sábado, 20 de diciembre de 2014

El Área Metropolitana del Golfo Ártabro

Cuadrante de reflexión

Estamos en período electoral. Muchas decisiones trascendentes que no se han tomado a lo largo de la legislatura ya no se tomarán. El presidente Feijoo y el conselleiro Rueda anunciaron que las posibles fusiones municipales en curso (desconozco si hay alguna en firme) quedarán para después de las elecciones. El bagaje presentado en esta legislatura, para el conjunto de Galicia, es muy pobre: la fusión entre Oza de los Ríos y Cesuras, dos ayuntamientos de la provincia de A Coruña que fueron unidos por imperativo del partido Popular bajo la tutela de la Diputación coruñesa. 

En estos años asistimos, por otra parte, a un auténtico desbarajuste en la creación, operatividad y funcionamiento de los entes supramunicipales. Es verdad que tienen pleno respaldo constitucional, que los ampara en su artículo 141.3: "se podrán crear agrupaciones de municipios diferentes de la provincia". Y se desarrolla su definición en la Ley de Bases de Régimen Local, tanto de las comarcas como de las mancomunidades, consorcios y áreas metropolitanas. Pero la voluntariedad de adscripción tanto a las mancomunidades como a los consorcios (no así a las áreas metropolitanas, creadas por una Administración superior a la local) hace que, en la inmensa mayoría de las ocasiones, la visión identitaria y "ensimismada" que diría Torrente Ballester de las corporaciones hacen muy difícil o imposible su unión con los ayuntamientos vecinos. 

Alrededor del Golfo Ártabro (rías de Ferrol, Ares y A Coruña), en el noroeste de la provincia de A Coruña, nos encontramos con decenas de iniciativas en lo que podríamos denominar, valga la aparente contradicción, un "minifundismo supramunicipal". Municipios que poco a poco se van sumando al plan de transporte metropolitano auspiciado desde A Coruña; la mancomunidad de concellos de Ferrolterra, que opera para la recogida de residuos y poco más; el consorcio para la prestación de servicios contraincendios promovido desde Ferrol; la transformación del consorcio de As Mariñas en mancomunidad; la incorporación de 11 ayuntamientos a la central de contratación creada por la propia Diputación; y un sinfín de pequeñas iniciativas más. Todas ellas creadas con la mejor de las intenciones: proporcionar los mejores servicios posibles a los vecinos de sus ayuntamientos apoyándose en un ente supramunicipal que les permita compartir servicios y abaratar costes. Por que seamos claros. No es posible ya, ni lo será en el futuro, pretender que decenas de municipios (en Galicia hay 315) se endeuden de forma temeraria para tener en su plaza mayor todo lo que a su alcalde se le pueda ocurrir. La sostenibilidad financiera, además del sentido común y unos mínimos conocimientos de gestión presupuestaria, obliga a mantener los presupuestos locales equilibrados, y siempre con la finalidad de que permitan "financiar compromisos de gasto presentes y futuros dentro de los límites de déficit, deuda pública y morosidad de deuda comercial", según recoge la propia Ley Orgánica de estabilidad presupuestaria y sostenibilidad financiera 2/2012 de 27 de abril. 

Por su parte, el conjunto de los ciudadanos sí demuestran haber avanzado de forma notoria en estos años. Cada vez son más las encuestas que demuestran que un porcentaje mayoritario de la población está a favor de las fusiones municipales o de compartir servicios y costes con otros municipios limítrofes. La crisis económica, el cierre de empresas, la fuerte devaluación salarial y la consecuente pérdida de poder adquisitivo, el incremento en el pago de servicios públicos, el malgasto de recursos públicos ejecutado en los años de bonanza, y la corrupción generalizada, están siendo asimiladas por la ciudadanía, a mi juicio, dentro de dos tipos de comportamientos sociales diferentes y complementarios: por una parte, una enorme indignación que se traduce en rechazo, desapego, crispación y que se concretará en una forma distinta de votar; y por otra en la conciencia de que no todo se puede tener a cualquier precio y en cada esquina: auditorios, aeropuertos, puertos deportivos, palacios de congresos, y demás infraestructuras inútiles, innecesarias, inoperantes e insostenibles económicamente.

Crear una gran área metropolitana en torno al golfo Ártabro no es una idea nueva. En realidad, el aprovechamiento de las potencialidades que supondría el desarrollo de todos sus núcleos de población, ya fue apreciado por los ilustrados del siglo XVIII, en su idea de crear la gran ciudad del Comercio y la Administración en A Coruña, y la ciudad Naval e Industrial en Ferrol, unidas por unas rías protegidas y navegables buena parte del año. Muchas referencias recientes, ya en nuestra era democrática, se han publicado sobre este tema, siendo tal vez la más completa la obra del profesor Andrés Precedo y su concepto de "metrópoli euroatlántica". Y la de otro Andrés, el arquitecto Fernández Albalat, con su visionaria "ciudad de las rías", que se desarrollaría con la construcción de tres puentes que permitirían el transporte de personas y mercancías entre Ferrol y A Coruña en diez minutos.

A día de hoy, una gran área metropolitana podría constituirse con las 6 comarcas (46 municipios) que abarcan desde Ortegal, al norte de Ferrol, hasta Bergantiños, al suroeste de A Coruña, ambas incluidas, pasando por las comarcas de Ferrolterra, Betanzos, Eume y A Coruña. Una aglomeración urbana de más de 700.000 habitantes, que incluye un aeropuerto, dos radas exteriores, una universidad con dos campus, varios polígonos industriales y comerciales y una gran capacidad en los sectores de la construcción naval, energético, textil, de servicios y turísticos, pesca, forestal y otros. Ejemplos de áreas mucho mayores  con buen funcionamiento y operatividad tenemos varios en España, siendo tal vez el más destacado el de Barcelona y su Área Metropolitana. 

Probablemente sea este un buen momento para dar pasos ambiciosos  y con visión de futuro que permitan gestionar mejor los recursos, abaratar costes, racionalizar las administraciones, sumar fuerzas y buscar sinergias (concepto que todavía no llegó al municipalismo), entre poblaciones que tienen fuertes vinculaciones históricas, económicas y sociales. En pocas palabras, de buscar la fórmula que permita dar los mejores servicios de forma económicamente sostenible. 

1 comentario :

  1. Yo creo que es bastante utópico: Las relaciones funcionales entre Ferrol y Coruña son mínimas, con un máximo de 30.000 desplazamientos diarios en todo el territorio. Veo mucho más funcional empezar por unir partes más pequeñas. Ferrol y Narón son un única área funcional, pero Fene y Neda también. Ares y Mugrados ya no está tan claro... más allá es hinterland. Por el otro lado podríamos llegar hasta Valdoviño e incluso Cedeira como áreas de influencia, pero al final lo realmente importante es que la conurbación existente entre Ferrol-Narón-Neda-Fene pase a tener un solo gobierno que abarataría los costes a la ciudadanía desde el primer momento, y eso aunque pusieran el ayuntamiento en Neda. Unir en torno a Coruña yo no lo veo, y el coste de los puentes creo que se nos escapa. De todos modos me parece una visión bonita.

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