domingo, 28 de febrero de 2021

La democracia bien, gracias

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 28 febrero 2021

Se le atribuye al canciller Otto von Bismark la sentencia: “España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido”. Un visionario este Bismark, político conservador prusiano, diplomático, embajador y buen conocedor de los entresijos de las casas reales de la época. Sobre España el diagnóstico no pudo ser más acertado, hecho en el siglo XIX a la vista de monarcas corruptos, guerras carlistas, asonadas militares, caciques y eclesiásticos manoseando el poder. Si Bismark supiera lo que nos esperaba en el siglo XX (más monarcas corruptos y huidizos, dictablandas y dictaduras, golpes de estado, una guerra civil cruenta y fratricida y más dictadura infame y represora), echaría las manos a la cabeza y su diagnóstico sobre la capacidad autodestructiva de los nativos españoles sería más contundente.

Llegaron tiempos nuevos, cambios, reformas, una generación que votó la Constitución del 78 y como por arte de birlibirloque -es broma- convertimos este solar inconexo y navajero en una de las pocas democracias plenas del mundo. Los españoles, a pesar de nosotros, nuestra inmadura clase política y todas nuestras taras autodestructivas, formamos parte del privilegiado 8% de los habitantes del planeta que viven en una democracia plena. Sólo son consideradas así las de 23 países, mientras hay 52 democracias imperfectas, 35 regímenes híbridos y 57 regímenes autoritarios, según el Democracy Index 2020 de The Economist. Los datos son corroborados por el Informe V-Dem de la Universidad de Gotemburgo, la auditoría de la World Justice Project, el Instituto Berggruen, la ONG Freedom House y otras instituciones y autores especializados en los análisis de calidad democrática y gobernanza política.

Es verdad que la democracia tiene buena salud -menudo momento para hablar de salud- aunque también son reconocibles muchas mejoras que acometer: justicia politizada y abuso del Tribunal Constitucional para dirimir diferencias políticas; alto grado de corrupción estructural; disputas competenciales entre el Estado y las Autonomías; escaso desarrollo en Transparencia, Buen Gobierno y rendición de cuentas; bajísima confianza en los partidos políticos, sistema financiero y medios de comunicación; alta economía sumergida; y crecimiento de la desigualdad en la distribución de ingresos. Son, todos ellos, achaques serios, graves, que requerirán nuevos esfuerzos adicionales por varias generaciones. Pero no debemos perder la perspectiva: somos, en este momento, la democracia plena nº 19 de 23 existentes, o lo que es lo mismo, uno de los pocos países de los que se puede afirmar que conforma un Estado Social, Democrático y de Derecho. Ahí es nada.

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