domingo, 30 de junio de 2019

Rebumbio

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 30 junio 2019

Los españoles nos hemos dotado de un entorno sociopolítico bastante embarullado. Es mérito propio. Lo hicimos solitos, sin ayuda de nadie. Y ahí estamos enfangados, tratando de salir del monumental lío sin provocar graves daños colaterales. El ejército norteamericano se inventó un nuevo concepto para describir una situación semejante: entorno VICA. Es el acrónimo de: Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad. Se utiliza en los ámbitos sociales, económicos, militares y políticos para describir entornos en los que se suceden cambios a una gran velocidad, hay una cantidad de información disponible abrumadora, se desencadenan acontecimientos de forma imprevisible y donde las causas y efectos en la concatenación de los hechos ya no obedecen a una lógica conocida. Los sociólogos, analistas y predictores del comportamiento político y social han hecho suyo este concepto: vivimos en un entorno VICA. Dicho en ferrolano: un rebumbio macanudo.

En este rincón del planeta nos desenvolvemos en un idioma, el español, que tiene una riqueza extraordinaria para definir estos escenarios. Los siglos de picaresca, pillería, triquiñuelas y artimañas de toda condición han enriquecido nuestro idioma de tal forma que, estoy seguro, un académico podría escribir un larguísimo tratado. La política española actual, resultado del encontronazo entre la política tradicional y la virtual (la nueva, la videopolítica, la política líquida, la turbopolítica o la política efímera) se caracteriza por navegar en un gran desorden y confusión, aderezado con un alto nivel de alboroto. El griterío tertuliano, o lo que quiera ser y no es, enturbia todavía más este panorama. Allí se habla de banqueros que se dedican al espionaje. Espías que se dedican al chantaje. Chantajistas que trapichean con empresarios especialistas en pagar mordidas, amigos de políticos arribistas. Políticos expertos en montar chiringuitos en los que practican el antiquísimo arte del nepotismo. Generadores de noticias falsas, mentiras fabricadas por perfiles anónimos, creadores de bulos en los que apoyan el insípido análisis político. Y defensores de lo suyo, de su ADN, su territorio, su tribu, su raza, que tratan de imponer su verdad y sus creencias como lo hicieron cruzados e inquisidores en largos períodos de nuestra historia. 

Es un rebumbio perfecto en el que destaca la crispación, el cansancio social y la falta de ilusión hacia el futuro acompañada de nostalgia de cierto pasado. Un rebumbio sociopolítico del que tenemos que salir sin gritar aquello de “juego revuelto” para volver a empezar, como hacíamos en los partidos que jugábamos en las calles ferrolanas cuando el resultado no nos iba demasiado bien. ¡Qué gamberros!
 

domingo, 23 de junio de 2019

Un barrio con vistas

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 23 junio 2019

Durante los primeros días desde su llegada a Ferrol, en diciembre de 1906, Wenceslao Fernández Flórez se dedicó a pasear por la ciudad para conocerla. Una tarde llegó hasta un “cinturón de murallas parduzcas, remendadas con vallas, agujereadas por brechas…Cerca divisé desde un recodo unos pequeños muros blanqueados, una verja, algunas cruces negras coronadas de plantas trepadoras. Más allá, sobre la puerta grande, como un simbolismo de la que todos hemos de franquear, leí una leyenda sentida: Venid a meditar. Venid a aprender la ciencia de morir”. Wenceslao tenía 21 años y se definía como un escritor impresionable, sensible y novelero. Ni que decir tiene que la frase dieciochesca de la puerta principal del cementerio de Canido le impactó, hasta el punto de dedicarle un artículo de prensa días más tarde. Pero más, si cabe, le impactaron las vistas que había desde ese cementerio ilustrado (hoy sería, dicen los historiadores, el segundo más antiguo de España). Desde lo alto de Canido, al pie del cementerio, Fernández Flórez contemplaba una playa fangosa que descubría la baja mar, en una ría de aguas mansas que a veces parecía un lago, en un “golfo diminuto, adorable y sombrío”. 

