sábado, 31 de diciembre de 2022

Limpia, sostenible y barata

Escribanía de mar 

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 31 diciembre 2022

 

No me refiero a la ría, no crean que las fiestas navideñas me provocaron eso que ahora se llama niebla mental. Sus aguas no están limpias, la flora y fauna no tienen garantizada su sostenibilidad y sacudirle la contaminación, lejos de ser barato, costará el equivalente al presupuesto de inversiones municipales de varios años. Me refiero a la energía producida por la fusión nuclear. Es más segura, inagotable, no produce gases de efecto invernadero, no genera residuos radiactivos, requiere menos recursos que la energía eólica y la solar, y es muy barata. La ha conseguido el equipo del Lawrence Livermore National Laboratory de California hace pocas semanas, según le contó al mundo la vicesecretaria de Seguridad Nuclear de EE.UU. Por que sí, efectivamente, se trata de fabricar un sol en un laboratorio o, lo que es lo mismo, de reproducir en condiciones experimentales explosiones similares a las de las bombas nucleares. 192 haces de láser dispararon a una bola de plasma de hidrógeno del tamaño de un guisante y consiguieron arrancarle 3 megajulios de energía empleando únicamente 2. Técnicamente le llaman ignición: reacción en la que se fusionan núcleos de átomos produciendo más energía de la que cuesta inducir la propia reacción. El avance tecnológico entrará en los libros de historia y será reconocido como uno de los mayores logros científicos en lo que a generación de energía se refiere.

 

Somos 8 mil millones de seres humanos. Muchos sin acceso al agua potable, a una alimentación sana, sin la posibilidad de acudir a una escuela, a una consulta médica y disponer de recursos tecnológicos que les ayuden en su vida. Y otros muchos, los del primer mundo, empeñados en destruir el planeta de todos. Somos los de las sociedades industriales, aquellas alimentadas con la combustión del carbono que contienen, en su misma esencia, el combustible de su propia destrucción. El Índice de Desempeño Ambiental es catastrófico. Calentamiento global, contaminación del aire, agua y suelo, fenómenos climáticos adversos, sequías y hambrunas, bosques degradados, océanos llenos de plásticos, prácticas alimentarias insostenibles, problemas de salud física y mental, retroceso en la calidad de las condiciones de vida, etcétera. Y, paradójicamente (seguimos siendo inteligentes) somos capaces de generar el conocimiento que impedirá nuestra extinción, al menos antes de lo que los paleoantropólogos lo aprueben: un millón de años, semana arriba o abajo. Steven Pinker sentenció que “el equipo que traiga al mundo energía limpia y abundante beneficiará más a la humanidad que todos los santos, héroes, profetas y laureados de la historia juntos”. Bien, ese equipo ya llegó y está en California.

domingo, 18 de diciembre de 2022

La Terraza, edificio inteligente

Escribanía de mar 

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 18 diciembre 2022

 

El nuevo seleccionador nacional de fútbol, quien todavía no ha dirigido ningún partido, acaba de presentarse como el valedor de la inteligencia futbolística. ¡Qué buena noticia!, un nuevo tipo de inteligencia que sumar a la de las ciudades inteligentes, coches inteligentes, teléfonos inteligentes y aspiradores, yogures, abonos para plantas y toda clase de objetos, aparatos, alimentos y demás categorías que se les ocurran. Todo es inteligente de manera natural, artificial o híbrida. El ranking lo lidera la aplicación chatGPT, esa especie de wikipedia con verborrea que lo mismo trata de resolver un problema de geometría que escribir un relato fantástico al modo de García Márquez. La gran referencia para muchos aunque para Gary Marcus se trate de un algoritmo que junta palabras almacenadas, las pega y las presenta con una cierta lógica. Marcus, profesor en la Universidad de Nueva York, fundador de empresas y autor de libros sobre la materia, cree que es algo parecido a “poner un mono delante de un teclado” y obtener una respuesta que no sabe si es verdad o mentira.

 

Los coruñeses, capitalinos o provincianos que tanto da, estamos de enhorabuena con la designación de La Terraza como sede de la Aesia, Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial. La Terraza vivirá un nuevo proceso de transformación, prueba inequívoca de que se adapta inteligentemente a su entorno. Edificio modernista diseñado en 1921 por Antonio de Mesa y Pedro Mariño, a lo largo de su vida ha servido para salón de baile, cine, banquetes, sede de la OJE y la Falange, de las oficinas de la Metro Goldwyn Mayer, del Deportivo de La Coruña y, últimamente, de la RTVE por obra y gracia de José María Calviño. Ahora, su hija Nadia Calviño, vicepresidenta y ministra verdaderamente inteligente (aunque no sea frecuente observar la categoría de políticos inteligentes) colocará una placa que ennoblecerá aún más a este edificio señorial e impactante de los jardines del relleno de la capital. Seguro que a las esculturas de Emilia Pardo Bazán, Vilar Ponte, Salvador de Madariaga, Juan Fernández Latorre, Wenceslao Fernández Flórez, Manuel Murguía, Pérez Lugín y Julio Camba, les asomará una cómplice e inteligente sonrisa de oreja a oreja. Fueron esculpidas por Docha López y viven en la cubierta de La Terraza, por si había alguna duda de cual debiera ser la sede de la inteligencia artificial, que la humana ya la atesoran por arrobas. Camba, por ejemplo, nos había enseñado como hacer un periódico sentado toda la noche, tomando café, de cháchara con los colegas y dejando que la rotativa se las arreglase sola. Vamos, como el chatGPT de hace un siglo, pero cargado de inteligencia y sentido del humor.

 

 

domingo, 11 de diciembre de 2022

Felicidad social

Escribanía de mar 

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 10 diciembre 2022 con el título Ferrol, un millón de bombillas y felicidad social 

 

Un millón de bombillas, ¿son muchas o pocas? Y si le añadimos las de la pajarera (o lo que quiera que sea) del Cantón y las de las grúas de los astilleros, ¿son suficientes? A Coruña tiene más de tres millones y la alegría de que las empresas multinacionales la quieren y el gobierno de España la nombra sede de la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial, asunto en el que lleva más de veinte años enfrascada. Vigo colocó más de once millones y su alcalde se autoproclama rey de la Navidad y dicta su comienzo en todo el planeta, nada menos. ¿Estas ciudades se esfuerzan más que Ferrol en alcanzar la felicidad social o estos gestos son irrelevantes? Las emociones, los deseos y las pulsiones de sus vecinos ¿están más satisfechas? Parece que sí. O depende. O quién sabe.

 

José Antonio Marina nos enseña el concepto de felicidad social acuñado en el siglo XVIII, aquellos tiempos en los que las aldeas de Ferrol, Canido y la Graña se vieron transformados por arte de birlibirloque en una villa próspera. Pero eso sí, sin capacidad de decisión, sin control de su deseo colectivo, sin conciencia de lo que iba a construir allí la corona borbónica. Sin opciones. Indefensos y atentos a lo que venía para poder trabajar, sobrevivir y tener una vida mejor. La idea de felicidad enlaza, por primera vez, con la de justicia, con disponer de derechos, con el comienzo de lo que más tarde se convertiría en el embrión de un estado de bienestar. Se combatía la ignorancia, favorecedora de la crueldad y la violencia como bien dice Emilio Lledó. Crecían las relaciones comerciales y económicas, bases imprescindibles para el desarrollo social como siempre apuntó José Luis Sampedro. Ferrol estaba por primera vez en Europa, en aquella Europa que comenzaba a ser la comunidad llena de cafés que contaría George Steiner. Todo eso ¿fue suficiente para crear una identidad sólida capaz de procurar la felicidad social?

 

La fiesta navideña, la tradición belenista y la Semana Santa las trajeron los marinos de tierras gaditanas, sevillanas y cartageneras. El teatro, las rondallas y los trovadores, empresarios italianos. El comercio, los catalanes y maragatos. Las academias, la instrucción y el nivel educativo vinieron de la mano de la Armada. Como las prácticas higiénicas y sanitarias. El desarrollo tecnológico se copió, literalmente, de los técnicos ingleses. Y desde el trazado de la ciudad hasta el modernismo de algunos edificios fueron obra de grandes personajes que vinieron de otros lugares. Ferrol, dicho en corto, es un puzzle de ideas aisladas, la suma de múltiples talentos que, con su buen hacer, trataron de alcanzar su felicidad, individualmente. Un artefacto social poco consistente.

domingo, 4 de diciembre de 2022

Dinero fantasma

Escribanía de mar 

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 4 diciembre 2022

 

Antes de contar su gran descubrimiento Gonzalo Torrente Ballester confesó sus carencias. Naturalmente, dijo, “no entiendo una palabra de Economía”. De ella sólo atisbó a ver que se trata de una ciencia compleja “donde se barajan magníficas abstracciones expresadas en fórmulas verbales maravillosas”. Se ve que a don Gonzalo le llamaban la atención las palabras grandilocuentes de los economistas, habitualmente empleadas como mecanismos de defensa ante una realidad compleja imposible de abarcar. Siempre se ha dicho que los economistas eran unos científicos sociales excelentes para explicar lo ya sucedido, pero incapaces de acertar en los pronósticos de futuro. Sobre todo para anunciar las grandes crisis económicas y financieras. Nos dicen que la inflación es alta y toca apretarse el cinturón cuando a los cinturones de los españoles ya no les queda ni un solo agujero libre.

