento invasivo de coches y la propia elección de los ferrolanos, convirtieron la calle Real en la favorita. 

El coronavirus mortífero puso a prueba nuestra capacidad para permanecer confinados. Pondrá ahora a prueba la capacidad de los políticos municipales para devolver las ciudades a los ciudadanos; especialmente sus cascos históricos. La calle Real puede convertirse en la calle de las calles, aquella en la que cabe la ciudad entera, su historia, su esencia. Con la continuación por la antigua plaza de Capitanía y San Francisco, la calle enlazaría el Muelle, el barrio de La Magdalena y los ensanches. El paseo recorre las plazas de España, Armas, Amboage, jardines de Herrera, parque municipal, plaza de Ferrol Vello y muelle de Curuxeiras. En el trayecto se pueden ver los Arsenales y el mar, tan añorado por los partidarios de tirar las murallas, visitar el parque y caminar por donde lo hacían los peregrinos a Compostela. Incluye edificios neoclásicos y modernistas, el Obelisco de Churruca, y la fuentes dieciochescas de San Roque y La Fama. Sin tráfico, sin contaminación, sin ruidos…¿Les apetecería pasear la nueva calle Real, esa en la que cabría la ciudad entera?    


domingo, 3 de mayo de 2020

Aprendizajes a filispín

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 3 mayo 2020

En idioma ferrolano tenemos la suerte de poder elegir entre múltiples formas de decir que vamos a toda velocidad: A fume de carozo, a toda mecha, a uña de caballo… o a filispín. Nos apropiamos de los vocablos ingleses escritos en los telégrafos de órdenes que comunicaban el puente de gobierno y las salas de máquinas de los barcos. Cuando llegaba el momento en el telégrafo se marcaba la posición full y se decía la voz en alto “full speed”. A los técnicos ferrolanos debió parecerles innecesarias utilizar dos palabras y lo dejaron en “filispín”. Y así se quedó.

A filispín llegó el virus sars-cov-2 a España, Europa y el mundo y lo infectó de la enfermedad covid-19. A filispín se propagó, nos contagió, nos infectó y llenó los hospitales y los cementerios en una escalada de muerte que no se acaba nunca. A filispín han tenido los sanitarios que improvisar métodos de trabajo y equipos de protección para luchar contra la peste. Y están los científicos corriendo todo lo que pueden para encontrar fármacos y vacunas. A toda velocidad nos adaptamos al teletrabajo, la enseñanza vía telemática y a reunirnos por videoconferencia. Y vimos cómo se montaban hospitales de campaña en tiempo récord. Aprendimos el valor de la higiene, la etiqueta respiratoria y la distancia de salvaguarda entre personas. Muchos han descubierto, en un suspiro, que los cielos son azules, se puede hacer pan en casa y no es tan dramático prescindir de quemar ninots, procesionar esculturas religiosas, correr delante de toros, embadurnarse con tomates, ir a los estadios deportivos, cantarle a las Pepitas o comprar rosquillas en la romería de Chamorro. Todo eso tiene remedio.

A filispín aprendimos que la Constitución contempla las declaraciones de alarma, excepción y sitio. Y lo importante que sería, para salir fuertes de una emergencia sanitaria, económica y social sin precedentes en el último siglo, que la tropa política aprendiese a comportarse como las tropas de la sociedad civil: unidos contra el patógeno que nos mata. Lamentablemente esto no fue así y no parece que lo vaya a ser ahora que empezamos a ganarle la batalla al coronavirus. El batiburrillo formado entre los 16 partidos políticos parlamentarios, las 17 comunidades autónomas, los ayuntamientos y diputaciones, los agentes sociales, empresariales y económicos, los especialistas en bulos y mentiras, los órganos de mando religiosos, el poder judicial, los socios europeos del norte que no son tan socios ni tan europeos… Todo nos hace pensar que, más pronto que tarde, aprenderemos a convivir en estados de alerta de forma desunida, desorganizada, improvisando soluciones y buscando culpables a los que destruir. En política no aprendemos tan rápido.