domingo, 30 de enero de 2022

Sin novedad

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 30 enero 2022

Lleva en su equipaje un ejemplar de El italiano, la última novela de Pérez Reverte. Se convirtió en tradición el regalo de su mujer de un libro con temática naval antes de una navegación larga. Es su afición, como la visita a museos navales, archivos, bibliotecas especializadas, arsenales, faros, puertos...Su tiempo libre lo complementa con el disfrute de la naturaleza: playas, ríos, bosques y todo aquello que le permita caminar y respirar lejos de la rutina militar.

Su destino es el CIC, Centro de Información de Combate en la F 103 Blas de Lezo. “Ornatus mei arma sunt requies mea pugnare”, traducido “Mis arreos son las armas, mi descanso la pelea”. Es el lema del buque, en honor al Teniente General Blas de Lezo y Olavarrieta, héroe de la batalla de Cartagena de Indias. En el CIC se encuentra cómodo, en su hábitat natural. En silencio, en semipenumbra, con un frío que pela, rodeado de consolas, pantallas y paneles: comunicaciones, radares de navegación, antiaéreos, sonares de detección antisubmarina y demás aparatos que configuran el cerebro del buque. Es uno de los veintitantos oficiales que forman la dotación de 200 hombres y mujeres de los mejores profesionales de la Armada. Conoce su destino, a sus compañeros, la tecnología que tiene en sus manos y se reconoce como muy bueno especialmente en la detección de submarinos.

La misión encomendada, dentro de unas maniobras ya previstas de la OTAN, no supone prácticamente ninguna novedad. Cualquier teatro de operaciones en los mares y océanos del planeta son conocidos por nuestra flota de élite, y la 31 Escuadrilla de Escoltas con base en Ferrol lo es. Patrullarán, junto a otras fragatas aliadas, por el Mar Negro, cerca de las costas de Crimea donde se encuentra la Base Naval de Sebastopol. Los buques de la OTAN y los de la Flota rusa del Mar Negro y Mediterráneo se conocen bien, muy bien, como ya sucedía en los años 70 y 80 de la guerra fría. Ha cambiado la tecnología, el armamento, la disponibilidad de geolocalización y del sistema de escudo protector AEGIS BMD. Pero no ha cambiado en nada la posición de los dos bloques desde la 2ª Guerra Mundial. Rusia construyó en el siglo XVIII la Base Naval de Sebastopol (Crimea, Ucrania) y no renunciará a su salida natural al mar. La OTAN ha integrado a un buen ramillete de exrepúblicas soviéticas, ahora estados independientes, y no renunciará a continuar su expansión. 

Los días de mar son largos, intensos. Guardias, ejercicios, tareas del destino, cumplimiento de las órdenes del mando conjunto y, cuando se puede, llamada a su mujer y unas páginas de El italiano, aquel buzo de combate que tripulaba un torpedo de navegación lenta en aguas de Gibraltar. Sin novedad.

domingo, 23 de enero de 2022

Las filosofías moralistas de la negación

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 23 enero 2022

Estamos todavía siendo zarandeados por un virus dañino a escala mundial,  como en medio de una fuerte marejada indefensos mirando los partes meteorológicos y el horizonte. Llegamos a la cresta de la sexta ola, al parecer, y aún queda un arduo camino hasta poder decir que la pandemia se extinguió. En todo el mundo se cuentan más de cinco millones y medio de muertos aunque probablemente sean más, según expertos asesores de la OMS. La humanidad aprenderá de todo esto, de eso no hay duda. Conocerá qué parte de la población continúa negando la importancia de los avances científicos, en particular los empleados en el diseño, fabricación e inoculación de las vacunas que tanto sufrimiento y tantas muertes han evitado. Una vez más. 

Los movimientos negacionistas occidentales tienen fuertes raíces en determinadas filosofías moralistas norteamericanas. El fenómeno no es nuevo. Hace más de dos siglos el espíritu de la Ilustración se tradujo en normas de convivencia como la libertad de expresión, la no violencia, la cooperación, el cosmopolitismo y los derechos humanos. Su puesta en práctica se hizo a través de instituciones como la ciencia, los medios de comunicación, los gobiernos democráticos y las organizaciones internacionales. Fue en ese momento cuando surgieron los movimientos contra ilustrados, los negacionistas. A los valores de la razón, la ciencia, el  progreso y el humanismo opusieron la creencia en entidades sobrenaturales y el bien supremo como expresión de la gloria de una colectividad, una raza, una clase, una nación. Se acusó a la ciencia de despojar a la vida de su encanto y de privar a los hombres de libertad y dignidad. Los moralistas más recalcitrantes insistieron en que la vacunación, la anestesia, las transfusiones de sangre, el seguro de vida, el matrimonio interracial y la homosexualidad eran malos “por su propia naturaleza”. Y así hasta ahora, que asistimos a las declaraciones de José Luis Mendoza, presidente de la Universidad Católica de Murcia, argumentando que las vacunas servirían para introducirnos microchips, que están hechas con células de fetos abortados o que la pandemia es una prueba inequívoca de la existencia del anticristo.

Ni el negacionismo ni el conservadurismo rancio y primitivo ni las creencias supersticiosas ni los partidarios de que la supuesta libertad individual está por encima de la salud pública, serán capaces de torcer el progreso social. Con la Ilustración aprendimos que la vida es mejor que la muerte, la salud mejor que la enfermedad, la abundancia mejor que la penuria, la libertad mejor que la coerción, la felicidad mejor que el sufrimiento y que el conocimiento es mejor que la ignorancia y la superstición. Y así será.


lunes, 17 de enero de 2022

En la feria

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 16 enero 2022

Nada, que no hubo suerte. Ni Papá Noel, ni O Apalpador ni los Reyes Magos. No trajeron nada. Y eso que no se pedía la Luna, el bálsamo de Fierabrás, la piedra filosofal ni agua de la fuente de la eterna juventud. Ni mucho menos. Sólo se pedía un proyecto de ciudad, una apuesta por el municipalismo de verdad o un acuerdo de los tres alcaldes que transitan por el palacio municipal para sacar a esta ciudad de la decadencia que la envuelve. Se ve que ni el alcalde titular Ángel Mato ni los suplentes Jorge Suárez y Rey Varela han escrito sus cartas con el convencimiento propio de quien cree que sus deseos se cumplirán.

