martes, 7 de marzo de 2017

Afán de igualdad y felicidad


Suele decirse que las tertulias se establecieron en los espacios privados de la aristocracia aunque pronto ocuparon otros lugares como las librerías y farmacias. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII también los cafés y paseos; más tarde los círculos, clubes, gabinetes de lectura y salones contiguos a los teatros. 

En cualquier caso, la tertulia de café debe situarse muy por encima de la de la casa burguesa y la del salón aristocrático. Nos dice Andreas Gelz que “el café condensa en un espacio reducido muchas de las cualidades mencionadas en otros lugares urbanos en cuanto a la pluralidad de los grupos sociales allí reunidos y sus principales actividades: juego, conversación y lectura de periódicos”.

Los periódicos se presentaron como nuevos actores que dialogaban entre sí y con el público. El Censor, El Pensador, El Apologista Universal o La Pensadora Gaditana, por citar algunos, desempeñaron en sus etapas iniciales una ingente labor de traslado a los lectores de opiniones sobre cuestiones sociales, reflexiones sobre comportamientos públicos, consultas sobre normas educativas, valores y reglas morales. 

De La Pensadora Gaditana, periódico del que hasta hace bien poco desconocía su valor, dispongo de un ejemplar en mi biblioteca:
La Pensadora Gaditana, por Doña Beatriz Cienfuegos
Tomo II. Con licencia del Real y Supremo Consejo de Castilla
En Cádiz en la Imprenta de Don Manuel Ximenez Carreño
Calle Ancha. Año de 1786

Es un tomo que contiene los pensamientos y cartas desde el XIV hasta el XXVI, ordenados -dice la pensadora- “…según mi fantasía me proponga, tanto he de publicar sin sujetarme a orden alguno. Saldrán los discursos según se me ocurran, y mis lectores los recibirán de buena fe como se los ofrezca, sin censurarme la variación de ideas; pues discurriendo con libertad serán más tolerables mis producciones”.

De este modo, y con periodicidad semanal, publicaba un pensamiento o carta, en formato que ocupaba dos pliegos. Siempre, dice doña Beatriz, con el “ánimo de que los dos pliegos se ocupen en noticias útiles y gustosas que estén a la moda, pues aún en el escribir parece necesario seguirla, y esto de los papeles periódicos se halla ahora en su máxima exaltación (…) porque como esta especie de papeles se leen brevemente y se entretienen aquel día con su asunto las tertulias, y visitas, VM (se dirige al Señor Público) insensiblemente carga con la obra sin que le llegue a espantar su tamaño”.

A lo largo de sus cartas y pensamientos se respira un espíritu crítico, valiente, innovador. Los temas tratados no lo son únicamente porque obedezcan a preceptos que ocupen las páginas de otros periódicos, sino que tienen un trasfondo social y reformador que pretende generar una nueva opinión pública. El abuso de la ociosidad arriesgada, la vida desordenada, los males del juego, la falta de inclinación hacia la instrucción, el desprecio hacia las ciencias, las artes y los idiomas extranjeros, el abandono del aprendizaje de la historia, el respeto hacia la institución de la amistad, la búsqueda de la igualdad y la felicidad social, y un largo etcétera, conforman el temario atrevido y un tanto revolucionario de este periódico. Puede verse su finalidad en un párrafo del pensamiento XVII, “Sobre la sociedad”, en el que dice la pensadora Beatriz Cienfuegos que hay que avanzar hacia una
“sociedad bien entendida, en la que los racionales deben ser útiles a los amigos en los favores, en los consejos, en las instrucciones…; en el trato agradable y en todo aquello que puede conspirar a su contento; para esto es necesario ser instruido, bien criado, discreto en su trato, comedido en las disputas y desapasionado de su parecer…”

La lectura de periódicos como La Pensadora Gaditana, escrito por una mujer que transmitía sus opiniones en pie de igualdad con los demás periódicos escritos por hombres, junto a las tertulias y conversaciones mantenidas en los cafés, forman parte principal del cambio extraordinario que llevó a la quiebra el modo de pensar rígido y lineal del Antiguo Régimen. Por primera vez, tanto los autores que argumentaron sus textos desde su atalaya moral, los periódicos, -en los que volcaban las lecturas de los filósofos franceses y los empiristas ingleses-, como los lectores, otorgaron un nuevo valor al individuo, al ciudadano, en el juicio sobre el estado de la sociedad y su papel protagonista en su devenir. Los ciudadanos abrazaron la idea de la igualdad esencial en el trato y la libertad en el intercambio de ideas, sin censores eclesiásticos defensores de la reverencia dogmática, la tradición del silencio y los libros sagrados como única fuente de conocimiento.

Pero algo se torció en aquella idea de España. Un par de siglos más tarde -y varias guerras y regímenes totalitarios en medio- la seguimos buscando…

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