viernes, 13 de febrero de 2015

Demasiada carga emocional para Pablo Iglesias

Cuadrante de reflexión
Publicado en Economía Digital, edición Galicia, el 13 de febrero de 2015

Había encontrado ya su definición de patria. Le llevó un tiempo, de tan atareado que estaba junto a sus compañeros de ejecutiva organizando la concentración en Madrid que marcará un antes y después en la vida de la gente. Y ahí descubrió que la patria es gente, no es un pin, ni una pulsera, ni un himno sin letra, ni una bandera. La patria es la gente. Tampoco es una marca, la marca España. “No es una marca porque España no se vende”(sic). España es la gente. Y la gente es...La concentración fue un éxito, la moral de Pablo Iglesias por las nubes y las pulsaciones a cien.

Días más tarde, todavía sin volver a su estado de reposo, la encuesta del CIS le vuelve a sobresaltar. Es preciso tomárselo en serio. No es lo mismo encauzar la indignación de amplias capas de la gente que ser una alternativa de gobierno. Primeros en intención de voto. Y sólo con un discurso y un movimiento cívico. Construyendo todo lo demás, el partido y el programa. Al borde del colapso.

En esas estaba cuando buena parte del proceso constructivo se vino abajo. Más emociones, esta vez causadas por impactos negativos. En muy pocos días su compañera Tania Sánchez abandonó Izquierda Unida pero se negó a entrar en Podemos. Ante las cámaras, arropada por los suyos y en varias ocasiones, repitió aquello del No, punto. No entraremos en Podemos, punto.

Miles de personas, de gente, se unieron en las redes bajo la etiqueta #NoPodeis. En su propio terreno, tal vez donde más le duele. Su compañera le dice no y en las redes sociales le dicen no. Como también le están diciendo no a Monedero, y tocarle a Monedero “es como tocarme a mi”, dijo Iglesias. En Plaza Podemos el rechazo de muchos inscritos en el partido político (o en el movimiento cívico, todavía) está generando un desgaste interno propio del rifirrafe inherente a los otros partidos, a los de la casta que no son gente.

El camino no es fácil. Nadie dijo que lo fuera y Pablo, como empleado público y profesor universitario que es, tendría que saber que la implicación política y la posibilidad de gestionar el dinero de todos lleva consigo una importante carga emocional. Tiene a su favor las encuestas, a muchas miles de personas (eso es lo que es la gente, Pablo, personas) indignadas ante tanto recorte, tanto nepotismo, tanto apoltronamiento, tanta reducción salarial, tanto copago, tanto desempleo, tanto sobresueldo de unos pocos, tanto paseo a Suiza y Andorra, y tanta risa floja en el hemiciclo cada vez que se toman medidas que aprietan más a los ciudadanos (también se puede definir así a la gente) en aras de la alabada austeridad. 

Pero todavía tiene un partido que construir. No es suficiente con inscribirlo. Hay que conformarlo, organizarlo, territorializarlo, asentarlo por todo el país y dotarlo de un programa. Que recoja medidas concretas, claras, útiles, que se puedan presupuestar y sean ejecutables. Un programa para darlo a conocer a todos los ciudadanos, y no un discurso que consista en decir a todo que se hará lo que diga la gente. Ni siquiera los ciudadanos, ni las personas. “Se hará lo que quiera la gente”.

Por este camino a Pablo Iglesias le hará falta una sobredosis de control emocional que le permita manejar la tensión de los nuevos tiempos. Se los está marcando Hacienda, su pasado en América, el tic-tac copiado a Chávez, sus compañeros Errejón y Monedero (dos semanas sin aparecer, y a ver cómo aparece), su gente en internet, alguna encuesta que indica que ya llegó a su techo, y el propio proyecto que todavía tiene que transformarse, de verdad, en una opción política que pueda ir más allá de recoger (con razón) la indignación de millones de españoles.

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