domingo, 25 de agosto de 2019

Descalabro de los ingleses en Brión

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 25 agosto 2019

La corporación municipal encargó a Guillermo Feal la realización de una escultura que representara la enorme gesta de la Batalla de Brión. Era el año 1978 cuando por fin se pudo instalar el Monumento a los héroes de Brión en el baluarte de San Juan. La escultura sigue allí, de verdad, aunque si se acercan a verla –como hice un par de semanas atrás- no la verán. Está “comida” por las hiedras y la maleza y apenas asoma su tercio superior. Son las cosas de Ferrol, solemos decir. Se había conseguido la cesión del baluarte de San Juan en 1969 y los consistoriales consideraron que era el lugar adecuado, porque desde allí hay unas vistas fantásticas de los montes de Brión y la bocana de la ría, para instalar el monumento que mantuviera viva la memoria de aquella merecidísima victoria contra las tropas inglesas.

Porque verán ustedes, lo que sucedió los días 25 y 26 de agosto de 1800 fue una batalla en toda regla, y la ganaron los ferrolanos. El capitán de navío y académico de Historia y Bellas Artes, Cesáreo Fernández Duro, documentó en 1895 la historia de la Armada Española en nueve volúmenes, con todo lujo de detalles. Allí explicó en el apéndice del que he tomado el título de este artículo: Descalabro de los ingleses en Ferrol, cómo los textos referenciados tanto por el contralmirante Warren, al mando de la flota inglesa, como el general Pulteney, al mando de las tropas de más de 10.000 hombres, poco menos que vinieron a hacer una labor de reconocimiento. Pulteney lo escribió así: “Habiendo desembarcado sin oposición, avanzaron hasta tomar las alturas (de Brión), reconocieron desde allá las fortificaciones y reembarcaron sin perder un hombre”. Es decir, que vinieron a darse un paseo y tomar el fresco. La cruda realidad es bien distinta. Warren, Pulteney y sus presumidos muchachos “llevaban por mira la captura o destrucción de la escuadra y del arsenal…quemándolo todo, incluidos pertrechos y bajeles en carena y grada”. Sabían que en la plaza ferrolana sólo habría unos 4.000 militares, pero no contaron ni con su destreza ni con su valentía. El conde de Donadío distribuyó su fuerza en las alturas de Cobas y San Jorge; el capitán de navío Ramón Topete desembarcó a 500 infantes en Brión y La Graña. El comandante general Francisco Melgarejo, mandó reforzar los castillos de San Felipe y La Palma, y colocar en línea 6 cañoneras que defendieran la bocana de la ría. A esta fuerza se sumaron cientos de vecinos, dispuestos a darles a los ingleses lo suyo, como así fue.

La flota inglesa perdió la batalla y embarcó rumbo a Gibraltar. Los ferrolanos, militares y civiles, escribieron una página memorable en la historia de España. Lástima que no se recuerde como se merece.  

domingo, 18 de agosto de 2019

La escuela de carpintería naval

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 18 agosto 2019

Septiembre de 2020, un día lectivo cualquiera. Estamos en la escuela-taller de carpintería naval del Astillero de La Cabana. La jornada de hoy está repleta de actividades. A las 08:30 entran los alumnos y el jefe de estudios los distribuye en grupos para las horas de taller. Un grupo trabajará en el calafateado del trincado que está en el dique seco (el que con tanto orgullo se dice que es el único dique de mareas completo de Europa). El maestro carpintero les enseñará el manejo de los hierros y las mazas, los diferentes tipos de algodones, fibras naturales y breas. Un segundo grupo continuará con la reparación de la dorna que está en la campa. La tarea será sustituir una cuaderna y parte de la roda. El resto de los alumnos continuarán dentro del tinglado, en la construcción de la buceta. Los trabajos se desarrollarán hasta las 12:00, hora de la clase teórica. Hoy consistirá en una conferencia sobre los tipos de embarcaciones menores que, a lo largo de la historia, navegaron por las costas gallegas. Antes, a las 10:00 horas, vendrán unos guías voluntarios –antiguos marinos y empleados de Bazán- que enseñarán las instalaciones y el plan de estudios a niños de un par de colegios de secundaria. La clase de la tarde tendrá lugar en la Escuela de Maniobra, en la EN de la Graña. Será de instrucción marinera en las “balleneras” de la Armada, impartida por dos contramaestres. Tendrá como objetivo familiarizar a los alumnos en las maniobras a vela y remo, aprender el comportamiento de la embarcación en la mar, el ataque de los vientos, aprovechamiento de las corrientes y otras cuestiones prácticas. Finalizará la jornada sobre las 18:00 horas.

¿Se imaginan una escuela-taller así, en un astillero histórico, con los mejores formadores en construcción de buques? En Estados Unidos existen, también en Europa y ahora, desde hace poco tiempo, está la Factoría Albaola en el País Vasco. Ferrol podría tener las mejores instalaciones disponibles para los alumnos de un ciclo de carpintería naval en el dique de La Cabana. En una ciudad que cuenta con estudios universitarios de Ingeniería Naval, escuelas de la Armada de reconocido prestigio, estudios de grado en Diseño Industrial, con museos navales y archivos sobre los que poder aprender e investigar. Y en la que se podría contar con los mejores carpinteros de dornas de Arosa, galeones de La Guardia y botes de Ribadeo, por citar tres ejemplos.

