miércoles, 18 de abril de 2018

Debate estéril

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 18 de abril de 2018

A Julio Camba le desagradaba que un político fuese al Congreso a leer un discurso. Decía que al Congreso no se va a leer, sino a hablar. Eso implicaba disponer de facilidad para la oratoria, cierta rapidez de pensamiento y capacidad para escuchar a otros interlocutores. El régimen parlamentario es un régimen de palabras en el que destacan los oradores claros, reposados y serenos, capaces de entablar conversaciones llenas de anécdotas y de ironías, sin indignarse jamás, sin descomponerse nunca, sin abandonar la sonrisa ni perder la intención, escribió Camba en Diario de un escéptico.
Claro que para poder hablar en el Congreso –o en el pleno municipal ferrolano- hay que saber hablar, hay que hablar bien. Álvaro Cunqueiro, por su parte, hizo un pequeño estudio de lo visto y escuchado en la televisión de su época de los dirigentes políticos, a los que llamaba “gentes del cotarro” que incluía a los gobernantes o que aspiraban a gobernarnos y se quedó sorprendido “para decirlo en corto y por derecho de lo mal que hablan” (sic).

El presidente Mariano Rajoy se acaba de referir, hace pocos días, al guirigay montado en el caso Cifuentes como el de un debate estéril. En realidad M. Rajoy considera que cualquier debate y todos los debates son estériles. No es partidario de hablar y debatir. Se encuentra más a gusto pensando, en silencio, por la ruta da pedra e da auga de Ribadumia (lugar precioso), un sitio en el que se piensa muy bien, según declaró, al mismo tiempo que pasea rápido, anda deprisa, marcha apurado o sea lo que sea lo que hace cuando viene a Galicia.

El extremo opuesto, el del debate excesivo, repetitivo, abrumador y también estéril lo padecemos más cerca, en los plenos municipales mensuales. Los concejales departamentales se dotaron de un reglamento en el que cada intervención no tiene límite de tiempo, con lo que creían fomentar la libertad de expresión como principio democrático. Los plenos no parecen tener final: empiezan por la tarde y terminan de madrugada, en el mejor de los casos. En otras ocasiones tiene que suspenderse antes de que los concejales huyan o se queden dormidos, dos cosas igualmente desagradables a juicio del maestro Camba. 

Todo esto debido a la escasa capacidad para exponer las propuestas de manera clara y concisa; la gran afición a leer los discursos ya preparados; la nula disposición a escuchar con atención los argumentos de los adversarios políticos y, en definitiva, la gran dificultad que muestran las gentes políticas para encontrar las palabras justas y expresarlas con seguridad y eficacia. Además de cierta dosis de educación, por aquello de que ninguna verdad merece ser dicha a gritos y entre insultos.

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