martes, 22 de julio de 2014

Pues que hablen de Colón

Artículo de Opinión.
Publicado en Economía Digital, Opinión, 15 de julio de 2014


Es, simplemente, por darles alguna idea. A los presidentes Mas y Rajoy, digo, vista la dificultad que tienen para poder comunicarse. No hablo de entenderse, ni de pactar o llegar a ningún tipo de acuerdo, sino de la capacidad de comprender lo que dice cada interlocutor. Sobre todo después del encuentro mantenido en Moncloa con el resultado del “atente a las consecuencias” expresado por Mas, seguido, después del cierre de la noble puerta palaciega del “con ese señor no tengo nada de qué hablar” dicho, según parece, por Rajoy.

El esperpento tuvo su máximo apogeo estas últimas semanas. El gallego  enrocado en “a mí nadie me ha llamado”, “a mí nadie me pidió una cita”, “si me llama mañana, viene mañana”; el catalán a lo suyo en “ya le dije que estaba a su disposición, qué más quiere que le diga”, o  “le ofrecí diálogo en multitud de ocasiones y nunca obtuve respuesta”, y así repetido hasta la saciedad o hasta que la paciencia y la templanza del mediador Durán i Lleida se agotase. Y todos los periodistas dándole a la tecla y haciendo sus apuestas a ver quién llama a quién, cómo va esto del protocolo, y lo de la diplomacia… Hasta que al unísono, cual portavoces de gobiernos de estados soberanos, aparecieron doña Soraya sonriente y el señor Homs didáctico, dando cuenta de que los presidentes habían contactado, se habían enviado un pequeño correo y posteriormente mantuvieron una breve charla telefónica en la que concluyeron que sí, que deberían sentarse a dialogar. ¡Albricias!

Ahora queda por ver de qué van a hablar. De dónde reside la soberanía, no. De la celebración de la consulta, ya está todo dicho. Del asunto fiscal, más adelante. Del lío en que está metido Mas como máxima autoridad del Estado en Cataluña tomándose unas atribuciones para las que no tiene competencias, asunto delicado. Les queda el fútbol, pero mejor dejarlo. ¡Pues que hablen de Colón! ahora que está de moda porque lo rescató el historiador Jordi Bilbeny del Institut Nova Historia afirmando que en realidad Cristobal Colón era un noble barcelonés llamado Joan Colom. El tema, seguro, da para una charla larga que además se puede complementar con el reclamo de la catalanidad de Cervantes, Miguel Servet, Pizarro, Hernán Cortés y Juan Sebastián de Elcano, y que, por supuesto, El Quijote, La Celestina o El Lazarillo de Tormes fueron obras escritas en catalán y usurpadas por los castellanos. Este Institut es una auténtica fábrica de catalanidad basada en el método de “leer entre líneas la auténtica historia” (sic).

Claro que en el caso del ilustre navegante enterrado en la Catedral de Sevilla (al menos el señor Bilbeny de esto de momento no dijo nada) los argumentos de Mas pueden ser contrarrestados por los de los historiadores pontevedreses reclamando no sólo su origen gallego sino desvelando su identidad como Pedro Madruga. El presidente Rajoy es conocedor y valedor de esta teoría, ya documentada a finales del siglo XIX y publicada por el erudito Celso García de la Riega en su libro “A patria de Colón” en 1914. Igualmente esta teoría ha resurgido con fuerza en la actualidad a través del estudio de los topónimos pontevedreses con que Colón bautizaba las nuevas tierras americanas, los libros de registros de los Reyes Católicos y otros documentos de los que don Mariano, ilustre pontevedrés, tiene conocimiento. Seguramente por eso, una de las primeras cosas que hizo en su etapa como presidente de la Diputación de Pontevedra, fue financiar la reconstrucción del castillo de Soutomaior, casa noble de don Pedro Madruga, esto es, del Colón gallego.

Pues ya lo ven. Un buen tema de conversación, de actualidad, vinculado a un protagonista de la historia universal, de origen catalán, cuya identidad fue usurpada como también lo es el exceso de carga fiscal al que está sometido el pueblo catalán, y a la necesidad de revisar los acuerdos, los pactos, la historia y las relaciones entre dos Estados en igualdad de condiciones.

Y el esperpento, más allá de la comunicación, continúa.

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