 

El descubrimiento de Torrente Ballester, publicado en un artículo de 1964, fue que el dinero no existe. Así, tal cual. “El dinero no existe y publico mi descubrimiento para tranquilidad de los pobres, descanso de los ricos -que se verán libres de su temida justicia distributiva- e inquietud de los economistas”. El dinero es un fantasma y, como todo el mundo sabe, los fantasmas no existen aunque Álvaro Cunqueiro crea en ellos, concluía don Gonzalo.

 

El dinero, ahora lo sabemos, existe pero escasea. Los euros no llegan para pagar la compra, la factura de la luz, el recibo del alquiler y el tanque de gasolina. Así, es evidente, no hay forma de ser feliz, como explicó don Gonzalo en otro de sus artículos:¿Por qué no somos felices?, y corroboraron los expertos de la Universidad de Princeton en múltiples investigaciones. El dinero, explican, puede hacer más feliz especialmente al que tiene poco. ¡Sabia conclusión!, la de los economistas, sociólogos y psicólogos de esa prestigiosa universidad. No es casualidad que salieran de sus aulas varios premios Nobel, algunos presidentes de Estados Unidos y Jeff Bezos, fundador de Amazon, tipo que de contar dólares parece que sí sabe algo. Y por eso Albert Einstein impartió allí varios años de docencia. El dinero, dicen en Princeton, no da la felicidad absoluta pero sí ayuda a mejorar mucho la satisfacción con la vida; al menos la de aquellas personas que sabían lo que es pasar apuros económicos. 

 

Cuánto le gustaría a Torrente Ballester conocer el fruto de tan maravillosa investigación, más de sesenta años después de su descubrimiento. Sabría que las fórmulas verbales actuales dicen que el dinero aumenta el bienestar, aporta tranquilidad, reduce el estrés y elimina la ansiedad de todo aquel al que se aparece y no se le esfuma como un escurridizo fantasma.

domingo, 27 de noviembre de 2022

El Lavadero modernista de Betanzos

Escribanía de mar 

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 27 noviembre 2022

 

Era el San Roque de 1902. Betanzos era una fiesta pero este año era una fiesta especial. Los vecinos estaban llamados a una romería popular en el Campo de las Cascas, al pie del río Mendo, para celebrar la inauguración del “lujoso edificio” del Lavadero Público Gratuito de Betanzos. Iría la corporación en pleno, autoridades, cuerpos de danzas, músicas y gaitas y el clero parroquial. Todo muy solemne, como debía ser, sobre todo en el momento de dar lectura a la placa que preside la fachada principal: “Testimonio de gratitud que la ciudad dedica a sus hijos Don Juan y Don Jesús García Naveira, donantes de este edificio”. 

 

Los hermanos García Naveira encargaron este proyecto al ingeniero Estanislao Pan y Pérez, eminente experto en canalizaciones de ríos y manejo de mareas, puentes y demás. Le salió bordado, que diría un castizo. El edificio está pensado al milímetro para su función según dice el profesor de arquitectura Vázquez Mosquera en su artículo del Anuario Brigantino de 2009; además de embellecido con un soberbio estilo Modernista (del que tantas muestras tenemos en La Magdalena). Forjas, columnas de hierro colado, celosías, piedra labrada, rejerías, una magnífica escalera a la planta superior y la decoración de los zócalos con formas de hojas de vid. Y, por supuesto, el escudo de Argentina esculpido en los dinteles de las ventanas centrales. Todo en una pieza que permitía trabajar a 63 lavanderas a la vez, secar la ropa a cubierto o en los campos a clareo, calentarse en una lareira, cocinar, comer, descansar, secarse, atender a los cativos y, cómo no, conversar para ponerse al día de la vida de la noble ciudad.

 

Los hermanos García Naveira jamás olvidaron Argentina ni tampoco su posición ideológica liberal, de indianos librepensadores, de hombres viajados que vieron mundo, se cultivaron e hicieron fortuna. Desde su regreso a Betanzos, a finales del siglo XIX, asumieron la tarea impagable de mejorar la vida de sus vecinos. Contrataron a los mejores arquitectos coruñeses (Rodolfo Ucha todavía no había llegado a Ferrol), caso de Juan de Ciórraga, González Villar y Galán Carvajal, para construir el Pasatiempo (la Huerta de Don Juan), una extensa plaza, la Casa del Pueblo para las sociedades obreras, las Escuelas y el Asilo, al tiempo que se levantaban su propia casa (la casa de Don Jesús) y la casa Pita, la Etcheverría, la Limiñón, la Núñez, el Nuevo Matadero y otras más. Todas, sumadas al Lavadero das Cascas, se agrupan en una ruta repleta de Art Nouveau pero también de cultura popular, reivindicación de mejores condiciones de vida y dignificación de los oficios de lo cotidiano. En Betanzos, la provincia de los ancestros ferrolanos.

domingo, 20 de noviembre de 2022

Devaneos campechanos

Escribanía de mar 

José Picado Carballeira, 3 noviembre 2022. NO publicado


Hablaré claro y por derecho de este asunto tan infame como impropio de una sociedad que se pretende moderna y democrática. Lo haré apoyándome en el Diccionario de la Lengua Española. La palabra “devaneo” tiene tres acepciones. 1, delirio, desatino, desconcierto. 2, distracción o pasatiempo vano o reprensible. Y 3, amorío pasajero. ¿Cuál creen ustedes que se ajustaría mejor al comportamiento del campechano rey emérito Juan Carlos I? Efectivamente, la tercera, la de los amoríos pasajeros aunque no erraríamos calificando su conducta de desatino o de distracción reprensible. Hablamos de la refrendada esta semana por el exministro socialista Narcís Serra en una entrevista publicada por algunos medios relevantes (entre ellos La Voz de Galicia) pero ocultada por la mayoría de los de ámbito nacional. Serra, ministro de Defensa y Vicepresidente con Felipe González en los años 80 y 90, confirmó que autorizó “los dispositivos del CESID para ocultar los devaneos de Juan Carlos”. La finalidad era alquilar chalés para que acudiera con amantes y que pudiera “desarrollar estos encuentros dentro de un control”. Y todo se hacía para “apuntalar totalmente la figura del rey”. Vamos con la traducción de esta jerga política al castellano de la calle. El rey necesitaba ser apuntalado y para eso se le pagaban las citas con mujeres al margen de la ley. El rey era un adúltero, un Borbón incapaz de mantener el control sobre sus impulsos sexuales (como tantos otros Borbones predecesores) y tenía que disponer de una especie de harén que le ayudase a mantener el ego de macho dominante. Algo así como un derecho de pernada pagado por todos los españoles y gestionado por los servicios de inteligencia de la época, nada menos. Un comportamiento a todas luces inmoral, reprochable, contrario a la ejemplaridad que se le supone a un jefe (de Estado o de lo que sea) y opuesto a los valores católicos que tanto decía defender. ¿Juan Carlos no tenía un sueldo con el que pagarse sus vicios inconfesables? ¿Entre las funciones de los servicios de inteligencia se encuentra la de procurar satisfacción a las anomalías psicopatológicas de un monarca débil? ¿Dónde estaban Felipe González y Alfonso Guerra? ¿Y los medios de comunicación? ¿Y la oposición política, la jerarquía eclesiástica, sus asesores de la Casa Real y las cabezas pensantes del Consejo de Estado y demás altas instituciones? Y sobre todo, ¿dónde estaban los valores y principios socialdemócratas de Narcís Serra? Mirando hacia otro lado o, peor, no estaban en ningún lugar. Pagar un carnet socialista y ocupar cargos públicos en nombre del PSOE no garantizan conocer, defender y comportarse bajo los principios de la Socialdemocracia. Serra es ejemplo de ello.