Visto lo cual no queda más alternativa que buscar el remedio a este desamparo en la feria de Ferrol. Ya saben, ese lugar de encuentro mensual que sirve más para charlar entre vecinos que para encontrar el cachivache deseado, pero al que la costumbre nos lleva un mes sí y otro también. A ver si allí está el sable del almirante Cervera, de cuando fue Capitán General en 1905; un lápiz “Johann Sindel” de Hispania para escribir y otro “Técnico” de Ilasa para dibujar; los zurdazos del deportivista Tino, de cuando enseñaba fútbol en el Canido de veteranos; una maquinaria de reloj de Andrés Antelo; un cesto de los que usaban las mujeres para cargar piedras en el vaciado del dique de la Campana; un sextante construido en el Obrador de Instrumentos Náuticos; la pluma estilográfica de Canalejas; el cornetín de órdenes del padre de Paulino, aquel niño nacido en Esteiro que fue de la mano de su madre andando a Madrid y cambió el rumbo de la política española; el proyecto de expedición al Amazonas del aviador Iglesias Brage; un frasco de linimento Sloan de los que se usaban en los vestuarios del OAR de baloncesto, el Arsenal de fútbol, el Escuela de Máquinas de balonmano y el Xalledín de fútbol sala; las plumillas de Villaamil, los pinceles de Bello Piñeiro y la paleta de colores de Sotomayor; una entrada para el cine Callao; el cuaderno de campo del naturalista López Seoane; el discurso de agradecimiento al industrial Romero, por su regalo de la fuente Wallace; un número de la revista Voltaire; un folleto de la Fiesta del Árbol organizada por el maestro García Niebla, uno de los asesinados por la sinrazón en 1936; el chifle del contramaestre del Galatea; una gaseosa de Los 15 Hermanos; un retrato, inexistente, del ingeniero Sánchez Bort; el chibalete de una de las muchas imprentas que hubo en la calle Magdalena; los libros con los que estudió Concepción Arenal; o aquellos que le quemaron a Alonso López por firmar la Constitución de 1812.

Tal vez sea posible que una seña de identidad, una sola, aúpe la ciudad a un futuro un poco mejor. Nos vemos en la feria.

domingo, 9 de enero de 2022

A todo tren

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 9 enero 2022

Con fausto y opulencia, sin reparar en gastos. Así se define “a todo tren” en el Diccionario de la Real Academia Española. Pero a todo tren, lo que se dice a todo tren, no se vive en Ferrol. O sí. Por que sí se habla de trenes de todo tipo, de los que no hay y de los de toda la vida.

Los epidemiólogos llevan la contabilidad de los trenes de olas víricas y de vacunas. Las olas ya son seis, esta última con dos ramificaciones (como el ferrocarril en Betanzos Infesta): la delta y la ómicron. El tren de vacunas ya está en cinco, con la aprobación de la americana de Novavax y su socio farmacéutico de Porriño. Los meteorólogos nos alertan de que asoman por el oeste trenes de borrascas. Hombre, claro, ¿y por dónde iban a asomar? Pues por la mar océana atlántica, ese lugar mágico que domesticamos en la bocana de la ría a golpe de laderas montañosas y castillos inexpugnables. En la Armada, dentro de los muros del Arsenal y entre sus muelles, dársenas y el Puerto Chico, los ferrolanos sabemos de la existencia del tren naval. No es un ferrocarril que se pasee por allí, sino el conjunto de embarcaciones auxiliares imprescindibles para la vida de la Marina: remolcadores, petroleras, aljibes, gabarras, lanchas neumáticas, bateas de limpieza y pintado, botes a remo y a vela, y demás familia. Pero hablando de ferrocarriles ya sabemos los que a este departamento del norte no van a llegar: los de alta velocidad. Ni AVE, ni Alvia, ni Avant, ni el futuro Avlo… Nada por el estilo. O mejor dicho, esos trenes sí llegarán pero a una velocidad sosegada, contemplativa, somnolienta. La hora y cuarto larga del trayecto A Coruña-Ferrol es la misma que la empleada de A Coruña a Ourense, ya camino de Madrid a 300 kilómetros por hora. 

Pero no hay de qué preocuparse. Ferrol es una ciudad pragmática, de búsqueda de soluciones, nada amiga de regodearse en sus desgracias (es broma). Los ediles municipales con su gobierno y alcalde-presidente a los mandos de la locomotora, están pilotando un auténtico tren de obras. Al menos de anuncios de licitación, que ya eso de ponerse manos a la obra es otra cosa. Se reformará el Palacio Municipal, que quiere ser una buena imitación del Neoclasicismo ilustrado. Se hará una mini-alameda en la calle de la Iglesia, con árboles y menos coches varados. Y se arreglará la plaza del Callao, por enésima vez. Y el mercado municipal de A Magdalena. Se tirarán los galpones del mercado provisional, por que son provisionales. Y se arreglará la carretera de Castilla y el talud de Las Pías, con dineros de España y Europa. Se peatonalizará Pardo Bajo por aquello de la hostelería, y se licitará hostelería en el castillo de San Felipe. Y así en un convoy de obras infinito que vienen a todo tren.