domingo, 28 de marzo de 2021

Calviño y Díaz

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 28 marzo 2021

Si un españolito medio, confinado por la pandemia y atribulado por la política (así estamos todos) quiere entender las claves del gobierno de coalición no tendrá más remedio que mirar hacia aquí, al golfo Ártabro, al rincón más septentrional y más occidental de todas las Españas. Lo dijo en su día Julio Camba: “Galicia es una tierra de sardinas y de políticos. Las sardinas nacen unas de otras y los políticos también. Para ser un político gallego lo primero que se necesita es ser pariente de otro político gallego…” (Puentes y puertos políticos, El Sol, 1919). Camba acertó en su época y un siglo más tarde. Nadia Calviño y Yolanda Díaz sostienen el actual Ejecutivo. Ni Calvo, ni Ábalos ni mucho menos Montero (Irene) o Garzón. El Gobierno está apoyado en las habilidades de la coruñesa -aunque criada en Madrid y exportada a Europa- Nadia Calviño, la de las cuentas, y la fenesa Yolanda Díaz, la activista sindical.

Calviño y Díaz son complementarias porque son muy diferentes. Calviño tiene una formación exquisita, habla cuatro idiomas, es alta funcionaria del Estado y tiene la cabeza llena de números, mercados y economías. Díaz es sindicalista hija de sindicalista, con experiencia (aunque no de gestión) en lo laboral y las políticas sociales. Calviño es europeismo, de la fuente de Salvador de Madariaga, de la rama de la socialdemocracia tirando hacia el liberalismo. Díaz es del Partido Comunista y del sindicato Comisiones Obreras, de la lucha por la defensa de la clase trabajadora y seguidora de los políticos ferrolanos más escorados a la izquierda de los socialdemócratas. Calviño es reformista, Díaz rupturista. Calviño siempre estuvo ligada a las siglas de su padre, Díaz también, aunque en los últimos años se haya enfrascado en un guirigay de siglas de fragmentos, alianzas y minicoaliciones que no auguran un buen final. Pero Calviño y Díaz son complementarias en sus diferencias porque practican mecanismos comunes: diálogo y negociación, para alcanzar los mismos objetivos: acuerdos progresistas, sociales y europeístas que consolidan y mejoran nuestro estado de bienestar.

Camba nos contaba como los señores diputados pueden pasarse juntos toda la vida sin llegar nunca a ponerse de acuerdo, “y esta feliz circunstancia es la que les ha permitido crear el sistema parlamentario”. El Congreso sigue siendo el mismo lugar, aquel sitio en el que los políticos hablan por hablar, hablan sin decir nada, hablan porque el diputado, decía Camba, es un ser organizado exclusivamente para el ejercicio de la palabra hablada. Y aquí está la diferencia con Calviño y Díaz: hablan para negociar y acordar, hablan con educación, respeto y buen tono, para firmar políticas de progreso.

Otro día les hablaré de las sardinas.

domingo, 21 de marzo de 2021

Ni madrinas ni mandolinas

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 21 marzo 2021

Segundo año pandémico y seguimos sin Pepitas, sin madrinas, sin rondallas y sin mandolinas. Ni Ferrol ni sus Pepitas tienen quien les cante. Bueno, en verdad sí tienen los mejores cantantes, músicos, poetas y trovadores, pero están con la mascarilla puesta cual bozal que les enmudece. Como todos. Por las calles no se oirá el himno de Manuel Masdías: “Es mi Ferrol sin igual / paraíso ideal / alegría de los corazones / en que la hermosa mujer / llena con gran placer / el ambiente y luz de las canciones”. Ni en las plazas ni en los teatros, y mucho menos al pie de los balcones, las Pepitas escucharán sus canciones: “Hermosa ferrolanita / de Galicia bello sol / eres la reina hechicera / de este galaico vergel / eres linda, con modestia / en amores eres fiel / zalamera con mesura / graciosa con pulcritud, etc…”.

