domingo, 25 de abril de 2021

Ecologismo ilustrado

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 25 abril 2021

Seguimos en riesgo alto de infectarnos con el covid 19 y altísimo de contagiarnos de estupidez. Voltaire, aquel ilustrado que tuvo tantos seguidores librepensadores en La Magdalena que hasta editaron una revista con su nombre, ya advirtió en el siglo de las Luces que “la estupidez es una enfermedad extraordinaria; no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás”. En nuestra España líquida e irracional siempre hay un bobo de guardia dispuesto a decir una solemne estupidez y contagiar al resto del país. Sea un político de Vox debatiendo la Ley de Cambio Climático, una actriz residente en Francia, un cantante afónico o un obispo bocachanclas, lo cierto es que no hay semana que no estemos expuestos al contagio. Todos estos forman parte del género encuadrado en los movimientos ecopesimistas y negacionistas, generalmente arrimados a las políticas más conservadoras. El virus verbal del diputado Contreras, del grupo Vox, contenía la afirmación de que un par de grados más en la temperatura media del planeta vendrían bien porque reducirían las muertes por frío. Contreras recogió los bártulos y salió tan ancho del Congreso a esperar a fin de mes para recibir la nómina que pagamos todos los españoles, incluidos los que nos sentimos estúpidos en su lugar.

A mediados de los pasados años 70 surgieron en diferentes partes del mundo los llamados ecologistas ilustrados, conocidos también como ecomodernistas, ecologistas humanistas, ecopragmáticos, optimistas por la Tierra o del movimiento Azul Turquesa. Asumían tres principios. Uno, los humanos necesitamos consumir energía para calentar las casas, desplazarnos, cultivar alimentos, comunicarnos, fabricar enseres, etc… Dos, la industrialización fue buena para la humanidad. Y tres, la disyuntiva entre bienestar humano contra daño medioambiental se solucionará con tecnología. Para el ecologismo ilustrado el mayor reto al que nos enfrentamos consiste en descubrir cómo obtener la máxima energía con la mínima emisión de gases de efecto invernadero. Debe continuar el proceso de descarbonización de las actividades diarias, mejorar el aprovechamiento de las energías renovables y explorar nuevas formas de energías limpias que favorezcan el desarrollo y los avances en el bienestar y el progreso. Y sí, definitivamente es preciso contener la subida esperada de esos dos grados centígrados sin necesidad de renunciar a los mejores estándares de vida, educación, alimentación y salud posibles, añorando una naturaleza prístina como sugieren los movimientos anticapitalistas, expertos también en defender barbaridades pero esta vez desde la ultraizquierda política.

En fin, esperemos que la ciencia ilustrada nos proteja del virus y la razón nos aleje de la estupidez.

domingo, 11 de abril de 2021

Correr y saltar, ni para el arriba facu

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 11 abril 2021

Que sí, que sí, que se va a poder correr y saltar, pero sin molestar. ¿Y lanzar? Ah, de eso no se dice nada. ¿Y eso de molestar incluye que no se podrá jugar al arriba facu? Ah, pues en eso tampoco es muy claro el artículo 18 del proyecto de la ordenanza del tráfico, la movilidad y esas cosas. ¡Acabáramos! Si se trata de una ordenanza mejor olvidarla. Se aprobará y no se cumplirá, como las demás. Pero el asunto es si los mozalbetes, los pocos que quedan (están en peligro de extinción, como es notorio), podrán coger una buena carrera y dar un salto largo, largo, encima de las “lombas” de los que pandan: ¿picos, porros o tainas? Pues probablemente en lugares concurridos no lo harán. Primero porque siempre habrá alguien a quien eso moleste, y segundo, no menos importante, porque los rapaces ferrolanos no tienen ni la más remota noticia de lo que es el arriba facu. No importa.

