domingo, 7 de mayo de 2017

Sin novedad, don Wenceslao

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 7 de mayo de 2017

En 1926, quince años después de haberse despedido de su trabajo como periodista en Ferrol -donde vivió cinco años-, Wenceslao Fernández Flórez continuaba tratando de encontrar la principal característica ferrolana, su quintaesencia. Escribió un artículo titulado “Las manos” en el que definía a la ciudad departamental como la mano armada de Galicia y consideraba la exaltación como la principal característica ferrolana. Decía que la exaltación podía comprobarse a través de las “efusiones emocionales, sus devociones intensas y sus odios unánimes” y todas estas cosas hacían que los ferrolanos estuviesen inmersos en multitud de batallas, de medio Ferrol contra medio Ferrol y también de Ferrol entero contra el mundo.

Don Wenceslao se apoyaba en varios ejemplos para demostrar su teoría. Las batallas que mantenían entre sí los dos grandes hoteles, los dos principales partidos políticos y los dos barcos que hacían la carrera a La Coruña, El Marqués de Amboage y el Mosquito, abocados a una heroica e implacable batalla naval, en palabras del gran escritor coruñés. Aunque, a mi entender, donde se reflejaba mejor esta rivalidad irracional era en los dos principales cafés. Tomar café en Ferrol, escribió Fernández Flórez, era como alistarse bajo una bandera: o la de El Suizo, café pequeño, pulcro, con cierto toque de distinción, o la de El Siglo, amplio y alborotador, lleno de billares y mesas para jugar al dominó. “Si después de sorber dos días el café de El Siglo ibais a El Suizo, os miraban en aquél como a un traidor. Si abandonabais el vermú de El Suizo por el cóctel de El Siglo, os consideraban en el primero como un apóstata…”. En fin, que así era aquel Ferrol, excitable y épico, un lugar en el que las pasiones podían llegar hasta lo inconcebible, hasta lo extravagante.

No sabría decir si el diagnóstico de don Wenceslao es aplicable en su totalidad a día de hoy, transcurridos noventa años. Sí lo firmo en lo esencial y especialmente en lo que se refiere a las disputas políticas. Con una salvedad: hoy no rivalizan dos partidos políticos, sino que la batalla es de todos contra todos. Desde el teatro de operaciones de la plaza de Armas se reparte en todas direcciones el más amplio surtido de insultos e improperios. Unos hablan de infamia, otros de parálisis y otros de espectáculo vergonzoso. Unos califican a otros de mafiosos, otros no ven más que delincuentes. Unos juzgan a sus oponentes de cobardes, los otros les llaman inútiles. Y todos, sin excepción, apelan al diálogo, a la educación, a que Ferrol necesita un revulsivo y que los ferrolanos no merecen ese espectáculo lamentable… para acto seguido volver a insultar al adversario político.

No hay comentarios :

Publicar un comentario