Copacabana

Escribanía de mar 

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 20 noviembre 2022. Con fotografía y titulado Copacabana, la playa del centro de Ferrol.

 

La imagen bien podría haberse tomado un día cualquiera de noviembre, como este noviembre pero de hace mil años. Es la playa de Copacabana en blanco y negro, fotografiada un día gris al atardecer. Sólo hay un perro paseando por la orilla. Detrás se ve un cabo tomado a tierra que tal vez amarrase una chalana, una buceta o, simplemente, la boya que marcaba un muerto. Más atrás destaca el viejo y destartalado club Copacabana sobre innumerables pilotes de madera, a modo de palacete veneciano pero venido a menos, a mucho menos. La tablazón se ve desnuda en muchos lugares en los que antes había pintura blanca, de un blanco inmaculado renovado todos los años. No sé la fecha, pero probablemente el club ya estaba cerrado, condenado a la espera de su demolición y la eliminación de la playa urbana. Eso es lo que era. Copacabana, la playa del centro de Ferrol aunque más familiarmente pareciera la playa particular de los vecinos del Muelle y Canido, a partes iguales.

 

Bajar a Copacabana, desde Canido, ocupaba todo el plan de un día para la chavalería. Se paraba en el baluarte, a veces a echar una pequeña partida a seis goles, y luego a refrescarse un poco en la fuente de Ínsua si no había señoras lavando la ropa. Después se continuaba hasta la playa en la que infinidad de cosas sucedían cada día. Medir la cantidad de arena disponible, según tocasen las mareas, era lo primero. De ello dependía si había espacio para seguir jugando al fútbol, si tocaba coger algunos berberechos para ir a la mañana siguiente a pescar fanecas y panchos al Muelle, o si únicamente se podía bañar y tomar el sol. Algunos días entraba el tren al Arsenal y eso era un gran acontecimiento. Otros, de marea llena, se veían los gancheros navegando a lomos de los troncos de Guinea rumbo a la Peninsular Maderera. Los contrarios, de marea baja, casi se podía ir andando hasta La Cabana chapoteando en medio de los lodos y nadando una estrecha canal que quedaba en medio de la ensenada. Y todos, todos, eran días de fiesta, de baños en una ría tal vez no demasiado limpia -no había conciencia ecológica tan acentuada ni conocimiento de la gran cantidad de vertidos fecales e industriales al mar- en la que los ferrolanos hacían sus pinitos de clase media que se premiaba con las bondades del agua de mar antes de hacer un “picnic” en la arena. 

 

La fotografía en cuestión, preciosa, vino a parar a mis redes sociales a través de no sé muy bien quién. Lamento no haber apuntado el nombre del autor. Sí les puedo decir que fue causa de admiración y nostalgia a partes iguales. Los que la vieron hablaron maravillas de Copacabana, de los ratos que pasaron y las gentes que conocieron. Todas buenas palabras. Una cosa excepcional en estos parajes.

domingo, 30 de octubre de 2022

Es el momento, señor Feijóo

Escribanía de mar 

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 30 octubre 2022

 

Verá, señor Núñez Feijóo, presidente de los populares españoles y más que probable candidato a competir con su partido en la carrera a la Moncloa, déjeme decirle que este es el momento. Ya sé que Europa no es su fuerte, que no habla inglés ni ningún otro idioma distinto al castellano (el gallego tampoco) y que leer la Ley de Memoria Democrática sin interferencias, atento y concentrado, tal vez se le antoje una tarea difícil. Sobre todo para un político que no está acostumbrado a pactar nada, ni a estar en la oposición ni, como en este caso, a tener una palabra clara y contundente de condena al golpe militar del 36, la Guerra de España y la larga y cruel Dictadura franquista. Pero créame, es el momento de que se convierta en un político de altura -más Estado y menos partido- y deje de afirmar gratuitamente, micrófono en mano, que derogará esta ley si consigue gobernar. 

 

Los países europeos más avanzados desarrollaron políticas de memoria democrática desde el fin de las guerras civiles, las mundiales y el Holocausto. En todas se estableció el propósito firme de reparar y reconocer la dignidad de las víctimas de toda forma de violencia intolerante y fanática.  La Asamblea del Consejo de Europa adoptó en París, en 2006, una resolución de condena rotunda a la subversión del orden legal que acabó en guerra y con la 2ª República española, dando paso a una dictadura ilegal. En 2014 el Relator especial de la ONU Pablo de Greiff emitió dos informes en los que se insta a España a “asumir las obligaciones internacionales mediante un claro liderazgo y compromiso en la búsqueda de personas desaparecidas durante la Guerra y la Dictadura”. Y esto, señor Feijóo, es lo que pretende esta ley, poner los poderes del Estado al lado de todas las víctimas producidas por la infamia totalitaria. El general Franco quería “una patria de la que no deberían formar parte los liberales, republicanos, militantes de organizaciones obreras o votantes del Frente Popular (que acababa de ganar las elecciones)”. El general Mola era partidario de “sembrar el terror, eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”. El coronel Gavilán gritaba “…echar al carajo toda esa monserga de Derechos del Hombre…”. Y todo el mando sublevado, después mal llamado nacional, firmaba la política de aniquilar a todos los diferentes.

 

Muchos de los diferentes fueron fusilados (se decía “pasados por las armas”), exiliados, sometidos a trabajos forzados, internados en campos de concentración, desaparecidos y enterrados en fosas comunes. La nueva ley exige al Estado la reparación de su dignidad. Usted, como demócrata al frente de todas las derechas españolas, debe sumarse. Es el momento.

domingo, 23 de octubre de 2022

La estación del lejano oeste

Escribanía de mar 

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 23 octubre 2022

 

El aparcamiento está vacío pero no se puede aparcar. Por más que se insista en la máquina expendedora de tíquets no se conseguirá abrir la barrera. Aquel montón de óxido y suciedad está programado para repetir un mensaje: fuera de servicio. La opción: aparcar el coche en un leirón lleno de fochancas en pleno centro de la ciudad. Desolador. Como la imagen de la estación. Una mesa de la cantina a oscuras en la que hay tres personas mayores con aspecto de llevar allí toda la mañana y sin ánimo de abandonarla. Nadie más, excepto el amabilísimo empleado que, detrás de la ventanilla, luchó a brazo partido contra la aplicación de Renfe hasta que consiguió los billetes A Coruña-Ourense-Alicante. Hasta la estación de A Coruña mejor ir en coche, por aquello de garantizar que uno llega en hora. No había pasajeros para salir ni nadie que esperara a pasajeros que llegaran. No había trenes en las vías de ancho ibérico. Sólo estaba, dormido, el tren turístico de lujo en las vías estrechas, esperando tal vez extranjeros jubilados que paguen los más de mil euros por un paseo de pocos días por la Costa Verde. No había vigilantes, ni personal de Adif. No había nadie. Ni riesgo de que de allí saliese un tren que se volviera loco y le llevase a uno a lugares imprevistos, como reza la frase de Torrente Ballester colocada en recuerdo de la apertura de la vía Betanzos-Ferrol en 1913.

 

En Ferrol, en 1913, Rodolfo Ucha levantaba edificios Art. Nouveau y de la Constructora Naval salían acorazados y cañoneras como churros. Algunos adinerados indianos que regresaban de Cuba abrían negocios y encargaban villas como el chalet de Canido, a unos pasos de allí. La ciudad vivía su Edad de Plata. Imprentas, cafés, comercios, ultramarinos, tabernas, teatros, salones de recreo, acompañaban el desarrollo de la más avanzada tecnología: fonógrafos, radios, teléfonos, barcos a vapor, lo mejor de la ingeniería y, por supuesto, el tren. Arturo Gutiérrez Morán, maquinista durante cuarenta años e investigador de los ferrocarriles, escribió todas las peripecias que precedieron a la línea de El Ramalillo, como se conocía al ferrocarril de Betanzos a Ferrol. Y dibujó el ambiente de sus estaciones: carros de caballos cargados de mercancías, viajeros, cantinas llenas de gente, vendedoras de rosquillas, tabaco y fruta, soldados y marineros, mozos de carga, maquinistas e interventores de las locomotoras compradas a Dodds Rotherham.

 

Vida, bullicio y color, que la llevó a integrarse en la Compañía Nacional de Ferrocarriles del Oeste. Adif define la de Ferrol, ahora, como una estación de “carácter terminal”… ¿querrá insinuar que “se encuentra en fase terminal”? Larga y mejor vida a la estación del lejano oeste.

