domingo, 6 de agosto de 2017

En ocasiones veo el mar

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 6 de agosto de 2017

Los ferrolanos vemos el mar, conocemos el mar, sabemos donde está el mar... sin necesidad de tener un sexto sentido. El mar de la ría de dentro de castillos y el mar de fuera. El mar de esta banda y el de la otra banda. El mar de las ensenadas. El mar de fondo y el mar de viento. Todos los mares atlánticos con sus mareas, sus corrientes y sus calmas chichas. Los ferrolanos sabemos, desde que nacemos, por qué a nuestra ciudad se le llama la Capital del Mar y, en su día, se le hacía publicidad como la Novia del Mar. Algunos, los de más edad, hemos comprendido desde niños la importancia de haber sido la ciudad elegida como Capitanía de la Zona Marítima del Cantábrico, en la que se entendía de todos los asuntos navales de la costa norte española desde Francia hasta Portugal. Y, por supuesto, desde que damos los primeros pasos alguien nos cuenta -probablemente algún familiar- que vivimos en un lugar que ha sabido construir buques de guerra como los mejores y todavía es un referente internacional en materia de construcción naval. 

Por eso cuando recibimos a visitantes les enseñamos el mar. El mar visto  desde el mar es la mejor forma de entender nuestro mundo. Pero si esto no es posible, les enseñamos el mar desde tierra, desde los dos miradores extraordinarios -aunque un tanto descuidados- con que contamos en nuestros barrios históricos. Desde el mirador de los jardines de Herrera y San Francisco contemplamos una vista inigualable de la ría, los arsenales y los astilleros. Conviene levantar la mirada y fijarse en los barcos, edificios, instalaciones y en la ría, obviando el triste panorama que tenemos alrededor. Nunca los jardines de Herrera habían presentado un aspecto tan falto de mantenimiento; tampoco fue un acierto sembrar los jardines de San Francisco de naturalezas muertas: postes, cristales, farolas industriales, pérgolas inservibles y ascensores que nunca han funcionado.

A muy poca distancia, en el muelle, tenemos el segundo mirador que permite contemplar la otra cara de la ría y el puerto, el Baluarte de San Juan. Un lugar mágico desde el que fotografiar el mar, aunque es preciso obviar también su estado lamentable. Óxido, grietas, pintadas, maleza, letreros ilegibles, arbustos y coníferas que tapan la vista…

A los ferrolanos, amantes del mar, no nos irá bien si nos olvidamos de él, si le damos la espalda al mar y a nuestra historia. Por eso merece la pena visitar (y enseñar) el Museo Naval y la Fundación Exponav. Dos museos que ponen en valor nuestro patrimonio naval y explican, en buena medida, lo que somos y cómo hemos llegado hasta aquí. Están ubicados en los edificios dieciochescos  de San Campío y Herrerías y son públicos, de todos, como el mar.


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