El virus sars-cov-2, causante de la covid-19, es un virus que nos ataca a través del sistema respiratorio. Ya hay que tener mala fe vírica. Los ferrolanos necesitamos celebrar las Pepitas y para celebrarlas tenemos que cantarlas. Respirar libremente, cantar, gritar ¡guapa la madrina! ¡Vivan las mujeres hermosas, de rostro encantador, mujeres hechiceras, de encanto seductor!, y cosas así, algo incompatible con el control de las gotículas y aerosoles portadores de los virus. Pero además tenemos que cantar haciendo la ronda, como sentencian los sabios del tema como Juanjo de los Ríos: Hay que defender la ronda y recuperar los itinerarios tradicionales. En conclusión, las Pepitas exigen cantar, moverse y celebrarlo juntos, en compañía, cosas todas ellas que favorecen la transmisión del puñetero virus. No lo podemos permitir.

Pepita, Pepita / graciosa y lozana / moza ferrolana / princesa de amor / escucha este canto / que brota del pecho / y asciende derecho / hacia tu balcón. Tendrán que ser balcones virtuales o balcones decorados, aunque silenciosos y vacíos, sin rondallistas con capas tocando guitarras y mandolinas, cantando: “Sal, sal, Pepita / que tu eres más bella / que el sol, que la estrella / que el día y su albor”, o aquello otro de: “sirena de los mares / que Ferrol baña / graciosa maravilla / del cielo y mar / hermosa eres Pepita / moza de España / hecha para ser hija / de mi cantar”.

Y es que las Pepitas son de todo o nada. O se canta en grupos por las calles, rondando, o no es posible hacer un sucedáneo como en otras actividades. No cabe hacer como el fútbol sin público o las procesiones estáticas propuestas para semana santa (menudo oxímoron eso de pretender moverse quedándose quietos) o los conciertos musicales con espectadores sentados y separados. No queda más remedio que esperar, “mujer ferrolana / dulzura de amor / mágico candor / de feminidad…” 

domingo, 14 de marzo de 2021

Análisis

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 14 marzo 2021

Se recrea la historia del azote del cólera en el Ferrol de 1854. Conviene comprobar, especialmente en un momento como el que vivimos, si aprendimos algo de episodios parecidos o cometemos reiteradamente los mismos errores. El cólera causó estragos en Ferrol, Mugardos y Puentedeume, obligó a prescindir del tráfico de mercancías por mar, provocó el adelanto de mejores prácticas higienistas en la población y nos puso ante el espejo de nuestra fragilidad como especie.

Se narra la historia de los fielatos, nombre común de las llamadas Estaciones Sanitarias de Abastos. Allí se hacía el control de los alimentos que entraban dentro de murallas, se cobraban las tarifas del derecho de puertas y los impuestos de consumos. Todavía se recuerda la figura de los “consumeros” vestidos con bata de dril y gorra de visera, apostados en las casetas de arbitrios de la Malata, el Muelle, las puertas de San Fernando y Fontelonga, la Puerta Nueva, la de Neira, la de Canido y las que estaban al pie del Puente de las Cabras, el Alto del Castaño y la Estación del Ferrocarril.

Se explica la trayectoria del Hospital de Caridad, desde su creación en el hospitalillo de la calle Espíritu Santo (casa que bien merecería los honores de una placa), su asentamiento en la cuesta hacia Canido y su actual instalación en el barrio de Caranza. Por supuesto en este trabajo destacan las figuras de Sánchez de Aguilera y Pardo de Atín, hombres especialmente inclinados hacia la procura del bien común.

Se detalla la historia del cuerpo de Ingenieros Navales desde su creación como cuerpo de Ingenieros de Marina en 1770, y el papel destacadísimo de J.J. Romero y Fernández Landa.