 

lunes, 17 de octubre de 2022

La semana de los libros prohibidos

Escribanía de mar 

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 17 octubre 2022


Hace unos días se celebró, un año más, la Semana de los Libros Prohibidos en Estados Unidos. No se trata de una contradicción (celebrar una prohibición), ni es una broma ni una fiesta nostálgica sobre trágicos tiempos pasados. En Estados Unidos los editores y escritores se han unido a Amnistía Internacional para, durante una semana, darle voz a multitud de libros censurados y prohibidos por parte de colegios y bibliotecas de ideario ultraconservador. Biografías de gentes de éxito de razas diferentes a la blanca, libros críticos con el sistema o basados en relatos de escándalos protagonizados por empresarios adinerados y cosas así. Sencillamente los apartan de las manos de los estudiantes o del vecindario que los quiere consultar en su biblioteca comunitaria. 

 

Coincidiendo en el tiempo la página digital de la BBC recordó a la familia argentina que emparedó libros en su casa ante la posible detención del  marido por los militares en su dictadura, como así fue. Levantaron un tabique para proteger su biblioteca y allí quedó, intacta hasta hace bien poco que la rescataron. Su propietario sufrió cárcel y tortura pero salvó la vida, algo improbable si le detuvieran en posesión de libros prohibidos por el régimen. 

 

En el golpe del 36 español fusilaron a Matías Usero, ferrolano, sacerdote, abogado, maestro, director de la Escuela Racionalista, masón y escritor. Había sido perseguido por el Santo Oficio por “modernista y liberal”. Fue excomulgado por anticlerical y progresista. Sus obras fueron incluidas en el Índice de los Libros Prohibidos y su biblioteca quemada. Un caso más entre los miles contabilizados por la Santa Inquisición a lo largo de cuatrocientos años y sus fieles seguidores, en el caso español, falangistas, franquistas, fascistas y altas instancias de la Iglesia Católica empecinados en continuar esta bárbara costumbre hasta el 14 de junio de 1966, fecha en que el papa Pablo VI suprimió el Índice de Libros Prohibidos y la Sagrada Congregación del Índice. Zola, Balzac, Víctor Hugo, Descartes, Montesquieu, Copérnico, Voltaire, Locke, Rousseau, Galileo, Darwin y tantos otros literatos, filósofos, científicos, teólogos, políticos, quedaron liberados de la “honra” de estar en una lista que le podía suponer la cárcel o la muerte al poseedor de uno de sus textos. 

 

Hace más de cincuenta años que no es necesario separar los libros que fueron prohibidos en una estantería llamada Infierno, como hace (o hacía) la biblioteca del obispado de Modoñedo-Ferrol. Ni cerrarlos bajo llave en un “aposento especial” como el que tenía la biblioteca de la Universidad de Santiago. Ojalá pronto deje de celebrarse la semana de los libros prohibidos en Estados Unidos. Ganaría la Ilustración.

domingo, 9 de octubre de 2022

Ingleses al rescate

Escribanía de mar

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 9 octubre 2022

 

En los últimos tres siglos se consolidó la tradición de poner los astilleros en manos de técnicos ingleses. Cada vez que venían mal dadas -cosa harto frecuente- se recurría a la Gran Bretaña para tratar de deshacer los entuertos, hacer que los talleres funcionaran, los buques de guerra se pudieran botar y no se destrozase el erario público más de la cuenta. Todo comenzó en el siglo XVIII, cuando el espía Jorge Juan consiguió contratar para los arsenales de la Ilustración a los mejores constructores británicos. A Ferrol llegó Richard Rooth, acompañado de sus oficiales, armadores, herreros, carpinteros de ribera y de lo blanco, aserradores y sus correspondientes familias. Rooth era católico, constructor de navíos de gran prestigio y accedió a venir a Ferrol a cambio de tener poderes absolutos y un salario estratosférico. Los astilleros salieron adelante.

 

A mediados del s. XIX y de nuevo en situación calamitosa, se importaron ingenieros, técnicos, maquinistas y personal especializado, todos con gran experiencia en máquinas de vapor. Mr.Nation fue nombrado jefe del taller de maquinaria; Mr.Cranford del de fundición; Mr.Balmford del de forja y Mr.Prior del de plantillas. Trajeron a decenas de trabajadores y se compraron barcos de vapor con propulsión a ruedas y todo tipo de maquinaria inglesa. Los astilleros salieron adelante. 

 

A principios del siglo XX, por tercera vez, se repetía la historia. El país estaba arruinado y de los astilleros no quedaba ni el solar. Se creó la Sociedad Española de Construcción Naval con la participación de Altos Hornos de Vizcaya, Banco Urquijo, Compañía Transatlántica y la Vickers Sons & Company, John Brown y W.G.Armstrong, estos últimos con participación mayoritaria. La Constructora estaba, como no, en manos de los ingleses, dirigida por A.J.Cambell y H.J.Spiers, con categoría de ingenieros, salarios muy altos y la cabeza puesta en la eficiencia y productividad. Les acompañaron expertos en delineación, gálibos, pinturas, electricidad, calderería, carpintería, herreros, plomeros y demás profesionales situados como jefes de departamento. El cronista Wenceslao Fernández Flórez, director del Diario Ferrolano, atestiguó que se oía golpear la chapa día y noche, festivos incluidos, y que no había mano de obra suficiente para cumplir con todos los encargos de la Armada. Los astilleros, por supuesto, salieron adelante.

 

Estamos en el siglo XXI, los astilleros pierden dinero a chorros, año tras año y tengan muchos o pocos barcos en las gradas. Sólo falta saber a qué altura del siglo, década arriba o abajo, se volverá a echar mano de los flemáticos hijos del Reino Unido para salir del atolladero. Por aquello de respetar las tradiciones.

domingo, 2 de octubre de 2022

Los patrimonios departamentales

Escribanía de mar

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 2 octubre 2022

 

A las ciudades coquetas y modernas les gusta presumir de patrimonio. Patrimonio cultural, histórico, gastronómico, literario, arquitectónico, arqueológico, paisajístico o de cualquier otro tipo. Lo venden como recurso turístico para que los vecinos de otras ciudades coquetas y modernas vayan a disfrutarlo y, de paso, dejen unos euros que ayuden a mantenerlo. A nuestro Departamento Marítimo del Norte no le calificaremos como coqueto y moderno, los dioses de los océanos no lo permitirían, pero sí podemos asegurar que bien podría presumir de multitud de patrimonios. Como del patrimonio que no está, categoría en la que se encuentra el tesoro de Bedoya, conjunto de orfebrería castrense, de oro y plata, encontrado en Doniños y comprado por el Museo de Pontevedra; las obras de los pintores Sotomayor y Villamil, propiedad del Museo del Prado y cedidas al Museo de Arte Contemporáneo de A Coruña; los documentos del aviador Iglesias Brage, ubicados en el Archivo del Reino de Galicia; los cachivaches de Torrente Ballester, instalados en la rúa do Vilar compostelana; y la obra de Carballo Calero, integrante de los fondos del Parlamento de Galicia, por citar algunos ejemplos. También puede presumir del patrimonio perdido, como el legado por Concepción Arenal, Pablo Iglesias, el presidente Canalejas, el ingeniero Comerma, Saturnino Montojo, Frutos Saavedra, Francisco Suárez y Benito Vicetto. Y del patrimonio ignorado, como el de la arquitectura Art Decó eclipsada por las obras de la etapa modernista, la carpintería de ribera o las galerías tan ensalzadas por los profesores Koolhaas y Madrid. Sin olvidarnos del patrimonio destruido, como el cementerio dieciochesco de Canido, uno de los más antiguos de España, o el patrimonio escolar: Escuela Obrera, Escuela Inglesa, y otras. O el patrimonio de los grandes adelantos, como la obra del naturalista López Seoane, el sextante de Fulgencio Rodríguez o la enciclopedia mecánica de Ángela Ruiz Robles, todos expuestos en instituciones coruñesas. Y el patrimonio esfumado de los grandes veleros, como la Nautilus o el Galatea, tan importantes en la formación naval militar. Y otros muchos patrimonios materiales e inmateriales que no se echan de menos mientras se continúa aspirando a que el Arsenal y algunas otras piezas consigan su reconocimiento como patrimonio mundial por la UNESCO. Qué bueno sería conseguirlo y también recuperar la biblioteca de Alonso López, un teléfono de órdenes de la Fenya, el primer tostador de café, un velocípedo inglés, las pautas de enseñanza libre del maestro García Niebla y otros muchos objetos que nos ayudaran a dejar de citar al palacio municipal como un bien patrimonial que no es ni será.

domingo, 25 de septiembre de 2022

Marejada

Escribanía de mar 

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 25 septiembre 2022

 

Nos azota una tormenta perfecta, el mundo está en peligro, paralizado, afrontamos un tiempo de descontento… Son expresiones que utiliza Antonio Guterres, Secretario General de Naciones Unidas, en sus discursos ante los líderes políticos o en las presentaciones de los informes de los distintos departamentos de la ONU. Recientemente el DESA publicó el Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2022 y el PNUD los datos correspondientes al Índice de Desarrollo Humano 2022. Son parte importante del conocimiento actual, son ciencia, datos y mediciones elaborados desde todos los rincones del mundo, recomendaciones hechas por los mejores expertos en cada materia. Deberían ser las guías que los países tomaran como referencia para acomodar sus leyes, presupuestos y planes de acción, y por eso el señor Guterres, socialdemócrata portugués de buen talante, repite algunos de los datos que contienen. 

