domingo, 20 de diciembre de 2020

Timoteo O'Scanlan

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 20 diciembre 2020

En la zarzuela La verbena de la Paloma don Hilarión y don Sebastián mostraban su asombro por que el aceite de ricino ya se podía tomar en píldoras. Lo celebraron cantando aquello de “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, frase afortunada que quedó para siempre en el repertorio de sentencias populares. Las ciencias adelantan, es indudable, pero unas más que otras y en unos países a mayor velocidad que en otros. Y hemos de reconocer que en estas múltiples Españas nuestras los desarrollos científicos no han ido demasiado bien, vaya, para decirlo suavemente. Sufrimos en los campos de la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación, las consecuencias de dos males, a saber: la raquítica inversión en medios, laboratorios, investigadores, etc…, y la enorme aversión de poderosos colectivos defensores de los remedios a base de rezos y silencio, y no de fármacos y vacunas descubiertas por los científicos.

En Ferrol nos olvidamos con facilidad de nuestra brillante historia y de muchos personajes que estuvieron a la cabeza de la investigación científica española. Pero no se alarmen, esto ya forma parte de la idiosincrasia ferrolana. Una muestra son las peripecias padecidas por Timoteo O´Scanlan, pionero de la práctica inoculatoria en España. Este médico irlandés, alistado en el regimiento de Hibernia, vino destinado a la ciudad naval a mediados del siglo dieciocho. En 1763 figura como doctor en Medicina, primer médico del Hospital Real de Esteiro y protomédico del Departamento de Marina de Ferrol. Se trataba de un gran conocedor de las prácticas de inoculación más modernas empleadas en Londres y París y que decidió ponerlas en ejecución “inoculando en El Ferrol ciento y cincuenta criaturas, conmovido del estrago general que causaban las viruelas y viendo que ninguno de los remedios que ordinariamente se usan alcanzaba a contener el curso de aquel fatal contagio”. El doctor O´Scanlan, como hombre de ciencia que era, hizo públicos aquellos ensayos inoculatorios (todavía no había acuñado Jenner el término vacuna), lo que le ocasionó enfrentamientos cerriles durante cerca de cuarenta años, hasta su fallecimiento en 1800. Parte de los académicos médicos de la corte real, miembros de la nobleza y las altas jerarquías eclesiásticas eran partidarios de las tesis contrarias al avance de la ciencia. Lo resumían así: “Las viruelas, como todas las enfermedades, traen su origen o principio de la naturaleza corrompida por el pecado…” Algo que todavía hoy firman los negacionistas, creacionistas y fanáticos más partidarios de dogmas religiosos que de vacunas y fármacos fruto de la experimentación de sabios  adelantados, como el doctor Timoteo O´Scanlan.

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