El asunto es que el proyecto que presenta el gobierno municipal, de más de 80 páginas colgadas en la web consistorial, ha generado la polémica característica. Nada nuevo. Todos los opositantes habituales, partidos políticos, asociaciones, tertulianos de las redes sociales locales y afines, dicen que es un disparate. No se puede prohibir correr, saltar, detenerse en las aceras con la excusa de que se forma un trombo más grande que el provocado por el Ever Given en el canal de Suez -para lo cual, dicho sea de paso, no hace falta que se junten varios vecinos; con que se pare uno ya bloquea la acera-, ni esperar el autobús fuera de las marquesinas. El concejal del ramo se escuda en que muchas de estas medidas ya están recogidas en normas de otras ciudades, como Madrid. ¿Madrid? En Madrid no parece posible que prohíban correr y saltar a los madrileños tan amantes de la libertad, según dice Ayuso. Ni a los turistas franceses poco propensos a ninguna actividad atlética con su tiempo ocupado en el trasiego de garrafones después, eso sí, de visitar museos, bibliotecas, jardines botánicos, galerías de arte y cosas así.

Las ciudades del futuro están en otra cosa. Cada vez tienen más vecinos teletrabajando y educándose a través de plataformas. Fomentan el comercio de proximidad y la compra en línea. Diseñan más parques, plazas y zonas verdes, más calles peatonales o compartidas con vehículos que circulan a baja velocidad. Cada vez tendrán menos desplazamientos de coches privados, alquilados o de pago por uso, y reducen los estacionamientos en la vía pública. Los transportes públicos serán eléctricos, no contaminantes y silenciosos. Las ciudades del futuro no están en los colorines de las zonas de aparcamiento. Están en devolverle el espacio a sus propietarios, los vecinos, sepan o no saltar al arriba facu.

domingo, 4 de abril de 2021

Cuelgo, que nos espían

De guarisnais 
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 4 abril 2021

Gila tenía el problema resuelto. Llamaba por teléfono al enemigo (¿Es el enemigo?) del que tenía el número directo para reclamarle los planos del polvorín que se había llevado un día antes Agustín, su espía titular, vestido de lagarterana. Y es que las guerras contadas por Gila eran de otro nivel y el espionaje tenía cierto glamour. No como el de ahora, con tanto satélite, tanto geoposicionamiento, tanta antena gigantesca y tanto submarino nuclear escuchando conversaciones ajenas. Para después terminar vendiendo toda esa información en la internet profunda en unos cuántos ficheros encriptados que los hackers más espabilados se encargan de piratear. Y todo así.

La Armada quiere que las nuevas fragatas sean ciberseguras y le ha encargado a Navantia y Telefónica que se pongan a la tarea. Las F 110, clase Bonifaz (que gran acierto sus nombres: Bonifaz, Roger de Lauria, Menéndez de Avilés, Luis de Córdova y Barceló) serán los primeros buques en los que se implementen soluciones de Ciberseguridad de última generación y además tendrán comunicación integral entre los sistemas del buque y su gemelo digital. Estarán protegidos los sistemas de combate, el AEGIS, los radares de superficie y de control de tiro, el sonar, los sistemas de comunicaciones integradas, los enlaces de datos y los protocolos de contramedidas. Si todo sale como se espera, la clase Bonifaz estará a salvo de ciberataques, sabotajes, escuchas, interceptación de información y cualquier tipo de distorsión en sus sistemas de comunicaciones.

Pero ¿y la tripulación? ¿Qué pasará con los smartphones, tabletas electrónicas, ordenadores personales y demás dispositivos personales usados por toda la dotación? Son innumerables las señales emitidas que pueden facilitar la identificación y posición del buque, por ejemplo, en medio de alguna operación delicada. Sin olvidar que cuentan con cámaras de fotos y vídeo, por lo que es muy fácil compartir imágenes en las redes sociales de equipamientos, zonas sensibles, vehículos, sistemas de armas, centros de aprovisionamiento, e incluso perfiles personales.

Quedan muy lejos las cartas cifradas que mandaba Jorge Juan al Marqués de la Ensenada cuando espiaba los astilleros del Támesis. O las máquinas de rotores Enigma y similares, y los teléfonos analógicos como el de Gila. Vivimos en un mundo interconectado en el que cedimos la privacidad a cambio de la conexión “social” en la red. Los marinos que embarcarán en las futuras fragatas sabrán aplicar las normas de ciberseguridad en sus destinos, en cada ejercicio, maniobra o misión. Sin duda. La dificultad vendrá en su tiempo libre cuando hagan uso de los terminales personales: “oye, tengo que colgar que parece que nos espían”...