 

La pandemia se llevó consigo cuatro años de progresos contra la pobreza; la tasa de pobreza laboral aumentó por primera vez en dos décadas; las muertes se multiplicaron por seis en 2020; una de cada diez personas padece hambre; hay más niños con retraso en su crecimiento; el incremento de los precios de los alimentos se ha generalizado; se ha producido una disminución de la esperanza de vida; hay un incremento de la prevalencia de ansiedad y depresión; la cobertura sanitaria universal se ha visto frenada; hay más desigualdad dentro de los países y entre países; se frenó el avance hacia la igualdad de género. Se han degradado más ecosistemas relacionados con el agua y aumentaron las personas que no disponen de saneamiento seguro ni cuentan con redes de agua potable. Se ralentizaron los avances en la electrificación, 700 millones de personas no tienen energía eléctrica. Hay más migración, discriminación y refugiados. La inmensa mayoría de la población mundial respira aire contaminado. Las emisiones de CO2 aumentaron un 6% en 2021, alcanzando el nivel más alto de la historia. Los océanos sufren calentamiento de las aguas, acidificación, sobrepesca y contaminación por plásticos; se eleva el nivel del mar. Diez millones de hectáreas de bosques se destruyen cada año. El mundo es testigo del mayor número de conflictos violentos desde 1946.

 

¿Conclusión? El Índice de Desarrollo Humano retrocedió a niveles de 2016 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible a sus parámetros de 2015. Sí, Antonio Guterres tiene razón: estamos en medio de una fuerte marejada. Es tiempo de tomar soluciones de calidad, de contar con políticos de calidad que hagan leyes de calidad y ejecuten medidas que corrijan las graves injurias con las que nos destruimos y destrozamos nuestra única casa.

domingo, 18 de septiembre de 2022

Arrimar la cesta de la compra

Escribanía de mar

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 18 septiembre 2022

 

La política líquida está llena de eslóganes y argumentos que se derriten antes que una chocolatina en una ola de calor. A los socialistas se les pegó eso de arrimar el hombro, destinado a su rival político, a las empresas energéticas, a la banca y a las grandes cadenas de alimentación. Al popular Feijóo le gusta repetir hasta debajo de la ducha que hay que bajar impuestos para, acto seguido, votar no a la reducción del IVA en el tarifazo eléctrico. Los inagotables separatistas están con el España nos roba y nos reprime. Los ultraderechistas de Abascal tienen la muletilla de que nos roban los inmigrantes y los ecologistas y feministas. Y así pasan el día, repitiendo mantras para ganar minutos de micrófonos y notoriedad ante sus huestes.

 

El eslogan elegido por Podemos y sus satélites, entre ellos los ministros de Izquierda Unida, es el de la imperiosa necesidad de topar las cosas. Topar los precios de los alquileres, topar los beneficios de la banca, topar las hipotecas, topar el gas y, estos días, topar los precios de los alimentos. El tándem Díaz-Garzón embistió con la urgencia de topar los precios de los alimentos básicos para suavizar su arrancada, a medida que se iba metiendo en harina, y dejarlo en “instar a las grandes cadenas que tienen beneficios a que colaboren con propuestas comerciales para que exista una cesta de la compra asequible, variada y saludable hasta después de Navidad”. Y es que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Y la de topar precios incumple lo establecido en el artículo 13 -libertad de precios- de la Ley 7/1996, de 15 de enero, de Ordenación del Comercio Minorista. Allí se establece la posibilidad de que el Gobierno fije precios y en qué supuestos: monopolio o concesión administrativa, regulación de producciones o subvenciones a sectores, en ausencia de competencia o cuando existan disfunciones severas en el mercado incluido el desabastecimiento. Nada de eso parece darse en este momento. Y sí cabe el riesgo de contravenir las leyes de la Competencia, favorecer un cartel que pacte precios, generar tráfico de compradores hacia grandes superficies en menoscabo de los mercados de abastos y tiendas de barrio y de proximidad, fomentar el uso de marcas blancas (hay que ver qué listillos los comerciales de Carrefour con su lineal preparado) e, incluso, meter en la cesta referencias como el chocolate blanco, pan de hamburguesas y zumos ultraprocesados en lugar de pan, leche, huevos, verduras, legumbres, pescado, carne y aceite de oliva, todas ellas excluidas del lote de precios topados.

 

Dicho esto, ojalá Díaz y Garzón consigan abaratar la cesta de la compra con otras fórmulas, que las hay, sin toparse de frente con las leyes vigentes.

 

 

domingo, 11 de septiembre de 2022

Un pozo sin fondo

Escribanía de mar

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 11 septiembre 2022

No queda nada del Real Astillero de Esteiro. Ni de la Constructora Naval ni de Bazán ni de Izar. Si somos estrictos con la legislación ahora, al pozo sin fondo que tenemos anexado al Arsenal, tendríamos que llamarle Navantia, S.A, S.M.E. Unipersonal. Traducido: Navantia, Sociedad Anónima, Sociedad Mercantil Estatal Unipersonal. Tomemos aliento y abreviemos. Los ferrolanos sin canas le seguirán llamando Navantia y los de pelo canoso le llamaremos Bazán. Así, por derecho y por costumbre, “La Bazán”, que lo otro es muy largo y además engañoso. Sobretodo el palabrejo “unipersonal”, por que el propietario es un accionista único, la SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales). Pero -siempre hay alguno-, viene a darse el caso, como es sabido, que la SEPI pertenece a Hacienda, es decir a todos los españoles. El silogismo se resuelve dando por cierto aquel eslogan publicitario, machacón hasta más arriba del cogote, que decía “Hacienda somos todos”. ¡Acabáramos! Navantia, todas las Navantias desparramadas por territorio español y filiales dispersas por el mundo adelante, somos todos, cosa que no sabemos si nos alegra o entristece.

 

La SEPI tuvo beneficios en 2021 gracias a las empresas del gas y alimentación. Sin embargo presentó, como es habitual, dos agujeros negros, Correos y Navantia. Los astilleros públicos tuvieron pérdidas de 93 millones de euros, y una deuda acumulada de más de 1.600 millones. Vamos, lo habitual. Las Unidades Generadoras de Efectivo, eufemismo que denomina los centros de trabajo y unidades de negocio, no han generado efectivo en números negros. En las cuentas realizadas por PricewaterhouseCoopers Auditores, S.L., (que costaron 140 mil eurillos, aquí lo dejo) se constatan los incrementos pagados en consumos de mercaderías, materias primas, consumibles, trabajo realizado por otras empresas, servicios exteriores y tributos para pagar la deuda. Eso sí, también hay buenas palabras, de esas que forman parte del diccionario del buen auditor y que tanto les gusta a los miembros del Consejo de Administración (10 hombres y una mujer). La literatura ambigua, eufemística y chachi plasmada en la Memoria dice que existe “una previsión de contratación y desarrollo de negocio favorable para los próximos cinco años”, “hay confianza en que la Sociedad vuelva a una senda de sostenibilidad recurrente” y “que se han establecido las bases de crecimiento futuro incrementando la rentabilidad y volumen del negocio”. Lo que no dice es dónde ni cómo; si se ganará dinero en construcción naval e ingeniería, reparación y transformación, sistemas o en propulsión, energía y servicios. O si otro quinquenio más todos los españoles seguiremos inyectando dinero en el pozo, a ver si atisbamos el fondo.

lunes, 5 de septiembre de 2022

El dinero del pueblo

Escribanía de mar

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 5 septiembre 2022

 

Esto no lo vi venir. Estaba entre las páginas de meteorología tratando de entender qué es lo que se está formando en Groenlandia que nos va a helar en septiembre, leyendo la crisis por el abandono de Ana Blanco del telediario y el batiburrillo (otro más) en el que se metió Feijóo al querer enfrentarse a una galerna desde su añorada caverna -toupeira- de San Caetano, cuando en las redes sociales departamentales apareció la exclusiva: “El dinero es del pueblo y las buhardillas no se quitan” o algo parecido. Rápidamente trataron de formarse piquetes que organizaran la “salida a la calle, de ese pueblo” y la recogida de firmas, de ciudadanos del pueblo, deduzco. Nada, pensé mientras despertaba, seguro que se produjo un cruce de cables cibernéticos entre las redes sociales de la plaza de España y las imágenes de los primeros años de Ana Blanco en los noticieros; de ahí que se manifieste el avatar del dinero del pueblo cuando en realidad quisieron decir el dinero público, de los impuestos, de los contribuyentes, de los presupuestos o alguna expresión similar. Por que si no fuese así, ¿de qué dinero se trata? ¿Y de qué pueblo?

