domingo, 30 de agosto de 2020

Brazos baratos y gente leal

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 30 agosto 2020

Agrupación Alianza Aresana. Fundada en 1904 en La Habana, Cuba. Es una obra arquitectónica con fuerte carácter pero es algo más, el recuerdo de una época contradictoria llena de miseria y esplendor, no a partes iguales, y la presencia aquí y ahora de un legado vivo que trata de mantenerse en las actuales generaciones. La celebración, en este año atípico alejado de la normalidad, de una nueva edición del Ares Indiano, es el reflejo de la tenacidad y el espíritu de lucha de todos los emigrantes que han sido y son, así como sus descendientes y allegados. La Alianza Aresana acogió durante unos días la exposición “O soño cubano da emigración galega”, un conjunto de paneles de fotografías, extractos periodísticos, afiches, mapas, citas literarias y sueños indianos, desde los primeros gallegos que llegaron a La Habana en 1854 en condiciones de semiesclavitud (sic) hasta los que regresaron triunfadores y con fortuna para construir fabulosas villas y dotar a sus pueblos de escuelas, mercados, jardines botánicos, fuentes, lavaderos, asilos, hospicios, casas de cultura y teatros.

Los gallegos habían ganado fama de ser gente leal y mano de obra barata. Llegaban a La Habana reclamados por familiares que los iban a buscar en pequeñas embarcaciones al propio trasatlántico, cuando iban con documentación. Otros muchos, sin documentos ni bienes ni dinero, eran trasladados al Hotel de Inmigrantes de Triscornia, para luego ser empleados como albañiles, camareros, carpinteros, al comercio minorista o como chóferes y al servicio de tranvías. Las mujeres, al servicio doméstico. Se recoge en una preciosa fotografía que “los naturales de Ares y Ferrol eran empleados como marineros y pescadores, así como en otros trabajos del puerto”.

En Cuba crearon la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Galicia, hicieron fiestas en La Tropical, levantaron el Centro Gallego de La Habana y dedicaron esfuerzos ingentes a mejorar la educación con el Plantel escolar Concepción Arenal y la salud en el Hospital La Benéfica. Crearon sociedades propias de sus territorios de origen, como la Agrupación Instructiva de Redes y Caamouco, a la que uno de sus vecinos a los que acompañó la fortuna dotó de modernas máquinas de escribir y fenomenales máquinas de coser, de origen norteamericano, para que los niños y niñas pudieran perfeccionar una instrucción que los convirtiera en ciudadanos de provecho.

En Galicia, particularmente en nuestra Galicia del norte, los indianos de Cuba nos legaron la Biblioteca América de la Universidad de Santiago pero también nos enviaron imágenes del cementerio Colón, en el que descansan miles de compatriotas infortunados que murieron pensando en la tierra a la que no pudieron regresar.

domingo, 23 de agosto de 2020

O no compete o no procede o no toca

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 23 agosto 2020

En las páginas políticas de esta amalgama de comunidades, municipios, cabildos, países y regiones que, en ocasiones aglutinada se reconoce como España, se pueden leer interesantes declaraciones de ministros, presidentes y alcaldes en las que para escabullirse de un tema decían que no eran de su competencia. O sea, que sobre aquel particular se declaraban incompetentes. De los más sonados -y reconocidos por los ferrolanos por la cuenta que nos traía- fue el caso del ministro Soria, a la sazón titular de la cartera de Industria, declarándose incompetente cuando le interrogaban acerca de la construcción de las fragatas F110. Otro especialista en escapismo fue el presidente Pujol, autor del célebre “eso no toca” cuando quería cambiar de tercio ante preguntas de tinte económico. Y así muchos más.

En política doméstica vemos a menudo episodios similares. Por alguna extraña razón en los plenos municipales aterrizan propuestas y mociones que no debieran, bien porque el municipio no tiene competencias para abordarlas, bien porque son irrelevantes o bien porque del resultado de su tramitación no se puede extraer ningún beneficio directo para la ciudad y sus vecinos. Ocurrió recientemente con una moción rechazada que incluía propuestas para las que el consistorio no es competente. Trataba asuntos como la condena a la “huída” del rey emérito, la solicitud de investigación de sus actividades desde 2014, la petición de derogación de la ley de injurias al Rey, el reingreso a las arcas públicas de posible dinero ilícito, el reconocimiento de Galicia como nación y la apuesta por una república gallega. Obviamente sobre cualquiera de esos asuntos los ediles ferrolanos ni tienen competencias, ni procedía su tramitación ni se hubiera extraído nada relevante de haberse aprobado en un pleno, más allá de recoger lo votado en un acta municipal. Sin embargo sí eran competentes para debatir la retirada de la medalla de oro a Juan Carlos I o trasladar el busto de la fachada del Ayuntamiento a un depósito municipal. Esto no se hizo.

La Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local 27/2013 no deja lugar a dudas ni a interpretaciones partidistas. Explica con claridad cuales son las competencias municipales a las que los ediles deberían dedicar todo su tiempo y empeño. Los ferrolanos, también. Urbanismo, vivienda, abastecimientos, limpieza, residuos sólidos, infraestructuras viarias, policía local, bomberos y protección civil, tráfico, transporte público, promoción turística, mercados de abastos, salubridad pública, cementerios, deporte y tiempo libre, ocio y fiestas, cultura, patrimonio, conservación de edificios, participación ciudadana, atención social…¿tocan o no tocan?

domingo, 16 de agosto de 2020

Mascarón de proa

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 16 agosto 2020

El doctor Fernando Gómez-Juárez de la Torre publicó en Twitter hace unos días un documento muy curioso firmado por el Marqués de la Ensenada y relacionado con los mascarones de proa. A Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada, le conocemos bien todos los ferrolanos con alguna vinculación con la mar, o sea, la mayoría. Suena de vez en cuando como nombre de un buque de guerra, otras veces aparece en los libros de historia (no siempre) y, por si fuera necesario refrescar su imagen, lo tenemos de cuerpo presente (con perdón) en los jardines de Herrera. Bueno, esto último es mucho decir, porque en realidad tenemos una escultura hiper policromada extraída de un retrato oficial a la que le falta el bicornio y el bastón de mando, con lo que “el marquesiño” se quedó con una postura robotizada de la que parece avergonzarse.

El caso es que el marqués le envió una orden a Eduardo Bryant a la que acompañaba “un canuto de madera en que va el diseño de un león, a fin de que agregado a él se hagan todos (los mascarones) que deben ser en las proas de los navíos que ya no estén hechos”. Edward Bryant era el maestro constructor naval que dirigía el Arsenal de Cartagena. Había sido contratado en 1750 fruto de la misión de espionaje del ingeniero Jorge Juan por tierras británicas, junto a otros muchos ingleses reclutados para los arsenales de las zonas marítimas.

No sabría decirles cuántos navíos acogieron en su proa un mascarón con forma de león. Probablemente muy pocos. El peso de la costumbre, la tradición y las creencias de la época hicieron que se siguiesen representando figuras de mujer, diosas y dioses, santos, dioses marinos, animales mitológicos y sirenas, entre otros. La mujer, se decía, tenía poderes especiales sobre la mar. La creencia llegó hasta nuestros días con el mascarón de la nereida Galatea, símbolo de la mar en calma, que dio nombre al buque escuela más querido en nuestros mares. Y el mascarón de Minerva, diosa romana de la estrategia militar que actualmente cuida del Juan Sebastián de Elcano y sus dotaciones.

El mascarón de proa es el alma del barco, escribió Ignacio Aldecoa en su cuento Biografía de un mascarón de proa (1952). Nadie narró la vida de un mascarón con tanto respeto. Ni con tanta maestría. Un viejo mascarón de roble que navegó en un bergantín dedicado al cabotaje y la piratería, según corrieran los tiempos. Naufragó por culpa de un “temporal malasangre”, cayó en manos de una tribu indígena, fue rescatado por un capitán vascongado y finalizó su vida como exvoto de naufragios desconocidos junto a unos remos, una rueda de timón y una campana de bronce. Una vida que bien pudiera ser la de alguno de los mascarones que tenemos en nuestros museos navales.

