domingo, 24 de febrero de 2019

Toque a rebato

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 24 de febrero de 2019

Estamos metidos de lleno en un período electoral largo, ancho y profundo. Las alternativas que se vislumbran en el tablero político no parecen ser ilusionantes ni alentadoras. La característica que mejor define el ánimo del electorado es la de hartazgo. El CIS y otros institutos demoscópicos presentan a la clase política y los partidos políticos como agentes generadores de problemas; en ningún caso se atisban como parte de la solución a esos problemas. Cada vez hay mayor porcentaje de entrevistados que se declaran indecisos o abstencionistas, al tiempo que los mensajes recibidos desde el núcleo de las organizaciones políticas es el de que se refugiarán más en su nicho electoral: movilizarán a los suyos. Habrá más fragmentación y dificultad de entendimiento entre ellos. 

Las fuerzas de la derecha se han reconvertido en un Can Cerbero de la patria una, grande y libre. Las tres cabezas -Rivera, Casado y Abascal- del animal mitológico con médula espinal del resucitado Aznar, están transformando su propuesta en aquellos principios de la FEN, Formación del Espíritu Nacional, instalada en la etapa predemocrática y preconstitucional. El nacionalcatolicismo es su programa electoral, declinado en la bandera, la familia, el himno, el Estado centralizado, los valores sagrados vehiculados en la educación, la sumisión de la mujer y la limpieza de la raza española. A ellas se añade (aunque se quiera camuflar) la derecha nacionalindependentista de los supremacistas catalanes. Su programa es similar: primero mi patria, mi idioma, mi pasaporte, mis genes, mi cultura, mi historia y mi himno. Su estrategia es antidemocrática (antisistema) y anticonstitucional, lo que les ha llevado al banquillo de los tribunales de justicia.

Por su parte las fuerzas del arco de la izquierda continúan enmarañadas en encontrarse a sí mismas. La nueva política se presenta rota en mil facciones que no confluyen ya casi en nada. Bauman definía estas aspiraciones como nuevas opciones cargadas de sentimiento y escasas de pensamiento. Añadiríamos que también escasas de organización. Desde la Socialdemocracia hacia su izquierda encontramos partidos políticos que continúan partidos (permítanme el juego de palabras) internamente. Luchas entre cargos orgánicos y territoriales, disputas entre líderes de distintas generaciones, nostálgicos frente a pragmáticos, defensores de las decisiones de los militantes frente a los abanderados de las esencias sociales e igualitarias.

El momento requiere que los votantes suban a los campanarios y toquen a rebato, frente a la amenaza de una clase política que inspira muy poca confianza. La primavera y el verano se aventuran cálidos, en temperatura y crispación política. Veremos.

domingo, 17 de febrero de 2019

Ocho apellidos ferrolanos

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 17 de febrero de 2019

En Galicia contamos con uno de los mejores equipos de genetistas de Europa dirigido por Ángel Carracedo, catedrático de la universidad compostelana. Esto casi que se veía venir, porque hablar de genética y de Galicia es hablar de lo mismo. Específicamente del minifundismo genético y la endogamia genética, tal y cómo nos lo acaban de contar en un estudio compartido con otras universidades europeas. El doctor Carracedo demostró que los gallegos somos una rara avis a la hora de compartir genes, apellidos y ADN (ácido desoxirribonucleico, para entendernos). Nos parecemos un poco a los leoneses y a los portugueses. Esto último tal vez sea debido a que en las muestras del estudio se han utilizado más muestras de pontevedreses que de otras provincias gallegas, algo que no debemos perder de vista. Al informe de los genetistas rápidamente se le sumaron interpretaciones desde otras disciplinas. Los antropólogos confirman que tradicionalmente se celebraban las bodas entre cónyuges de la misma parroquia o, como mucho, de la misma comarca. Los psiquiatras apuntan a que tanto el minifundismo como el aislacionismo explican, en buena medida, nuestro carácter. No olvidemos que estamos en una esquina rodeados por mar y montañas, en un lugar de difícil acceso que es punto de llegada. Los sociólogos están dándole vueltas a los movimientos migratorios ocurridos fundamentalmente en el último milenio para tratar de explicar el origen de los apellidos y su vinculación con zonas geográficas concretas.

Y en esto llegamos a Ferrol, la excepción que confirma la regla. Ferrol, sitio distinto, ciudad nueva construida en un santiamén. Su núcleo original, Ferrol Vello, contaba con 1.500 habitantes en 1736. Por una decisión de estado, ajena a la propia iniciativa de sus habitantes ni a su desarrollo demográfico y económico, pasó a tener 30.000 habitantes –no transeúntes- en 1760. ¡El Nuevo Ferrol multiplicó por 20 su población en menos de 25 años! ¿De dónde salieron los ferrolanos de nuevo cuño? ¿Qué apellidos tenían? ¿Cómo influyó este aluvión en el legado genético de la población? Después de ellos llegaron a la ciudad muchos técnicos ingleses, al menos en tres períodos: los “traídos” por Jorge Juan en el XVIII, los maquinistas y mecánicos del vapor a mediados del XIX y los llegados con la creación de la Constructora Naval (participada mayoritariamente por Vickers) a principios del XX. Además de los cruces de marinos cartageneros y gaditanos, comerciantes de la maragatería, industriales vascos y catalanes, entre otros.

