domingo, 20 de octubre de 2019

La plaza que envejece mal

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 20 octubre 2019

Hay lugares -como las personas- que envejecen mal y otros que envejecen bien. Hay rincones, villas y pueblos que, como algunas personas, miden el paso de los años con una báscula más que con un calendario. A unos les pesan los años, aunque no sean tantos, como losas. Y por otros parece que no pasan los años y se acomodan al paso del tiempo de forma inteligente, que diría Piaget. Los ochocientos años de Betanzos y Mondoñedo, aún con algunos achaques, les han sentado bien. Sin embargo los menos de trescientos años de nuestra ciudad ilustrada han envejecido mal, con la excepción de unos pocos rincones. 

Un espacio que evolucionó muy bien es el campus universitario. Mantiene su esencia de lugar recogido, con edificios rehabilitados de los viejos pabellones hospitalarios y otros nuevos muy bien integrados. Todos dan cobijo al jardín botánico en el que antes respiraban aire fresco y limpio los enfermos y ahora lo disfrutan los estudiantes. La plaza de Amboage mantiene intacto su aire ilustrado; es otro de los rincones que los ferrolanos identificamos como lugar bien cuidado, agradable, que resiste bien el paso de los años. Tuvo que luchar a brazo partido contra los intereses de una gran empresa que le quiso aparcar coches en sus entrañas, y lo consiguió. Es un lugar acogedor.

El caso opuesto es su simétrica, la plaza de Armas. Nació como la más importante de Ferrol, el lugar en que se celebraba el mercado principal. Fue una plaza con árboles tan relevante que en ella se asentó la fuente de Churruca, un obelisco rodeado por una pileta, con cuatro caños, en una plaza de edificios reconocibles, ferrolanos. Pero perdió su esencia. Dejó de ser mercado, le secuestraron (y secaron) la fuente y la transformaron en plaza Mayor. En 1953 le plantaron el palacio municipal y ahí se acentuaron sus achaques. Años después le introdujeron el parking, la llenaron de coches y la vaciaron de personas. El parking envejeció mal, el palacio municipal envejeció mal y la plaza envejeció mal. El juicio sumarísimo lo emitió en la novela Dafne y ensueños nuestro escritor universal Gonzalo Torrente Ballester: “Pues el general Franco permitió que destruyesen aquella plaza, que instalasen en su costado norte uno de los edificios más horripilantes del mundo, piedra, rojo y pirulitos, y que llevasen a trasmano el obelisco del homenaje y del recuerdo”. ¡Menuda sentencia!

Toca, de nuevo, buscarle sentido a nuestra plaza mayor. De la plaza de Armas se expulsan los coches y se plantan tilos y al palacio se le quitan los pirulitos, el color rojo de mal encaje y las buhardillas. La plaza y el edificio consistorial buscan una nueva oportunidad, volver a ser un lugar querido y amable. El tiempo dirá.

No hay comentarios :

Publicar un comentario