lunes, 14 de diciembre de 2015

Deseos

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 13 de diciembre de 2015

Los comerciantes de las manzanas con la numeración del 1 al 75 de la calle Real colocaron, en sus correspondientes maceteros, unos árboles de los deseos. Unos arbolitos simpáticos en los que cualquiera puede dejar su deseo escrito en una tarjeta que le darán en los comercios. O, si fuera el caso, lo puede escribir en un papel que tenga a mano, si le pilla en horario de comercio cerrado. El caso es colgar su deseo (en el buen sentido eso de colgar) y esperar a que se cumpla. Y ya está. Ferrol ya tiene, oficialmente, árbol de los deseos. Estamos en la división de honor de las ciudades “anhelantes” y nos podemos tutear con Roma y su Fontana de Trevi, con el Puente de Jaffa en Israel, la Casa de Julieta en Verona o con los mismísimos templos sintoístas de Japón. Y, por supuesto, muy por delante de aquellos sitios que tienen fuentes de deseos monotemáticos, como ese de que el que beba de los diferentes caños volverá a visitar este lugar; de estas las hay en Compostela, en San Andrés de Teixido y en muchas villas y ciudades de Galicia.

En la mayoría de los casos uno puede acercarse a las fuentes, los muros, los puentes o los templos y formular un deseo secreto, íntimo, privado, que además no se puede decir a riesgo de que no se cumpla. Son deseos como los que se piden cuando pasa una estrella fugaz o cuando se soplan las velas de la tarta de cumpleaños. Los deseos ferrolanos son todo lo contrario. Se trata de deseos confesables, transparentes, públicos. Deseos para compartir, reflexivos, que obligan a quienes los formulan a pensarlos y escribirlos. Son deseos herederos del más puro espíritu de la Ilustración, de temática universal. Por ejemplo sobre mascotas: “Quiero un caballo para mí solo”, “Quiero tener un perro”; o sobre los estudios: “Aprobar las mates”, “Aprobar la selectividad y entrar en Química”; deseos muy íntimos que se quieren compartir: “Quiero ser mamá”; deseos para todos: “Que nos toque la lotería” o “Que todos los niños del mundo tengan regalos”; incluso hay algún deseo de un ferrolano despistado, una pizca iluso: “Que se arreglen todas las calles de Ferrol”. 

Desear es aspirar con vehemencia al conocimiento, posesión o disfrute de algo. Yo me he fijado en estos arbolitos de la calle Real y no he visto nada que me recuerde a algo vehemente o impulsivo. He visto un buen puñado de tarjetas colgadas en sus ramas para compartir los deseos con cualquiera que quiera leerlos. Y he pensado que Ferrol es el mejor de los lugares para tener árboles, fuentes y puentes en los que poder escribir los deseos individuales y colectivos. Tal vez a base de escribirlos en muchas tarjetas los deseos se cumplan. Ojalá sea así. También el de que arreglen las calles.

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