domingo, 27 de diciembre de 2020

Gris oscuro tirando a negro

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 27 diciembre 2020

En los astilleros se gastaron pocos litros de pintura gris naval este pandémico 2020. Algún retoque, el acabado de los buques australianos, la propia de los mantenimientos y poco más. Ningún buque nuevo. Las F 110 están todavía en los procesadores de los ordenadores y los planos de los diseñadores de Navantia y la Armada. No se precisa pintura, ni chapa, ni sopletes ni nada. El año naval más que gris fue un año negro, como lo fue para la ciudad naval. 

Los más precisos con el lenguaje bien podrían calificar 2020 como annus horribilis. A Ferrol le ha salido (casi) todo mal. Todavía a día de hoy la situación sanitaria es de grave riesgo y la ciudad se encuentra en cierre perimetral y con fuertes restricciones sociales y laborales. El comercio, la hostelería y el turismo están agónicos. No hay escalas de cruceros ni celebraciones festivas. El sector de la cultura necesitará subvenciones públicas durante bastantes años. La sanidad ferrolana, que está jugando un papel protagonista, necesitará redimensionarse para hacer frente a las necesidades futuras.

Mientras tanto la agenda 2030 ha sido aparcada y las infraestructuras imprescindibles avanzan al ralentí. Las comunicaciones ferroviarias (conexión con Coruña, vía estrecha al Cantábrico y enlace con el puerto exterior) siguen siendo asignaturas pendientes. La ría continúa recibiendo aguas residuales y fecales, a caño libre. Hay una parte relevante de viviendas en zonas rurales (en torno a un 5%) que carecen de alcantarillado. Los pavimentos y carreteras son, en buena medida, un martirio. La peatonalización avanza a trompicones, nunca mejor dicho, y las obras que la posibilitarían no obedecen a ningún criterio sostenible. Carril bici, aceras y calles en plataforma única, pacificación del tráfico, incremento de plazas y zonas verdes, cuidado del mobiliario urbano, son asuntos que en nuestra ciudad departamental no se desarrollan con la misma determinación que en las ciudades vecinas de Galicia y las de similar tamaño de España. 

El pozo demográfico no tiene fondo: quinientos y pico vecinos menos en el padrón. Un año más, unos cientos de habitantes menos. Es una constante desde la crisis del petróleo de finales de los setenta. También parece permanente la mala suerte que impidió que el 2020 fuese un fantástico año de homenajes. Con más pena que gloria pasaron los de las letras gallegas de Carballo Calero, los colegios de ingenieros a Andrés Comerma, la Academia de Ciencias a la oceanógrafa Ángeles Alvariño y el 200 aniversario de una de las más altas referencias de la ciudad, Concepción Arenal. Menos mal que la Biblioteca Nacional sí hace de la pensadora universal una magnífica exposición. ¿La traerán a Ferrol? Veremos.

domingo, 20 de diciembre de 2020

Timoteo O'Scanlan

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 20 diciembre 2020

En la zarzuela La verbena de la Paloma don Hilarión y don Sebastián mostraban su asombro por que el aceite de ricino ya se podía tomar en píldoras. Lo celebraron cantando aquello de “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, frase afortunada que quedó para siempre en el repertorio de sentencias populares. Las ciencias adelantan, es indudable, pero unas más que otras y en unos países a mayor velocidad que en otros. Y hemos de reconocer que en estas múltiples Españas nuestras los desarrollos científicos no han ido demasiado bien, vaya, para decirlo suavemente. Sufrimos en los campos de la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación, las consecuencias de dos males, a saber: la raquítica inversión en medios, laboratorios, investigadores, etc…, y la enorme aversión de poderosos colectivos defensores de los remedios a base de rezos y silencio, y no de fármacos y vacunas descubiertas por los científicos.

En Ferrol nos olvidamos con facilidad de nuestra brillante historia y de muchos personajes que estuvieron a la cabeza de la investigación científica española. Pero no se alarmen, esto ya forma parte de la idiosincrasia ferrolana. Una muestra son las peripecias padecidas por Timoteo O´Scanlan, pionero de la práctica inoculatoria en España. Este médico irlandés, alistado en el regimiento de Hibernia, vino destinado a la ciudad naval a mediados del siglo dieciocho. En 1763 figura como doctor en Medicina, primer médico del Hospital Real de Esteiro y protomédico del Departamento de Marina de Ferrol. Se trataba de un gran conocedor de las prácticas de inoculación más modernas empleadas en Londres y París y que decidió ponerlas en ejecución “inoculando en El Ferrol ciento y cincuenta criaturas, conmovido del estrago general que causaban las viruelas y viendo que ninguno de los remedios que ordinariamente se usan alcanzaba a contener el curso de aquel fatal contagio”. El doctor O´Scanlan, como hombre de ciencia que era, hizo públicos aquellos ensayos inoculatorios (todavía no había acuñado Jenner el término vacuna), lo que le ocasionó enfrentamientos cerriles durante cerca de cuarenta años, hasta su fallecimiento en 1800. Parte de los académicos médicos de la corte real, miembros de la nobleza y las altas jerarquías eclesiásticas eran partidarios de las tesis contrarias al avance de la ciencia. Lo resumían así: “Las viruelas, como todas las enfermedades, traen su origen o principio de la naturaleza corrompida por el pecado…” Algo que todavía hoy firman los negacionistas, creacionistas y fanáticos más partidarios de dogmas religiosos que de vacunas y fármacos fruto de la experimentación de sabios  adelantados, como el doctor Timoteo O´Scanlan.