domingo, 9 de agosto de 2020

Extrañamiento

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 9 agosto 2020

Este Ferrol moderno, industrial y naval, ahora decadente y deprimido, surgió como producto de la decisión de un Borbón. Felipe V, conocido como el Animoso, llegó a España como un jovenzuelo francés nacido en el palacio de Versalles y criado con el consentimiento propio de ser el nieto del rey Sol, Luis XIV. Felipe V a veces creía que era una rana, otras estaba seguro de que había muerto y nunca mantenía un estado de ánimo estable y equilibrado. Padecía unas dolencias llamadas “vapores melancólicos” que le hacían pasar de la euforia a la depresión en un santiamén. El caso es que este joven Borbón, el 21 de diciembre de 1733, firma un real decreto por el que “resolvió absorber el señorío, vasallaje, oficios, rentas y derechos jurisdiccionales de las villas de Ferrol y La Graña”, hasta ese momento pertenecientes al condado de Lemos. Lo de absorber entendámoslo como incorporar a la Corona, o dicho en plata, le expropió en toda regla las dos villas al Conde de Lemos pagándole los 33.000 reales de vellón que producían en un solo año. Ferrol y la Graña, dos villas pequeñas y pobres pero con una posición geoestratégica envidiable quedaban definitivamente ligadas a los Borbones, a la Corona española, a la Armada y a las directrices del Estado centralizado con la corte en la villa de Madrid. Varios Borbones más tarde (todos firmantes de unos reinados calamitosos) fue la reina Isabel II quién le otorgó a Ferrol el título de ciudad. Esta reina pasó a la historia por tener nueve hijos nacidos, cada uno de un padre y ninguno de su marido. Fue su mayor acción real, además de tener que extrañarse como la mayoría de sus antecesores y algunos de sus descendientes. El extrañamiento o destierro en un país extranjero se ha convertido en algo consustancial al linaje Borbón, junto a la afición compulsiva a contar dinero ilícito y mujeres y hombres ajenos al matrimonio. Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XIII y, ahora, Juan Carlos I, por citar sólo a algunos, se esforzaron por mantener la mejor de las tradiciones borbónicas. Repudiar a sus antecesores, protagonizar casos de corrupción, vender patrimonio nacional para enriquecerse, llevar vidas licenciosas y poco edificantes para, al final de sus reinados, extrañarse en el extranjero y morir lejos de la patria que tanto decían amar.

Felipe VI, de momento rey de España, comenzó a repudiar el legado de su padre. Su autorización (o exigencia) del extrañamiento de Juan Carlos I no suena a nada extraño. Juan Carlos, el Campechano, fue un verdadero Borbón y por eso ya no está en España. Felipe tendrá que aprender a ser un jefe de Estado y desaprender a ser un Borbón, si quiere romper su herencia maldita. Y Ferrol…pues eso.

domingo, 2 de agosto de 2020

Galimatías

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 2 agosto 2020

La segunda acepción que recoge el Diccionario de la Lengua Española para galimatías es: confusión, desorden, lío. O sea, un batiburrillo de toda la vida o, como nos gusta más decir a los ferrolanos, un rebumbio que nin diola. Este es el panorama actual en los variados escenarios de la política, o si no lo es, se le parece bastante. 

Empezamos a digerir el acuerdo para la reconstrucción europea alcanzado hace unos días. Europa salva a Europa dicen los presidentes de los países más europeístas (y más azotados por el coronavirus) cuando todavía les late el pulso aceleradamente al comprobar como un grupo de países pequeños puso en jaque el sistema de gobernanza europeo. Nunca se alcanzó un acuerdo de esta magnitud y nunca se puso de manifiesto, como ahora, la enorme diferencia entre los países del norte y del sur, los protestantes y los católicos, los austeros frente a los manirrotos, los disciplinados frente a los amigos de la improvisación. Ni más ni menos que ese grupo de países frugales, liderado por los Países Bajos (Holanda es una de sus regiones), titulares de menos del 15% del PIB europeo y un porcentaje todavía menor de población, fue capaz de echar un órdago al eje Alemania-Francia flanqueado por España, Italia, Portugal y los demás. El 85% de Europa a expensas del cartesianismo intelectual del 15% de líderes favorables al cerrojazo y la austeridad.

Dentro del terreno patrio las cosas no pintan mejor. La pandemia puso de relieve que en España no existe un parlamentarismo democrático de altura. La mal llamada oposición, incapaz de entender su papel leal y de alternativa política, se opuso con argumentos inmaduros a que el Gobierno tomase las riendas a través de la declaración del estado de alarma -precepto constitucional- para, a continuación, reprocharle que ceda las competencias de la gestión a las comunidades autónomas. El PP compara, una y otra vez, su impecable gestión del ébola con la desastrosa gestión del covid19. Sin ruborizarse. La ultraderecha aznarista presenta una moción de censura en la que va a retratar de forma inmisericorde al líder de la derecha aznarista. Los populistas de izquierda, algunos camuflados en el Gobierno de coalición, ya no saben dónde meterse y sus votantes no saben que hacer con sus papeletas. Los independentistas, la mayoría ultracatólicos con tufillo conservador, quieren pescar más competencias y más euros en las aguas turbias del galimatías nacional.

Mientras los ciudadanos tratamos de ver cómo se puede reconstruir el país, su comercio, el turismo, la industria y la enonomía, al tiempo que contemplamos con ojos estupefactos y mascarilla quirúrgica la larga lista de mejoras sanitarias, educativas y asistenciales que nos quedan por hacer. Entre otras.