Se visualizan amplios reportajes sobre los museos más importantes: el Museo Naval (Armada Española), Museo de la Construcción Naval (Exponav), Museo de Historia Natural (SGHN) y la exposición permanente sobre la Semana Santa. Conforman una buena oferta museística al alcance de todos, aunque vistos en conjunto hacen que todavía se eche más en falta el ansiado (y prometido) museo de la ciudad. 

El número 32 de FerrolAnálisis, editado por el Club de Prensa, es un trozo de saber enciclopédico que nos ayuda a comprender la esencia del ser ferrolano y el papel que la ciudad departamental desempeña en estos tiempos efímeros, pandémicos, líquidos y cibernéticos. Wenceslao Fernández Flórez, que también se asoma a sus páginas, escribió que además de tener gran afición por las rondallas, las confiterías y las tiendas de cerámica, los ferrolanos éramos gentes de corazón un poco loco pero grande y bueno, generosos y excitables, épicos y líricos. “Un pueblo de sangre hirviente, una fantasía meridional conservada entre los algodones de las nubes norteñas”. No cabe un análisis mejor.

domingo, 7 de marzo de 2021

Terracistas

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 7 marzo 2021

Los ilustres académicos de la RAE no consideran que la palabra terracista merezca un lugar en el Diccionario de la Lengua. Los letraheridos académicos de café, sí. Fue Ramón Gómez de la Serna el que más y mejor recreó el término terracista aunque no precisamente para dejar a los practicantes de esta costumbre en buen lugar. Decía que los terracistas eran gentes de verano, intrusos en la vida de los cafés cargados de historia. Los terracistas eran como veraneantes ocasionales, más propios de las horchaterías, cervecerías o chiringuitos populares que de los cafés de toda la vida. Ni que decir tiene que a esta opinión se podría sumar la de otros muchos académicos de café españoles, como Corpus Barga, Díaz Cañabate, González Ruano, Jardiel Poncela, Eduardo Zamacois y también gallegos: Valle Inclán, Julio Camba y Torrente Ballester, por citar a algunos. Y es que la terraza y el terracismo en España no tuvo, al menos en sus inicios, el mismo predicamento que en el extranjero. Hay que ver cómo les gustaba contemplar el mundo desde las terrazas a clásicos como Henry James, Sartre y Albert Camus, éste con la arraigada costumbre de sentarse en las terrazas de los cafés de Orán para “ver pasar bellas mujeres”.

Los terracistas ferrolanos lo tienen especialmente difícil. Las terrazas no encuentran su lugar, salvo algunas excepciones. Que si la lluvia, que si las aceras son estrechísimas, que si ahora hay que dejar las aceras libres y ocupar las calzadas, que a ver por dónde pasan los vehículos, que si las terrazas de las plazas están perimetradas por calles con coches aparcados y circulando y los camareros se juegan el tipo en cada comanda, que si sopla el nordeste y te hielas y si sopla el suroeste te mojas, y todo así. 

La escasa costumbre terracista no facilitó la adaptación del ferrolano al nacer, por lo que en el código genético no hay ni rastro de esta afición. Con esto el ferrolano no nace, tiene que hacerse. Nace con gusto por el arroz con leche, con ganas de cantar en las tabernas, diciendo ¡opa! antes que mamá, con inquina hacia los cascarilleiros, sabiendo afilar los lápices con navaja y diferenciando el café de Colombia de todos los demás. Pero no trae de fábrica el gen del saber estar en una terraza y eso es un asunto grave y peliagudo para el futuro inmediato. Esta primavera las sillas de las terrazas serán un bien escaso, altamente cotizado y dificilísimo de capturar. El virus mortífero nos cambiará las costumbres -lo está haciendo ya- a base de contagios, hospitalizaciones y muertes. Saldremos más a la calle buscando espacios abiertos y evitando los cerrados. Las terrazas le ganarán el pulso a los coches, como en la Europa de los cafés y los paseos admirada por Steiner. Veremos.