domingo, 27 de junio de 2021

Trazas de la maestría de Ucha

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 27 junio 2021

Ferrol crecía. El Plan de Escuadra de Ferrándiz permitió que la Armada encargase cañoneras y acorazados a tutiplén. Del astillero salían ruidos de remachadoras hasta por las noches. Llegaron los ingleses de Vickers y reactivaron la Constructora Naval. Trajeron a sus familias, su disciplina, sus métodos de organización industrial y sus dineros. Volvieron muchos industriales que hicieron fortuna en Cuba y se asentaron comerciantes y pequeños burgueses de otros puntos de España. Aquel Ferrol de principios del siglo XX vio mejor por las noches gracias al nuevo alumbrado eléctrico. Llegó el teléfono, el automóvil, el tranvía, el ferrocarril. Se abrían nuevos cafés, teatros y salones de baile. Había más periódicos y causaba furor el mágico cinematógrafo. El censo de habitantes no paraba de aumentar y con él las casas, los niños, el comercio. Ferrol crecía -permítanme repetirlo- como lo hizo muy pocas veces en su historia.

El 1909 volvió Rodolfo Ucha de Madrid con el título de arquitecto bajo el brazo. Había vivido la potencia y expresividad del magisterio de Antonio Palacios, pero también había colaborado en la Academia de San Fernando en medio de las delicadas formas de las bellas artes. Ucha, diestro en la perfección del dibujo, tuvo la grandeza de comportarse el resto de su vida como un maestro en aprendizaje permanente, un arquitecto curioso y abierto siempre a las nuevas ideas y corrientes emergentes en España y Europa. Se observan en su obra trazas -bellísima palabra dicha por el profesor Fernando Bores al tiempo que dibujaba líneas en el aire con sus manos- de los maestros del Art Nouveau: Horta, Mackintosh y Gaudí. Aprendía de y con sus colegas más cercanos: Galán, González Villar, Carvajal. Cuidaba de sus libros y revistas extranjeras, como la Moderne Bauformen alemana.

Todos sus aprendizajes fueron muy valiosos pero siempre escasos para Ucha. Necesitaba llenar sus edificios del barrio de la Magdalena de los alegres, vistosos e irreverentes detalles modernistas, renombrados como trazas por Bores en la presentación del libro de José Pardo A buxaina de Ucha. Cariátides, figuras de animales, hojas de hiedra, flores de Lis, líneas curvas, difíciles, imitadoras de la naturaleza como principal fuente de inspiración del Modernismo. Y aquí se encontró con el incalculable valor de la rica experiencia de los artesanos locales, nos enseña Felipe Cotovad desde su atalaya de arquitecto municipal. Ferrol contaba con el mejor plantel de herreros, vidrieros, maestros constructores, albañiles, ceramistas, pintores, carpinteros y ebanistas, capaces de traducir los dibujos de Ucha en las maravillosas trazas modernistas que Pardo inmortalizó con la pericia del fotoperiodista de raza y oficio.

domingo, 13 de junio de 2021

Meninada, arte inmaterial

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 13 junio 2021

El artista italiano Salvatore Garau lo ha vuelto a hacer. Acaba de vender otra escultura inmaterial, una estatua titulada Yo soy. Una estatua invisible pero existente, dice el autor, que en el conjunto de explicaciones sobre la obra deja caer perlas del tipo que allí “hay un vacío”, que es algo así como un “contenedor de posibilidades” o que se puede apreciar un “concentrado de pensamientos”. Además de todo esto el comprador de la famosa escultura se ha podido llevar por el ajustado precio de 15.000 euros, un certificado donde se indica como colocar la estatua invisible sobre un pedestal de tales dimensiones, marcando el espacio con una cinta en el suelo y mantener en el lugar determinadas condiciones climáticas, térmicas y lumínicas. Todo para que se pueda apreciar este arte inmaterial en todo su esplendor. El escultor Salvatore Garau hizo su trabajo, vendió su arte y se llevó su dinero, y no es la primera vez que vende la nada. Hasta aquí todo correcto.

