martes, 28 de octubre de 2014

Espionaje de chiste

De guarisnais.
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 26 de octubre de 2014.

Si no fuera por la seriedad del asunto, podría compararse el Centro Nacional de Inteligencia con la agencia T.I.A. de Mortadelo y Filemón, o con el elegante Anacleto, agente secreto. Me refiero a los más altos servicios de espionaje e inteligencia españoles, al CNI, sustituto del Centro Superior de Información de la Defensa desde el 2002, dependiente ahora de la vicepresidenta "para todo" Sáez de Santamaría. El CNI español está regulado en la Ley 11/2002 de 6 de mayo y cuenta con autonomía funcional, personalidad jurídica propia y plena capacidad de obrar, como lo hacen todos los organismos homólogos en las sociedades occidentales. Coloquialmente podríamos definirlo como la forma que el Gobierno tiene de obtener información no alcanzable por otros organismos y de transformar la información en inteligencia. Esto último lo repiten mucho en su página web, se ve que les gusta. Pero claro, la cosa estaría muy bien si no conociésemos su trayectoria poco ejemplarizante que se puede resumir en titulares como: "El nepotismo corroe el CNI" "Hijos, nietos o sobrinos de espías copan el 75% del centro" o "Apenas hay un 10% de agentes de campo", y multitud de informaciones que lo describen como un centro cargado de personal en servicios burocráticos, con muy pocos agentes capaces de desempeñar sobre el terreno las funciones que tienen asignadas. La "coladera" en las contrataciones parece que fue lo habitual en los últimos tiempos: 

-Oigame Fernández, ese primo suyo que me recomendó el mes pasado no sabe espiar.

-Bueno, pero hace las fotocopias maravillosamente, y además es muy calladito.

-Acabáramos. Siendo así que se dedique a descargar de internet algunos planos de  las fragatas F-110 y los guarde en sitio seguro.

-Pues muchas gracias, ya se lo guasapeo ahora mismo. Verá usted que buen servicio le va a hacer a la inteligencia española.

La cosa no queda aquí, y estos días asistimos estupefactos al espectáculo del pequeño Francisco Nicolás haciéndose pasar, entre otras cosas, también por miembro de los Servicios de Inteligencia. El muchacho habrá pensado que si de los 3.500 integrantes de la plantilla la mayoría no se sabe ni como entraron ni lo que hacen, pues uno más ni se iba a notar. Y tan pancho. Aunque no todo son "coladeras". En nuestra ciudad los eficientes espías han detectado unos casos de empleados de Navantia que no eran merecedores de la "habilitación de seguridad", aunque presentaran una hoja de servicios inmaculada durante más de 30 años y no tuviesen apercibimiento previo acerca de ninguna conducta que fuese reprochable. Pero ya saben, alguien tenía que notar que el CNI está ahí para algo y que realiza un espionaje de mayor nivel que el de Anacleto, agente secreto.

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