domingo, 28 de noviembre de 2021

El AVE que viene

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 28 noviembre 2021

Todo vino de Inglaterra, por supuesto. ¿De dónde iba a venir? El fútbol y los scouts. Los ingenieros de la Constructora Naval y sus familias. El British School y el salón teatro New England. Los cañones Vickers y los cronómetros marinos. El té de las cinco. La gimnasia, las colonias, las excursiones pedagógicas, la educación al aire libre y las prácticas higienistas. Los primeros velocípedos y los telégrafos de órdenes en los que se leía full speed pero los ferrolanos acordamos que sería mejor decir filispín. Y claro, vinieron las locomotoras a vapor con sus maquinistas, sus fogoneros y el carbón que las movía. 

Guardo algunas fotografías en una caja que llamo “Ferrol en la Edad de Plata”, aquella ciudad que tuvo momentos de lucidez en el primer tercio del siglo XX. Unas pocas son del tren de la primera época del ferrocarril Betanzos-Ferrol. La máquina de vapor no tenía cabina ni marquesina que protegiera al maquinista ni al fogonero. Ambos visten gorra con visera y no parece que el viento, por la velocidad alcanzada, las hiciesen volar. El humo blanco salía por todas partes menos por la chimenea. Los vagones de mercancías y los coches de pasajeros tenían balconcillos exteriores por los que pasaba el revisor para pedir los billetes. Al pie de una de las fotos puede leerse: “Locomotora 020 construida en 1856 por Dodds & Son, Rotherham, Inglaterra”.  

Sobre el origen de los trenes ingleses, baqueteados y un tanto destartalados (con más de cincuenta años en sus vielas) que llegaron a Galicia tenía una teoría más que verdadera Wenceslao Fernández Flórez. Estaba convencido de que se habían escapado de las minas de hulla o de otros trabajos penosos, fríos y húmedos de aquellas tierras. Vinieron a parar al trayecto Betanzos-Ferrol o al pintoresco Santiago-Pontevedra, bajo el nombre de The West Galicia Railway Company. Eran trenes llenos de chinches en los que entraba la carbonilla por todas las junturas. Los trayectos de diez horas tardaban quince, con varias averías y paradas imprevistas a petición del público respetable. Mister Williams, ¿sería tan amable de parar después de aquella curva que me queda tan a mano para visitar a mi tía Gertrudis, aquejada de gota? Y el maquinista paraba el tren, muy cortésmente. La educación es la educación y las prisas malas consejeras.

Dicen que vendrán unos trenes a 300 kms por hora. No lo crean. Se han equivocado, afortunadamente. El trayecto Coruña-Ferrol lo seguirán haciendo a 30. A 30, y no a 300. Ningún tren AVE, Alvia, Avant o como se llame el futuro artefacto supersónico nos privará de un viaje entretenido, pausado, lento, en el que sigamos disfrutando de la insuperable belleza del golfo Ártabro. Faltaría más.

domingo, 21 de noviembre de 2021

Una vida buena

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 21 noviembre 2021

Durante siglos se definió la salud como ausencia de enfermedad. Estar sano era no estar enfermo. Estar enfermo, habitualmente, era morir. La vida era corta y, para la mayoría de la población, penosa. Hasta no hace mucho la esperanza de vida en nuestro país no llegaba a los cincuenta años, como ahora en algunas zonas del tercer mundo. Un porcentaje muy pequeño de la población cumplía los sesenta y vivía lo que Aristóteles definió como una vida buena. El maestro filósofo, nacido hace poco más de 2.300 años, creía que la actividad humana tendía hacia un bien superior, la felicidad. Se conseguía a través de una vida activa comprometida con la realización de las capacidades innatas. Una vida buena sería lo opuesto a darse la buena vida o tener una gran vidorra, en términos más castizos. La corriente aristotélica apostaba por un estilo de vida enmarcado en la sencillez, honestidad, frugalidad en el consumo, solidaridad con los congéneres y respeto por la naturaleza. Quien la pudiese disfrutar no encontraría sentido a ponerle fin, a suicidarse.

El suicidio creció en España un 7,4% en 2020 según el INE. Cerca de 3.000 hombres y más de 1.000 mujeres pusieron fin a su vida en el primer año pandémico, colocando al suicidio como la tercera causa de muerte. Fueron 4.000 personas de todas las edades, entornos, profesiones y grupos sociales las que consideraron que no tenían una vida buena y decidieron ponerle fin. La gran mayoría habían solicitado algún tipo de ayuda. El CIS calculó que un poco más del 6% de la población acudió a servicios de psiquiatría o psicología desde el inicio de la pandemia por causas como estrés, ansiedad, depresión, insomnio, problemas alimentarios, falta de energía y motivación. Casi tres millones de ciudadanos demandaron terapia y cuidados en salud mental a un sistema de salud, el español, muy deficitario en estas áreas. Aquí hay menos psiquiatras, psicólogos y enfermeros especializados en salud mental que en la media de Europa. La OMS, en su Atlas de Salud Mental de 2020, señala en nuestro país escasez de profesionales y medios adecuados para alcanzar un nivel aceptable de promoción y prevención en salud mental. 