 

En los presupuestos municipales, por centrar un poco el tiro, podemos identificar partidas que se obtienen de los impuestos locales, de transferencias provinciales, de obras financiadas por la administración autonómica, de inversiones que realiza en nuestra ciudad el gobierno del Estado y de otras que se pagan con fondos europeos. Por simplificarlo, aunque es una obviedad recordar que ningún pueblo, territorio, provincia, autonomía o Estado paga impuestos. Los impuestos los pagamos las personas, físicas o jurídicas. Por eso resulta tan entrañable como nostálgica la expresión “el dinero del pueblo”. Los cacereños, tarraconenses y palentinos nos ayudan a financiar el tren a Caneliñas, con presupuesto del Ministerio de Fomento. Las aceras de Serantes las pagan los compostelanos, coruñeses y mugardeses a través de la Diputación. La digitalización y la Ciudad del Deporte serán financiadas por franceses, italianos y portugueses, gracias a fondos de desarrollo europeos. El arreglo de la Iglesia de Dolores lo pagarán los ourensanos, vigueses y mindonienses, por obra y gracia de la Xunta. El monumento a las víctimas del golpe del 36 lo pagarán vecinos de Santa Marina, Serantes y Caranza, al igual que los fuegos de San Ramón, las sardinas de la Parrocheira y las meninas de Canido. ¿Y la reforma del palacio municipal, a quién se le ocurrió y quién la paga? Pues a los votantes ferrolanos, soberanos electores de los representantes políticos nombrados para que administraran todos los dineros, que tampoco son tantos.

 

lunes, 29 de agosto de 2022

Gallegos -y políticos- en el laberinto

Escribanía de mar

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 29 agosto 2022

 

Era lo que nos faltaba para afianzar nuestros instintos complejos y rebuscados. Llevamos milenios fabricando una reputación. Somos, los gallegos en general y los políticos en particular (aprendices, profesionales, recurrentes y plastas, sobretodo plastas), maestros cum laude en la indefinición, la ambivalencia, el circunloquio y el no digo nada y te lo digo todo. Perfeccionamos las herramientas del depende, el contestar preguntando, hacer equilibrios en la escalera, el ti vai facendoy el ya veremos, como nadie en el mundo. Sólo los gallegos sabemos a dónde va la Santa Compaña, tenemos la clave de la existencia o no de las meigas y conocemos el final del camino a San Andrés de Teixido de Fiz de Cotovelo. Y ahora, después de toda esta metafísica bien ajustada nos aparece un laberinto. Y no un laberinto cualquiera si no el laberinto más grande de todas las Españas, mayor que el Laberinto de Horta de Barcelona, el Capricho de la Alameda de Osuna y el de la Granja de San Ildefonso. Nada menos. El Laberinto de Breogán, en su nombre en la página web Labirinto de Breoghán, nació en Vilarmaior, a un paso de Pontedeume, de las manos del paisajista José Luis Meitín y de la cabeza del diseñador Raúl Castellar, a la sazón discípulo de Adrián Fisher quien pasa por ser el mejor constructor de laberintos vegetales de toda Europa. Más de 4.000 árboles, 6.120 metros cuadrados de superficie y un diseño rebuscado le convierten en, así lo definen, un intrincado lugar de fácil acceso y del que es difícil salir. Uno de esos sitios en los que se pierde la perspectiva, te envuelve en una atmósfera claustrofóbica, te sitúa ante una trama de caminos enmarañada hasta que consigue la sensación de desorientación, pérdida y extravío. Vamos, el lugar en el que parecen haberse instalado nuestros políticos de raza, gallegos y ferrolanos de pura cepa. A Alberto Núñez Feijóo la desorientación en la que está inmerso le lleva a aferrarse a lo que mejor sabe hacer: culpar, de lo que sea, a los demás. Al Gobierno, a los partidos opositores, a los de su partido, a los periodistas que le malinterpretan, al INE que cuenta mal los empleos, a Hacienda por hacer mal las cuentas y a Navantia por no haber contratado más floteles de aquellos que iban a salvar Ferrol. Yolanda Díaz está perdida en el laberinto o no está. No está en Podemos, ni en Galicia en Común, ni en el Partido Comunista, ni en ANOVA, ni en SUMAR. Más bien está dividida entre su faceta de ministra de lo laboral, cosa que hace bien, y la institucional de vicepresidenta, cosa que no hace ni bien ni mal. ¿Y los políticos locales ferrolanos, en que vericueto laberíntico se encuentran? Pues parece que perdidos, como buscándose a sí mismos.

lunes, 22 de agosto de 2022

Vamos al cine... o no

Escribanía de mar

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 22 agosto 2022

 

Vamos al cine. Pasaremos un par de horas divertidas en un ambiente fresco, por poco dinero. O todo lo contrario. Ir al cine, en aquellos tiempos (los que fuesen) era una actividad cultural de primer orden. El cine era más que una distracción la mayor parte de las veces aunque hay que reconocer que había muchas películas “de relleno”. Cinema, A las 4 “Capricornio uno”. A las 6, 8 y 10,45 (mayores 14 años) María Pacome y Tonie Marshall en: “Los cateados”. ¿Conoces a los artistas? Ni idea. ¿Sabes de qué va la peli? Pues tampoco. Otra, en el Avenida: 5,30, 8 y 10,45, (mayores 18 años) Malcolm McDowell y Teresa Mannani en “Calígula”. A ver, esta sí que sabemos de qué va pero es para mayores de 18. No sé si pedirán el carnet, aunque en el Avenida si hay mucha gente no se paran tanto. Es verdad, es un poco coladera. Y tienen el aire acondicionado a tope, que casi hay que ponerse chaqueta si no quieres pillar un resfriado. Capitol: 5,45, 8, 10,45 (mayores 16 años), Franco Nero y Sibila Banninang en “El día del Cobra”. Esta estará bien, porque Franco Nero sólo hace buenas películas. Es para mayores de 16 con lo que seguro que no pedirán el carnet. Vale, el Capitol es una buena opción. ¿Y que dan en el Jofre? (Una anotación. En el argot ferrolano se podía decir “dan”, “echan” o “ponen” una película indistintamente, aunque solía emplearse mayoritariamente la expresión “dan” tal película). Jofre: 5,45, 8, 10,45 (mayores 16 años) Chevy Chase y Rodney Dangerfeld en: “El club de los chalados”. Ves, lo que decíamos. Una película de relleno. Una de esas intrascendentes, sin argumento, de risa fácil y decorados cutres. Mejor nos olvidamos del Jofre. Madrid-París: 4, 6, 8, 10,45 (mayores 18 años) André Chanel y Thievy de Bren en “Parejas cómplices”. Pues esta tampoco suena de nada y para eso no hace falta ir hasta el Madrid-París, que queda un poco alejado. ¿Y no hay nada en el cine Callao? Pues no, sigue cerrado y dicen que lo van a tirar. ¿Y en el Rena? Aquí sí. RENA: 5,45, 8, 10,45 (mayores 18 años), Melody O’Brian y Sascha Helan en “Criaturas en celo”. Bueno esta es de destape, claramente. Suena también a cine cutre, del montón, con unos artistas que no los conocen ni en su casa. Vale. Decidido. Nos vamos al Capitol, ¿a las 8? A las 8.

