domingo, 24 de noviembre de 2019

Fragatas en la nube

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 24 noviembre 2019

Menudo revuelo (con perdón) se armó con esto de hacer fragatas en la nube. Fragatas virtuales que navegan en la red de redes, buques que no se tocan, ni se arman, ni se aprovisionan, ni se gobiernan, pero en los que se hace todo eso y más. Fragatas en las que trabajarán unos cuantos técnicos de Siemens, en colaboración con los ingenieros de Navantia y la Armada, naturalmente. 

El asunto, ustedes ya estarán al tanto, es que la empresa Siemens Digital Industries Software fue elegida por Navantia para diseñar el gemelo digital de las fragatas F110. Este sería el primer gran proyecto. Además, acompañará a los astilleros en su transformación digital, algo necesario en los tiempos que corren pero que, dicho sea de paso, ya forma parte de su día a día. En pocos lugares como en el astillero ferrolano se puede rastrear la evolución de todas las revoluciones industriales que en el mundo han sido, y también lo será la 4.0 y la revolución digital. El presidente de esta división de Siemens, Pascual Dedios-Pleite, hizo los honores de la presentación de semejante contrato en la sala de prensa (también en la virtual) de su compañía, delante de un retrato de su fundador Werner von Siemens y una frase lapidaria:”No podemos predecir el futuro pero sí inventarlo”. Y se vino arriba, a las nubes o a los cielos, uno ya no sabe. El señor Dedios-Pleite, en su comunicado, anunció que para hacer como dios manda todas estas tareas se crearía una oficina con un nombre de lo más rimbombante, el CESENA, Centro de Excelencia del Sector Naval, que tendría su sede en las oficinas regionales de Galicia, en el San Lázaro compostelano. ¡Qué tremendo patinazo el del señor Dedios-Pleite y su acompañante el señor Donato Martinez, a la sazón director de Tecnología y Transformación Digital de Navantia! ¡Diseñar fragatas, aunque sean digitales y naveguen por las nubes, en Compostela! El anuncio-misil cogió con el pie cambiado a todo quisque, incluido el alcalde compostelano José Bugallo que en esos días mantenía un rifirrafe con su colega de Vigo Abel Caballero acerca de si lo más importante era contar peregrinos o bombillas.

Ferrol, ciudad departamental, ciudad naval, capital de la provincia marítima y cuna de las fragatas, no consintió y no consentirá jamás perder el control del diseño de esta clase de buque escolta, en el que ha conseguido la excelencia a nivel mundial. Aquí se construyeron fragatas de todo tipo desde La Galga dieciochesca hasta la F105 Cristobal Colón. Se construirán las de la serie F110, tanto las reales como las virtuales. Y también las F120 que ya empieza a presentar la Armada. A esto, señores de Siemens y de la futura oficina CESENA, sí se le llama inventar el futuro.

domingo, 17 de noviembre de 2019

Un café con Canalejas

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 17 noviembre 2019

Al presidente Canalejas le han puesto un buen abrigo de bronce. Miguel Couto, el artista que hizo su escultura, pensó en un José Canalejas confiado, tranquilo, al que le gustaba pasear por aquel Madrid de principios del siglo veinte. Y lo trasladó al Cantón de Molins ferrolano, aunque don José naciera en Amboage. De Canalejas dicen los cronistas que era un hombre de temple, de fuerte personalidad y esmerada educación. Un patriota descomunal que se alistó en las tropas españolas para defender Cuba con más de cuarenta años y después de haber sido ministro de varias carteras. Políticamente fue un liberal progresista. Enfocó su trayectoria política en intentar hacer reformas democráticas que tuviesen como raíz la libertad de conciencia y las mejoras sociales. Cuando ocupó el cargo de presidente del Consejo de Ministros, entre 1910 y 1912, trató de solucionar los problemas surgidos en Marruecos, Canarias y Cataluña, propuso la reducción de impuestos a los productos básicos eliminando los consumos y los foros, intentó reformar las condiciones de trabajo nocturno de las mujeres y el descanso dominical, aprobó una ley de separación de los intereses entre Iglesia y Estado, reguló el servicio militar obligatorio eliminando el privilegio del pago para no ir a filas, luchó contra el caciquismo y a favor de la democratización de la política independientemente de que el Estado tuviese jefatura monárquica o republicana, y muchas cosas más.

No tuvo tiempo para desarrollar toda esa labor. El presidente Canalejas fue asesinado vilmente un frío mes de noviembre de 1912. Un anarquista sanguinario de los partidarios de las bombas y las pistolas le disparó tres tiros en la Puerta del Sol cuando miraba el escaparate de la librería San Martín, ya desaparecida. Acabó con la vida del ferrolano Canalejas, uno de los hombres más brillantes de la época que, a sus cincuenta y ocho años aún tenía mucho que decir. En el campo de la política y la jurisprudencia, el periodismo y la literatura. Este liberal demócrata, formado en Filosofía y Letras y Derecho, había sido decano del Colegio de Abogados, presidente del Ateneo y miembro de las Academias de la Lengua, Jurisprudencia y Ciencias Políticas y Morales, además de asiduo colaborador de los diarios La Democracia y el Heraldo de Madrid, del que también fue director.

