martes, 17 de junio de 2014

Liderazgos variopintos

Artículo de Opinión
Publicado en Economía Digital, 11 de junio de 2014


Cada vez se escuchan calificativos más rebuscados que intentan explicar diferentes estilos de dirección, de liderazgo político e incluso "monárquico". El último es el expresado por el presidente de México sobre Juan Carlos I, tildándolo de "líder visionario", cuando trataba de explicar el adelanto a su tiempo en el momento del relevo franquista para devolver el régimen democrático usurpado a los españoles.

De "liderazgo a la expectativa" e incluso "a la bartola" se ha calificado el modelo empleado por el presidente Rajoy. Define alguno de sus rasgos característicos dentro de una estructura de partido monolítico, que basa su liderazgo en el poder otorgado en su nombramiento aunque el líder carezca de autoridad y esté permanentemente en "tela de juicio". El poder del aparato emite a diario la posición a adoptar y, de manera jerárquica, toda la organización asume esos argumentos y deja para algunos "versos sueltos" las poquísimas disidencias que se producen. 

Por su parte en las filas socialistas el lío para solucionar sus problemas internos es de tal envergadura que impide catalogar el modelo de liderazgo a seguir. Por una parte intentan transmitir el deseo de escuchar y hacer partícipe a la sociedad en la elaboración de sus programas y propuestas. Por otra, cada vez que tienen que dar un paso en esa dirección se encuentran con sus más de 100 años de historia, con el respeto hacia los órganos del partido y con el intento de encajar la "participación con la ortodoxia de sus diferentes comités". A esta ensalada se suma el característico espíritu crítico socialista, las voces de los barones, los poderes territoriales, aspectos todos ellos que sumados traducen el discurso de los líderes socialistas en algo así como: "es bueno que decidan las bases pero a mí me gustaría que se eligiera a funalito/a". La incoherencia que se traduce, una y otra vez, en descrédito.

Existen otros modelos acomplejados por definirse como líderes y que tratan de suavizarlo definiéndose como "portavoces". En partidos como Izquierda Unida llenos de "corrientes de opinión" "familias" y "voces discordantes", con líneas de actuación diferentes e incluso contradictorias en diferentes zonas del país y todas ellas defendibles echando mano de la decisión de los "compañeros locales". El caso más llamativo lo observamos ahora en el "partido virtual, de facebook" que es Podemos. Su "humilde portavoz" no lo ha sido tanto cuando ha utilizado su propia imagen en los medios de comunicación, redes sociales, carteles e incluso como logotipo en las papeletas electorales. Veremos si esta humildad permite que su imagen se difumine a medida que gana peso la organización política, necesaria para poder operar como  cualquier estructura social, tenga el tamaño que tenga. El reto que tiene no es pequeño y parece que ya en los comienzos de su definición han saltado más de un par de chispas.

Hay otros liderazgos curiosos en el horizonte político. El "liderazgo suicida" de Mas que no quiere ir solo al precipicio después de que recientemente descubrió que era independentista, y quiere que le acompañen muchos ciudadanos que no saben muy bien para qué. El contrario de Rosa Díez, quien descubrió que no era socialista después de perder unas primarias y creó un partido para poner en práctica su "liderazgo egocéntrico" que traduce en "lo que yo diga, lo que yo determine y el ya lo decidiré". O los liderazgos minoritarios que buscan incansablemente la participación ciudadana defendiendo unos proyectos de los que los ciudadanos no quieren participar, porque no están de acuerdo, no los entienden, no los consideran viables o cualquier otra razón. Lo curioso de algunos de estos es que su acción para mejorar esta participación no la traducen en más acercamiento y explicación de sus propuestas, sino que habitualmente hacen el diagnóstico de que la sociedad todavía no está madura para asumir sus propuestas visionarias.

Anda! De nuevo los "liderazgos visionarios". Se cierra el "círculo" del liderazgo, ese lleno de modelos pintorescos, de incoherencias, poco sólidos, cargados de poder y vacíos de autoridad y lejos, muy lejos de ganarse el respeto de los ciudadanos.

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