domingo, 28 de octubre de 2018

A por la felicidad

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 28 de octubre de 2018

A los gallegos no se nos da bien eso de decirle al mundo que somos felices. O que somos tan felices como los demás. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) concluye en su último barómetro que Galicia es la comunidad con peor percepción de felicidad del país. Los datos no tienen validez estadística, dicen, pero algo debe haber de cierto porque Galicia es uno de los territorios en que se consumen más ansiolíticos y antidepresivos por habitante. En realidad, a la pregunta número 6 de su encuesta, ¿en qué medida se considera usted una persona feliz o infeliz?, los gallegos contestamos de forma positiva. Entre 18 y 44 años, con un 7,5 sobre 10; entre 45 y 65 años, con un 6,6; y los de más de 65 años con un 7,1. La diferencia con el resto del Estado, nos dicen los técnicos del CIS, está en el tramo de 45 a 65 años, en los que nuestra percepción sobre la felicidad baja mientras que en el resto del país sube. Pues qué le vamos a hacer, que diría un oftalmólogo amigo cuando ve en algún paciente algo con poco remedio, “estamos hechos así”.

El asunto de buscar la felicidad no es nuevo, en absoluto. Es como la búsqueda del tesoro del pirata Soto, de ver una aurora boreal en Galicia, tratar de describir el sonido de una zanfona o atisbar de qué se reía el profeta Daniel. Inexplicable e inalcanzable. Empezando por saber qué es la felicidad. Demócrito decía que la medida del placer y la proporción de la vida. Para Platón eran felices los que poseían bondad y belleza. Aristóteles creía que debían poseerse bienes externos, del cuerpo y del alma. Y así hasta llegar a Voltaire. Me lo imagino ante una taza de café en Le Procope sentenciando: “El ser humano tiene derecho a ser feliz y es misión del gobernante conseguirlo”. Asunto zanjado. La felicidad pasó a ser una cosa política, del bien público, y quedó incorporada a la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789 y, posteriormente, a nuestra Constitución de 1812 de las Cortes de Cádiz. ¡Viva la Pepa! La Real Academia de la Lengua se vio obligada a intervenir: “La felicidad es un estado de grata satisfacción espiritual y física”. Satisfacción es la palabra clave. ¿Los gallegos estamos menos satisfechos? Los Informes sobre los índices de satisfacción con la vida de la OCDE de 2016 así lo confirmaron.

Lo que parece una certeza universal es que las personas autoproclamadas más felices viven en ayuntamientos de entre 10.000 y 50.000 habitantes. Que magnífica noticia para los ferrolanos. La corporación municipal actual (también las pretéritas) está haciendo todo lo posible para que Ferrol tenga, a todo filispín, menos de 50.000 habitantes. Seguirá descendiendo el censo de ferrolanos, ¡pero serán todos mucho más felices!

 

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