Hoy no se define la salud como ausencia de enfermedad. Hoy se proclama que no hay salud si no hay salud mental. En una zona deprimida como este rincón del noroeste llevamos varias décadas afrontando el déficit de no tener una vida de calidad. El doctor Quintanilla Ulla, alcalde, escritor y académico, publicó un pequeño estudio en 1994 titulado El complejo mundo del suicidio. Ferrol y Galicia presentaban entonces -y presentan ahora- unas cifras alarmantes de personas que ponen fin a su vida. 



domingo, 14 de noviembre de 2021

Es la semántica, camarada Garzón

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 14 noviembre 2021

Al ministro Garzón se le atraganta la semántica como se le atragantó la carne. Se le dan mejor los números que las letras, al parecer, cosa que tropieza con su actividad de parlamentario. El ministro Garzón trató de echarle una mano a su compañera de partido Yolanda Díaz en su afán de clarificar lo que quieren hacer en materia laboral, cuando le asestó un duro golpe al idioma que usa para trabajar. Vamos a modificar los artículos más lesivos, eso es lo importante y olvídense de la semántica, vino a decir. El Diccionario de la Lengua Española (DLE) enseña que la semántica es la disciplina que estudia el significado de las unidades lingüísticas y sus combinaciones. El castellanohablante Garzón, Yolanda Díaz, Nadia Calviño, Pedro Sánchez y otros miembros del Ejecutivo, líderes de los agentes sociales y buena parte de los medios que los cubren, llevan enzarzados varios meses con el significado de la palabra reforma aplicada a la legislación laboral. 

Consultemos el DLE. Revertir: volver al estado o condición que tuvo antes. Derogar: dejar sin efecto una norma vigente. Por aquí no vamos bien. No se puede derogar y dejar un vacío legal, tampoco se pretende volver al articulado anterior a 2012. Hay que avanzar. Modernizar, actualizar: poner al día. Cambiar: convertir algo en otra cosa, frecuentemente su contraria. Modificar: dar un nuevo modo de existir a algo; reducirlo a los términos justos, templando el exceso o exorbitancia. Con estas expresiones afinan un poco mejor. La última pronunciada por la ministra Díaz fue reformular. El diccionario dice que se trata de enunciar algo en términos claros y precisos. ¡Al fin! Escribir los artículos atropellados por el gobierno de Rajoy, sin diálogo ni negociación ni consenso ni nada parecido, en términos claros y precisos. Aquellos, los más urgentes, recogidos en el componente 23 del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia consensuado en el gobierno coaligado y aprobado por la Unión Europea. A saber: simplificación en la contratación; reducción de la temporalidad; regulación y sostenibilidad del empleo; modernización de la negociación colectiva; subcontratación; y eficiencia de las políticas públicas de empleo.

La redacción en el nuevo articulado de cada una de estas cuestiones se debe antojar clara, precisa y limpia, como le gustaría a Antonio Muñoz Molina. Se deben, dijo el escritor, “…limpiar las palabras de la mugre y la costra del embuste…y la palabrería corporativa de las rutinas y los clichés y las insufribles muletillas de ese extraño idioma que comparten los profesionales de la política…”. Cosas de la semántica, imprescindible para saber lo que significan las palabras y aprender a decir lo que se quiere decir.

domingo, 7 de noviembre de 2021

Renunciar o cavar

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 7 noviembre 2021

Antonio Guterres no pasa por ser apocalíptico ni catastrofista. Sin embargo nuestro vecino portugués, secretario general de la ONU, escribió la sentencia por la que se recordará la cumbre de Glasgow: “Estamos cavando nuestra tumba”. Sin aspavientos y sin levantar la voz, como acostumbra, pero cargado de datos y evidencias empíricas, Antonio Guterres aportó al plenario infinidad de razones por las que la humanidad tiene que dar un golpe de timón de 180º. Las emisiones de CO2, el calentamiento global, la contaminación del aire, el consumo desaforado de primeras materias, la escasez de agua y otros recursos, convierten nuestra sociedad consumista en una amenaza real contra el planeta y contra nosotros mismos.

Cavamos nuestra tumba si seguimos quemando enormes cantidades de gas, petróleo y carbón y no las sustituimos por energías limpias. Lo hacemos para movernos a más distancia en menos tiempo, en avión. Lo hacemos porque queremos hogares confortables, calientes en invierno y refrigerados en verano. Necesitamos que se conserven en buenas condiciones los alimentos que comemos, aunque vengan de otra parte del mundo por muy lejana que sea. Y queremos vestirnos “a la moda”, decorar nuestras casas con el estilo “que se lleva” y disfrutar de nuestro ocio con viajes, menús supercalóricos y cervezas heladas aunque estemos en medio de la nada. Cambiar todo eso supone renunciar, al menos en parte, a los hábitos adquiridos en nuestro mundo de la abundancia. ¿Estamos dispuestos?

La encuesta del Instituto 40dB afirma que más del 60% de los españoles apoyan el fin de las ventas de automóviles de gasolina y diésel. El 72% optaría por prohibir los viajes cortos en avión cuando exista un tren alternativo. Cerca del 90% cree que es el momento de combatir el cambio climático y el 68% aprueba la subida de impuestos para las actividades más contaminantes y emisoras de gases de efecto invernadero. Un 75% apoya la implantación de zonas de bajas emisiones en las ciudades de más de 50.000 habitantes; recordemos que Ferrol está en este grupo de las 149 ciudades españolas que han de tomar medidas antes de 2023. La mayoría se muestran favorables a poner menos el aire acondicionado o bajar unos grados la calefacción; mejorar el aislamiento de las viviendas; consumir productos locales, ecológicos y de temporada; reciclar más y mejor e incluso reducir el consumo de carne, aunque al presidente Sánchez le parezca imbatible comerse un chuletón al punto.

Cuidar la naturaleza y no destruirla estúpidamente es un principio universalmente aceptado. O casi. Para el 17% de los votantes de Vox no existe el calentamiento global ni se está produciendo un cambio climático causado por el hombre. Es lo que hay.