domingo, 9 de abril de 2023

El atrio del teatro

Escribanía de mar 

Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, 9 abril 2023

 

Al Teatro Jofre le costó levantar el telón unos veinte años. Desde que se decidiera construirlo en la Huerta del Comandante y se colocara la primera piedra, en 1872, hasta que la compañía de Antonio Vico pudo representar El alcalde de Zalamea, en 1892, el Jofre las pasó canutas. La Junta del Hospital de Caridad, Vicente Reguera y Justo Gayoso (que fuera alcalde), lidiaron con varios arquitectos y constructores con escasos avances. Fue Joaquín Jofre Maristany -y sus dineros cosechados en América- el benefactor que le dio el impulso final, a cambio de un palco de por vida y que el teatro llevara su nombre. El Jofre era ya una realidad. Seguía la tradición ferrolana de acudir regularmente al teatro, comenzada en el siglo XVIII con la Casa Teatro Séttaro. Le siguieron el Teatro Principal, el Teatro Filarmónico, el Teatro Circo, el Teatro Romea y el Teatro New England, lugar de representaciones y ceremonias de la colonia inglesa llegada a la ciudad gracias a la entrada de Vickers en el accionariado de la Constructora Naval. El último compañero de fatigas del Jofre fue el Teatro Renacimiento, el “Rena”, capaz de aguantar el tipo hasta 1989. Ferrol, ciudad de teatros, se convirtió en la ciudad del Jofre y menos mal, porque el siglo XX también tuvo sus más y sus menos. A principios de siglo Rodolfo Ucha consigue vestir su fachada de bonito, con aires Art Nouveau tan de moda en la época. Pero a principios de los 60 el teatro se vio desposeído de su atrio, también cerrado con forjas diseñadas por Ucha, en beneficio de hacer calles para el tráfico rodado. El Jofre era mutilado y sufría una afrenta propia del desarrollismo de la dictadura: cambiar plazas por carreteras, parques por aparcamientos, edificios dieciochescos por bloques de pisos, fuentes y esculturas por rotondas para los coches. El teatro de la ciudad naval seguía teniendo como compañeros de plaza la entrada monumental al Arsenal, la casa Romero (también obra de Ucha) y un edificio de Correos que sustituyó al teatro de los ingleses. Cerca está la iglesia de San Julián, diseñada por el ilustrado Sánchez Bort. Y el Dique de la Campana, y la primera alameda de Galicia. También se aguanta en pie la Pescadería de Ucha, aunque ya desaparecieron el antiguo mercado, la British School y se llevaron a otro lugar la fuente Wallace, como también trasladaron la fuente de La Fama. Ahora le espera una nueva reforma -que afecta a toda la plaza de Galicia- que consistirá sobre todo en devolverle el atrio al noble y sufrido teatro. El gobierno municipal presidido por Ángel Mato así lo anunció, poco antes del toque de bocina que impedirá a los políticos hacer nuevos anuncios de obras, inauguraciones y cosas así. Y es que se avecinan elecciones.

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