Y es que nuestro Canido ferrolano, ese que en los legajos del siglo XII custodiados en los archivos mindonienses figura como Villa de Canito es, además de un barrio noble, un barrio con vistas. Hay otros canidos y canides en Galicia ya que así se llaman los promontorios salientes al mar dentro de una ría o bahía. Ustedes conocerán los canidos de las rías de Vigo o de Oleiros, en A Coruña. Pero ninguno es un canido alto, grande, poderoso, que domina la ría de tal forma que desde todos sus rincones tiene unas vistas envidiables. Tan alto que allí se construyeron los molinos de viento y se instaló el depósito de agua para abastecer la ciudad. Tan despejado que la sirena de la Fenya se oía en todo el barrio y más allá. Tan poderoso que los chalés indianos se construían con torres-miradores para tratar de ver, en días claros, las tierras del otro lado del océano. Y tan inexpugnable que se le hacía imposible subir sus cuestas al carro de las gaseosas Los 15 Hermanos tirado por un caballo flacucho o, años después, al bus número 4 que, llegaba tan renqueante, que el chófer apagaba su motor para que tomara aliento antes de bajar a una nueva ruta. 

Porque desde Canido se tenía que bajar, naturalmente. Los mayores decían aquello de que bajaban a Ferrol, a hacer alguna compra. Y se bajaba al Rena, el cine de cabecera. O se bajaba a Copacabana, al Baluarte y al Muelle. Y se bajaba a la biblioteca del Ayuntamiento, o al cine Avenida, los domingos. Era lo que tenía vivir en un barrio alto, con vistas.

domingo, 9 de junio de 2019

Ciudad ideal

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 9 de junio de 2019

Fue el 19 de octubre de 1858. Don Ramón de Ocampo, caballero de la Real y distinguida orden de Carlos III, alcalde constitucional y presidente de este ilustrísimo Ayuntamiento, publicaba el bando de los bandos. Comunicaba a los vecinos que la Reina Isabel II había concedido a la Villa de Ferrol el título de Ciudad, así como el tratamiento de Señoría Ilustrísima a su Ayuntamiento. ¡Menudo subidón de orgullo ferrolano! 

El asunto se fraguó a raíz de la visita unos meses antes, en agosto, en la que a la joven reina le enseñaron los arsenales y astilleros, la invitaron a presidir la botadura de un buque y le obsequiaron con el libro sobre la historia de Ferrol escrito por Montero Aróstegui. La reina quedó muy impresionada, o al menos eso fue lo que dijo. Ferrol era merecedora del rango de ciudad. El alcalde Ocampo, con su bando publicado, había crecido un palmo y andaba más derecho que una vela por la Alameda y el Cantón de las Delicias.

A partir de aquí la historia es conocida por todos ustedes. Es la historia de una ciudad que no paró de crecer y mejorar. Una historia de éxito, extraordinario e indefinido, ¡Opa!. Ferrol es actualmente una ciudad moderna, verde, ecológica y sostenible. Bañada por una ría de aguas claras, sin contaminantes ni vertidos. Rodeada por bosques en los que no caben los eucaliptos ni otras especies foráneas. Sus calles están siempre limpias y bien pavimentadas. Cuenta con excelente mobiliario urbano. Las plazas, parques, alamedas y jardines son envidiables. Y sus fuentes. Están perfectamente señalizadas, tanto sus calles como sus monumentos y rincones de interés. Ferrol es el paradigma de una ciudad culta, repleta de cines, teatros, salas de arte y ateneos. Sin olvidar los mejores cafés y comercios. Posee una red museística encabezada por el Museo de la Ciudad, con salas dedicadas a sus pintores, escritores, pensadores, políticos, músicos, arquitectos y demás personajes relevantes. Se completa con los museos dedicados a la mar, por supuesto. Es, además, una ciudad antigua y moderna, respetuosa con su pasado y su patrimonio. Ciudad segura, tranquila y cómoda. El transporte público es limpio, eléctrico y gratuito. Combina con el tráfico sereno y fluido, los larguísimos carriles para bicicletas y las anchas y cómodas aceras que invitan a caminar. 