domingo, 13 de diciembre de 2020

El cartucho

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 13 diciembre 2020

Pues no sabría yo decirles con exactitud cuándo comenzó el astillero a entregar a sus trabajadores esa cesta navideña que en Ferrol llamamos cartucho. En esta villa retitulada en ciudad no podemos remontarnos a un pasado romano. Los patronos, en aquel imperio, repartían cestos de comida llamados “sportula” entre sus criados y empleados cuando llegaban estas fechas. Podría ser más probable la influencia inglesa de repartir el “christmas box” (caja de Navidad) que daban los nobles ricos a sus criados y los ciudadanos a muchos servidores públicos: carteros, policías, serenos, barrenderos, etc… Desde finales del siglo XIX y principios del XX esta costumbre arraigó también en España, particularmente en las empresas y organismos públicos, y el astillero ferrolano cumplía esos dos requisitos: era una empresa de interés público en la que también intervino el capital británico. ¿Tuvo algo que ver la colonia británica en la Constructora Naval con la tradición del cartucho navideño? Ahí se lo dejo.

La verdad es que la tesis menos romántica y más sencilla (suele ser la que predomina) es que el cartucho navideño del astillero es un cartucho bazanero. Un cartucho vinculado al racionamiento en aquellos años de hambre y miseria en una España devastada por una guerra y sometida a un régimen dictatorial. En 1943 se inaugura el Economato de Bazán y, muy probablemente, el cartucho comenzó a salir de entre las viandas de sus almacenes: aceite, café, conservas, azúcar, turrones, melocotón en almíbar, higos, peladillas, nueces, mazapanes…

El cartucho bazanero era un cartucho esperado, un cartucho que alegraba por unos días a miles de familias vinculadas a la construcción naval. Sobrevivió a Bazán y a Izar, pero ahora las está pasando canutas con Navantia. Es, en este momento, un cartucho menguante, tan menguante como el astillero, la ciudad y la comarca. Desde hace muchos años se transformó en un complemento retributivo más, una línea del presupuesto de personal correspondiente a los salarios en especie: 90 euros por beneficiario (más o menos). Es un cartucho externalizado, sin gracia, que mantiene el espíritu paternalista de la política salarial del astillero militarizado en la dictadura, tan difícil de explicar a las nuevas generaciones de empleados. Cada año más pequeño (en proporción al total salarial) el cartucho naval va camino de convertirse en cucurucho. Allí no cabrá ni un buque de aprovisionamiento ni un dique cubierto (tampoco cabía un dique flotante) ni un simple buque transporte para el Ejército de Tierra. Se convertirá en un cartucho de síntesis en un astillero de síntesis, que parece que con el programa de las fragatas F 110 se juega uno de sus últimos cartuchos.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Recuperación y resiliencia

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 6 diciembre 2020

Los españoles somos catedráticos escribiendo planes. Planes estratégicos, planes directores, planes sectoriales o planes de márketing. También destacamos en la redacción de protocolos y en la fabricación de textos legales. Otra cosa es aprobarlos y cumplirlos. Esto ya no se nos da tan bien. Desviamos nuestros esfuerzos en cosas más importantes, como la construcción de hospitales sin personal sanitario, aeropuertos sin aviones, estaciones intermodales sin trenes ni autobuses y palacios de congresos sin congresos ni gente ni nada. Llegados a este punto he de confesarles que creo conocer la explicación a este fenómeno: somos un país con excelentes publicistas. Los creativos de las agencias de publicidad españolas son admirados en medio mundo y hasta llegan a competir con los argentinos, que ya es decir. Y claro, este buen hacer de las campañas publicitarias ha calado en la clase política y el resultado salta a la vista.

Nos infectó el covid-19 llevándose por delante miles de vidas y dejando a su paso una infernal crisis sanitaria, económica y social. Estamos en medio de la segunda ola y el conocimiento científico nos recuerda que la batalla no terminó. Toca diseñar un nuevo plan para hacer frente a esta lacra, aunque esta vez no se ha hecho un plan de ocurrencias. La Unión Europea está detrás –sin que sirva de precedente- con el nuevo Fondo de Recuperación Next Generation EU. El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia español está incardinado en él y permitirá la movilización extraordinaria de recursos (transferencias y créditos) destinados con carácter finalista a proyectos de recuperación y transformación de nuestra maltrecha economía.

Las 58 páginas de este plan recogen 4 líneas directrices y diez políticas palanca que serán tuteladas (gracias a los dioses de la mar) por la vicepresidenta Calviño, esa ministra gallega que sabe de lo que habla y habla de lo que sabe, especialmente en materia económica. Por eso nos recuerda, insistentemente, que “tan importante como la cantidad es la velocidad con la que seamos capaces de impulsar las inversiones públicas que pueden movilizar también la iniciativa privada”. No vaya a suceder que una vez más la burocracia y la lentitud administrativa frenen, por pura ineptitud, la llegada de los dineros que tanto necesitamos. Podemos construir una España más verde, más digital, más igualitaria y más cohesionada, de la que no deben ser protagonistas ni las ínfulas separatistas, ni las nostalgias franquistas ni los populismos efímeros. Tampoco la España burocrática e improductiva, regida por el calendario fiestero, el fracaso escolar y el apego al pensamiento único, tan alejados del progreso al que debemos aspirar.