 

Era la década de los 80. En el barrio de la Magdalena había cines y teatros. Algunos llevaban en pie décadas, como el Teatro Renacimiento. Ferrol. Teléfono 40. El local que exhibe las mejores producciones cinematográficas sonoras de las más acreditadas marcas mundiales, rezaba su publicidad. Ahora es una ruina a la que han lavado la cara pintando su fachada, después de decenas de años cerrado. La metáfora de una ciudad triste y decadente. 

domingo, 14 de agosto de 2022

Piedra, rojo y pirulitos

Escribanía de mar

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 14 agosto 2022


Francisco Franco, vecino de Ferrol, militar mediocre de los últimos de su promoción, almirante frustrado porque cateó en su ingreso a la Armada, dictador cruel, leyó su discurso desde el balcón del nuevo palacio municipal el 15 de septiembre de 1953 : “Se hace realidad lo que fueron ilusiones de tantos años y el trabajo se intensifica en los talleres y ya no es una pesadilla el vivir del calor del impulso del gobierno central”. Franco, en esa visita a su pueblo, había venido a inaugurar las viviendas de Recimil, la Escuela de Aprendices, la Exposición Industrial, la plaza de España y, por supuesto, el majestuoso palacio municipal. Ya puestos, aprovechó su filípica para reprochar a los ferrolanos que vivieran de la sopaboba del Estado. “Es necesario que las poblaciones tengan vida propia, porque 80.000 almas son muchas para que puedan pretender vivir exclusivamente de los presupuestos del Estado”. ¡Acabáramos! A ver quien le llevaba la contraria en la abarrotada plaza al pequeño franquito, individuo que, por lo demás, no hizo nunca otra cosa que cobrar (y apropiarse) de emolumentos del erario público.

 

A Gonzalo Torrente Ballester aquello no le pareció bien. Lo del palacio municipal, quiero decir. Y lo del vecino dictador, tampoco, a pesar de haber vestido camisa azul y lucirla en las terrazas del Casino. En 1962 don Gonzalo firmó el manifiesto en defensa de los mineros asturianos en huelga y se jugó el puesto de profesor en la Escuela de Guerra Naval. Fue expulsado, naturalmente. Comenzó un periplo de destinos en institutos por la geografía española que le permitieron ganar los garbanzos para su extensa familia. Los libros no daban para mucho. En uno de ellos, Dafne y ensueños, aprovechó para recordar dos hechos nefastos, a su parecer, firmados por el general Franco, el traslado del Obelisco de Churruca y el destrozo de la plaza ilustrada ahora llamada de Armas. Lo escribió así: “Pues el general Franco permitió que destruyesen la plaza, instalasen en su costado norte uno de los edificios más horripilantes del mundo, piedra, rojo y pirulitos, y que llevasen a trasmano el obelisco del homenaje y del recuerdo”.

 

La actual corporación municipal asalta el castillo de los pirulitos y los va a eliminar. ¿Por seguridad? Eso dicen. ¿Y las buhardillas? Porque no les gustan. ¿Y las tejas? Por supuesto, en su lugar colocarán zinc. ¿Le cambiarán el color? Claro, el rojo es una mala imitación del ladrillo cara vista. ¿Y quitarán a Juan Carlos? Eso…Tal vez se caiga, se haga añicos y los técnicos digan que bueno, que qué se le va a hacer…¿Y don Gonzalo, qué diría del edificio horripilante si ya no es rojo ni tiene pirulitos? Ah, pues habrá que acercarse al jardín botánico del campus y preguntárselo…

domingo, 7 de agosto de 2022

Sujétame la corbata

Escribanía de mar

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 7 agosto 2022

 

Esta vez hizo los deberes. El Gobierno presidido por Pedro Sánchez actuó con prontitud y eficacia. No sobreactuó, como cuando salió a la palestra a decir aquello del chuletón al punto imbatible respondiendo a la necesidad de reducir el consumo de carne que había sugerido el ministro Garzón. Bueno, el ministro Garzón, media Europa y la comunidad científica especializada. El asunto, visto ahora, pasó de ser serio a extremadamente preocupante. Hay evidencias a toneladas del impacto del calentamiento global y el cambio climático. La ciencia aporta cada año decenas de investigaciones que la ONU sintetiza con las alertas sobre la destrucción del planeta. Nuestro modelo de vida no es sostenible; cada año consumimos los recursos disponibles de la tierra en menos tiempo. Ahora, un proveedor mundial de energía, Rusia, nos está dando un nuevo revolcón. Pedro Sánchez, como sus pares europeos y occidentales, nos alienta a ahorrar energía. Es preciso bajar la calefacción, enfriar menos los edificios, consumir menos gasolina, ahorrar agua, apagar las luces, comer menos carne procedente de grandes explotaciones y, cuando se puede, prescindir de la corbata. Cuando sea posible, apostilló Sánchez ante los periodistas a cuello descubierto o descamisado o algo así, que diría Bono, aquel socialista que no lo era ni pretendía serlo. 

 

A mi me dio que pensar la tibieza con la que Sánchez trató el trascendental asunto de la corbata. Me confirmó la teoría defendida por Wenceslao Fernández Flórez en su famoso artículo La importancia de las corbatas. El gran cronista parlamentario escribió: “El hombre, que vence a las fieras más poderosas, que domina a los elementos, que ha conseguido arrebatar a la muerte las armas de ciertas enfermedades, no ha logrado aún domeñar las corbatas”. Y así seguimos, si nos atenemos a la prudente recomendación de Sánchez. Las corbatas, al parecer, poseen un alma misteriosa y no siempre se puede prescindir de ellas. Esos trozos de tela que los mercenarios croatas llevaron a Francia en el siglo XVII, las kravatas, y que tanto le gustaron a los reyes titulares de Versalles, más preocupados por los adornos del vestir que de su utilidad, se transformaron en prendas imprescindibles en el mundo de las finanzas, la empresa, la política, la milicia y toda clase de instituciones de orden protocolario y jerarquizado. 

 

Anchas, estrechas, de colores, negras, anudadas al estilo Windsor o con una lazada simple, las corbatas sólo sirven para subir la temperatura corporal dos grados y hacer que los aires acondicionados funcionen a toda pastilla. Son, dicho en corto, objetos insostenibles e inútiles, que ya no rellenan el hueco del chaleco. Y el chaleco, dónde se habrá metido…

domingo, 31 de julio de 2022

Un ciento, veinticinco manos

Escribanía de mar

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 31 julio 2022

 

Los momentos previos a salir a la mar el Pedregal era un hervidero de gente. Había en Redes, aseguran las crónicas, unas 38 embarcaciones del xeito y en cada una embarcaban entre 4 y 6 marineros. Llegaban cada día al puerto, el Pedregal, con sus carabeles, unos cestos de mimbre redondos con asa en los que llevaban comida y bebida para la noche. A la vuelta de la marea traían en ellos parte de las sardinas que les correspondía de la pesca del día.

 

Es la una de la tarde. En la calle del Medio, en el bajo de una casa cualquiera, se preparan dos hileras de cativos vestidos con pantalón azul, camisa blanca, pañuelo azul atado al cuello en el que se lee “Festa da Cabria” y, algunos, sombrero de paja. Los mayores, guardianes de la tradición, visten igual aunque alguno lleva puesta una boina marinera como sólo el oficio, el sol, el viento y la lluvia, enseña a hacerlo. Saldrán llevando las redes al hombro, acompañados por unos gaiteros. A los pocos pasos, en la misma calle, los jóvenes marineros cruzan una exposición de fotografías colocadas, claro, sobre redes. Imágenes de La Habana, de los barcos “viveros”, de su puerto, de las familias enteras que allí fueron a ganarse la vida, del imponente Centro Gallego, de su condición de filántropos -cada uno en su medida- para poder construir la Agrupación Instructiva de Redes y Caamouco y fomentar el progreso de su pueblo, de su condición de indianos…Continúan, despacio, por el centro de la villa hasta llegar al final de la rampa. Dos embarcaciones esperan, engalanadas y relucientes, para embarcar las sesenta brazas de cada red y llevarlas, a remos, hasta las cabrias. Las cabrias, esos templos artesanos de madera que decoraron, desde tiempos remotos, la costa desde el castillo hasta Areamorta y que servían para secar las redes, cuidarlas, mimarlas para que duraran y capturaran las sardinas que curaban el hambre. Un hombre veterano y una niña ágil y prudente son los encargados de colgar las redes. Suben despacio, seguros, sincronizados. Saben donde tienen que colocar los pies y cómo colocar el cuerpo, para dejar las manos libres para las redes. Sin arneses, sin líneas de vida, con templanza y sabiduría. En poco tiempo las dos redes quedan colgadas, con senos generosos y bien repartidas por toda la cabria. El Pedregal ahora es también un hervidero de gente, aunque no de marineros que van a salir una noche más a ganarse el sustento. Vecinos, turistas, artesanos y otros curiosos, aplauden espontáneamente este acto valiente y emotivo. En él está el orgullo de un pueblo marinero, emigrante y trabajador como el que más, que vendía las sardinas al ciento y por veinticinco manos, cuando una mano eran cuatro sardinas. De las buenas.

