domingo, 27 de marzo de 2016

Puertas al mar

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 27 de marzo de 2016

Es conocido en todo el mundo que no hay pueblo tan aficionado a hacer diques y ponerle puertas al mar como el ferrolano. Algo lógico, por otra parte, dado su asentamiento como capital -que fue- de la zona marítima del cantábrico y su dedicación a la construcción de buques de guerra y barcos civiles de diversa clase. Ferrol entero está repleto de murallas, diques, gradas, espigones y muelles. Se puede afirmar que los ferrolanos llevamos siglos batallando con el mar, haciendo obras hidráulicas de extraordinario valor, aunque también algún que otro relleno chapucero. En medio de tanto granito labrado y terreno ganado al mar permítanme que señale dos diques singulares. El primero, el Dique de Carenar en Seco San Julián, también conocido por el Dique de la Campana, una gran obra de fábrica de cantería que abarca la forma de casco de un buque. Fue diseñado por el ingeniero Andrés Comerma y puesto en funcionamiento en 1879, momento desde el que permanece en uso de forma ininterrumpida. Seguramente algunos de ustedes, aficionados a la fotografía antigua, habrán visto imágenes de cientos de mujeres cargando cestos de tierra y piedras cuando se hacía el vaciado del terreno, justo antes de que los canteros pudieran asentar los sillares de granito. El otro es el Arsenal Civil de La Cabana, o Dique de la Cabana, destinado a la construcción y reparación de buques civiles, necesarios para el correo marítimo y el comercio colonial que se suponía iba a ser muy relevante aprovechando la creación del Consulado Marítimo en Ferrol, en 1802. Desgraciadamente el tráfico no fue tan importante aunque en este arsenal civil llegaron a construirse corbetas, goletas, bergantines y otros barcos de pequeño porte.

Con posterioridad se construyeron tanto en el Arsenal como en Bazán y Astano otros diques, lógicamente mucho más grandes. Pero no del tamaño suficiente como para acoger a los megabarcos, a los buques “post-panamax”, auténticos colosos de más de 350 metros de eslora y 50 o más metros de manga. Pues nada, manos a la obra. Si no hay un dique de esa magnitud y hace falta, habrá que hacerlo. ¿Flotante? No, mejor en tierra. Esperemos que se construya en terrenos ya disponibles y que no haya que robarle más metros a la ría. Esperemos que sirva para generar un alto nivel de negocio, de actividad, en la reparación y carenado de estos mastodontes. Esperemos que, de paso, se haga lo posible para devolver al mar rellenos inútiles y muelles inservibles, que alguno hay. Y esperemos que, a este ritmo, a nadie se le ocurra transformar la ría entera en un gran dique seco, poniendo un barco-puerta entre castillos y achicando el mar hacia fuera. Porque se puede hacer. En Ferrol sí. ¿Alguien lo duda?

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