¡Ah, que maravilla! Ferrol, ciudad ideal, modélica, llena de oportunidades para los que quieren quedarse e irresistible para los que buscan una vida de la más alta calidad. Lugar del bienestar y los servicios sociales al alcance de todos. Perfecta ciudad planificada en la que de vez en cuando se elige nueva corporación y alcalde, tal vez con la única finalidad de que publique bandos como aquel del alcalde Ocampo.

domingo, 2 de junio de 2019

El Museo de Ferrol está en Galicia


De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 2 de junio de 2019

Les prometo a ustedes, ahora que los políticos dejarán de hacer promesas una temporada, que he seguido con atención cualquier noticia relacionada con el Museo de Ferrol. Recientemente, nada. Nada de nada. El Museo de Ferrol no está ni se le espera. Y no será porque el gobierno municipal no lo haya prometido, que sí lo hizo. Fue en noviembre de 2016, en el transcurso del ciclo Conversas no Parador del Club de Prensa, cuando Rosa Méndez, concejala de Patrimonio, anunció que la ciudad contaría con un museo en 2019. Hasta ahí llegó el anuncio. Y ahí se quedó. Estamos en 2019, finaliza el mandato del gobierno de Ferrol en Común, y del museo ferrolano no se ha vuelto a hablar. Ni del edificio, ni del proyecto museístico ni del presupuesto que lo sustenta ni nada parecido. Las promesas de los políticos ¿son una broma? ¿Les salen gratis? Cuando se hacen los anuncios sobre proyectos relevantes ¿tienen alguna base real que los sustentan? Ustedes me disculparán las preguntas retóricas. Todos sabemos las respuestas.

Pero no hemos de preocuparnos. Los tesoros de Ferrol están a salvo. El fabuloso tesoro castrense de Bedoya está bien custodiado en el Museo de Pontevedra. La obra del naturalista Víctor López Seoane está depositada en el Instituto José Cornide coruñés. La documentación sobre la expedición al Amazonas del aviador Iglesias Brage se encuentra en el Archivo del Reino de Galicia. En el Museo de Ciencia y Tecnología de la capital coruñesa podemos ver el sextante de Fulgencio Rodríguez y la enciclopedia mecánica de Ángela Ruiz Robles. En la biblioteca del Real Consulado está la obra del ilustrado José Lucas Labrada. Un paseo por Compostela nos permitirá una visita a la biblioteca del Parlamento para estudiar la obra de Ricardo Carballo Calero. Y en la Rúa do Vilar encontraremos (casi siempre cerrado) el coqueto museo dedicado a la obra y el mundo de Gonzalo Torrente Ballester. Desde hace unas semanas el Museo Provincial de Bellas Artes expone –de forma permanente- una soberbia colección de pinturas de Álvarez de Sotomayor, propiedad del Museo del Prado. También tiene la custodia de exquisitos paisajes y dibujos de Pérez Villaamil. Y probablemente en lugares no demasiado alejados estarán a buen recaudo las obras de Concepción Arenal, los discursos de Canalejas, los tratados de Alonso López, los proyectos de Rodolfo Ucha Piñeiro y otras muchas colecciones de grandísimos artistas, pensadores, políticos, médicos y escritores ferrolanos.

Menos mal –siempre nos queda este consuelo- que los políticos municipales no tuvieron ocasión de decidir nada sobre los fondos de los museos Naval y de la Construcción Naval. Si así fuera, hasta las anclas estarían a la pendura, lejos de Ferrol.