Noviembre nos está azotando con un tren de borrascas cargado de meteoros adversos. Se une a la tormenta política y la inestabilidad provocada por la fragmentación del Congreso de los Diputados. Es un buen momento, tal vez, para tomar un café con el presidente Canalejas y aprender de sus reflexiones cultas y razonadas, alejadas del fanatismo, la superstición y la intolerancia.

domingo, 10 de noviembre de 2019

El camposanto de Canido

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 10 noviembre 2019

Noviembre es el mes de los muertos. El de los santos y los fieles difuntos. El mes de las misas, del recuerdo, de los ramos de flores. Noviembre es, cada vez más, el mes de las tertulias sobre la muerte en los cafés capitalinos. De la santa compaña y los ofrecimientos en las capillas de las aldeas. De la disputa entre el Samaín, el Halloween y las guerras comerciales que rebajan los precios en las grandes superficies para que, entre tanto muerto, los vivos no se olviden de consumir. Y es, por derecho propio, el mes de los cementerios. De aquellos de primera categoría que forman parte de las rutas europeas y tienen cola para ir a sus visitas guiadas. Y de los que, construidos por afamados arquitectos, como el de Finisterre, siguen vacíos porque a los vecinos les parece un lugar muy poco recogido, a pesar de sus inmejorables vistas al mar. Cementerios y panteones ilustres, que conservan a su lado el antiguo camposanto ahora reconvertido en parque. Cementerios pequeñitos, familiares, como el de San Pedro de Leixa. Cementerios ingleses. Cementerios árabes. Cementerios en los atrios de las iglesias, en sus criptas, y cementerios civiles, municipales, acogedores de todos los muertos. 

Cementerios que recibieron un impulso notable en el reinado de Carlos III, aquel Borbón con el que Ferrol dejó de ser una aldea de pescadores. En 1787 dictó una Real Cédula en la que prohibió en España las inhumaciones en las iglesias, debido a la multitud de enterramientos causados por epidemias terribles y que producían un hedor intolerable en las iglesias parroquiales más relevantes. En el caso ferrolano la peste de 1769 se llevó por delante 1.173 adultos y 899 niños, según las cifras del alcalde mayor Fernando Vivero Calderón citadas por el historiador Alfredo Martín. La parroquia de San Julián y el convento de San Francisco, en las que se producían más de 1.500 enterramientos anuales, eran un auténtico foco de infección. Desde 1755 se habían habilitado ya tres ferrados de terreno en Canido, lugar alto, ventilado, que cumplía las condiciones higienistas dictadas por la Ilustración. Allí comenzaron a celebrarse los enterramientos muy a pesar de la Iglesia Católica, que vio menguar sus ingresos por la disminución de enterramientos en suelo sagrado. Y así se convirtió el cementerio de Canido en uno de los más antiguos de España, junto con el del Real Sitio de San Ildefonso y el del Poblenou en Barcelona. Ferrol era una ciudad modelo en el cuidado de su población. En períodos muy tempranos contó con alcantarillado, alameda, hospital y cementerio. El desaparecido cementerio de Canido, con su leyenda sobre la puerta grande: “Venid a meditar. Venid a aprender la ciencia de morir”. 

domingo, 3 de noviembre de 2019

Los líos de los tilos

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 3 noviembre 2019

Declaro mi ferviente admiración por los tilos, hasta el punto de que de guarisnai esta semana tomaré una tila relajante a su salud. Les hablo de los tilos de la plaza de Armas, naturalmente. Esos tilos que estarán pero que no están, darán sombra pero todavía no se plantaron, perfumarán el barrio de La Magdalena aunque de momento siguen creciendo en su vivero holandés. Tilos de la especie tilia americana nova, tan apreciados por los enciclopedistas franceses, los botánicos ingleses y los naturalistas alemanes. Tilos descendientes de los hermosos ejemplares que desde el siglo XVIII habitan en plazas, parques, paseos, bulevares, jardines y alamedas de las ilustradas ciudades europeas. Tilos resistentes, tranquilos y tranquilizadores, urbanos, sensatos y relajantes. Lo dicho, soy un fan.

Pero es verdad que los tilos, que todavía no se plantaron, no son del agrado de todos. Por ejemplo, entre los alcaldes de la corporación municipal se generaron bandos (con perdón) a favor y en contra de los tilos. El exalcalde conservador Rey Varela presentó en su día un proyecto para la. plaza de Armas que ensalzaba el binomio palmeras y coches. Pretendía una plaza con aparcamiento para los coches y palmeras ultramarinas que hicieran juego con las de Amboage. Es el modelo insostenible de ir en coche a comprar tabaco y aparcar delante del estanco. Sus opositores, los alcaldes de izquierdas: el exalcalde Suárez, el actual alcalde Mato y el líder nacionalista Rivas (¡cuánto alcalde, por favor!), se mostraron siempre partidarios del proyecto de Carlos Pita, el arquitecto que diseñó la nueva plaza. La apuesta aquí es tilos y peatones, enviando los coches -y supongo que el tabaco- a otros lugares menos céntricos.

Por su parte la opinión de los ferrolanos expresada en las páginas más relevantes de las redes sociales es la que cabía esperar: ácida, autodestructiva, irascible e irracionalmente negativa. Lo habitual. Que si no habría cosas más importantes que hacer; que por qué los traen de Holanda; que era mejor plantar castaños y nogales para aprovechar sus frutos; que quién decidió que fueran tilos sin que los vecinos votaran; que seguro que alguien se llevará algunas comisiones de clo-cló; que así empezaron en la plaza de España (¡!); que por qué no se plantan especies autóctonas; que nadie mira nada por Ferrol; etcétera.

Pronto finalizarán las obras y traerán el convoy de tilos desde Holanda. Será un espectáculo. Algo parecido a cuando trajeron los cañones Vickers para artillar las baterías costeras. Los vecinos saldrán a aplaudir (es broma) el paso de los camiones con los 21 grandes tilos que vivirán en nuestra plaza mayor. Que sea por muchos años, más que los añorados Vickers.