domingo, 12 de julio de 2015

Humanizar los mercados

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 12 de julio de 2015

En las últimas semanas pudimos leer con cierta frecuencia: “vamos a hacer un plan para humanizar y modernizar los mercados”. Lo dicen los nuevos concejales que se van a encargar de la cuestión comercial. Lo explicaron así también desde el consistorio ferrolano, a cuyo concejal se le titula como de promoción económica, industria, mercados y comercio. ¡Casi nada! El caso es que los nuevos ediles, después de unos días de estudio y visitas sobre el terreno, están llegando a la misma conclusión: es preciso humanizar los mercados. Y esto, señores míos, es algo imposible de hacer porque ya está implícito en su propia esencia. Pocas cosas hay tan específicamente humanas como los mercados, el comercio, las relaciones entre un comprador y un vendedor, al arte de cambiar una mercancía por otra (trueque) o el intercambio del valor de un producto por su importe en dinero. El comercio es cosa de humanos, de personas, como lo es estudiar el teorema de Pitágoras, ir al dentista o tocar la bandurria.

Para explicarme mejor déjenme que les invite a unos guarisnais mientras paseamos por un mercado cualquiera. Por ejemplo, el feirón de Pontedeume. En él podrán encontrar a un comerciante que tiene como único puesto una mesa y una silla plegables, y vende miel de dos tipos, de flores y de brezo. Yo compré un frasco de miel de brezo, y mientras el vendedor lo metía en una bolsa y me cobraba me explicó que, si yo quería, para futuras compras no tenía más que llamarle por teléfono y me enviaría la miel a casa, “y si le gusta me la paga”. Me quedé estupefacto. ¿Cómo, que envía usted el producto, pongamos por caso a Madrid, y después espera que se lo paguen? ¿Y sin conocer al cliente? El apicultor, un señor de As Pontes, me contestó que sí, y que en todos los años que lleva haciendo esto sólo le falló una venta. Aún así, mi impresión sigue siendo la misma: se trata de una insensatez y una temeridad. Quien sabe si el cliente al que le manda la miel es miembro de uno de esos partidos políticos que acostumbra a pagar en diferido; o si es un banquero y le envía como pago una acción preferente de esas que valen cero patatero; o se encuentra con uno de esos espabilados que no saben conjugar el verbo pagar, y no pagan ni a sus empleados, ni sus impuestos, ni el ático en el que viven.

El caso es que a este comerciante las cosas le van bien así. Vende un producto, confía en sus clientes y éstos cumplen fielmente con su obligación de pagárselo. El trato, les decía, la comunicación, el intercambio, la confianza, forman parte de la condición indudablemente humana que hay en toda acción de comprar y vender, en cualquier relación comercial. Por cierto, la miel es excelente y la vende a muy buen precio.

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