domingo, 15 de enero de 2023

Una biblioteca en dique seco

Escribanía de mar 

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 15 enero 2023

 

Si uno teclea en un buscador el horario de la Biblioteca Municipal Central de Ferrol, la del Banco de España para entendernos, verá: de 09:00 a 13:30; actualizado por esta empresa hace una semana. Sin embargo, si entra en la web municipal podrá leer: Horario, de lunes a viernes de 09:00 a 14:00 y de 16:00 a 21:00. ¿Cuál es el verdadero horario? El de la mañana, naturalmente, el que mantiene la biblioteca abierta menos horas, el decadente. La biblioteca de Ferrol es una muestra más del devenir de la ciudad. Cada vez tiene menos personal, cada vez hace menos préstamos a domicilio, cada vez hay menos consultas en sala, cada vez tiene menos usuarios, cada vez acoge a menos lectores, opositores, estudiantes o escritores. La biblioteca municipal se parece cada vez menos a una “institución cuya finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de libros y documentos” y desafía a los usuarios ferrolanos a buscar otras formas de mantener vivo su interés por la lectura. Los desafía, les cierra sus magníficas instalaciones en horario de tarde y se olvida de ellos incluso en un día tan señalado como el pasado Día de los Usuarios de Bibliotecas. En otras ciudades de Galicia lo celebraron con jornadas de puertas abiertas, visitas guiadas, talleres, premios a los usuarios más antiguos, regalos de libros y cosas así. En Ferrol homenajearon a los usuarios con horarios menguantes. 

 

Borges no daría crédito a que un prodigio que alberga palabras y sueños, una biblioteca pública, no estuviese abierta al público. Irene Vallejo, la mejor estudiosa de la historia de los libros y las bibliotecas, no vería con buenos ojos la impericia de una concejalía de cultura que se traduce en el desatino de ocultar el saber de los libros tras un candado. “Toda biblioteca es un viaje, suele decir, y todo libro es un pasaporte sin caducidad”. Un viaje del conocimiento que comenzó en las tablillas, rollos y papiros que atesoraban ritos religiosos, actas judiciales y augurios, continuó en las grandes bibliotecas -como la de Alejandro- en las que convivieron los saberes de griegos, judíos, egipcios e iranios sobre filosofía, botánica, leyes, literatura, y llegó, por fin, a la red electrónica con los sistemas URL que se abren en todas las ventanas digitales.

 

La historia nos enseñó cientos de maleficios contra los ladrones de libros e incendiarios de bibliotecas. En el Monasterio de las Puellas de Barcelona está escrito: “…que los gusanos de los libros les roan las entrañas… y cuando, finalmente, desciendan al castigo eterno, que las llamas del infierno los consuman para siempre”. Los responsables municipales de la desfeita de  la biblioteca deberían hacérselo mirar, por si acaso.

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