domingo, 8 de abril de 2018

Aceite de hígado de bacalao

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 8 de abril de 2018

La fotografía circula libremente en internet, compartida en las redes sociales. Está fechada en 1960. Hay una fila de niños de unos diez años de edad. Ninguna niña. Todos visten igual y tienen el mismo corte de pelo. Tal vez se trate de niños internos en algún orfanato, hospicio, casa-cuna o institución similar. Frente a los niños está sentada una maestra, enfermera o dama de auxilio social vestida con una limpísima bata blanca. Tiene en su mano izquierda una botella grande de vidrio y en la derecha una cuchara, con la que le da a cada niño su cucharada de aceite de hígado de bacalao. Me pareció un documento relevante y lo compartí en uno de los grupos locales de Facebook…y el aceite de hígado de bacalao hizo, una vez más, el milagro de reconfortar y fortalecer el carácter de los ferrolanos. Por una vez -y gracias al brebaje- se volcaron decenas de opiniones, recuerdos y comentarios en un tono distendido, alegre, un tanto nostálgico pero con un claro trasfondo positivo. Se mezclaron vivencias personales, de familiares, amigos y compañeros de escuela.

“Es que en Ferrol teníamos la PYSBE (Pesquerías y Secaderos de Bacalao de España, S.A.) y ya se sabe que cuando los barcos volvían de sus campañas en junio y diciembre, caía una lluvia de aceite de hígado de bacalao que nos enganchaba a todos”, se dice en uno de los comentarios. Aunque había botellas de aceite de otras marcas, incluso americanas, o que se vendían en farmacias como la famosa Gadional. Todas sabían fatal, como a pescado podrido, fue una opinión unánime. Algunas madres –que no tomaban el dichoso potingue- daban a sus hijos una cucharada de azúcar o incluso una naranja, para aliviarles el repulsivo sabor. En los colegios no se acompañaba con nada; a palo seco, que es como “mejor se aprovechan sus vitaminas y os pone como robles” decía un director.

El aceite de hígado de bacalao sirvió para traer a nuestros días otros remedios que se utilizaban en aquellos tristes años de posguerra. Años de escasez, de mala alimentación, de raquitismo y enfermedades devastadoras que trataron de curarse con lo que se tenía a mano. De vez en cuando, ponches de leche con yema de huevo. O Calcio 20, para fortalecer los huesos. Y una copa de quinito o quina San Clemente, en muchos casos, después de inhalar los vahos de hojas de eucalipto para combatir los catarros y demás enfermedades respiratorias.

Un ferrolano fiel a la causa comenzó a tomar el aceite de hígado de bacalao en los años cincuenta y continúa tomándolo en la actualidad. Eso sí, en cápsulas de gelatina y con sabor a menta o a limón, que ahora no hay porque pasar aquellos malos tragos. Los tiempos cambian que es una barbaridad… 

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