domingo, 1 de abril de 2018

La casa-teatro de Settaro

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 1 de abril de 2018

El pasado martes 27 de marzo fue el Día Mundial del Teatro. Lo celebré leyendo de nuevo un breve ensayo de Pizzicato titulado El Teatro en Ferrol, una efeméride, publicado en el Almanaque de 1907 dirigido por Leandro de Saralegui y Medina. Pizzicato se lamentaba de que, hasta esa fecha, nadie se había ocupado de escribir una historia del teatro en nuestra antigua villa, aun siendo reconocida la afición a los espectáculos escénicos con una intensidad verdaderamente insólita. Afirma el cronista Pizzicato que Nicolás Settaro, maestro de óperas, natural de la ciudad de Somma en el antiguo reino de Nápoles, construyó en 1769 una casa-teatro entre las de la viuda de D. Agustín Salomón y Rosa Quijano, vecina de La Graña, es decir, “en el mismo solar que hoy ocupa el Café del Comercio, Magdalena 41 e Iglesia 47”. Era un teatro importante para la época, mayor que los que el propio Settaro había construido en La Coruña y Santiago. Contaba con cuatro puertas, dos a cada calle, una gran cazuela central, 29 palcos, 11 lunetas, una araña grande de cristal, distintos bancos y mesas, escaleras para subir al tablado y todo tipo de aperos para el mejor servicio de las representaciones de comedia, musicales y festejos de casino. Era un “espléndido edificio donde nuestros abuelos se solazaron olvidando, al conjuro de la emoción artística, las impresiones de la vida real…”  Ferrol merecía tener un teatro así, tal y como lo demuestra su calendario de éxitos en los últimos años del siglo dieciocho, en buena medida debido al gran crecimiento de su población y a la presencia permanente de un gran contingente de personal de tropas y marinería. La asistencia de todas estas gentes a las representaciones de comedias hizo que los mejores empresarios solicitasen al Ayuntamiento licencias para estrenar sus comedias. Al mismo tiempo por parte del Alcalde Mayor de la Villa de Ferrol y de La Graña, se solicitó al Capitán General de Marina y al Gobernador Militar de la Plaza, que tomasen medidas para que el personal bajo su jurisdicción “observasen buen método y orden, sin mezclarse los hombres con las mujeres en la Cazuela, ni fumar, silbar, palmetear, hacer algazara, ademanes impropios y otros excesos que interrumpan y causen escándalo, etc…”. El teatro llenó todas sus funciones de forma continuada hasta 1800, fecha del ataque de las tropas inglesas -derrotadas en la batalla de Brión-. La crisis de la Armada, la posterior guerra contra los franceses y los problemas económicos y de suministros de la población, desembocaron en el incendio, tal vez intencionado, del coliseo de Settaro en 1807. Diez años más tarde, en 1817, D. Vicente Lembeye levantó el Teatro Principal, pero esa es otra historia.

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