domingo, 3 de diciembre de 2017

La Malata

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galcia, edición Ferrol, el 3 de diciembre de 2017

La ensenada de La Malata es uno de esos lugares que nació con vocación de ser un paraíso pero no le dejaron. Una ensenada dentro de una ría, con fondos fértiles y aguas claras que, al ritmo de las mareas, se renuevan mansamente cuando quiere la Luna. Eso sería lo que se encontraron los benedictinos que fundaron el Priorato de la Cabana. De las tranquilas aguas de la ría extraían los mejores pescados y mariscos, decían, caza en los montes cercanos y excelentes productos de la huerta, así como los cereales necesarios. En frente veían las murallas de Ferrol con el imponente baluarte de Canido capaz de defender la plaza con garantías. No olvidemos que la ensenada de La Malata pertenecía al Ayuntamiento de Serantes, al igual que La Graña y toda la zona rural y costera.

De aquellas aguas limpias ricas en pescados y mariscos solo quedan las crónicas. La Malata es, probablemente, el rincón de Ferrol que más transformaciones ha sufrido en el siglo XX. Los terrenos fértiles de la desembocadura del río de la Sardina se cambiaron por una zona industrial. La Peninsular Maderera permitía ver a los hábiles pertigueros navegando encima de grandes troncos de árboles de Guinea hasta introducirlos en sus instalaciones. Hoy están ocupados por zonas deportivas y el campo de fútbol municipal. A su lado se levantó el recinto ferial más importante del noroeste de España. Las Ferias de Muestras crecieron y crecieron… hasta desaparecer. Tal vez murieron de éxito o tal vez no supieron actualizarse. El recinto ferial ocupa un espacio enorme, tan grande como la falta de expectativas que se atisban en su futuro. En esta banda de la ensenada, al pie del baluarte, se creó en su día una playa urbana, pequeña, servicial. Copacabana permitió la diversión de varias generaciones de niños y mayores, sobre todo los días de semana en aquellos veranos en los que se reservaban los sábados y domingos para ir a una playa de las grandes, de las de mar abierto. Su espacio linda ahora con miles de metros cúbicos de muelles sobre los que volverá a circular el tren que cruzará la Malata, para adentrarse en el túnel que bajo los montes de Brión le permitirá llegar al puerto de Caneliñas.

Los muelles, un puente, el paseo marítimo destartalado, un recinto ferial sin ferias, los restos de las murallas de la ciudad y varios edificios (poco afortunados) en primera línea de costa, se suman al increíble y desolador panorama de la contaminación y los vertidos sin depurar que inundan La Malata de fangos contaminados, aguas sucias y olores nauseabundos. No queda nada del paraíso natural; sólo un ingente trabajo para recuperar la ensenada y no seguir destruyendo uno de los brazos de mar que vio nacer a las Villas de Ferrol y La Graña.

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