domingo, 22 de marzo de 2015

Ilustres pescadores

De guarisnais
Publicado en La Voz de Galicia, edición Ferrol, el 22 de marzo de 2015.
Título original: Pescadores ilustrados

Vemos en las distintas ediciones de la Voz a los pescadores en los ríos con sus primeras truchas. En tal río no se dio bien la jornada; fulanito de tal  pescó la pieza mayor del coto; en aquel otro río hubo demasiada afluencia de pescadores, y noticias así. En cualquiera de los casos, son tipos de noticias que no tienen nada que ver con el auténtico pescador de truchas ferrolano. Déjenme que les cuente, por si ustedes no repararon ya en ello, como es nuestro conciudadano pescador de río. El pescador ferrolano no tendrá el problema de encontrarse demasiada gente en el río porque acude a pescar siguiendo el horario de Greenwich, es decir, el horario solar, al igual que lo hacen las truchas. Esto de cambiar la hora artificialmente es una falta de respeto a la naturaleza, piensa el pescador ferrolano, y una falta de rigor en la aplicación de la ciencia horaria. Además de verlo solo, lejos de los jolgorios y las pandillas de pescadores de otras comarcas, comprobarán ustedes que irá vestido de un modo discreto, sin calzar esas botas altas que permiten meterse en el agua, e invadir la intimidad de los escondites trucheros. Por el contrario, distinguirán ustedes a un pescador ferrolano si le ven equipado de su aparejo más preciado: el cuaderno y el lápiz, imprescindibles para tomar notas sobre el estado del río, la vegetación, los pájaros que se pueden avistar cerca del agua y las especies de moscas que allí viven. El cuaderno y el lápiz le servirán también al pescador ferrolano para hacer un primer boceto de cada trucha que pesca y, por supuesto, devuelve al río, porque eso de hacerse selfies con las truchas no es muy de su agrado. Tampoco lo es el andar por andar, como si eso de ir a pescar a un río fuese una práctica deportiva. Naturalmente que no lo es, como tampoco es un arte ni una actividad que busca el placentero contacto con la naturaleza. Para el pescador ferrolano se trata de una actividad científica, en la que, además de la paciencia, la astucia y la inteligencia, es preciso saber calcular la temperatura del agua, la fuerza de la corriente, la refracción de la luz, los hábitos de comida de las truchas, la velocidad a la que se mueven y el par de fuerza que es preciso imprimir a la caña. Todo para lanzar la mosca a la posición perfecta, de forma que la trucha no pueda evitar abalanzarse sobre ella. Una vez capturada el pescador ferrolano la devolverá al río, satisfecho de haber triunfado de nuevo y confirmado que su método científico sigue vigente. No hay pescador que sepa tanto de pesca de río como el pescador ferrolano, el más ilustrado y el que más aborrece comerse las truchas. Para él lo mejor es hablar de pesca ante una tabla de quesos y una copa de albariño.

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