sábado, 23 de julio de 2022

Chocolate, medicina universal

Escribanía de mar

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 23 julio 2022

Esto lo explica todo. Los gallegos vivimos mucho, pero que mucho, mucho. Ferrol, sin ir más lejos, bate el récord como ciudad envejecida. Y le tenemos un apego a la tierra que no se puede explicar racionalmente. Con eso de la morriña, de no querer salir de Galicia o regresar en cuanto es posible, de presumir de naturaleza verde y fresca, de aguas limpias, de comer los mejores alimentos del mundo, y cosas así. ¿Es algo genético? ¿Son las brumas, las meigas o la influencia de la Santa Compaña? Pues no, nada de eso. Es el chocolate y el cacao. ¡El chocolate!, esa delicatesen ultramarina que los gallegos domesticamos como nadie y consumimos por encima de nuestras posibilidades. Y muy por encima del resto de los españoles, como nos indica un año más el Informe Anual del Consumo Alimentario editado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Página doscientos y pico (no les aconsejo que se lo lean de una tacada porque tiene más de setecientas): “los gallegos tienen el consumo per cápita más alto del país”. Categoría: chocolates y cacaos. Nos zampamos el último año 5,16 kilos por nachiño/nachiña del noroeste peninsular, un 28,5% superior a la media nacional. Y eso que España tiene un consumo más alto que el promedio de Europa, que además creció durante el confinamiento y la pandemia. Pero Galicia, imbatible, creció más que el promedio de España. Especialmente el chocolate negro, el catalogado como más saludable. La SEDCA, Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación lo pone por las nubes: ayuda a reducir la presión arterial, mejora el estado de ánimo, evita la depresión, mejora la piel, previene el envejecimiento, mejora la memoria y reduce el riesgo de infarto. Nada menos. Aunque aquí, entre nosotros, les contaré que todo eso ya lo conocíamos desde 1796, cuando nos lo contó el cirujano real Antonio Lavedán en su libro sobre las propiedades del tabaco, café, té y chocolate. Citaba en él: “El chocolate es bebida divina, celestial, sudor de las estrellas, semilla vital, divino néctar, panacea y medicina universal”, para a continuación detallar la interminable lista de efectos milagrosos que producía esta milenaria bebida de los aztecas. A saber: alarga la vida a viejos y decrépitos; repara fuerzas; es remedio estomacal; repara debilidades, congojas, crudezas, vómito y cardialgia; fortalece a tísicos y gotosos; engendra sangre más espirituosa; vivifica la sustancia del corazón; retarda las canas y aumenta la virilidad; y dilata la vida hasta la decrepitud”. Esto, decíamos, lo explica todo. Explica por qué Hernán Cortés y sus muchachos lo trajeron a España en 1550. Y por qué los gallegos lo convertimos en nuestra medicina universal. Hasta hoy.

lunes, 18 de julio de 2022

La carrera

Escribanía de mar

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 18 julio 2022

 

Están muy altos los precios, como en una carrera alocada que nos empobrece a velocidad de vértigo. Están altos los contagios por el virus de la covid, ahora en su variante ómicron en una de sus mutaciones traicioneras, en una carrera que nos lleva hacia más hospitalizaciones y cifras escandalosamente tenaces de muertos. Están altas las temperaturas, inusualmente altas dicen los meteorólogos, en una carrera por confirmar el cambio climático, el calentamiento global y el destrozo del único planeta disponible. Está alta la crispación entre políticos, en su particular carrera por escribir en las actas del Congreso las palabras Franco, ETA, independencia, democracia imperfecta, y otras así, cuando se suponía que iban a debatir sobre el estado de la nación y los problemas que sí importan: viviendas asequibles, centros de salud cercanos, colegios públicos de calidad, precios contenidos, solidaridad con los desfavorecidos, ayuda a los invadidos y defensa de los derechos humanos y sociales que nos lleven a una sociedad mejor. 

 

Dicen algunos politólogos que el ciclo político estatal dura una semana. Los partidos actuales son inmediatos más que cortoplacistas. El presidente Sánchez señaló el comienzo de la carrera del último año de gobierno antes de revalidar, o no, su plaza en La Moncloa. El que fuera presidente popular permanente plenipotenciario de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, comenzó su carrera para apuntalar su imagen de moderado y realista, aunque sus primeros pasos le caracterizan como un presidente popular perplejo y parado, atenazado por el miedo a los suyos (léase Ayuso y la escuadra aznarista), que son los que dan mucho miedo a los gallegos que quieren aterrizar en Génova y La Moncloa. Yolanda Díaz, esta vecina de Fene que hizo pinitos en el municipio, el parlamento gallego y ahora el Congreso, comenzó su carrera para sumar, escuchar y conocer lo que piensa la sociedad civil. Se ve que sus años anteriores dedicados al arte político los hizo sin saber muy bien qué pensaban los administrados, sus votantes y el resto de la sociedad. No pasa nada. La señora Díaz lo va a compensar con creces después de su periplo de oyente y le va a plantear a los españoles un nuevo contrato social al estilo del de Rousseau, nada menos.

 

Los políticos locales, por su parte, comenzaron la carrera a la alcaldía simbolizada en sus posiciones antagónicas e irreconciliables hacia lo más sagrado del devenir ferrolano: el aparcamiento de los coches, gratuito y en la puerta. Mato y Rey, Rey y Mato, comenzaron su carrera por el bastón de mando sin propuestas de modelo de ciudad, sin proyectos ilusionantes, con escasa vocación municipalista. ¿Quién ganará la carrera y conseguirá aparcamiento en Armas?

lunes, 11 de julio de 2022

Las sardinas mejor escritas

Escribanía de mar

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 11 julio 2022


Julio Camba escribió en Puentes y puertos políticos (El Sol, 1919): “Galicia es una tierra de sardinas y de políticos”. La frase es lapidaria, rotunda, definitiva. A los políticos, seres dotados para la palabrería sin sustancia, Camba les prestó mucha atención para tratar de entenderles. No sé si lo consiguió. A las sardinas sí, por supuesto, y lo plasmó en su pieza Las sardinas (La casa de Lúculo, 1929). Manjar canalla, poco fino y remilgado, la sardina era para Camba la esencia del mar. Un pescado pasional inspirador de locuras. “Si fuera el cajero de una sociedad sería capaz de fugarme con los fondos confiados a mi custodia nada más que para irme a un puerto y atracarme de sardinas”. ¿Eso se haría por un festín de almejas, merluza o chocos en su tinta? Pues claro que no. Camba lo haría sólo por las sardinas, especialmente las cogidas al xeito, arte que filtraba las muy pequeñas (tobilleras) y las muy grandes (jamonas), dejando en la red las de “edad y tamaño requeridos”. Cuando venía a Vilanova de Arousa, su pueblo, acudía a la ceremonia del boticario Pepe Roig. Preparaba cachelos con unto y laurel al tiempo que hacía las brasas con carozos de maíz. El boticario colocaba la parrilla para que las sardinas se asaran “al romance”, poco a poco y con el mínimo calor. Camba le explicó al mundo el algoritmo virtuoso para comer las sardinas: “para cada cachelo una sardina y para cada sardina un vaso de vino”. Y así hasta no menos de una docena, cantidad necesaria para apreciar sus aromas y sabor.

 

A Josep Pla le gustaban las sardinas navegadas corriendo la costa de Cadaqués . Pasadas por el rescoldo, sin llamas, y después rociadas con aceite y vinagre. Las acompañaba con pan, abundante vino y una ensalada de pimiento, tomate y cebolla. Veinte o veinticinco por cabeza, para finalizar con café negro, fuerte, reforzado con aguardiente. Pla, mientras buscaba acomodo en la proa de la embarcación para echarse una siesta académica, pensaba que las sardinas de aquellas aguas “proporcionan a la sangre humana una radiante plenitud, una efusión trascendente”.

 

Álvaro Cunqueiro disertó en su artículo Sardinas asadas (Jano, 1973) sobre variadas formas de deleitarse con sardinas. Asadas sobre sarmientos de vid, salándolas con sal gruesa, acompañadas de cachelos y pan de brona, regadas con tragos largos y lentos de vino blanco frío. O bien revenidas después de 24 horas en salmuera, abiertas, descabezadas y limpias, aliñadas con aceite, vinagre y ajo picado muy fino. De cualquier forma, las sardinas, decía, pueden ser “algo de extrema calidad y perfección”.

 

Otra cosa era la digestión, el sabor “muy bueno pero de demasiado tiempo”, y la cantidad de perfumes necesarios, decía Camba, para devolverle a las manos su estado purificado.