domingo, 15 de marzo de 2015

¡Ay, el Galatea!

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 15 de marzo de 2015

Recibí unas fotografías del Galatea en un estado calamitoso llegando a Escocia. Remolcado, desarbolado, oxidado, presentaba un aspecto que no se le desearía a ningún barco y mucho menos a un buque escuela a vela. Las compartí en varios grupos en las redes sociales, alguno de ellos de Ferrol, y la respuesta fue amplia, sincera y cargada de nostalgia. Todo el mundo, especialmente los ferrolanos, echaban de menos al Galatea. Algunos porque tenían familiares, amigos o conocidos que se habían formado en él. Otros porque conocían a alguien que había estado allí destinado. Y algunos más porque lo recordaban amarrado delante del antiguo Cuartel de Instrucción o en la Estación Naval de A Graña. En todo caso, fue mayoritaria la opinión de que el Galatea debió quedarse en Ferrol como buque-museo. Como una seña de identidad que pudiese ser visitada, para conocer de cerca cómo se vivía a bordo y cómo se recibían las enseñanzas de la maniobra y la navegación a vela.

El debate sobre la necesidad de contar con un buque-museo está latente en nuestra ciudad y sale a flote de vez en cuando. Ahora, sin ir más lejos, ante la noticia de que la Armada ha puesto precio a las fragatas Asturias y Extremadura, con destino al desguace. Y pronto lo hará también con el portaaeronaves Príncipe de Asturias. Muchos están a favor de que una fragata debiera musealizarse; otros, que no están los tiempos para eso.

La verdad es que no es fácil de entender cómo los gallegos no tenemos más barcos museo. Apenas contamos con un bonitero en Burela y la réplica de una carabela en Baiona, además de embarcaciones menores. Pero no supimos conservar al Galatea en Ferrol, ahora restaurado y musealizado en Escocia, o al IBSA I en Vigo, un ballenero de Massó que compraron como chatarra y musealizaron en Noruega. Sin olvidarnos del esperpéntico caso del Bernardo Alfageme, un pesquero de los años 40 con una hoja de servicios impecable en el Gran Sol, que iba a ser trasladado al Museo del Mar de Vigo pero al que los designios del alcalde Caballero lo destinaron a convertirse en un macetero en una rotonda de Coia. Recuerda el caso del submarino de Peral, en Cartagena, de jardín en jardín, haciendo de florero, hasta que el sentido común permitió que se trasladase a su varadero definitivo en el nuevo Museo Naval.

¡Ay, el Galatea! Viéndolo ahora en tan buenas condiciones uno no deja de pensar que bueno sería tenerlo atracado en nuestro Arsenal ilustrado, al lado de Herrerías y del Museo Naval. ¡Qué se le va a hacer! Bueno, al menos nos queda el orgullo de habernos quedado con su mascarón de proa, este sí instalado en un jardín de la E.N. de A Graña, y algunas de sus piezas emblemáticas trasladadas al Museo Naval. Menos es nada.

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