La carpintería de ribeira será reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial por la Unesco, más pronto que tarde. Ojalá que podamos ver, ahora que está restaurado, al Astillero de La Cabana lleno de alumnos, de embarcaciones, de maderas en los secaderos. Lleno de astillas.

domingo, 11 de agosto de 2019

A la portuguesa

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 11 agosto 2019

Las personas, seres sociales, buscamos referencias a las que compararnos. Casi siempre elegimos a los que creemos mejores en sus campos de actuación. Los españoles pensamos que los ingleses son un buen ejemplo en el respeto a sus tradiciones, los alemanes son el modelo a imitar en cuanto productividad en las empresas y los franceses en la defensa de sus valores patrios. Pero no suele ser habitual elegir un modelo de menor tamaño y que haya tenido problemas en el desempeño reciente. Y aquí viene lo bueno, lo que particularmente me genera más simpatía. El gobierno español en funciones, sustentado por el partido que claramente ha ganado las últimas contiendas electorales, afirma que vería con buenos ojos formar un gobierno a la portuguesa. ¡El ejemplo es Portugal! Un país que tiene casi cinco veces menos habitantes que España y un PIB tres veces menor. Un país que fue rescatado por Europa, y lo ha asumido y superado, no como el Reino de España que también pidió un rescate para salvar a la Banca envuelto en una sarta de mentiras y eufemismos, aunque el resultado será el mismo: lo pagamos entre todos. Pero un país que, gracias al gobierno de Antonio Costa en estos últimos cuatro años –con todos sus vaivenes y dificultades- ha conseguido situar el paro por debajo del 7% (España está en el 14%), mejorado sus servicios públicos, ha dado un salto de gigante en materia educativa y presenta ahora un Índice de Desarrollo Humano equiparable al de los mejores.

La fórmula del gobierno a la portuguesa no es nueva, por otra parte. Casi nada lo es. El partido mayoritario, los socialistas, formaron un ejecutivo con el apoyo de los partidos de izquierdas aunque sin coaligarse. Vamos, lo que hemos tenido en España en muchas ocasiones y tenemos ahora en Ferrol, sin ir más lejos. La novedad es que por primera vez en muchos años en España se habla de Portugal, país que para los gallegos no es un país vecino, es un país hermano.

El pueblo portugués es admirable porque valora su historia y su cultura. Se valora a sí mismo y por eso no da cabida a exabruptos independentistas. Ha convertido a Lisboa en un referente mundial. Se enorgullece de Camòes, Eça de Queiroz y Pessoa. De sus librerías Bertrand y Lello y de la biblioteca Joanina. Del fado de la Alfama y de Coimbra. Del primer News Museum de Europa, en Sintra. De la nao quinhentista de Vila do Conde, ciudad hermana de Ferrol. De los cafés históricos, del mercado de lavradores y del vino de Oporto. De vivir su día a día alrededor del Sol. 

Definitivamente es bueno que los políticos españoles miren al oeste y traten de aprender a hacer política sin gritos ni aspavientos ni sobreactuaciones mediáticas. A la portuguesa.

domingo, 4 de agosto de 2019

Cafés Suizos

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 4 agosto 2019

Lorenzo Matossi y Pietro Fanconi, dos jóvenes nacidos en el cantón de los Grisones, Suiza, llegaron a Bilbao en 1811. Su objetivo era embarcar para hacer las américas. Tenían que esperar para conseguir pasaje y llenaban los días por el paseo del Arenal, lugar en el que veían a los niños merendando pan con chocolate. Matossi, que había trabajado de pastelero en Viena, tuvo la ocurrencia de preparar algunos bollos de leche, los suizos, que vendieron con gran éxito en aquellos jardines. Los dos amigos decidieron instalarse en Bilbao, abriendo una pequeña pastelería y el primer Café Suizo. Bajo su consejo algunos familiares se trasladaron a diferentes provincias españolas para abrir nuevos cafés y vender los ya famosos bollos suizos. La historia de los Cafés Suizos españoles la cuenta Antonio Bonet Correa en su tratado Los cafés históricos; cita a Dolf Kaiser, autor de la catalogación de los Cafés Suizos en todo el mundo.

En el Café Suizo de Madrid se hicieron tertulias de médicos, una presidida por Santiago Ramón y Cajal. Fue muy relevante el Gran Café Suizo de Sevilla que daba a la calle Sierpes. También los de Bilbao y Pamplona, y así hasta cincuenta y tres que hubo en toda España. El Café Suizo de Granada, otro de los destacados, sufrió la afrenta de los ataques urbanísticos hasta que salió en su defensa Antonio Muñoz Molina con un precioso texto titulado “Elogio de El Suizo”. Muñoz Molina elogiaba no sólo el Café Suizo como institución, sino también el edificio que lo albergaba y otros elementos del barrio de la Magdalena granadino: las puertas y los portales, los patios con columnas y las casas con historia. 

El Café Suizo de Ferrol había sido decorado por Máximo Ramos y contado por su gran amigo Wenceslao Fernández Flórez. Un establecimiento pequeño, pulcro, distinguido que, años más tarde, acogería una tertulia en la que participaba el campeón de los escritores de los cafés suizos, Gonzalo Torrente Ballester. Don Gonzalo fue tertuliano en el Café Suizo de Compostela, a escasa distancia del Toural. En el café del Hotel Suizo en el que se alojó cerca de la Facultad de Historia. Y, por supuesto, en el Café Suizo de Castroforte del Baralla (La saga/fuga de JB) donde se reunía la Tabla Redonda en corporación: el obispo Bermúdez, el nigromante Balseyro, el almirante Ballantyne, el vate Barrantes, el traidor Barallobre, el profesor Bendaña y el desgraciado Bastida. Allí hablaban de evolucionismo, espiritismo, apocalipsis, revelaciones, otras metafísicas y hasta de las razones que provocaban el ensimismamiento y levitación del pueblo entero. Ya ven, cualquier tema es adecuado para conversar en uno de los Cafés Suizos.