Los genetistas lo tienen difícil en esta ciudad, tanto como un cineasta que quisiera hacer la película Ocho apellidos ferrolanos. ¿Cuáles serían? Ahí se lo dejo.

domingo, 10 de febrero de 2019

Tilia americana nova

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 10 de febrero de 2019

La felicidad llegará a Ferrol cuando florezcan los tilos de la plaza de Armas. Yo no tengo ninguna duda al respecto. Y ustedes háganme el favor, no sean tan incrédulos y sigan conmigo a los ilustrados, que para eso nacimos donde nacimos. Por ejemplo, a Denis Diderot, uno de los artífices de la Enciclopedia, la mayor recopilación de conocimiento de las artes y las ciencias que se hizo en siglos. Diderot nació en 1713 en Langres, Francia, una villa situada entre La Borgoña y La Champaña, relativamente cerca de París. Cuando vivía allí se levantaba a las cinco de la mañana para ir a Blanchefontaine, un paseo compuesto por hileras de tilos que finalizaban en una fuente. Era el paisaje más bello del mundo en el que Diderot se sentía feliz. Tal vez por su prescripción los paseos, alamedas, jardines botánicos y parques europeos debían tener tilos. Así se convirtieron en un signo de modernidad, de fomento del esparcimiento, del paseo sosegado. Los tilos tenían que estar en los mejores lugares de las ciudades, como en el caso del Berlín prusiano. El paseo de los tilos (Unter den Linden) berlinés, que antes unía el castillo real con su coto privado de caza, hoy une la puerta de Brandeburgo con la Isla de los Museos, y continúa albergando la Academia de Arte, la Universidad Humboldt y el Museo Histórico entre otras instituciones.

Europa respira la fragancia tranquilizadora de los tilos y Ferrol, que sigue estando en Europa –o algo parecido- no se podía quedar atrás. Así lo debió pensar Carlos Pita, el arquitecto que ganó el concurso para la remodelación de la plaza de Armas con su proyecto “Lugar de todas las ocasiones”, rebautizado a la baja como “Lugar de todas”. El proyecto prevé el cambio de baldosas de hormigón por tierra compactada, la eliminación de los coches y la plantación de los benefactores tilos, en su variedad tilia americana nova. La casualidad –y un algoritmo buscador en internet- me llevó a aterrizar en el blog de un estudio de paisajismo de Melide que explica cómo han propuesto la variedad tilia americana nova en la “remodelación de una plaza ubicada en la zona norte de la provincia de A Coruña”. Un árbol de copa amplia, hoja ancha en forma de corazón y color verde oscuro, flores fragantes de color amarillo pálido, sin presencia de espinas, no venenoso y adecuado para abejas y mariposas. En fin, un árbol amable, terapéutico y regenerador, del que se extrae la tila, infusión ansiolítica, relajante y antiestrés.

Con su primera floración, si alguna vez se produce, los tilos cambiarán los aires contaminados del diésel por aromas salutíferos, y los ferrolanos respiraremos felicidad contemplando el neoclásico castillo de los pirulitos. Créanme.   

domingo, 3 de febrero de 2019

Ferroliño

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 3 de febrero de 2019

El doctor Quintanilla se comprometió a hacer todo lo posible por devolverle su nombre a Ferrol. Y lo consiguió. Al gran alcalde humanista le gustaba decir que no quería ver el nombre de la ciudad usurpado ni alterado por nadie, y mucho menos por un dictador. “Ferrol no necesita ni artículo ni apellidos”, repetía, simplemente necesita recuperar la normalidad y volver a llamarse Ferrol, “a secas”, apostillaba. Y así fue. Desde su mandato la ciudad de los mil nombres se llama sólo de una forma: Ferrol.

Sin embargo, los ferrolanos, tan creativos e ingeniosos como somos, nos hemos empeñado en buscar nuevas y múltiples denominaciones que nos ayuden a conocer mejor el lugar en que nacimos o vivimos. Tal vez porque continuamos perdidos, o no conocemos nuestra procedencia, o no nos gusta nuestro pasado y queremos reafirmar un presente distinto y un futuro mejor. Es frecuente escuchar a los vecinos más optimistas calificarse como ferrolmolantes. Aquellos que viven en ayuntamientos cercanos se llaman a sí mismos ferrolterranos, expresión esa de Ferrolterra curiosamente acuñada por un nacido en A Coruña y vecino de Narón. Circulan –o circularon- graciosamente expresiones más castizas como ferrolnachiño, ferrolchoni (esta era muy Torrentiana) y hasta ferrolconacho, un tanto malsonante. Pero siempre queda la duda de cómo se ha de llamar quien usa habitualmente el nombre de Ferroliño. ¿Será ferrolneniño, ferrolveciño, ferrolaniño? Buf, menudo galimatías.

Ferroliño es, para muchos, un nombre cariñoso, tierno, gallego, riquiño. Reafirma a los que se consideran ferrolanos hasta la médula. Algunos lo enfatizan con aquello de Ferroliño del alma y lo reivindican sólo para los nacidos en la ciudad. Hay quien ve en esta expresión el orgullo de lo que fue y el buen talante de una ciudad acogedora. Por el contrario, a otra parte de los vecinos les da mucha rabia esta expresión. Afirman que es ridícula, despectiva y peyorativa. Nadie dice Viguiño, ni Ourensiño, ni Pontevedriña, como tampoco se habla de Cedeiriña, Naroniño, Mugardiños, ni nada parecido. Para este grupo decir Ferroliño equivale a mostrar un gran complejo de inferioridad, hacer gala de cierta cursilería y usar un nombre horrible que no transmite buena imagen de puertas afuera. Decir Ferroliño es querer dar pena, escuché recientemente en una conversación de café a una señora que preguntaba: ¿acaso se le llamaba Ferroliño cuando era una de las principales ciudades de Galicia? Pues claro que no, se contestaba, y mucho menos se diría ante forasteros.

Nunca sabremos lo que opinaría el carismático Jaime Quintanilla, calzando sus zapatillas a cuadros de franela mientras hacía las gestiones para devolverle a Ferrol su nombre, su dignidad y su historia.