Pero el desacomplejado escultor se vino arriba y quiere apropiarse de la paternidad de esta forma de hacer arte, del liderazgo de esta revolución en la historia de la creación humana. Y no, esto no, en esto los ferrolanos no podemos transigir. Para eso desarrollamos la habilidad de mantener pedestales sin esculturas en la pequeña galería de personajes ilustres que acompañan la fuente wallace del parque. Una vez se hacía invisible un busto, otras se convertían en inmateriales varios, pero siempre, siempre, había una pieza escultórica vacía o llena de posibilidades y pensamientos, pero sin el personaje famoso tallado en piedra. Una maravilla. Sin olvidar que también somos especialistas en plantar esculturas anónimas para que el espectador juegue con su imaginación. Y por supuesto, no hay pueblo en la tierra que nos gane a la hora de invisibilizar por vía del anonimato o la expatriación a los vecinos meritorios. Trasladamos al arte etéreo las obras de Sotomayor, Villaamil e Imeldo Corral. Exiliamos los legados de Torrente Ballester, Carballo Calero y Concepción Arenal. Ninguneamos al naturalista López Seoane. Olvidamos a Alonso López y José Canalejas. 

Para corregir semejante agravio les adelanto que estoy preparando mi propia obra de arte invisible que colocaré en el lugar vacío que dejó el Cristo de la Tahona. Escribiré al pie de un espacio blanco enmarcado en cinta: “Título: Meninada. No pinten nada sobre ella. Prohibido lavar la pared con detergentes abrasivos. No utilicen flash. Tampoco la miren a los ojos; es, además de invisible, tímida e huidiza. Son 15.000 euros”. Cuando la vea el escultor Salvatore Garau reconocerá en la pared de Canido un buen contenedor de posibilidades.                                          

domingo, 6 de junio de 2021

Miguel Delibes sí lo vio venir

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 6 junio 2021

En el documento presentado por el gabinete de prospectiva, publicidad y propaganda de la Moncloa sobre cómo será la España rural en 2050, se afirma: “Los cambios institucionales y políticos que se produjeron con la llegada de la democracia y la descentralización competencial (léase Autonomías) no tuvieron capacidad para invertir el flujo migratorio del medio rural hacia las ciudades”. Traducción: Ni los sucesivos gobiernos nacionales ni los de las comunidades autónomas frenaron la sangría demográfica de la España rural, impidieron que se vaciara y alentaron, por acción u omisión, la emigración hacia las ciudades más grandes, españolas o extranjeras. La guinda del pastel es que la cosa no acaba aquí. Se dice en el citado informe que las zonas rurales perderán un 20% de población en 2050, sobre lo ya perdido hasta ahora.

Tal vez los cientos de políticos, asesores y expertos consultados que pasaron por los despachos públicos en estos decenios se exculpen en que todo se hizo por el progreso, por el desarrollo, por el crecimiento económico y el afán por alcanzar el bienestar colectivo. Y todo eso estaba en las grandes ciudades, cunas del saber y la cultura y la ciencia y la salud. La vida en los pueblos, villas y aldeas era prescindible, un pequeño peaje a pagar sin mayores consecuencias. Tomemos, desde aquí, el ejemplo de esta Galicia vacía y vaciada de las comarcas de Ferrol, Eume y Ortegal que ya ha perdido la tercera parte de su población en este período y que, pronostican los sabios, perderá otra quinta parte en las próximas décadas.

Sobre los grandes desafíos como el reto demográfico y el cambio climático escribió Miguel Delibes en todos los regímenes que gobernaron todas las Españas. En El camino, años 50, Daniel, el Mochuelo, se resistía a “abandonar la vida comunitaria de la pequeña villa para integrarse en el rebaño de la gran ciudad”. En los 70 fijó su credo en el discurso de entrada en la Academia de la Lengua: “…el verdadero progreso no estriba en un desarrollo ilimitado y competitivo…ni en fabricar cada día más cosas…ni en destruir la naturaleza…sino en racionalizar la utilización de la técnica, revitalizar los valores humanos y establecer las relaciones hombre-naturaleza en un plano de concordia”. Delibes, que llamaba a las cosas por su nombre, dejó un legado de artículos, conferencias, discursos y novelas en los que alentó la necesidad de embridar la técnica al servicio del hombre, el respeto a la naturaleza, la cultura del campo y la vida al ritmo de las estaciones en pueblos que sostienen el agua limpia, el aire limpio y los alimentos limpios. Esos pueblos que los políticos del presente definen como territorios de esperanza para 2050. Delibes lo vio venir en 1950.