domingo, 14 de septiembre de 2014

El ancla es el símbolo de la esperanza

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 14 de septiembre de 2014

Yo lo he aprendido este verano en una visita al Monasterio de Oseira. ¿En Oseira, interior de Ourense, donde el mar ni se atisba? ¿Y que hace allí un ancla, con o sin su significado? Pues eso decía yo. Les cuento pero no sin antes recomendarles tanto si lo conocen como si no una nueva visita a este monumento pero esta vez guiada, explicada en todos sus detalles por los profesionales que allí están. Podrán apreciar el buen estado de una de las abadías cistercienses, de finales del siglo XII, mejor conservadas de España. Con lo que simbolizan sus siete arcos, la orientación del monasterio y la simbología atribuida a la ubicación del cementerio de monjes, de la biblioteca, de las cocinas y refectorios o de la portada de la fachada orientada hacia el mundo exterior. Y verán partes del monumento (no todas) que les retrotraerán cientos de años, como un pequeño museo con restos de piezas encontradas en las excavaciones, una botica, el jardín con plantas aromáticas y medicinales, los enormes claustros, las esculturas, mobiliario, y un largo etcétera. También es relevante detenerse ante su fachada principal, adornada con escudos de las casas reales que le dieron protección, hasta comprobar en lo más alto de la fachada una escultura que ¡sujeta un ancla de hierro! La explicación del guía fue que se trata de la estatua de la Esperanza que normalmente se representa empuñando un ancla. Es una interpretación que recoge el "simbolismo de las épocas griegas y romanas, en las que el ancla (el áncora) era considerada la última salvaguarda del marino en la tempestad por lo cual se la asociaba con la esperanza ante las dificultades de la vida".

Como ustedes están comprobando a mí esto del ancla me llamó mucho la atención. Es verdad que la primera idea que se me vino a la cabeza es que cualquier ferrolano la hubiera lijado, dado unas manos de minio y después la pintura negra para dejarla "como es debido". Pero a continuación trasladé su simbología a Ferrol, donde tenemos -además de las anclas incorporadas al escudo de la ciudad- la mayor colección de anclas del mundo. Lo han leído bien. Los centenares de anclas de que disponemos en el Museo Naval, las escuelas de la Armada, los campos de anclas del Arsenal, la base de la Graña, los astilleros, y las que están instaladas en diferentes lugares de la ciudad, hacen que Ferrol duplique o triplique el número de anclas de que disponen otras ciudades navales o museos de anclas con los que se mantiene relación. ¿Y este stock de anclas nos da derecho también a tener nuestros almacenes llenos de esperanza? Yo quiero decir que sí, aunque se trate de una esperanza "poco productiva", poco puesta en valor, con escasos resultados y no muy bien utilizada. Como las anclas.

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