domingo, 2 de octubre de 2016

El chalé indiano de Canido

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 2 de octubre de 2016

Los gallegos eran considerados unos emigrantes trabajadores, honrados y austeros. Mano de obra muy sacrificada especialmente valorada en los trabajos del campo, la industria y la pesca, aunque muchos probaron fortuna -y la consiguieron- en el sector comercial. Estoy hablando de aquellas oleadas de emigrantes que en el siglo XIX partieron hacia México, otros países americanos y, especialmente, Cuba. Uno de ellos, Don Juan Sixto Vázquez, de O Seixo, fue el prototipo de hombre hecho a sí mismo, un triunfador que desarrolló su talento y su vida en La Habana. Al llegar tuvo que emplearse en trabajos portuarios y pesqueros. Poco a poco fue progresando hasta fundar los grandes almacenes Fin de Siglo. Ya con la vida resuelta pensó en volver a su tierra, para lo que le encargó al arquitecto Rodolfo Ucha la construcción de una villa indiana: el chalé de Canido. Una casa calificada por Alonso Pereira como una obra de autor que aprovechó el gusto habanero de la época mezclado con el modernismo cosmopolita de moda en el primer tercio del siglo XX. Rodolfo Ucha, en palabras de Fernando Agrasar, “centró su atención en el pintoresquismo de la composición vertical y asimétrica, con estancias concebidas como suma de prismas de diversa altura, expresadas volumétricamente al exterior y conectadas por elementos superpuestos como terrazas, galerías y balcones”. El resultado es una casa soberbia en la que, al parecer, el industrial Sixto Vázquez nunca llegó a vivir y sobre la que, de vez en cuando, se especula acerca de su compra por alguna Administración para su restauración y puesta en valor para disfrute público. Ahora le toca el turno a la posible adquisición por la Diputación y la creación de un museo indiano.

He de confesarles que esta idea me resulta especialmente interesante. Ferrol podría convertirse en la sede de un museo provincial (o, por qué no, autonómico si interviene la Xunta) que ponga en valor todo lo que el fenómeno migratorio indiano, habanero, impactó a uno y otro lado del Atlántico. De Cuba llegaron músicas, ideas, modas. Los indianos nos trajeron el sombrero panamá, los vestidos claros, las pamelas y las sombrillas; las cómodas de caoba y los arcones de cedro, algunas radios y los artísticos gramófonos. También la revolucionaria idea de instalar cuartos de baño en las villas, calefacción y calderas para el agua caliente. Y las columnas de hierro colado, forjas artísticas, vidrieras y, por supuesto, los jardines con palmeras.

Puede ser sólo un sueño, como el de aquellos hombres que fueron a Cuba. Algunos lo vieron cumplido, pudieron volver con ahorros y lo celebraron construyendo escuelas, mercados, asilos y preciosas villas como la de Canido. 

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